miércoles, 2 de diciembre de 2009

EL COLLAR

COSES DE NENS

Sempre va pensar que els collarets de macarrons pintats amb tempera eren una cutrada que nomes feien els profesors quan no tenien cap idea millor. Fins el dia que la seva filla li va portar un i li va dir que l'havia fet verd per fer joc amb els seus ulls. Ara te un collaret de macarrons malpintats de verd en el lloc d'honor del seu joier.
Herman

EL COLLAR

Esbozó una sonrisa animosa y me puso el collar alrededor del cuello. Una siempre piensa que este tipo de cosas nunca le van a pasar. Me miré en el espejo y apenas me reconocía. ¿Era yo esa mujer de ojos tristes que me miraba fijamente?
Los días que siguieron no mejoraron mis ánimos. Quería hacer cosas pero me fallaban las fuerzas. Intentaba continuar mi vida normal, pero algo había cambiado. Cualquier actividad cotidiana me resultaba agotadora: asearme, cocinar, atender a los niños. Todo era difícil, complicado, doloroso.
¡Al fin llegó el gran día! Con la misma sonrisa animosa que utilizó para ponérmelo, me desabrochó el collar. “Se acabó”, dijo. ¡Adiós, collarín de gomaespuma!
Ginebra


TRIBUS URBANES

Les dues noies van entrar a la botiga per què una d’elles es volia comprar un collaret. La dependenta els en va ensenyar uns quants: en tenien de vàries mides, més llargs alguns, més ajustats els altres. De diferents colors i amb diferents ornaments. La que volia comprar el collar no s’acabava de decidir. Mirava l’estesa de peces sobre el taulell i feia el gest d’agafar-ne una, però quasi de seguida canviava d’idea i les mans es movien per tocar la que els ulls proposaven com a alternativa. La que feia d’acompanyant no deia res. Només esperava que la seva amiga triés i comprés el collaret d’una vegada, i que sortissin de la botiga. La dependenta, pacient darrera el taulell, donava alguna indicació i algun consell, i esperava també la decisió de la noia. Finalment, ella va agafar-ne un de tons vermells i peces platejades i se’l va posar satisfeta. Va pagar el que tocava, i després de fer un senyal a la seva amiga van sortir totes dues de la botiga. La dependenta no sabia ben bé què pensar, però al cap i a la fi, va concloure, les noies eren joves, buscaven alternatives, i en aquella ciutat no hi havia molta oferta. La seva única opció a tenir un collar de tatxes d’estètica punk, era anar a buscar-lo a la botiga d’animals més ben assortida que hi havia a la comarca.
Butterfly

EL COLLAR

Hoy es lunes, tres de septiembre, y es mi primer día de trabajo después de la vuelta de vacaciones. Me he puesto el collar que me compré en una tienda del casco antiguo de Hanoi, de bolitas verdes y granates. A todos les ha gustado, incluso he notado que algunos querían tocarlo. Marta y Laura me han dicho que era bonito, aunque un poco raro. Por el pasillo me he cruzado con Tony, del departamento de contabilidad, y he visto cómo miraba el collar y me sonreía. Como siempre, he ido a desayunar con Dani, y también ha hecho alusión a mi collar. Le he explicado que las bolitas eran de madera de neem, un árbol sagrado que, dicen, lo cura todo, y al que se le atribuye la facultad de alejar las malas energías y atraer la buena suerte.
La mañana ha transcurrido mejor de lo que yo pensaba, y a pesar de lo mucho que me ha costado reincorporarme, me he sentido bien.

Martes, cuatro de septiembre.
Hoy ha sido mi segundo día de trabajo y ha sido nefasto. Al entrar ya me ha caído una bronca del jefe; ha sido por un asunto con unos proveedores, yo no creo que sea para tanto, pero realmente él estaba muy enfadado.
Dani ha telefoneado diciendo que no se encontraba bien y que no iría a trabajar, así que no me ha quedado más remedio que ir a desayunar con Marta y Laura. No me ha hecho mucha gracia ir con ellas, sus conversaciones sobre dietas y perfumes me aburren.
He notado que todos tenían caras largas y que el ambiente era tenso.
Al final de la jornada he observado que no llevaba puesto el collar, he salido de casa tan disparada esta mañana que no he reparado en él, y he decidido que a partir de mañana lo llevaré puesto cada día.
Maria Jose (ASIA)

EL COLLAR DE PERLAS

Se miró en el espejo de su tocador y dio un repaso visual al preciado mueble antes de volver a mirarse y recorrer con los dedos las pequeñas arrugas que cercaban sus hermosos y expresivos ojos verdes. Suspiró y decidió que era hora de hacer una visita al renombrado cirujano, amigo de la familia.
No había necesitado pasar por el quirófano para mantener esa belleza aún llegando a la frontera de los 50.
No tenía hijos, lo decidió ella misma. Su figura permanecía casi intacta y aunque no le había costado muchos esfuerzos, desde hace unos años, controlaba, más que nunca su peso y su alimentación. Sus anteriores cremas al “aceite de visón” eran ahora a base de colágenos y extractos de placenta. Tampoco descuidaba el ejercicio físico, ni la hora de tratamiento que cada mañana le procuraba su masajista personal.
Cuando a conoció a Miguel se enamoró perdidamente y se juró que nada, ni nadie se interpondría jamás entre los dos.
Se amaban como el primer día. Cierto que él pasaba mucho tiempo fuera de casa, no podía ser de otra forma con la responsabilidad que tenía su cargo, pero era atento y no escatimaba en ella ni un solo detalle. Vivian lujosamente. Tenía todo lo que siempre deseó.
Hoy iba a estar más bella que nunca. Hoy que cumplía los 50 años.
Siempre era una sorpresa el regalo de Miguel, pero esta vez, lo había descubierto. Fue por casualidad, tan sólo tres días antes. Sonó el teléfono móvil de su marido cuando ella estaba en la recámara y Miguel, despedía a su socio y amigo, en el jardín de la casa. Al sacarlo del maletín vio la caja con aquel magnífico y delicado collar de perlas. ¡Era precioso, exquisito! Jamás había visto una elección tan acertada. Llamó a su marido y le entregó el teléfono. No dijo nada. De forma coqueta se dio media vuelta y sonrió para sus adentros.
Los invitados estaban a punto de llegar. Familia, amigos y el gabinete en pleno. Maliciosamente pasó su mano por el escote y decidió no adornarlo, así no habría obstáculo alguno para lucir su regalo.
Las lágrimas se amontonaban en sus pupilas mientras agradecía a su esposo el rolex de oro que le fijaba a la muñeca. Entre los invitados que aplaudían y frente a ella, vió a la espectacular rubia, que con sus escasos 27 años y seis meses en la empresa, se había convertido en la secretaria de dirección y en la mano derecha de Miguel. El sensual y joven escote lucía un precioso collar de perlas.
Maribel Palma –rpm

QUE SUERTE!!

Salió del metro, levantó el cuello del chaquetón y aceleró los pasos para cruzar el puente al otro lado de las vías y llegar cuanto antes a casa. Había tenido un día duro en general, y una jornada laboral desprevenidamente espesa en particular; de esas en las que uno está a merced de la migraña y a duras penas se es capaz de escuchar lo que te dicen por esa sensación de nubarrón que te cubre, y que hace que las palabras te lleguen reverberadas como si procediesen del fondo de un pozo. A la altura de la panadería de la esquina, alzó la vista del suelo para mirar a izquierda y derecha, cruzó la calle, y al volver a bajar la vista al pavimento, un brillo en el hueco de un árbol retuvo su mirada primero y la atrajo después. Recogió un objeto metiéndoselo en un bolsillo sin tan siquiera observarlo.
Finiquitada una liviana cena, fue a sentarse en el sofá para estudiar con más detenimiento la ristra de chapas de nácar ensartadas a través de un agujero lateral por un hilo metálico y, una vez hechizada por la irisación del mineral orgánico, dirigirse al espejo de la habitación para saborear como lucía en su cuello.

Al comisario se le veía introspectivo, incluso ofuscado, mientras miraba como un miembro de la policía científica disparaba fotografías desde varios ángulos y distancias al cadáver tendido a los pies del armario. Había reconocido de inmediato, junto con las marcas por la presión dactilar en la garganta que produjeron la muerte por asfixia de la víctima, las reveladoras erosiones rojizas alrededor del cuello, inequívocamente producidas por unos colgantes, tal como ya había determinado el forense en los tres casos similares de los últimos cuatro meses. Sabía que era un collar, pero también sabía que no había móvil, ni huellas, ni vinculaciones, ni lógica, ni pauta, y que se repetiría si no sucedía algo inesperado o el psicópata cometía un error.

-Cariño, me duele un poco la cabeza. Como los niños ya están dormidos, voy a salir un rato a airearme, y si encuentro un bar abierto me tomaré algo. Tú acuéstate si quieres, cielo. No te importa, no?

La noche era húmeda y ventosa, y la poca gente que caminaba a esas horas por la calle lo hacía cabizbaja. Arrimó el coche a la acera y distraidamente dejó caer algo al lado de la máquina de pago del párquing de zona azul. Dio marcha atrás y aparcó en un hueco libre unos pocos metros atrás. Subió la ventanilla, apagó el motor, se pasó al asiento derecho, se puso unos guantes de piel marrón, y recostó la cabeza sin desviar la vista fijada en unos destellos a ras de suelo.

Josean

EL COLLAR DEL GOS

A la montanya un pastor alemany estava abandonat. Uns nois de la gossera el van recollir. Al cap d'uns anys quan ja era gran una familia el va adoptar. Li van copmprar un collar anti-puces. En realitat era un collar amb poders: volar, llegir la ment, etc. Aquest gos com tots va tenir un nom i el seu nom era Puck. Doncs es passejava per la casa dels seus amics i de vagades anant de festa.
El Puck cada dia es feia més gran i en acabar l'any següent li va agafar una enfermetat i es va morir.
FI
Miquel