lunes, 29 de julio de 2013

IMAGEN



LA LLUNA VERDA
La lluna blanca és la més senyora, va sempre molt mudada per si es troba amb el sol i li demana una abraçada i, fins i tot, un petó.
La lluna vermella es feta de passió i de foc, m’agrada quan esclata enmig de la foscor, omplint el cel d’espurnes que ho il·luminen tot.
Però de totes les llunes, la verda és la millor. S’amaga entre els arbres i quan vol descansar, es capbussa a l’estany buscant un niu de pau.
La crido i s’acosta fins a tocar els meus peus que endinsats a la terra.
M’explica que s’enyora del seu amant llunyà, que encara el pot sentir quan tanca els ulls i dorm.
Em xiuxiueja històries que no puc repetir, són contes que la lluna no em deixaria dir.
I quan el sol comença a despuntar per l’est, puja la meva tija i torna cap el cel.

Ginebra

EL PUENTE
Hay un puente de camino a mi casa. Reconozco que tengo que dar cierta vuelta para pasar por él, pero a menos que tenga mucha prisa, siempre me sirve de camino.
Está estratégicamente situado. Cuando lo veo en medio del parque, se que ya he cumplido con las obligaciones de hoy y me permito empezar a descansar y disfrutar. Reduzco mi rápido paso de todo el día y respiro profundamente un par de veces. A partir de ahí el camino es muy acogedor, o al menos me lo parece a mí. Disfruto sabiendo que enseguida llegare a casa.
Me sirve también cuando voy a trabajar. Sé que cuando cruzo el puente me quedan 7 minutos para llegar a la estación, 5 si corro. En el puente me pongo las pilas, en ese momento dejo que mi agenda venga a mi cabeza y empiezo a planear todo lo que quiero hacer el día de hoy.
Me gusta ese puente, tanto como me gusta mi vida a sus dos lados.

Herman

EL PARC
Verd. Tot es verd. En el rierol quiet es veu el reflex d’un pont de fusta. L’aigua està gairebé parada. Només, molt esporádicament, treu el cap algun peix de color taronja. Les plantes del vorell son esveltes i el seu color embolcalla tot el que abasta la vista. Només aixecant molt el cap es pot veure un troç de cel. El lloc està igual que fa 40 anys.
Jo hi havia passat tardes senceres, primer sol i més tard amb la Maria que ha estat la meva dona de llavors ençà.
Quan erem nuvis era el nostre jardí secret on ens declaravem amor per sempre.
Però el pás del temps no ha estat en va. Del parc de la nostra joventut només en queda aquest racó, l’últim troç del paradis. Tota la resta ha estat urbanitzada i engolida per la ciutat.
Ara encara hi vinc de vegades. Ho faig també acompanyat, no solament amb la Maria, sinó amb el nostre nét.
Plegats travessem el pont de fusta i sembla que estem en un altre mon, encara que sigui només per un instant, però ja en tenim prou per sentir la felicitat.

Laia

EL PUENTO SOBRE EL RÍO MEKONG
Fíjense bien en la foto, y a qué parece la jungla del Mekong, a qué sí. Y además está plagada de Charlies. Ya, ya sé que ustedes no ven ningún Charlie, pero esto es por su endiablada habilidad para camuflarse en la vegetación. Mis amigos y yo llevábamos un año tratando de capturar alguno. Una vez cogimos a uno, pero al final resultó ser un mendigo.
Ahora teníamos un objetivo difícil y peligroso. Llevábamos meses preparándonos. Ante la inminente ofensiva del Viet Cong debíamos volar el puente. Sí, el puente ese que ven ustedes. En la foto no se distinguen, pero hay raíles.
Habíamos logrado reunir media caja de Truenos, tres Xtreme y un triple cero. Como líder del grupo reconocí que andábamos escasos de explosivos, aunque bien colocados en el centro, su punto débil, serían suficientes. Tras un estudio en profundidad e inacabables discusiones, decidimos conectar todos los petardos entre sí y colgar a Jairo –que era el más pequeño- de los pies, para enganchar debajo los cartuchos.
Tuvimos algún fallo técnico. A cada momento Jairo quería que lo alzáramos. Decía que la sangre se le iba a la cabeza. Además el celo se le enganchaba en todos lados. Otro fallo fue la mecha, por precaución la hicimos demasiado larga, y cuando los petardos explotaron había una pareja haciéndose arrumacos en el puente, que encima no se cayó. Qué mala pata.
Mi padre me ha castigado sin videojuegos, me dijo no se qué de una indemnización que reclama la pareja por lesiones irreversibles en el oído medio. Pero no le presté mucha atención, ahora resulta que la selva está llena de pigmeos que lanzan sus dardos envenenados. Claro que ustedes no pueden verlos, porque ellos viven al otro lado del puente.

Felipe Deucalión


TÉ VERDE
Aquella mañana el Hada del Jardín Encantado estaba triste porque al arbusto de Camellia Sinensis le quedaban ya muy pocas hojas y además sus amigas las libélulas del lago le habían anticipado que posiblemente ya nunca más podría volver a beber de aquel maravilloso Té Verde porque el arbusto ya no iba a retoñar: aquel año apenas había llovido, las nubes habían pasado de largo como por arte de magia y para más inri, hacía unos días que el Emperador Pu-Li había ordenado retirar todas las semillas que pudiese haber por cualquier rincón del Imperio, para replantarlas en las tierras que rodeaban su palacio y así, el Té Verde, pasaría a ser para uso exclusivo de la Corte Imperial.
Las lágrimas del Hada caían desconsoladas sobre las aguas del lago alterando la silenciosa y plácida existencia de los peces de colores que allí moraban embelleciendo el paisaje y equilibrando el hábitat en simbiosis con todas las otras criaturas del jardín que tanto la apreciaban. Gracias a todo el cariño y empatía que le mostraron, sacó fuerzas de donde parecía que ya no quedaba nada y se repuso,  subió hasta el puente de madera y allí, cerrando los ojos saboreó el último trago de té del día y brindó por todo lo brindable…sabiendo que eran solamente tres los días que le quedaban para seguir disfrutando del aroma y de las cualidades de tan preciada bebida.
        * * * *
Miré el reloj y me di cuenta de la hora que era: o espabilaba o llegaba tarde al trabajo. Di el último sorbo a la taza de té verde, dándome cuenta de que ya solo me quedaban tres bolsitas y sin dejar de mirar la foto de la caja en la que anduve soñando despierta durante el desayuno de aquel lunes de junio.

Albricias.



EMBRUJO 
Estoy mirando, perpleja con mis ojos abiertos , abiertos hacia el infinito fondo del lago, mi mirada se refleja en las apacibles aguas, quietas, calmas, aunque solo en apariencia.
Anocheciendo está, y la quietud del jardín transforma los verdes musgos a lechosos, la humedad toma cuerpo en los tallos de bambú, las piedras secas del camino se tornan acuosas, resbaladizas, y el viejo puente inmóvil habla crujiendo su madera milenaria.
Acurrucada sobre mis pies y mirando el lago, lanzo una pequeña piedra y espero que el pequeño impacto me devuelva ondas de colores y dibujos inacabados, sin conexión, que libres se desplazan y se funden de nuevo en la inmensa placidez del agua.
Anochecido ya, la paz se respira y casi consigue relajarme, pero sigo mirando la profundidad del lago, lo que mis ojos detectan en la negrura casi absoluta si no fuera por el collar de estrellas que se reflejan como nenúfares flotando en un atrayente pantano.
Mis ojos me engañan,  el fondo del lago empieza a fascinarme , crea vida de la vida reflejada en ella, mi vida en el lago, mi otra vida, quizás mi mejor vida.
Y ya no puedo pensar, el lago me llama, me implora que vaya, me seduce con perfumes embriagadores, con fragancias de color, de caricias musicales y me levanto , no sé porqué pero lo hago, y lo hago decidida mi cuerpo y mi mente van al unísono, sin fisuras, como encantada.
Mis pies ni tan solo se han pensado el movimiento, se han descalzado y sumergido sin dudas ni reparo.
Noto como mi cuerpo se hunde en la ciénaga del lago y siento como me acunan cuales acuáticas flores sus pétalos, como besos , como abrazos , con el espíritu mágico y me entrego como una ofrenda a los dioses del pasado, me someto a sus deseos sin saberme lo que hago, y me invade el equilibrio y renace en mí las ansias de inmortalizarme al lago, pero
de pronto la angustia se apodera de mí y salgo.
O no, puede que nunca haya estado , porque el sol amanece, despunta y mis pies están helados , pero secos, acurrucados a mi que ahora mismo empiezo a despertar del letargo.

Merce