LA LLUNA VERDA
La lluna blanca és la més senyora, va sempre molt mudada per si es troba
amb el sol i li demana una abraçada i, fins i tot, un petó.
La lluna vermella es feta de passió i de foc, m’agrada quan esclata enmig
de la foscor, omplint el cel d’espurnes que ho il·luminen tot.
Però de totes les llunes, la verda és la millor. S’amaga entre els arbres i
quan vol descansar, es capbussa a l’estany buscant un niu de pau.
La crido i s’acosta fins a tocar els meus peus que endinsats a la terra.
M’explica que s’enyora del seu amant llunyà, que encara el pot sentir quan
tanca els ulls i dorm.
Em xiuxiueja històries que no puc repetir, són contes que la lluna no em
deixaria dir.
I quan el sol comença a despuntar per l’est, puja la meva tija i torna cap
el cel.
Ginebra
EL PUENTE
Hay un
puente de camino a mi casa. Reconozco que tengo que dar cierta vuelta para
pasar por él, pero a menos que tenga mucha prisa, siempre me sirve de camino.
Está
estratégicamente situado. Cuando lo veo en medio del parque, se que ya he cumplido
con las obligaciones de hoy y me permito empezar a descansar y disfrutar.
Reduzco mi rápido paso de todo el día y respiro profundamente un par de veces.
A partir de ahí el camino es muy acogedor, o al menos me lo parece a mí.
Disfruto sabiendo que enseguida llegare a casa.
Me sirve
también cuando voy a trabajar. Sé que cuando cruzo el puente me quedan 7
minutos para llegar a la estación, 5 si corro. En el puente me pongo las pilas,
en ese momento dejo que mi agenda venga a mi cabeza y empiezo a planear todo lo
que quiero hacer el día de hoy.
Me gusta ese
puente, tanto como me gusta mi vida a sus dos lados.
Herman
EL PARC
Verd. Tot es verd. En el rierol quiet es veu
el reflex d’un pont de fusta. L’aigua està gairebé parada. Només, molt
esporádicament, treu el cap algun peix de color taronja. Les plantes del vorell
son esveltes i el seu color embolcalla tot el que abasta la vista. Només
aixecant molt el cap es pot veure un troç de cel. El lloc està igual que fa 40
anys.
Jo hi havia passat tardes senceres, primer
sol i més tard amb la Maria
que ha estat la meva dona de llavors ençà.
Quan erem nuvis era el nostre jardí secret on
ens declaravem amor per sempre.
Però el pás del temps no ha estat en va. Del
parc de la nostra joventut només en queda aquest racó, l’últim troç del
paradis. Tota la resta ha estat urbanitzada i engolida per
la ciutat.
Ara encara hi vinc de vegades. Ho faig també acompanyat, no solament
amb la Maria,
sinó amb el nostre nét.
Plegats travessem el pont de fusta i sembla que estem en un altre mon,
encara que sigui només per un instant, però ja en tenim prou per sentir la
felicitat.
Laia
EL PUENTO
SOBRE EL RÍO MEKONG
Fíjense bien
en la foto, y a qué parece la jungla del Mekong, a qué sí. Y además está
plagada de Charlies. Ya, ya sé que ustedes no ven ningún Charlie, pero esto es
por su endiablada habilidad para camuflarse en la vegetación. Mis amigos y yo
llevábamos un año tratando de capturar alguno. Una vez cogimos a uno, pero al final
resultó ser un mendigo.
Ahora
teníamos un objetivo difícil y peligroso. Llevábamos meses preparándonos. Ante
la inminente ofensiva del Viet Cong debíamos volar el puente. Sí, el puente ese
que ven ustedes. En la foto no se distinguen, pero hay raíles.
Habíamos
logrado reunir media caja de Truenos, tres Xtreme y un triple cero. Como líder
del grupo reconocí que andábamos escasos de explosivos, aunque bien colocados
en el centro, su punto débil, serían suficientes. Tras un estudio en
profundidad e inacabables discusiones, decidimos conectar todos los petardos
entre sí y colgar a Jairo –que era el más pequeño- de los pies, para enganchar
debajo los cartuchos.
Tuvimos algún
fallo técnico. A cada momento Jairo quería que lo alzáramos. Decía que la
sangre se le iba a la cabeza. Además el celo se le enganchaba en todos lados.
Otro fallo fue la mecha, por precaución la hicimos demasiado larga, y cuando
los petardos explotaron había una pareja haciéndose arrumacos en el puente, que
encima no se cayó. Qué mala pata.
Mi padre me
ha castigado sin videojuegos, me dijo no se qué de una indemnización que
reclama la pareja por lesiones irreversibles en el oído medio. Pero no le
presté mucha atención, ahora resulta que la selva está llena de pigmeos que
lanzan sus dardos envenenados. Claro que ustedes no pueden verlos, porque ellos
viven al otro lado del puente.
Felipe
Deucalión
TÉ
VERDE
Aquella
mañana el Hada del Jardín Encantado estaba triste porque al arbusto de Camellia
Sinensis le quedaban ya muy pocas hojas y además sus amigas las libélulas del
lago le habían anticipado que posiblemente ya nunca más podría volver a beber
de aquel maravilloso Té Verde porque el arbusto ya no iba a retoñar: aquel año
apenas había llovido, las nubes habían pasado de largo como por arte de magia y
para más inri, hacía unos días que el Emperador Pu-Li había ordenado retirar
todas las semillas que pudiese haber por cualquier rincón del Imperio, para
replantarlas en las tierras que rodeaban su palacio y así, el Té Verde, pasaría
a ser para uso exclusivo de la Corte Imperial.
Las
lágrimas del Hada caían desconsoladas sobre las aguas del lago alterando la
silenciosa y plácida existencia de los peces de colores que allí moraban
embelleciendo el paisaje y equilibrando el hábitat en simbiosis con todas las
otras criaturas del jardín que tanto la apreciaban. Gracias a todo el cariño y
empatía que le mostraron, sacó fuerzas de donde parecía que ya no quedaba nada
y se repuso, subió hasta el puente de
madera y allí, cerrando los ojos saboreó el último trago de té del día y brindó
por todo lo brindable…sabiendo que eran solamente tres los días que le quedaban
para seguir disfrutando del aroma y de las cualidades de tan preciada bebida.
* * * *
Miré
el reloj y me di cuenta de la hora que era: o espabilaba o llegaba tarde al
trabajo. Di el último sorbo a la taza de té verde, dándome cuenta de que ya
solo me quedaban tres bolsitas y sin dejar de mirar la foto de la caja en la
que anduve soñando despierta durante el desayuno de aquel lunes de junio.
Albricias.
EMBRUJO
Estoy mirando, perpleja con mis ojos abiertos ,
abiertos hacia el infinito fondo del lago, mi mirada se refleja en las
apacibles aguas, quietas, calmas, aunque solo en apariencia.
Anocheciendo está, y la quietud del jardín
transforma los verdes musgos a lechosos, la humedad toma cuerpo en los tallos
de bambú, las piedras secas del camino se tornan acuosas, resbaladizas, y el
viejo puente inmóvil habla crujiendo su madera milenaria.
Acurrucada sobre mis pies y mirando el lago,
lanzo una pequeña piedra y espero que el pequeño impacto me devuelva ondas de
colores y dibujos inacabados, sin conexión, que libres se desplazan y se funden
de nuevo en la inmensa placidez del agua.
Anochecido ya, la paz se respira y casi consigue
relajarme, pero sigo mirando la profundidad del lago, lo que mis ojos detectan
en la negrura casi absoluta si no fuera por el collar de estrellas que se
reflejan como nenúfares flotando en un atrayente pantano.
Mis ojos me engañan, el fondo del lago empieza a fascinarme , crea
vida de la vida reflejada en ella, mi vida en el lago, mi otra vida, quizás mi
mejor vida.
Y ya no puedo pensar, el lago me llama, me
implora que vaya, me seduce con perfumes embriagadores, con fragancias de
color, de caricias musicales y me levanto , no sé porqué pero lo hago, y lo
hago decidida mi cuerpo y mi mente van al unísono, sin fisuras, como encantada.
Mis pies ni tan solo se han pensado el
movimiento, se han descalzado y sumergido sin dudas ni reparo.
Noto como mi cuerpo se hunde en la ciénaga del
lago y siento como me acunan cuales acuáticas flores sus pétalos, como besos ,
como abrazos , con el espíritu mágico y me entrego como una ofrenda a los
dioses del pasado, me someto a sus deseos sin saberme lo que hago, y me invade
el equilibrio y renace en mí las ansias de inmortalizarme al lago, pero
de pronto la angustia se apodera de mí y salgo.
O no, puede que nunca haya estado , porque el sol
amanece, despunta y mis pies están helados , pero secos, acurrucados a mi que
ahora mismo empiezo a despertar del letargo.
Merce