TRAS
LA LLUVIA
El
primer rayo de sol que se coló por la ventana era tenue. Había llovido y en
cada gota que se deslizaba por la cristalera se reflejaba nuestra habitación,
donde tantas veces habían llovido los besos; cada vez que le regalábamos a la
lluvia nuestro amor.
Marta
Albricias
EL
GIGANTE GLOTÓN
Cuentan,
que hubo una vez un país lejano en el que nunca llovía: nubes grises, blancas,
negras y lilas, aparecían y desaparecían por sus cielos con la rapidez del
rayo.
Érase
una vez un país en donde el sol brillaba sin tregua, porque un gigante glotón
se comía las nubes.
Marta
Albricias
LLUVIA
Había
una palabra hecha una gota, lluvia.
Lluvia
me moja, me seca, me llena, me deja...lluvia.
Lluvia
me lava, que empapa, que a niega, inmunda, rebalsa.
Lluvia
navega, que llega, que anda, se detiene y vuelve.
Lluvia
tormenta, llovizna con gotas, gotitas que se sienten y dan vida, cosechan y
siembran semillas en campos y huertos, vida de lluvia.
Lagrima
caída gota de lluvia con vida, que alegre o triste habla del alma, de la tierra
o de ti misma.
Lluvia
que moja, me empapa, me lava, me baña, me cae, me esconde.
Lluvia
melodía del cielo que empieza y termina.
Lluvia
agua que cae termina y empieza con ritmo o sin ritmo; con luz, con arco iris y truenos relámpagos voz de
lluvia, eco de lluvia.
Lluvia
el ritmo del agua que el cielo regala me
empapa, me moja, me inmunda, rebalsa, que llega, que anda, se detiene y
vuelve......lluvia.
Amelia
Casas Aphestegüy
LLUVIA
CRISTALINA
En
el país de mis ojos hace tiempo que no llega un temporal. El cielo celeste del
país de mis ojos amanece condensado de humedad a causa del cansancio. Cuándo a
mis ojos llega la electricidad de los relámpagos en los días de mal humor se congela mi mirada pero el temporal no se
desata. Si llega la primavera el tono del iris se vuelve celeste verde y
algunas gotas se desprenden por fin de alegría por las cimas de mis mejillas
próximas a mis ojos. Son gotas cautas, elegantes y alegres que bailan con
dinamismo esperando que no acabe el verano. A veces, ante una sorpresa
inesperada o algún recuerdo nostálgico, se deslizan por esas cimas algunos
goterones escasos, lentos, pausados y silenciosos. Me doy cuenta que la
experiencia del país de mis ojos evita los temporales porque ha perdido la
fuerza de los aguaceros y contiene el dramatismo externo en las nubes
enmarañadas del espíritu celestial interno del país de mi corazón.
Susana
EL
GUATEQUE
Querido
diario:
Hoy
es el día más feliz de mi vida. He bailado y más cosas con Javi. Aunque al
principio no fue muy bien.
Bueno,
a ver, yo quería bailar con él “Noches de blanco satén”, pero la Sorayita se me
ha adelantado, la tía guarra. Con decir que he estado a punto de bailar con el
gordito que pone los discos, está todo dicho.
Pero
después de un cuba libre de Giró, me he lanzado. Han puesto “La lluvia” de Mike
Kennedy y me he colgado de su cuello.
Hemos
bailado, y besado, y un poco de todo. Pero no ha sido como con el primo del
pueblo, que más que acariciarme parecía que quería escarbarme. Esta vez no,
esta vez ha sido más suave, como más natural, como más bonito.
De
este guateque he sacado dos cosas positivas Una, que “La lluvia” de Mike Kenedy
va a ser la canción de nuestra vida. La otra, que se joda la Sorayita, que a mí
también me las ha sobao
Barcelona,
17 de octubre de 1.970.
Felipe
Deucalión
LA VENTANA INDISCRETA
Desde su
ventana se divisaba la desolada plazoleta, presuntamente ajardinada.
Un banco
carente de respaldo como requieren las buenas normas de diseño, dos
esqueléticos árboles para una improbable sombra y el imprescindible
pack de “papelera-farol-bici-parking”
Todo lo
necesario para acoger al paseante más exigente, pero seguía estando vacía.
Un día
llego un hombre con un largo abrigo negro y un paraguas
cerrado, sentándose en el banco, saco del bolsillo lo que parecía una
carta;
la leyó
pausadamente, la guardo y se marchó.
Diariamente el
secreto observador, con curiosidad e impaciencia esperaba al visitante.
Que diría aquella
carta? Porque llevaba un paraguas si no llovía?.
Las visitas se
iban sucediendo con la misma rutina, hasta que una lluviosa
tarde inquietó al observador, acudiría hoy el enigmático paseante?.
El visitante llegó con
el paraguas cerrado, parecía no importarle la sutil pero persistente lluvia, se
sentó, leyó la carta y al finalizar construyó un barquito con ella y
dejándole deslizar por los riachuelos formados por la lluvia,
abandonó apresuradamente la plazoleta y ya jamás regresó.
Justo ahora,
que en los árboles empezaban a despuntar las hojas.
Rosa
LA
LLUVIA
En
el pueblo había un refrán “cuando el viento sopla llega la lluvia”. Y el viento
no dejaba de soplar hacía más de un mes. Incluso se había llevado las tejas de
la cubierta de la casa del Agustín. ¡Pobre Agustín!, la mujer se le fue a la
ciudad subida en el carromato del cacharrero que venía por el pueblo, y no
volvió; Como sus tejas, que se las había llevado el viento a Dios sabe dónde. Y
es que ya se lo decía el Mariano, que la Visi había sido de joven muy veleta. Al final el Agustín, no tuvo más remedio que proveerse de unas cuantas chapas en el
vertedero municipal y colocarlas a modo de tejas en los huecos que habían
dejado aquellas desertoras. Al bajar por la escalerilla apoyada contra la
fachada, oyó tronar y empezó a caer una espesa cortina de agua. El Agustín se
metió en casa y sentado al lado de la chimenea miraba por la ventana. Reconoció
una silueta de mujer plantada ante la casa, bajo la lluvia. Era la Visi que
volvía hecha unos zorros y con la cabeza gacha.
“Cuando
el viento sopla, vuelve la lluvia”, pensó el Agustín; y salió a recoger a su
mujer, después de todo. El cura le había dicho, para lo bueno y para lo malo…
Jordana
(Lola Ruiz Jurado)
ELENA
Elena
mira por el cristal la lluvia que cae sobre la ciudad. Es una lluvia suave que
apenas hace ruido. No está segura de si esta despierta lleva tantos días sin
llover que tal vez este soñando que finalmente el cielo ha empezado a limpiar
la ciudad.
Abre
el balcón y se asoma. Las gotas le mojan la cara, suspira, parecen bastante
reales. Aun así, mientras sueñas las fantasías también parecen reales.
Sus
tiestos huelen a tierra mojada. Hace tiempo que no planta nada en ellos, tal
vez si esta lluvia es real vaya a comprar algunos bulbos para tener flores este
verano.
Mira
hacia abajo, la gente que camina por la calle bajo el paraguas. Sin saber por
qué da un grito “ahhhhh”. La mayoría de las personas no hace ningún caso. Pero
hay varias personas que se giran y se la quedan mirando sin saber si reírse o
avisar a los bomberos. Cuando Elena se da cuenta, vuelve enseguida dentro de
casa.
Vale,
no está soñando, acaba de montar el espectáculo. Se ríe para si misma. Su gata
se le acerca y ronronea cariñosa. La coge en brazos y se va a la cocina para
poner agua a hervir.
Se
despierta con la infusión fría a su lado. Su gata se queja cuando se mueve. El
libro que leía ha caído al suelo. Fuera se ha hecho de noche. Tal vez no ha
llegado a gritar.
Sonríe
para si misma cuando descubre que espera que no haya sido un sueño.
Herman
LA
LLUVIA
Margarita
era preciosa. No tenía nada que envidiar a sus compañeras. Su amiga Rosa,
siempre tan vistosa, llevaba unos dias un poco mustia. Pero no era la única.
Margarita
tenía los pétalos blancos y era esbelta con las hojas muy verdes. Aunque Rosa
podía destacar al principio, siempre acababan fijándose en ella y su sencillez.
Vivian
en un jardin pequeño y acogedor. Sus vecinos y amigos: la palmera, las
bugambilias y el cactus, se llevaban muy bien. Pero todos, incluso este,
estaban esperando una cosa: la lluvia. Ellos la llamaban “la gran fiesta” y
hacía mucho tiempo que no se empapaban con su agua. La añoraban en su
subconsciente.
Una
tarde que estaban de “cháchara”, oyeron el sonido de un trueno. Inmediatamente
cesaron las conversaciones y todos los habitantes del jardin, miraron hacia el
cielo esperanzados. A ver si sería una falsa alarma como otras veces.
Pero
en esta ocasión, el firmamento se oscureció. Casi daba miedo mirarlo y lo
rasgaron relámpagos deslumbrantes. Por fin cayeron las primeras gotas. Las
plantas las recibieron con una alegría fuera de si. Todas ellas intensificaron
su color y se giraron para recibir la lluvia. Margarita comentaba que ojalá no
cayera granizo.
La
precipitación fue tan intensa que casi no dejaba oir los cantos de júbilo de
todas ellas. No estuvieron solas, al poco salieron varias familias de caracoles
y alguna lombriz.
Cuando
el dia declinaba, el aguacero cesó. Margarita, Rosa y los demás estaban
radiantes. Todos tenían pequeñas gotas en sus cuerpos como si fueran
brillantes.
Al
poco se abrió la puerta de la casa y se asomó una anciana al jardin:
Parece
que mis amigas hayan visitado un salón de belleza,estan espléndidas. Y se
acercó a Rosa para olerla, pero miró a Margarita y dijo para sus adentros: tu
si que eres hermosa.
Laia
TAMBORES
Pum Pum Pum Pum, Pum Pum Pum Pum
Los
bailarines ejecutaban volteretas imposibles alrededor de la hoguera mientras
las mujeres, apiñadas a un lado, entonaban canciones ancestrales que se perdían
en el orbe estrellado.
En
la tienda central, el hechicero puso un puñado de hierbas sobre las brasas y al
instante un humo denso y mentolado llenó todo el espacio mientras sus ayudantes
movían incansablemente toda clase de amuletos y abalorios en un trance
conjunto.
Pum Pum Pum Pum, Pum Pum Pum Pum
Todos
eran conscientes de que aquella era la última noche. Si al día siguiente no
llovía todas las tribus estaban condenadas a la extinción.
Ni
los más ancianos recordaban un período de sequía tan largo y los pobladores de
las montañas se vieron obligados a ir descendiendo hasta el valle.
La
situación era tan extrema que olvidaron todas las diferencias y las enemistades
de tiempos inmemoriales quedaron olvidadas mientras todos unían sus fuerzas y
su energía en su petición de lluvia a todos los dioses.
Pum Pum Pum Pum, Pum Pum Pum Pum
Más
de mil tambores completaban un círculo perfecto y cuando alguno caía rendido o
se desmayaba era inmediatamente sustituido por otro.
Las
ancianas habían degollado las últimas cabras y daban de beber la sangre a los
más pequeños y a los más necesitados mientras los demás, cubiertos de sudor,
iban acumulando una capa de polvo en la piel provocada por los saltos de los
que danzaban portando las pinturas y accesorios que la situación requería.
Pum Pum Pum Pum, Pum Pum Pum Pum
Era
el sexto día. Los tambores no habían parado ni un solo momento y empezaba a
amanecer. El hechicero salió de la tienda y se puso a chillar histéricamente
haciendo que los tambores sonasen a su máxima capacidad mientras los hombres,
mujeres y niños unían sus gargantas en un único lamento de notas agudas que
parecía perforar el cielo.
Pum Pum Pum Pum, Pum Pum Pum Pum
En
algún lugar del firmamento los dioses se unieron con carácter de urgencia.
Todos llevaban tapones en los oidos y por sus caras se adivinaba que llevaban
unos cuantos días sin dormir.
.-
POR TODOS NOSOTROS! - gritó el más dios
de todos los dioses – ESTO VA ACABAR CONMIGO! ¿PERO ES QUE NO HAY FORMA DE
HACER CALLAR ESOS TAMBORES?
Estuvieron
discutiendo durante un buen rato, cuando de repente, uno de los dioses más
jóvenes, dijo:
.-
Y si les tiramos un cubo de agua?
.-
VIVO YO (vive Dios) QUE ES UNA BUENA IDEA! QUE LES TIREN 1000 CUBOS SI FUERA
NECESARIO!
Abajo,
en el valle, el hechicero levantó una mano y todo el mundo quedó inmóvil. Hasta
los bebés dejaron de llorar pidiendo el pecho seco de sus madres. El hechicero
señaló hacia las montañas donde empezaban a verse unos negros y enormes
nubarrones.
Pronto
cayó la primera gota y media hora más tarde todos se revolcaban en el barro
entre risas y juegos.
Uno
de los jóvenes se acercó al hechicero y le preguntó:
.-
Podemos hacer una fiesta esta noche para celebrar las lluvias.
.-
Por supuesto. Pero nada de tambores. Solo flautas. No está bien abusar de la
paciencia de los dioses…
Javier