viernes, 19 de diciembre de 2014

MÍRAME A LOS OJOS (una mirada a la exclusión social)




MÍRAME A LOS OJOS
Mírame a los ojos y dime qué ves, dijo ella.
Veo una intensa luz que ilumina la oscuridad de mis noches,  Una lluvia suave que riega mis áridos desiertos.
Eso que ves no soy yo.  Es el reflejo de tus deseos.  Te pido que me mires a los ojos y veas mis fuerzas, mis fragilidades, mis alegrías, mis pesares.
Entonces la miró, y sus claros ojos le mostraron las profundidades de sus agitados océanos.  Se zambulló en sus naufragios, en sus anhelos.  Se perdió en sus tesoros, en sus misterios.  Entró en su ser, en la aventura de verla a ella.

María Jesús (Mariajes)



MÍRAME A LOS OJOS
Estoy comiendo un brownie que me ha traído mi madre a la cama para que soplara la vela de mi séptimo cumpleaños. Mi madre me da un beso y con su uniforme y sus sneakers blancas se despide de mí porque se tiene que ir corriendo a trabajar a la cafeteria. Hoy no haycolegio y me tengo que quedar solo en Watts ( L.A.). Mi madre no se sientetranquiladejándome solo en casa pero no tiene otra alternativa y me dice Mírame a los ojos “ y mientras lo hago me contesta  “ Si oyes disparos vete corriendo por la puerta trasera a casa de la vecina”. Bajo y me siento en el escalón de la entrada con mi brownie, cierro los ojos y mi mente canturrea la estrofa de la canción de Gloria Stefan “ Mírame, dame fuerza y alivio, mírame que es lo que necesito, mírame para tenerlo todo, solo basta quedarme fundida en tus ojos”. Y me acuerdo de Caridad, la niña de los ojos lindos gracias a los cuáles resistí mis tres años en la estaciónmigratoria Siglo XXI en Tapachula antes de quefuéramos de los pocosafortunados que se trasladan desde Chiapas a USA.

Sonrío, echo de menos a Caridad però me olvido recordando los mensajes escritos por los niñosen el tablón del Centro de derechos humanos Fray MatíasCórdoba. Caridad escribió en papel rosa “Necesito que nos den medicinas y nos permitan llamar al Consulado  y a nuestras familias “. Yo escribí en papel blanco“Quiero que laven los baños” y Roberto escribió en papel azul“Necesito un buen shampoo y jabón por alergia”.

Oigo un disparo pero es tan lejano que no obedezco a mi madre y continuo disfrutando de mi brownie en el escalón mientras mis labios canturreanMírame, que es la paz tu mirada,mírame que mi dicha no alcanza,mírame que la luz y la calma que me brindan tus ojos , tranquilizan mi alma


Susana


MÍRAME A LOS OJOS
Miriam y Saul, estaban jugando en la pradera que había por debajo del poblado, cuando un
rayo cayó del cielo. – Miriam,¿ has visto eso?- le pregunto el niño. –Sí, ¡vamos a ver!- le
respondió Miriam. Al llegar al lugar, vieron una luz blanca que salía del cràter. Se asustaron y
se echaron de bruces a tierra. Saul, levantó la cabeza y miró dentro del cràter. Aquella figura
alada, le miraba con unos ojos de infinitos colores. –¡Es un ángel!-. Saul intento levantarse,
pero la mano de Miriam le asía por la manga. –¡No, Saul. No sabemos qué es!-
-¡Es un ángel, Miriam!- le gritó Saul-, ¿que no lo ves?- y salió corriendo donde se hallaba la
figura alada. Miriam horrorizada corrió en sentido contrario
El ser resplandeció cuando Saul se acercó a él. Le tomó de la mano y sentándolo en su regazo
lo envolvió con sus alas doradas . Saul le dijo- mamá, ¿eres tú? . Sabía que vendrías a
buscarme-
-Sí cariño. ¡vamos!, hace tiempo que te busco, y ahora tienes que volver conmigo. Vas a ser
grande, vas a nacer en Belén... –
-Pero mamá, yo no tengo alas, ¿cómo voy a ir contigo?-
-Mírame a los ojos... – le dijo ellaCuando
Miriam volvió encontró un bebè llorando entre las ropas de Saul...
Miriam ya tenia 14 años y se dirigió al siguiente poblado, Belén, con el bebè entre los brazos,
dijo que un ángel le había dado este niño, y le había dicho que su nombre era Jesús.


Lola Ruíz



PROPUESTA

Le miré a los ojos y pude ver como cambiar la E por la I y la X por la N.

Inclusión
digNidad
Compromiso
sensibiLización
mUltifactorial
recurSos
justIcia
Óptima
educacióN


bieneStar
repartO
partiCipación
Identidad
diversidAd
moviLización

Marta Albricias


LA EXCLUSIÓN SOCIAL
Antonio fue un niño difícil, de eso hará unos 50 años, hoy sería tildado de hiperactivo, sus padres sufrieron por esta circunstancia.

Terminó la educación obligatoria con la calificación de fracaso escolar, sus padres también lo sufrieron.
En la década de la veintena desempeñó trabajos de baja cualificación y poco esfuerzo, su medio natural era la noche, las discotecas ,la compañía femenina y lucir palmito vestido de Dolce y Gabanna, gracias a sus padres que además de sufrir le costeaban los caprichos.
En una de esas noches hizo diana y una de las chicas le dio la sorpresa , meses más tarde, de su futura paternidad. Antonio lo aceptó resignado y sus padres se alegraron pensando que el hecho le obligaría a sentar cabeza.

El boom de la construcción le regaló un trabajo de encofrador y un sueldo de ministro, así que se hizo con un ático dúplex de trastero, parking e hipoteca anexos, completó el cuadro con un vehículo centroeuropeo de alta gama con préstamo de serie y la vida le regalo un segundo hijo a mediados de la treintena. Fueron días de vino y rosas.

El frenazo de la construcción se llevó su sueldo de ministro, sus préstamos se transformaron en hipotecas basura, su ático y su vehículo fueron subastados por el banco y las propiedades de sus padres, avaladoras de los préstamos, también fueron fagocitadas por el banco y aún con todo no terminó de pagar lo que debía con lo que la justicia le puso en la frente el sello de insolvente. Con tanta adversidad económica se vio abandonado por su mujer y sus hijos, Antonio se desmoronó y regreso a casa de sus padres ,a la noche y a las discotecas y con cuarenta años  cumplidos ingreso en las listas del desempleo.

Sus padres, ya mayores, no encajaron tanta contrariedad y fueron perdiendo poco a poco la salud hasta que dejaron este mundo, Antonio ante tanta desolación busco amparo en la cocaína y ésta, sin piedad, le exigió prostitución con ambos sexos y trapicheos de camello segundón.

El deterioro físico y mental actuó rápidamente y Antonio se convirtió en un residuo social , se vio obligado a recurrir a los cicateros servicios sociales, a dormir en los portales y a contactar con la más baja ralea del colectivo marginal, en esa forma de vida se instaló y ya estrenando la cincuenta así continúa malviviendo.


Cármen Gómez
                                                                                                                            


MÍRAME A LOS OJOS
Estaba en el tugurio del puerto como muchas noches. Me gustaba escuchar las historias que allí se contaban de barcos piratas y tesoros, y buscaba tripulación para zarpar lo antes posible hacia Dominica para entregar un cargamento de pescado. Si lo lograba en dos días los beneficios serían cuantiosos, de lo contrario no podrian pagarnos.
Acababa de contratar a dos marineros y necesitaba a otro para la travesía. En la mesa contigua había un indio que no dejaba de mirarme. Sus ojos muy negros me inquietaban y no me sentía bien. Le lancé un insulto y le dije que apartara su vista de mi, pero se acercó y me contestó que debería darle el trabajo.
Me reí en su cara replicando que necesitaba un hombre fuerte y experimentado, no un viejo. Me miró a los ojos con tal fijación que empecé a temblar. Aceptame o se que te arrepentirás, susurró. Así lo hice.
Aquella madrugada salimos del puerto con viento a favor y el mar en calma. Yo estaba al timón del pequeño velero excesivamente cargado, mientras los marineros trasteaban en cubierta. Sólo el indio permanecía sentado sin abrir la boca y como si estuviera en trance. Me revolvía de rabia pensando en su inutilidad. Pasó el día y cuando se desvanecieron los últimos rayos de sol, me sorprendió con una voz ronca y fuerte, gritándome como si estuviera poseído, que le mirara a los ojos y no apartara mi vista de él. Vi unas chispas fosforescentes en sus pupilas. Entonces me hizo desviar el rumbo del barco en dirección opuesta a nuestro destino. Me asustó su cara descompuesta, e hice virar la embarcación.
En cuestión de minutos el cielo se volvió del todo negro, un viento de través hacía zozobrar el buque y nos envestian olas de ocho metros. Una lluvia torrencial nos impedía la visión. Pensé que no saldríamos vivos.
Pero pasado un tiempo indefinido, la tormenta cesó de forma súbita. El barco quedó quieto y el cielo destapado, salpicado de estrellas. Yo no comprendía. Entonces el indio se levantó y con sus brazos intentó abarcar el firmamento diciendo que estábamos en el ojo del huracán, la única zona de calma.
Repentinamente volvió la tormenta, pero la sorteamos como antes en una noche de infierno guiados por el anciano.
Al día siguiente, el viento dejó de rugir, y por la tarde  llegamos a la isla. Fuimos el único barco que atracó en la ensenada. Nos contaron que el huracán había asolado parte de la costa del Caribe.
Cuando fui a pagar al indio, ya no estaba. Sólo me quedó grabada su mirada de brujo.


Laia



LORENA DEL RAVAL
Lorena ha cogido el metro en Sant Antoni. Se ha sentado, sin embargo su cuerpo está tenso. Fuera del barrio está a la defensiva, aunque le gustaría irse del Raval. Esta tarde va al Besós, a ver a la Patri, que es medio atontada, como su madre, pero gracias a una tía que se murió y a los servicios sociales que les ayudaron a hacerse con la herencia, ahora tienen un piso de propiedad y ya no están de alquiler en la desvencijada escalera de Lorena.
Durante el trayecto solo levanta la vista cuando se siente observada, entonces sus ojos taladran desafiantes a quien le está mirando. No tiene más de quince años, es rubia, ojos negros, y su cuerpo, bien proporcionado, anuncia la rotundidad de las curvas de una matrona. Viste camiseta y pantalón rosa, no es un conjunto, el pantalón es más pálido y desgastado. Entre la camiseta y el pantalón hay espacio para lucir el nacimiento de las caderas, el vientre y el ombligo, donde se pondrá un piercing en cuanto pueda. Calza unas bambas blancas agrietadas por el uso, pero eso sí, de marca.
Lleva las uñas pintadas de amarillo, raya en los ojos y pintalabios bermellón. La Patri y ella han quedado con unos chavales. Su amiga también va maquillada, que en eso se da más maña que en echar cuentas. En la explanada del Forum esperan a los chicos que llegan con algo de retraso. Vienen del centro comercial, se han agenciado bolsas de ganchitos y nachos, latas de Red Bull y birras, y dos botellas, una Cointreau y la otra de güisqui.
El botellón es amenizado con unos petas y unas rumbitas que palmean con mucho arte. Ya de noche, van a la playa que hay junto a la desembocadura del Besós. Hacen una hoguera y lían más petas. Lorena se estira en la arena junto a un gitano rubiales al que le tiene echado el ojo, él también se tumba, y los dos dejan de jalear el rap aflamencado que desgranan por turnos los demás chavales para encandilar a la Patri.
                                          …………………………                                                   
La madre de Lorena la tuvo de muy joven. Su actual protector, un latinoamericano de camisa a medio abotonar y cadena de oro en la pechera, vive con ellas, lo que le otorga, a su entender, la autoridad paterna.
-          Déjate de vainas, muchacha ¿Dónde carajo pasaste la noche?
-          ¿A ti qué coño te importa? Tú no eres mi padre.
El novio de su madre no se inmuta, y sin despeinarse le suelta una guantada que le deja un lado de la cara más enrojecido que el otro. La madre interviene.
-          Lorena contesta bien. Te tengo dicho que no nos faltes al respeto.
Lorena tiene los ojos brillantes, pero las lágrimas ni se asoman.
-          Ahora vete al cole, que llegas tarde –remata la madre.
Lorena, ajena a cuanto la rodea, camina rápido aunque no tiene prisa. No se permite compadecerse a sí misma y según se acerca al instituto una rabia indiscriminada la va dominando. Cuando entra en clase, el profesor acaba de repartir una ficha de trabajo.
-          ¡Me cago en los putos moros y en los sudacas de mierda! ¡Todos los dominicanos son unos manguis, y los marroquís, unos chorizos! –estalla Lorena.
-          Mira Lorena, –le contesta Hanan sin perder la compostura- aquí sólo hay dos españoles que sois el profesor y tú, y cuando suene el timbre el profesor se irá.
La chica mira al profesor, quien hace un gesto de asentimiento para indicar que Hannan tiene razón. Lorena se traga su mala leche, agacha la cabeza, se sienta en su sitio y no vuelve a abrir la boca.
                                          …………………………                                                     
Un año después ha comenzado un nuevo curso. A la salida del instituto, Lorena exhibe orgullosa a su hija, sus antiguas compañeras de clase la rodean y por turnos tienen al bebé en brazos. Los chicos observan curiosos la escena.


Felipe Deucalión



LUCES DE NAVIDAD
Dudo que llegara a los treinta años.
Su pelo recogido en un cuidado moño intentaba darle algo de dignidad a su persona y su mirada se perdía en el vacío y no puedo evitar preguntarme que pasará por su cabeza.

A su alrededor, dos mocosos de unos cuatro o cinco años corretean y juegan con una caja de cartón. Uno de ellos mete al otro dentro y lo zarandea mientras las carcajadas de ambos se pierde entre el ruido de los motores y los cláxones que llenan de estruendo la avenida.

Ajenos a lo que ocurre a su alrededor, sus fantasías hacen que esa caja de cartón se convierta en una nave espacial, en un barco o en una oscura cueva habitada por un dragón.
Ella se levanta perezosamente y gira su cabeza a ambos lados como intentando decidir hacia que lado de la calle dirigirse.
Empieza a lloviznar aguanieve. Va a ser una fría y húmeda noche.

Yo no puedo dejar de observarla, aparcado justo en la esquina del semáforo donde ella vive, trabaja, reza y sueña, mientras espero que mi mujer salga de la juguetería con los regalos de navidad.
En momento, de forma totalmente fortuita nuestras miradas se cruzan y atisbo en sus ojos un rastro de orgullo como queriendo decir: “Mírame a los ojos”…y mantengo su mirada…triste, vieja, cansada.

Y entonces me doy cuenta de que el bulto que lleva atado al pecho no es mercancía para vender y me quedo hipnotizado al ver el movimiento de una manita minúscula que parece que esté reclamando la atención de alguien mientras el tráfico avanza lentamente.

Pienso que su vida está regida por los tiempos del semáforo y todos sus mecanismos vitales están ligados a ese minuto que se enciende la luz roja mientras ella observa los rostros de los conductores. Indiferentes. Anónimos.
Y recorre las primeras filas con la única esperanza de que en ese preciso minuto alguien se percate de su existencia y eche mano a su bolsillo buscando alguna moneda. Ese es su ciclo vital…un minuto…y de un puñado de minutos al día depende poder alimentar a sus hijos.

El tráfico es mucho más caótico que de costumbre pues una empresa está instalando las luces de navidad.
Su semáforo se encuentra en el centro de un parterre que divide en dos la ancha avenida con cuatro carriles de circulación a cada lado.
Bajo la llovizna, los niños dejan de jugar y se quedn mirando como los instaladores se elevan a las alturas encima de una pequeña plataforma.
Unos minutos más tarde el trabajo está terminado y hacen una prueba de encendido y mientras las luces rojas, verdes y amarillas comienzan a tintinear ella se dirige hacía mi coche, sin bajar la mirada…”Mírame a los ojos”…

Los niños arrancan a correr hacia ella y los pierdo por un instante de vista mientras se mezclan con los apresurados peatones que cruzan por el paso cebra con grandes bultos y paquetes.
Bajo mi ventanilla y me fijo en la mano que tiende hacia mi, áspera, fría, ajada…En ningún momento aparta su mirada de mi y no deja de acariciar suavemente la manita que sigue moviéndose dentro de las telas.
Los niños llegan a su lado y tiran de la falda de su madre y ella baja la cabeza y el mayor con su bendita ignorancia le dice: “¡Mira mamá! ¡ Las luces de adorno son como nuestro árbol de navidad!”
Y vuelven corriendo hacia su árbol metálico que cambia de color cada minuto y se meten los dos en la caja mientras sus miradas vagan en el cielo.
Estoy a punto de dejar un billete en su mano, pero ella vuelve a mirarme y de nuevo su mirada lo dice todo…”Mírame a los ojos”.

Ve el billete en mi mano pero en ese mismo instante sé que no lo va a coger, y en el mismo momento que una espesa lágrima brota de sus ojos, aparta su mirada mientras se saca un pecho para dar de comer a su pequeño mientras los conductores enfurecidos la increpan porque está interrumpiendo el calvario de sus propias vidas.

Veo desaparecer su moño detrás de un autobús y me prometo a mí mismo no olvidarla.


Javier