viernes, 23 de octubre de 2015

MAR NEGRO


TRAMUNTANA

Surto al balco i miro el mar
En veure` m la tramuntana surt del  aigua
I es fica sota la meva camisa entre les cames,
Sento com em penetra, tota ella m`envolta
M´enlaire i a la fi m´aixeca amb força.

Tramuntana gelosa. Gelosa tu de qui?
D`aquesta mar tan negra i odiosa?
Que t´amaga i no et puc veure,
Que et crido i no m´escoltes
Tramuntana trapella. Tramuntana gelosa
Vine vora la negra mar, dona´m la teva aigua dolça.


Lola


MARES
Cierro los párpados y abro los ojos. El agua fluye, las olas danzan, su murmullo me lleva. Nado por los cincuenta y siete mares del planeta sin pisar tierra; llego al Mar Negro donde la luz se rompe y puedo ver colores que no existen

Marta Albricias




HOGAR DULCE HOGAR
El Minotauro, al fin, dio con la salida del laberinto. Quería escapar de aquella isla, pero no se fue inmediatamente, aguardó a una noche cerrada. Entonces se deslizó en silencio, nadie descubrió su fuga.
Cuando llegó a la playa, su ánimo vaciló ante los rugidos de aquel mar negro. Tropezó con una pequeña barca, la empujó al agua y se subió.
Era imposible dirigir aquel cascarón, ni decidía ni distinguía a donde iba. Se hallaba en manos de una fuerza ciega y superior a él. Jamás se sintió tan vulnerable, tan desvalido, la angustia le dominó. La barca fue a dar contra un acantilado y el Minotauro probó el amargo sabor de aquellas aguas. Chapoteó desesperado hasta que se aferró a una roca. Se despellejó en aquel peñasco batido por el mar, pero sus brazos no se soltaron. Como pudo, se encaramó en la roca e inició la escalada.
Una vez arriba, corrió hasta ganar el laberinto que le era familiar. Que confortable le pareció su antigua prisión, sin duda era mucho mejor que el zarandeante mar negro.


Felipe Deucalión




MAR NEGRO
Y el mar azul celeste y verde esmeralda se volvió negro.  No como el negro brillante de la amatista, sino como un magma espeso de olvido, de penas, soledad, desarraigo, nostalgia de un pasado al que nunca regresaría. 

Ngombu había surcado selvas y desiertos.  Había sorteado peligrosas situaciones, siempre animado por su objetivo:  Iba en busca del país de la felicidad.  Le habían dicho que existía al acabarse la tierra. Y se puso a andar y andar y andar, hasta que llegó delante de una masa de agua y  tras entregar todo el dinero que había podido acumular, tomó la barca con otras muchas personas que llevaban el mismo rumbo: el país de la felicidad.

Creyó que ese país empezaba allí mismo, a juzgar por los tonos azules como el cielo y verdes como la esperanza que el mar mostraba.  Pero llegó la tormenta, la barca zarandeada de delante a atrás, de lado a lado,  sálvese quien pueda, la barcaza vuelca,… Ngombu nada como un loco en medio de un mar negro y tempestuoso.  Un barco grande aparece y se consigue salvar a una docena de personas que al amanecer son abandonadas a su suerte en la arena de una playa.

Ngombu despertó mojado en la arena, temblando de frío.  Supo que su sueño azul celeste y verde esperanza había sido invadido por otro negro y lleno de espinas, un negro mar inhóspito del que tendría que protegerse siempre buscando los pequeños oasis azul celeste y verde esperanza que le condujeran a momentos cálidos.


Mariajes




MAR NEGRO
La noche era muy oscura, no había luna. Estaba al borde del precipicio y oía golpear las olas en las rocas, muy abajo. El mar era negro, tan negro que apenas se distinguía. Las piernas me temblaban y estaba a punto de saltar al vacío. Una imagen fugaz pasó por mi cabeza, y me lancé hacia adelante, agarrándome como pude a las ramas que salían de la pared. Era mi última oportunidad, y pensé que no resistirían, pero no fue así.
Desde arriba se oían voces de soldados y motores de coche. Me estaban buscando. Había sido descubierto cuando pasé la información de la posición del enemigo a mi contacto. Si me veían agarrado precariamente al tronco de la pared, era hombre muerto.
Pasaron unos segundos y ni siquiera respiré. Increiblemente miraron hacia abajo, y no me descubrieron. El mar era negro, la noche también, pero la posibilidad de ponerme a salvo, era escasa.
Cuando ya no los oía, pensé que se habían ido, y empecé a subir por la pared. Era difícil, pero no podía hacer nada más. Grandes gotas de sudor, caían por mi frente, y mis manos heladas, se agarraban al más pequeño saliente. Podía caer en cualquier momento. 



Afortunadamente llegué hasta arriba y no habían dejado a ningún soldado vigilando la zona. La oscuridad me beneficiaba, y me interné en el bosque. A lo lejos veía las luces de los coches que se movían por el camino, entre los árboles. El frío me entumecía las extremidades, pero tenía que moverme si quería sobrevivir.

Me fui por donde había venido hacia la casa de mi contacto. Como ya la habrían inspeccionado, me pareció seguro volver a ella.
Mi contacto, de nombre en clave: el gato, me dijo que en un par de horas anclaría delante del acantilado un carguero que me llevaría al otro lado de la frontera. El problema era que me estaban buscando por el lugar y no dejarían de hacerlo hasta encontrarme. Eran muy perseverantes.

Me invitó a tomar algo fuerte, de una botella que tenía guardada, y llegado el momento, salimos de la casa en dirección al acantilado.
Sobre el mar oscuro había un barco con las luces apagadas, esperando. Pero era complicado llegar hasta él. El gato me llevó hasta el borde del precipicio, y me mostró unos escalones minúsculos en la roca. Parecían tan solo agujeros para poner los pies y las manos. Empecé a bajar concentrándome mucho, y el hombre se despidió de mi desde arriba. Cuando ya había descendido más de la mitad de la pared, los escalones se acabaron. No me quedó más remedio que dejarme caer al agua, desde una altura considerable.
Una vez en el mar, mientras intentaba alcanzar a nado el carguero, unos focos me iluminaron y los soldados empezaron a dispararme. Me habían localizado.
Recordé los entrenamientos a los que me había sometido, y me sumergí tan profundamente como pude. Las balas entraban en el agua y las veía envueltas en burbujas.
Alcancé el barco y me lanzaron una cuerda que agarré y fui izado. Los disparos no cesaron y la nave se alejó de tierra muy rápidamente. Me dieron enseguida, te caliente y ropa seca. El capitán cuando me vio me dijo:
-Ya nos habían avisado de su presencia. Nuestra red ha funcionado. Gracias a usted, no van a salirse con la suya. Le felicito.

El barco dejó la costa atrás y el mar negro nos acompañó por esta vez.
               
Lali





viernes, 9 de octubre de 2015

ROJO PASIÓN



PRIMERA VEZ EN TRANSILVANIA
Se despertó grogui; pensando que todavía estaba en el sofá de casa de sus padres, cuando se dio cuenta de que no era así. La habitación era oscura sólo una tenue luz traspasaba la cortina tiñendo la estancia de color rojo pasión: su color de pintalabios favorito y que tanto favorecía a la eterna palidez de su rostro.

No sabía la hora que era. Un regusto a sangre le inundó la boca y supo que no era la suya; los colmillos le brillaban con pasión.


Marta Albricias




ALEGRÍA
Hay quien toma el té como ritual pero ella prefiere pintarse los labios estudiadamente delante del espejo. Todo el mundo la crítica y a poca gente gusta. Yo soy joven y a veces me resulta pesada pero pienso que me gustaría tener su cuerpo cuándo llegue a su edad. Ni tan siquiera recuerdo el color de su lipstick pero si su imagen en el espejo. 

Pasan los años y a mi me continúa sin gustar el lipstick rojo pasión y cuando utilizo tanga lo elijo del mismo color de mi ropa. Ella prefería combinar negro y blanco. Su color nadie sabe cual es pero no transmitía aparentemente pasión sino azul hielo. Ironías de la vida, a mi el rojo se me desborda desde dentro y ni tan siquiera me preocupo de pensar si lo demuestro o no. Rojo pasión, entre otros y otras me enseñó que el deseo no tiene edad ni dueño.

Dedicado a alguien que me ayudó a reír y cambiar durante un año


Susana





UN SORBO DE ROJA PASIÓN

El señor Conde observaba cómo crecía Elisenda, cómo se desarrollaba. Anotaba en una libreta cada una de sus transformaciones. En su imaginación prefiguraba a la joven que llegaría a ser. Por lo demás, su trato con la muchacha era distante y discreto.

Pasaron los años. Por fin, Elisenda era una esplendorosa doncella. Su padre solicitó la inclusión de la chica en el baile de primavera, como correspondía a las mocitas casaderas. La solicitud fue aceptada, Elisenda encargo un vestido adornado con tul.

La noche del baile, el señor Conde se entretuvo acicalándose, la ocasión lo merecía. En el salón, Elisendadanzaba entre los brazos de Leandro, el hijo del carbonero. La entrada del Conde fue sigilosa. En un descuido de Leandro que fue a por bebida, tomó a Elisenda del brazo y la condujo a su carruaje

No pudo esperar a llegar al castillo. Con el traqueteo, la joven se recostó sobre el pecho del señor Conde. El pálido cuello quedó al alcance de sus incisivos, los clavó y brotó la roja pasión que sorbió con deleite.


Felipe Deucalión




ROJO PASIÓN
Aquel día, no tenía ganas de ir a ningún sitio en especial. Me levanté de la cama con gran esfuerzo. No hacía otra cosa que pensar en ella. Aquella mujer con la que había pasado un año maravilloso, se había marchado de mi lado sin dejarme nada más que un pintalabios rojo pasión, olvidado en un cajón de la cómoda. El recuerdo de sus labios rojos me volvía loco. Cogí el pintalabios y me lo metí en el bolsillo de la americana. 

Caminaba sin rumbo fijo.  Sin darme cuenta, me hallaba ante la entrada de Sephora. Apretando con mi mano en el bolsillo el pintalabios, entré en el portal, bajé las escaleras y me dirigí a la zona de las barras para labios. Estuve buscando aquel color que me sugestionaba tanto, ese rojo intenso como un vino denso.

Detrás de mí oí la voz de una chica que me decía ¿Puedo ayudarle en algo, Señor?  Me giré, y allí estaban unos labios rojos pasión, la miré a los ojos y me zambullí en aquellos ojos azulados, como en un éxtasis.  La voz insistió: Señor, ¿se encuentra bien? ¿Necesita que le ayude? Cerré los ojos para desengancharme de aquel hechizo y volviendo al mundo real le contesté: Sí, ¿por favor, me puede vd. Ayudar a conseguir unos labios como los suyos? La joven se rió y me respondió: Desea usted un pintalabios para para su novia? No, no tengo novia, pero si me ayudas a elegir un pintalabios del color que tu prefieras, quizás te apetecería tomar un café conmigo…


Lola Ruiz Jurado