viernes, 20 de julio de 2018

ALEGRÍA DE VIVIR



LA ALEGRÍA DE VIVIR
La alegría vivir es la búsqueda eterna del ser humano. Hay personas que desarrollan esta virtud en los demás. Podría expresar todo mi camino en perseguir constantemente como un niño la alegría, unida con la belleza de saber vivir; aun así, quiero detenerme en la alegría que ciertas personas imprimen en las demás, arrastrando una multitud como la arena del mar. Impartiendo ideas, sueños, imaginación y la magia con sus historias, novelas, cuentos, canciones, etc., con un poder brutal de influencia y seducción, repartiendo partículas o gran cantidad de alegría de vivir. Resultando la construcción de un ser pulsante, vivo, donde nace una fuente abundante. Gracias a todos los que fueran elegidos por la alegre “alegría” juntamente con sus padres, la vida y la sabiduría. Que aceptaran sin dudar esta misión de hacer brotar en los demás, lo más bonito de la vida. Manifiesta en gratitud, el amor, la pureza y sencillez, dejando en evidencia la nobleza del corazón.

Mary







ALEGRÍA DE VIVIR – VIAJE A COSTA RICA

Es verano y con mi pareja y nuestras hijas iniciamos viaje a Costa Rica.
Todo ha ido bien durante el viaje.
Llegamos a Costa Rica y el tour operador nos está esperando.
Vamos  conocer varios parques naturales y playas.

El primer destino es ir a Tortuguero en unas grandes barcas con todo nuestro equipaje.
Llegamos y el hotel está compuesto de bungalows. Las instalaciones son de materiales naturales y respetan  perfectamente el medio ambiental.
La primera noche vamos a ir a las playas cercanas para ver cómo como las grandes tortugas
Vienen a poner sus huevos. Lo hacemos respetando[i] al máximo la tranquilidad de las playas, en silencio y a oscuras. Solamente utiliza el guía una pequeña linterna para guiarnos.
La Luz de la luna nos orienta mínimamente.
Esperamos unos minutos y empiezan a llegar grandes tortugas.

Ver a la primera cómo llega a la orilla de la playa  y observar como se desplaza por la arena con dificultad es todo un espectáculo. Y es impactante y fantástico ver cómo después de desplazar arena y hacer un pequeño foso……empieza  a depositar sus huevos que luego cubre.

Es mágico poder ver estas escenas en playas casi vírgenes donde no hay ninguna construcción humana en primera línea.
En los días siguientes vamos a diferentes parques naturales y diferentes playas.

Los parques están llenos de exótica vegetación y numerosos pájaros. Es un grato placer disfrutar del silencio de los parques y solo oír el canto de los pájaros.

Las playas están limpias y el agua del mar cristalina y con un maravilloso color turquesa.

Llegamos a una zona que se llama Monteverde donde se practica el “canopi” que es desplazarse a gran velocidad gracias a un cable de acero entre las cumbres de dos montañas.

La experiencia es maravillosa. Te sientes como un pájaro y disfrutas de unas vistas especiales del los bosques que te rodean. Sería fantástico poder volar.

La impresión que produce Costa Rica es que el paraíso terrenal está aquí en la Tierra.

Sientes que somos un ser vivo más del planeta y te hace ser consciente que debemos cuidar y amar esta maravillosa Tierra.

Vivir con la máxima conciencia un viaje como este y disfrutarlo  con todos los sentidos es el mejor regalo que puedes tener en esta vida.

Miquel Angel






ALEGRÍA DE VIVIR
Una anciana que acababa de perder a su compañero se vio obligada a abandonar su hogar para irse a vivir en una residencia. Después de esperar varias horas en el vestíbulo sonrió suavemente cuando le avisaron que su habitación estaba lista. Mientras caminaba lentamente hacia el ascensor, usando su bastón, el cuidador le describió su habitación incluída la sábana colgada en la ventana que servía de cortina mientras esta se arreglaba. -"Ah está muy bien, me gusta mucho", dijo, con el entusiasmo de una niña de ocho años a la que acaban de regalar un nuevo cachorro.
-"¡Aún no ha visto la habitación y se muestra usted tan contenta!?, espere un momento, ya casi estamos". le dijo.
-"Eso no tiene nada que ver con que la haya visto o no ", respondió la anciana. -"La satisfacción es algo que elijo de antemano. Que me guste o no la habitación ya no depende de los muebles ni de la decoración, sino más bien de cómo yo decida verla. Ya he decidido que me gusta mi habitación. Es una decisión que tomo cada mañana al despertarme: busco lo positivo de las cosas: puedo elegir. Puedo pasar el día en la cama enumerando todas las dificultades que tengo con las partes de mi cuerpo que ya no funcionan muy bien, o puedo levantarme y agradecer por lo que aún funciona bien. Cada día es un regalo, y mientras pueda abrir mis ojos, agradeceré por cada nuevo día y por todos los recuerdos felices que guardo: - "La vejez es como una película que empieza a rebobinar al mismo tiempo que sigue avanzando.”

Hace ya más de cinco años de aquella tarde de julio cuando llegó a la residencia, su habitación quedó vacía ayer. Volvió a entrar y al abrir la ventana una brisa suave hizo su recuerdo más vivo todavía a pesar de su ausencia. Una libreta en el cajón entreabierto de la cómoda llamó su atención, la abrió y en ella pudo leer:

“Que la alegría de vivir nunca sea tu asignatura pendiente y cuando sientas que aún la tienes pendiente, insiste en ella, vive de acuerdo a tí. Porque esta vida, que a veces se hace muy cuesta arriba, es un regalo demasiado fugaz. Consigue ese sentimiento capaz de curar heridas, capaz de liberar el corazón del rencor, capaz de mantener la ilusión y el entusiasmo, las ganas de dar más y esperar menos, se consecuente”.
   
Esta es la historia de un anciana que supo trasmitir su sabiduría y su alegría de vivir.



Marta Albricias





ALEGRÍA DE VIVIR
“¡Es legal!”, pensó enfervorizado Joseph Balsam, enjaulando el rostro entre sus manos, por unos segundos.
 Apoyado en una farola, el razonamiento del último caso volteaba por la mente de este voraz abogado de la firma “Guts&Etikka Asociados”. El peinado matutino era el flequillo de un golfante que regresa de parranda. Joseph, para amortiguar su desazón, repitió la frase tirando de la corbata, que se desaliñó marcando una comba que conjuntaba con el mechón caído.
 Unas cosquillas por encima del tobillo, levantaron una tregua en sus tribulaciones. Un gato callejero, moteado, le había rozado en una carantoña que reclamaba atención.
Apenas sin mirarlo, lo rehusó con un gesto despectivo, pero el desagravio no fue sufciente para evitar un lametón. Después de ello y de quedarse solo, el abogado, musitó en voz alta, despreocupado de que alguien lo sorprendiera hablando consigo mismo.
“Legal... Sí, lo es, pero existe una normativa que desconocen. ¡Legítimo e impúdico!”
El grito no fue sofocado y después de la brava expresión del letrado, este se desanudó la corbata y el primer botón de la camisa. “La elegancia no hace para un canallesco”.
¿Cuál era esa astilla que le había herido, gestando una incomodidad creciente en su estado de ánimo? Los Lombard, Elliot y Janet, un matrimonio de mediana edad sin recursos, iban a abandonar su modesto piso en la calle Bizancio 22, gracias a las triquiñuelas reglamentarias del buffet mencionado, al servicio de la propiedad.
 En su domicilio, Balsam, sin chaqueta y descamisado, transitaba por una calma agria.
Giró la cabeza en el hall, contemplando la pared pintada de gris, y se palpó el contorno
de la cara como si estuviera cerciorándose de que no quedaran pelos después de un afeitado. Allí se mantuvo durante unos minutos. No había espejo, lo hubo, hasta que Amanda Garrison, su novia hasta unos meses atrás, decidiera tomar otra vereda y dejarlo. El rito reiterativo de Amanda, de retocarse delante de él, le hizo tomar la decisión de mandar el espejo al trastero. ¿Por qué esa ruptura? Se preguntaba el abogado. Sus líneas de expresión eran casi ebúrneas, el pelo de un dorado intenso, el empaque, los modales... Joseph inspiró aire y lo expulsó igual que un fumador que exhala una bocanada con efecto extasiante, hecho lo cual, abrió un monólogo.
“¿Por qué rompió la relación? Amanda es frívola y valoraba mi aspecto, mi situación
de potentado. Ella era...”
Balsam torció el gesto y ladeó el cuello, esperando una reconfortante mirada que lo auxiliara, ante la frase que había restallado en su mente.
 “Ella era tan insensible como yo. Menos, de lo contrario seguiríamos juntos.”
Joseph caminó medio paso con los brazos abiertos, con un desaliento que engordaba su pesadumbre a cada aseveración.
“Manos de féretro en primavera, sin calor humano. No hay cristal que pueda enseñarme a mí y al resto, la realidad de mi físico. Estoy putrefacto dentro de una cápsula masculina de una presunta apariencia agradable. Me siento como Mr.Scrooge o un vil delincuente de ficción, rencoroso y amargado, tuerto o lisiado. Mi conciencia ha estado tullida hasta esta mañana. El gato me hizo entender. Lo rechacé y aún así me regaló su cariño.”
 Una centella de euforia lo iluminó. “¡Todavía estoy a tiempo de ser despachado!”.
Con el desconcierto que un padre primerizo procede en el momento del parto, Balsam escribió en su ordenador un sucinto correo, donde especificaba a qué normativa y artículo debían apelar los Lombard, para mantener la vivienda.
“Esta es una bula que no me exime de culpabilidad. ¿A cuántos habré perpetuado a una existencia indigna, amparándome ante la legalidad? Esta acción sirve para salvar a una familia, pero otro miserable ocupará mi puesto. ¿Y el resto de compañeros? Una horda trajeada con uñas afiladas para inmovilizar a sus presas, labios y cejas impregnadas de maldad y de sigilosas y funestas actitudes reptilianas.”
 Joseph alzó el mentón pensativo.
“¿Puede ser serio un trabajo donde una arruga en la vestimenta es una falta? Somos
actores, mentimos, exageramos o escondemos la verdad para ganar un pleito, por eso el estilismo ha de ser perfecto. Asco, frío y sudor, eso noto al rememorarlo. ¿Y mi jefe, el depurado Sr.Etikka? Que se enfurece cuando recibe una carta y le han puesto solo una “k” en el apellido. ¡Cretino! ¡Maldito orgullo! Si Etikka quiere decir “vinagre” en finlandés. Un hombre pudiente pero mísero de espíritu; así fui yo hasta que he renegado de ser su discípulo.”
 Balsam entrecerró los ojos, expresándose con profunda convicción en su relato.
“Por mucho que haya la luz eléctrica, a ese desdichado lo alumbran hachones funerarios. Es un polizonte entre los vivos, no se llega lejos sesgando ilusiones encubiertas por un conjunto de latinismos procedentes del derecho romano. Es un ser que se siente superior a los demás, por eso pisotearlos no le causa ninguna mella en la conciencia. Puedo oler su dormitorio. Todo él es nauseabundo. Percibo exhalaciones de un orinal rebosante, una de las colonias de los que se encumbran con añagazas.”
En una semana, una terna de acontecimientos trasegaron al abogado arrepentido. Los Lombard habían hecho valer sus derechos y seguirían en el piso, Joseph Balsam había sido despachado, al sincerarse con jactancia de haber asesorado a la parte contraria, pero era feliz.
-¿Por qué estás tan contento? –preguntó Matías, uno de sus excompañeros.
-Tú me ves como un desempleado. He cumplido mi condena. Espero que Etikka difunda mi hazaña entre los del gremio. Antes usaría una pitón como bufanda que regresar a este oficio. Me he liberado de la nube de hollín que me untaba de gris. Perdí mi novia y mucho antes la decencia. Gemelos de oro, camisas de seda, bogavantes... ¡Bon voyage! 
 Balsam, con la mirada henchida, impactó a Matías con su optimismo.
-La caricia inesperada de un animal, el viento cosquilleándome en la frente mientras camino, un trago refrescante durante la canícula, sentir el jolgorio de las risotadas infantiles en un parque... ¡Quiero emular a Gene Kelly y saltar encima de charcos durante un tormentón!
-Perdiste el norte, amigo.
-No. Fueron años de vestimenta impecable, una lujosa momificación. Estaba muerto y he revivido. He recuperado, ¡la alegría de vivir!

Xavi Domínguez

viernes, 6 de julio de 2018

A CARA O CRUZ



LA RULETA
A Paco le gustaba ir al Casino de Barcelona a menudo.
Allí se encontraba con Antonio. Este solía jugar a números, cubrir la apuesta, jugar a terminaciones y el tercio era su zona preferida. Pero a Paco le subía la adrenalina jugárselo todo a cara o cruz: rojo o negro.
Decidió apostar 5 fichas de 5 euros al rojo. Salió el 5, (tercio, rojo, impar y falta) y duplicó las fichas.
Luego siguió apostando 5 fichas al rojo. Salió el 24 (tercio, negro, par y pasa) y su cara se transformó en la de un rostro desesperado cuando vio que lo perdía todo.
Jugaba poco dinero para poder ir cada día, ya que era ludópata.
A Antonio le iba mejor porque apostó caballos y plenos al tercio y 24 y 5 eran tercio.
Paco continuó apostando al rojo. Salió 26, (vecino del 0, negro, par y pasa). Exhaló un suspiro de desesperación.
Aunque su color preferido era el rojo, esta vez decidió cambiar y apostar al negro. Salió el 0. No hay color, el número de la banca, ! qué cruz! y se quedó en bancarrota.
Continúo mirando los números que salían sin dinero para ver si acertaba.
Decidió sacar una moneda del bolsillo y jugar. Cara: rojo. Cruz: negro.

Inma




A CARA O CRUZ

John Stapleton estaba sentado en la terraza de una cafetería. Sonriente y con articulado movimiento, giró el cuello solazado por cómo marchaba el día. Era un hombre con un defecto preponderante: la indecisión. Por la mañana, un interrogante había emergido del armario: ¿camisa de manga larga verde pistacho o corta de color rosa? La primera tenía buena caída y el tono le gustaba, pero unas enraizadas arrugas en la base la afeaban. Pero con la otra prenda corría el riesgo de pasar frío si soplaba el viento, ante lo cual le atenazó una segunda duda: ¿Desayunar dentro o fuera del local? Con esta carente falta de convicción, Stapleton recurría al azar, y las monedas que propulsaba al aire le dictaban la agenda.
  
Había acertado con la segunda opción, la brisa era suficientemente leve para contrarrestar una mañana radiante, pero alejada de temperaturas que hicieran adosarse a la refrigeración.

La mano izquierda al mentón y percutió otra pregunta: ¿Y un jersey atado por la espalda, o quizás en la cadera?”. Los dedos de pistolero no reaccionaron, no necesitaba una bala de cobre para dirimir esa disyuntiva, era dubitativo pero en ningún

caso se trataba de un maduro decadente, que con pomposo y ridículo empaque viste y anda como un imberbe pimpollo.

Por la tarde, en unos ultramarinos, el furor que sorprende con una trepidante y sudorosa angustia, lo gobernó. Su cara era una alarma palpitante y las axilas dos aspersores que competían para enfrentarse a las emanaciones cárnicas de la sección de embutidos. Registró todos los bolsillos y el forro de la cartera. Nada. Una tarjeta y tres billetes de diferente valor. ¡Ni una moneda! La tragedia se mascaba en el lineal de las conservas vegetales. Una gama infinita de aceitunas y todas tentadoras para un paladar que se recreaba con los sabores fuertes o avinagrados y no podía decantarse por ninguna: aceitunas rellenas de pimiento, con cebolleta, bajas en sal, en salsa picante, empaladas por pepinillos, sevillanas, muertas, o las famosas “Gilda”, pinchadas con una guindilla. El paquete con las distintas alternativas constaba de ocho latas y frascos; podía efectuar, como ya hiciera antaño, unos octavos de final, eliminatorias entre dos productos hasta llegar al vencedor, pero estaba inutilizado. Dentro de ese estatismo que lo había encarcelado en el pasillo de los encurtidos, pensó en su mujer para resolver la ecuación de las aceitunas. ¡Sapristi! A ella le gustaban unas verdes sin aliñar, toscas e insípidas, que vendían en la pesca salada del mercado de San Benito. No pediría cambio a ningún empleado, estaba cansado, frustrado. Respiraba con andanadas, con la cabeza gacha de un toro que se apresura a embestir.

 Así se mantuvo durante el trayecto de regreso a casa y sentado en el sofá del comedor. No era la marca de tipo vacilante la que le molestaba, sino la de ser alguien subyugado a otra persona, se sentía dirigido por su mujer. Por culpa de ella se había quedado sin aperitivo y estaba rabioso. Era un secretario, un botones, un ujier quinceañero que se contenta con obedecer y recibir una palmada en el hombro. Barruntó por minutos apretando los labios, cual niño malcriado al que le escuece una regañina, y se encaminó al dormitorio. Con el protocolo ceremonioso que un verdugo opera para finiquitar a la víctima, el Sr.Stapleton abrió el cajón de la mesita, cogió una moneda mellada por el canto y reteniéndola entre el pulgar y el índice, declamó solemne: “Cara me quedo, cruz la abandono.”


Xavi  Domínguez




A CARA O CRUZ
Era un día oscuro y lluvioso, desperté de nuevo allí dentro, me estremecí y rodé de costado de nuevo como cuando cada vez que  se abría y entraba  una luz que me cegaba….

De repente, mi cuerpo redondo cayó, el suelo tembló furiosamente por la pisada de aquel zapato negro que me perseguía.

No soportaba que nos zandarearan así mientras gritaban: - “a cara o cruz !”, así que cuando me llegó la oportunidad, me volví a escapar rodando por la acera.

Mientras rodaba, un enorme gigante corría tras de mí con su monedero saltando en un bolso de color blanco cremoso.   Mi cara golpeó con las brillantes baldosas. Desperté más tarde en un lugar desconocido, unas voces
-"¡Oye! Tom! ¡Mira esta!". Me cogieron y me volvieron a lanzar al aire.

"Cara o cruz ¿?! cara o cruz

"Seguían lanzándome sin piedad, empecé a marearme y no entendía nada de lo que decían: qué cruz!!!! Soy una moneda de curso legal acuñada en bronce: mi cara es una, mi cruz es quien me lanza al aire y me deja caer sin piedad.

-"¿Puedo cogerla?", Dijo el niño de pelo rizado

-"¡No!"-respondió la niña del flequillo

De repente, muchos gritos y empujones hasta que fui arrebatada por otro de ellos, el que me metió en una máquina de chuches. Me caí en una caja e hice: Clonk!!!! Me caí encima de la cara  de una moneda de bronce como yo y  silenciosamente me quedé dormida.
Cuando desperté pregunté adormilada:
-"¿Q-dónde estoy?".
"¡Shhhhh!" Susurraron las otras monedas que me rodeaban.
Momentos después, un gigante con pinta extraña, abrió de un golpe la enorme puerta de metal que nos mantenía dentro de aquella caja y nos metió a todos en una vieja bolsa de tela.
-"¿A dónde vamos?" nos preguntábamos
" ¿A quién le importa?  ", Oí el grito de una moneda de 10c cercana.

Unas horas más tarde, salté alarmada cuando un repentino sonido de sirenas atravesó el aire. y  de repente, el gigante de pinta extraña nos dejó caer al suelo y salió huyendo. Entonces una mujer que pasaba por allí miró dentro de esa bolsa y decidió devolvernos a la tienda donde estaba la máquina de chuches a todas menos a mí que viendo brillar mi cara y mi cruz, me llevó con ella a su casa para meterme en la habitación de su hijo y colocarme debajo de su almohada junto a unos caramelos y a un librito. Cuando el niño levantó su almohada, gritó:
-"¡Mira lo que me ha dejado el ratoncito Pérez!".

Por fín tras un dia muy agitado descanso plácidamente dentro de esta caja con forma de cerdito, aquí me encuentro a salvo; bien, será hasta me vuelvan a sacar de aquí...es la cara y la cruz de la vida de una moneda.



Marta Albricias