(SIN) ALIENTO
(Un avión bimotor de alas cortas revolotea sobre mí, un barco navega por mi garganta, un tren se desliza por las vías de mis venas y una moto con sidecar de puertas abiertas, flota junto a mí: todo un circuito vital me sostiene).
(Un avión bimotor de alas cortas revolotea sobre mí, un barco navega por mi garganta, un tren se desliza por las vías de mis venas y una moto con sidecar de puertas abiertas, flota junto a mí: todo un circuito vital me sostiene).
Y el aliento dejó de ser mecánico y las luces eran las que podían ver mis ojos y el sonido comenzó a oscilar entre algo más que monótonos graves y agudos. La presión, el volumen, las curvas y las frecuencias dejaron de importar: el ventilador dejó de respirar por mí, y tomé aliento.
Marta Albricias
UN CASO DE CONCIENCIA
En su mugriento despacho, Billy se
sirvió un trago de bourbon. Tenía la cara perlada de sudor,
encendió el ruidoso ventilador que descansaba sobre un montón de
casos por archivar. Con este calor no le apetecía poner orden en
aquella montaña de papeles, prefirió rememorar su último caso.
Viejo mundo, pensó
Billy. Un maduro y atildado empresario quería saber si la sinuosa
rubia con quien compartía su lecho le era fiel. Se había casado con
ella y ahora le presionaba para que le hiciera su heredera.
Obviamente le era infiel, pero a Billy le costó obtener las pruebas.
Mientras tanto la rubita consiguió que el empresario hiciera
testamento a su favor y acto seguido le propuso un maratón sexual
para celebrarlo. El pobre hombre reventó de tanta viagra como había
ingerido, aunque eso sí, murió feliz.
En principio,
Billy no se quería conformar con el anticipo que le diera el
empresario e hizo indagaciones sobre los parientes del finado. Quizá
estuvieran interesados en las fotos obtenidas por el detective.
Resultó que se les relacionaba, al igual que al fallecido
empresario, con casos de corrupción política.
Ante esta
perspectiva, Billy decidió que no debía entorpecer que la viuda
cobrara su herencia. Había en ello una suerte de justicia poética
que le satisfacía. Apuró el bourbon, acercó su cara al escandaloso
ventilador y sonrió satisfecho.
Felipe
Deucalion
EL CASO DE LA CORREA DEL VENTILADOR
Marina tenía 55 años. Había levantado la empresa junto con su marido y ahora no estaba dispuesta a perderlo todo. ¡Bueno…(se dijo) ya está hecho! Cogió el teléfono y llamó a la policía.
Laertes llegó a la comisaría en cuanto Artal le dijo que su excuñada había sido detenida. Habló con ella y ésta le dijo “Laertes, tu ya sabes cuánto me ha costado levantar la empresa con Pascual, los sacrificios, el no poder dedicarme a los niños, aguantar sus infidelidades…Pero Marina, ésta sería otra de esas… no?
-No Laertes, esta vez iba en serio; llamé a nuestro gestor y me dijo que Pascual había retirado casi todo el saldo de la cuenta y que la empresa se hallaba al borde de la quiebra. Iba a fugarse con ella el muy… Pero les ha salido mal ¿ eh Laertes?
“-Me dio pena, Artal- me dijo Laertes ya en el despacho, -Se la veía ida- prosiguió, - Siempre había sido una mujer fuerte, pero estaba totalmente abatida y loca… y en su locura había matado a su marido que se fugaba en el coche con su amante y el dinero de la empresa-“
-Pero Laertes, todo indicaba un accidente, se había roto la correa del ventilador y la dirección falló cuando iban por las curvas del acantilado. Hubiese sido completamente creíble e imposible de condenar. Se hubiese creado una duda razonable. Pero… ¿Por qué se entregó?
-Porque ella sabe que cortó la correa del ventilador del coche, por eso, porque tiene conciencia. Y por eso mismo vamos a intentar probar que lo hizo en un ataque de locura, lo cual no será difícil de demostrar.
Lola Ruiz
EL VENTILADOR
¡Qué sentido tiene esta vida, para
qué tanto esfuerzo por sobrevivir, si la felicidad no es algo
duradero, si siempre aparece algo que la estropea!
En estas reflexiones estaba Iris, aquel
caluroso domingo por la tarde, cuando se disponía a dormir la siesta
en casa de su hermano mayor, sentado en la mecedora que tanto le
gustaba. Volvía a estar sola, tras el desgaste de su última
relación, tras su último desencantamiento. Su hermano y cuñada
seguían juntos, pero su convivencia no era en absoluto envidiable.
Se diría que eran más vecinos que pareja.
Y empezó a caer en los brazos de
Morfeo. La hamaca se transformó en suave colchón, ondulado y con
movimientos que la mecían . Habían unas diez o quince personas
dejándose caer también sobre colchones de plumas, como nubes de
algodón, todos ellos girando ondeantes alrededor de un eje que se
desplazaba a su vez por un cielo lleno de luces de ciudades. De
tanto en tanto se cruzaban con otros grupos de colchones similares
girando alrededor de otros ejes, y que contenían niños cayendo
también en brazos de Morfeo. A veces se trataba de animales de la
selva, que dormían también. O personas de otras épocas, algunas
de la Edad Media, otras del siglo diecinueve.
En medio de una cálida brisa , Iris
empezó a oir un ruidito continuo, abrió los ojos desperezándose y
se encontró con el ventilador del techo., que también giraba
alrededor de un punto central. Se levantó, preparó su maleta,
encendió el ordenador y se dispuso a planear la semana de trabajo
que se avecinaba, a ver cómo centraría el sentido de sus
desplazamientos, por qué ciudades tendría que llevar la
representación comercial de la empresa, con qué colegas habría de
compartir comidas y conferencias, cómo sería el colchón del hotel…
Y si la habitación tendría un buen ventilador.
Mariajes