LA SOMBRA
A la sombra la definiría semioscura, triste, poco colorida, húmeda, fría,
aburrida y poco luminosa. La sombra se busca por muchos en verano. Yo no lo entiendo porque algunas pasamos días
y horas anhelando el dinamismo, el color, la luz y la vitamina D del sol. Fuera
de la sombra al sacarnos algunas prendas, tenemos libertad de movimiento y
nuestra piel se calienta y colorea tras el contacto con el astro rey.
Por eso prefiero asociar la palabra sombra a todos los colores posibles
de las pinturas de párpados y pensar que andando bajo el sol llevaré pantalones
chillones fucsias, amarillos, rojos o verdes que ninguna sombra pueda tapar.
Al final, cuándo me quiera ocultar, ya lo haré en la sombra de las
paredes de mi hogar tras haber llenado mi corazón de los colores de algunas
sombras de ojos curioseados desde el marco de alguna entrada a cualquier
franquicia de un local de cosméticos coloridos.
Susana
LA SOMBRA
El tiempo pasa, mucho más rápido de lo que nos pensamos, y es sólo cuando
miramos el ayer cuando podemos ver el tiempo que nos separa, y así mirar desde una perspectiva más amplia
los hechos en la lejanía: lo que fue, lo que no fue y lo que se quedó en el
camino. Dicen que la lejanía es el olvido, aunque en ocasiones esta lejanía se
convierte en añoranza, y es entonces cuando el recuerdo se convierte en una
sombra que te persigue y no se separa de tí el resto de tu vida.
Desde que ví tu esquela en el periódico no he parado de preguntarme ¿por
qué? ¿qué ocurrió? ¿dónde quedaron todas aquéllas promesas, las palabras tiernas que nos susurrábamos al oído? ¿Qué
fue lo que hizo que todo se esfumara y
nuestros ideales se quedaran sólo en éso? He leído tus cartas, las que me
escribías desde la “mili”, cientos de veces; aún las conservo ¿sabes?; las
guardo dentro de una caja junto con las fotos que nos hicimos y alguna postal
que también me enviaste desde el cuartel. Las leo y las releo intentando buscar
en cada frase, en cada palabra, en cada letra.
Hace tan sólo unos días, estando de vacaciones en el pueblo, ví un señor
que era tu mismo retrato: tus mismos ojos y tu misma sonrisa. Me confirmaron en
la tienda que era tu hijo, y entonces comprendí que tu sombra seguía intacta,
que de nada serviría intentar que desapareciera, porque fuera donde fuera,
hiciera lo que hiciera iría siempre conmigo.
María Jose-Asia
LA SOMBRA
En realidad, ella
siempre ha estado conmigo. Incluso cuando era una niña, aunque entonces no la
conocía. Fue creciendo al mismo tiempo que yo, y nos hicimos íntimas. Nos
presentamos una tarde de verano, cuando el sol todavía estaba en un momento
álgido. Exactamente las tres y allí
estaba ella. La veía en el suelo y era una réplica exacta de mi.
Me acostumbré a su
presencia ya que me seguía a todas partes. Sólo la perdía de vista los días de
lluvia y por las noches en lugares oscuros. Entonces la echava en falta.
Algunas veces la había
llamado y sabía que no me defraudaría.
Mi sombra me era fiel.
A veces alargada, otras hacia un lado. Siempre me acompañaba.
Hace unos días me
despedí de ella cuando se puso el sol, y cual no sería mi sorpresa al ver que a
la mañana siguiente no apareció.
La esperé, mirando por
todas partes, no estaba. Fui a la calle, a la montaña, a la playa y ella no
existía.
Los rayos de sol
alumbraban la tierra con toda su fuerza. Que desesperada me sentía.
Después de unos días me
senté en el espigón, mirando el mar. En el suelo y a mi lado, encontré a mi
sombra, pero estaba abrazada a otra sombra desconocida para mi. ¿Qué estaba
pasando?
Las dos figuras se
prodigaban toda serie de cariños y arrumacos.
A los pocos minutos se
acercó un hombre joven que venía jadeando, y me preguntó como si fuera la cosa
más natural del mundo:
- Hola, ¿has visto a mi
sombra? Hace días que ha desaparecido y no la encuentro.
El corazón me dio un
vuelco, pues él me impresionó, sólo logré decir:
- Creo que aquí está, y
me parece que va para largo. Yo tambien perdí la mia hace poco.
El joven al ver lo que
ocurría me regaló una gran sonrisa. Casi me derrito.
- Oye, he pensado que
podemos dejar a nuestras sombras entretenidas un rato y nosotros nos vamos a
dar un baño.
Así fue como le conocí.
Nos volvimos
inseparables, como nuestras sombras que no han dejado de verse desde entonces.
Laia
El Jefe de la aldea, Zenekh, juraba y perjuraba que la cosecha había sido
nefasta, y que este año no podían aportar más grano al Templo. El Escriba, que
hacía rato que no le prestaba atención, acabó de copiar las entradas del día
anterior, echó arena al pergamino y lo dejó a un lado. Después cogió de nuevo
la relación de entregas del día de hoy, la extendió sobre la tablilla que tenía
entre las rodillas, y comprobó una vez más la cantidad de grano que debía
aportar el Jefe de la aldea. Le miró impertérrito, le rogó que callara un poco,
y le volvió a informar que faltaba casi la mitad de la cebada que debía
entregar. Eso es imposible, se quejó Zenekh, tiene que haber un error. Ah, un
error, le contestó el Escriba al tiempo que se levantaba, pues aguarde un
momento que voy a consultar.
Cada año algún listillo trataba de escamotear parte de la cosecha que
correspondía al Templo. El Escriba sabía cómo proceder. Fue al archivo, recogió
los registros del pozo y después buscó al Supervisor de los sagrados graneros
de Karnak.
Lo encontró almorzando unas gachas y dos perdices escabechadas. Tras
informarle del caso, el supervisor consultó los registros del pozo y comprobó
que la subida de las aguas subterráneas atestiguaba que todas las tierras de labor
de la aldea de Zenekh habían sido convenientemente inundadas aquel año, y que
la cosecha en absoluto había sido mala.
El Supervisor encargó dos perdices para el Escriba. No convenía
apresurarse. Remataron el almuerzo con unos pastelitos de almendra y miel,
calcularon que el Jefe de la aldea ya debería estar bastante angustiado, y
fueron a verle.
Nada más entrar, el Supervisor le clavó su mirada, resaltada por unos
párpados oscurecidos por el maquillaje. El pobre hombre bajó los ojos. Amon-Ra
lo ilumina todo, lo ve todo y lo sabe todo, ¿o no es así?, preguntó iracundo el
Supervisor. Así es, gran señor, Amon-Ra es el grande, el más poderoso de los
dioses, respondió Zenekh, que empezaba a sospechar que el conjuro, que le
vendiera aquel mago, no había surtido el efecto deseado: ocultar a Amon-Ra la
magnitud de la cosecha. Y entonces, prosiguió el Supervisor, ¿cómo osas decir
que hay un error en sus cálculos?, y antes de responder, recuerda que Amon-Ra
es juez implacable. Y también de corazón misericordioso, añadió el Jefe que
buscaba desesperado una vía de escape. Muy hábil, reconoció el Supervisor que
las cogía al vuelo, pero antes de hablar de misericordia, contesta, ¿de quién
es el error? Mío, gran señor, sin duda que debe ser mío, admitió Zenekh. Y el
Escriba sonrió con aire de suficiencia.
Camino de su aldea, el Jefe entonó en su corazón un himno de alabanza a
Amon-Ra el compasivo. Luego empezó a cavilar en cómo resarcirse del mago.
Felipe Deucalión
LA SOMBRA
En una de las revueltas del camino que bordea el rio hay un banco de
madera bastante viejo. Esta pintado de verde, verde banco, ese verde tan
especial y en realidad tan horrible, pero es que lo repinta un abuelito que lo
quiere conservar tal y como estaba hace 40 años, el sabrá que recuerdos le
trae.
Detrás del banco hay un castaño inmenso que en las horas más duras del
verano le quita el sol. A primera hora, sin embrago, el sol del amanecer llega
alegre al banco. Ese es el momento que el repintadador reclama para él. Se
sienta, se saca un bocadillo de jamón (o
de atún cuando el médico lo machaca con el colesterol) y se lo come mirando más
allá del rio algo entre los campos de trigo a punto de ser segados. Por la
forma en que sonríe las personas que han pasado por delante a esa hora (un par
de corredores y una señora mayor que pasa por ahí cada día de camino al
mercado) están seguros de que ve algo más que ellos no ven. Quien sabe los
recuerdos que le trae.
Al mediodía la sombra del castaño cubre plenamente el banco. Y es una
suerte para la señora que vuelve del mercado que aprovecha para sentarse un
rato protegida del sol. Es fácil que alguien más haya buscado el abrigo del
viejo árbol. La señora lo sabe y es el momento para ponerse a hablar, sin
muchos tapujos, y sin importarle no conocer de nada a su interlocutor, le
cuenta todo lo que ha averiguado esta mañana en el mercado. Si el día ha sido
sabroso, le suelta algún cotilleo morboso, y sino pues le hablara de la cara
que estaba la pescadilla, cuando ni siquiera era fresca.
Por la tarde la sombra se desdibuja un poco, pero el camino a lo largo
del rio se hace mucho más agradable con la brisa que empieza a soplar. La
sombra del castaño es un lugar disputado y el que llega primero siempre está
poco dispuesto a compartirlo. Sean los chicos que vuelven de la piscina y se
van a jugar al futbol. Sean las madres que han sacado a pasear al pequeño. Sean
los amantes de los perros que aprovechan para tirar palos estando sentados.
Vamos que todo el mundo quiere sitio en el banco.
El atardecer es menos interesante porque la pendiente en la que está el
castaño esconde la puesta de sol. A doscientos metros esta el banco ideal para
ver como se enciende el cielo con toda la gama de los rojos. El banco verde
tiene su ratito de descanso.
Cuando la noche cae, vuelve a estar solicitado. Una mala planificación
del ayuntamiento hace que el banco quede alejado de las farolas. Siempre hay
alguna pareja dispuesta a aprovechar esa sombra para dejarse llevar por su
pasión.
A la mañana siguiente el abuelito mirara el banco verde, y si no lo han
cuidado resoplara un poco antes de recoger la basura de alrededor. Algún papel,
una lata, y con un poco de asco algún preservativo. Cuando lo tenga a su gusto
volverá a sentarse, quitara el envoltorio de su bocadillo y entre mordisco y
mordisco seguirá mirando a esa joven vestida de blanco que baja corriendo por
los campos de trigo llamando su nombre.
Herman
POR F
IRIA.........
La luz proyectada sobre la aurora , devolvía en el mar una
incontenible emoción de color , mirarla era curativa, reparadora , provocaba un
sentimiento tan hermoso que cada una de sus tonalidades podía aplicarla en mis
emociones más sentidas , el azul me daba sosiego, esa emoción que cuando tienes
tempestades ,¡Tanto necesitas!!!,,,, el rosa coral que se funde en amarillos me
da energía, ímpetu, el empuje del camino, arranque, movimiento..............el
verde suave que vislumbro, me trae la paz, la calma , los sueños..........y
cuando el azul del cielo se tiñe de rojo me regala su furor , su pasión, podría
sucumbir por él.
Pero tengo que volver ya a mi casa, no puedo seguir
permaneciendo aquí, pronto la luz del sol será tan cegadora, que me vencerá y
quiero volver mañana y al otro, y al otro día más.......
Las tupidas azules cortinas de las ventanas las cierro tal como pongo un pie dentro, y me
preparo el agua de la tetera en el fuego, mientras preparo en la tostadora dos
rebanadas de pan de centeno y corto un gran pedazo de queso tierno.
Desayuno con vehemencia, saboreando cada uno de los bocados que
me pongo en la boca, con un apetito voraz, capaz de saltar a proteger mis
vituallas si fueran a ser asaltadas.
Pongo en marcha mi gramola, y mientras me deleito con el sabor y
el confort del te, me alimento de la voz de mi adorada Edith Piaff,
Je lutte et je me débats
Mais le son de sa voix
S'étouffe dans les rires des autres
Et je crie de douleur, de fureur et de rage
Et je pleure
Entraînée par la foule qui s'élance
Et qui danse Une foi Je
suis emportée au loin
Me dejo llevar por mis ansias de fantasía a lugares desconocidos
de los que solo sé por el globo que me muestra la superficie de la tierra y a
mi extensa y antigua biblioteca que intento ampliar de nuevos alientos en la
menor ocasión.
Hace ya demasiado tiempo que mis sueños no se van a climas
tórridos, cálidos, tanto que ya no recuerdo el sentido sensitivo de como es el
efecto que causa el sol en la piel, qué se puede recibir de hecho de cualquier
contacto....¡si solo fuera el sol!!!!!!!
Desde mi retiro solo lamento no poder ver jamás mi reflejo como
lo hace la aurora en el mar, mi reflejo , mi sombra, mi propia sombra.
A veces pienso en idear algún artilugio como hacía Miguel Angel,
ojala viviera ahora , lo haría venir para solucionar mi encierro, mi esclavitud
eterna..........
Admirar la belleza de la noche, de lo oscuro, de lo intangible,
de lo invisible es el placer por el que me dejo permitir, sucumbir y a veces
hasta pervertir.
Solo una vez, traspasé la frontera de la luz, del resplandor ,
no tuve más remedio y el descenso a los infiernos de mi piel , todavía se
resienten y eso que hace años, muchos ya, al menos si el tiempo lo cuentas como
yo, como pesada maquinaria de un gran reloj , como si del reloj astronómico de
Notre Dame fuera mi esqueleto y mi fuerza la de los suspiros......
Cuando tuve que huir, correr, sin rumbo, sin tiempo para cubrir
mi escaso y débil cuerpo, esconderme, hacerme invisible a sus ojos, los ojos de
la muerte, de los fusiles, del odio, del
desprecio por la vida, por la mía, por la de ellos....
Subí a las montañas, donde el sol es mucho más potente,
maligno.......pero huí de noche y allí obtuve cobijo y salvación, al día
siguiente supe que el pueblo cercano quedó sembrado no de maíz, sino de
vidas.....
Pero el sol despuntó y yo me escondía, mi alma lloraba las
llagas que se abrían, el dolor era inhumano , insoportable , desquiciador, mi
garganta no podía articular palabra, ni gritos, era un pozo de fuego ardiente,
al vivo.....
Pero con tan insoportable recuerdo puedo vivir, porque sobreviví
y por primera y última vez , observé, contemplé y amé la figura que me
perseguía, que me acompañaba, que no me dejaba , que me amaba y que moriría
conmigo, al fin pude conocer mi sombra.
Para Porfiria.
MPNova.
LAS SOMBRAS DEL SOL
-“Estoy cansado de trabajar tan duro cada día de verano”, dijo el
sol.
Y aquella noche, el sol decidió que al día siguiente no se levantaría.
Cada día del mundo, el sol se levantaba subía hasta el cielo donde pasaba
el día, y luego volvía a bajar otra vez. Trabajaba de sol a sol y durante toda
la jornada tenía que producir miles y miles; millones de rayos para iluminarlo
todo y…ah! Especialmente duro era tener
que producir sombras: sombras y más sombras, había muchísimas sombras por doquier.
El sol debía hacer una sombra para cada cosa: para cada persona, para
cada edificio, para cada árbol y hasta cada pétalo de cada flor. No, no, el
suyo no era un trabajo sencillo. Así, a
la mañana siguiente el sol oyó el despertador pero se dio media vuelta y siguió
durmiendo tranquilamente. Cerró sus ojos,
y soñó un sueño tranquilo donde La Tierra estaba iluminada por una luz
tenue y así las sombras no hacían falta.
-“Terrible”, gritó la Luna.
-“¿Quién se cree que es?”,
protestaron enérgicamente las estrellas.
-“Sin duda la oscuridad total asustará
a las personas que viven en la Tierra”, añadió la Luna.
-“Y a las plantas, y a los animales
también. ¿Qué podríamos hacer?,
se preguntaba la nube.
Las estrellas se mostraban taciturnas: seguían reflexionando sobre cómo
solventar el problema y finalmente, la estrella de la mañana habló:
- “Mientras negociamos -o no- con
el sol, para ver qué es lo que le pasa, pidamos a nuestros amigos el rayo, el
trueno y las nubes que hagan una tormenta. La gente de la Tierra, no verá el
sol pero pensará que es debido a la inestabilidad y así, no se alarmará
pensando que el sol ha decidido no levantarse y seguir durmiendo”.
Todos estaban de acuerdo, era una buena idea, la luna y las
estrellas pidieron a sus amigas las nubes que entre todas ellas,
escogiesen a las más grandes y a las más grises para que, por favor, cubriesen
el cielo y preparasen una gran tormenta que bañase toda la Tierra durante al
menos, todo el día.
Llegó la noche y tras un día entero de tormenta, las nubes se fueron a
casa muy cansadas. Al caer la noche la Luna y las estrellas hicieron lo mejor
que pudieron para brillar un poco más pero su brillo, no era nada comparado con
el del sol que seguía durmiendo y durmiendo y durmiendo, y que así siguió durante días y más días.
Habían pasado ya más de treinta, cuando las estrellas, la luna, las
nubes, el rayo y el trueno, decidieron que ya habían tenido bastante de aquella
historia. Había llegado la hora de volver a intentar hablar seriamente con el
sol y de convencerle de que debía volver a brillar durante el día. Cuando
llegaron a su casa le encontraron en la cama leyendo cómics.
- “Querido sol, queridísimo sol,
compréndelo la tierra está sufriendo sin ti”, Imploró el Lucero del Alba.
-“Ah…dejadme que acabe de leer, solo
me quedan unas páginas”, musitó el sol.
Las estrellas y las nubes se armaron de paciencia y esperaron a que el
sol acabase de leer.
Entonces las nubes prosiguieron:
- “Sin sol suficiente durante el día la vida se paraliza, las plantas no
pueden crecer, los animales resienten su ciclo vital”.
Y el rayo añadió:
-“La lluvia lleva cayendo hace ya
tanto tiempo, que los colores están desapareciendo. Por favor vuelve a brillar,
te echamos de menos, te necesitamos. Todos te echan de menos, todos te
necesitan”.
- “¡Por favor!, imploró la luna.
-“¡Por favor!, pidieron las
estrellas.
Ya os he dicho que estoy muy cansado, que mi trabajo es muy duro, muy
difícil y que estoy atravesando una crisis personal: siento que estoy desaprovechado y que podría hacer algo más con mi vida.
A todo esto el sol se esforzaba en discurrir una nueva excusa, pero ya no
se le ocurrió nada más. Y pensó para sus adentros que, después de todo, había
ya disfrutado de un mes de descanso así que, levantándose de la cama, dijo:
-“Mmmm… está bien….está bien…volveré
al trabajo….pero con la condición de que no produciré ninguna sombra más.
Brillaré durante todo el día, pero no más sombras, ¡no más sombra!: es la peor
parte de mi trabajo porque para crearlas tengo que estar ajustándome minuto a
minuto….segundo a segundo…alargándolas…en las horas cumbre…acortarlas en la
mañana…reducirlas a mediodía…estirarlas de nuevo por al atardecer. Lo dicho,
brillaré sin sombras”.
Estaban todos tan aliviados con la idea de que el sol volvía al trabajo
-de que volvería a brillar-que hasta aceptaron el hecho de que lo haría sin
sombras.
Llegó el amanecer y el sol volvió a subir al cielo: fuerte y brillante
como nunca. Las flores se abrieron, los árboles empezaron a dar su fruto, los
niños podían corretear por patios y jardines al sol…pero, allí en la tierra…no
tardaron en darse cuenta de que algo peculiar estaba pasando y es que nada ni
nadie tenía sombra: la sombra había desaparecido de la faz de la tierra, todo
lo demás seguía siendo como de costumbre.
En vista de un día tan radiante Manolito y su familia decidieron pasar el
día en la playa y al llegar allí, se dieron cuenta de que no importaba cómo
intentarán colocar la sombrilla: esta no daba sombra de ningún modo y sería
imposible estar mucho rato en la playa de ese modo.
-“Buahhhh ¡Hace demasiado calor!”, se
quejó Manolito.
-“Creo que no hay sombra en ningún
lado”, dijo el padre.
-“Me estoy quemando”, replicó
la madre.
Y no pudieron hacer más que recoger los bártulos y volver a casa.
Durante el camino de vuelta, Manolito tuvo una idea: pintaría él mismo
las sombras que brillaban por su ausencia y así, empezó a pintarlas en todos
los sitios posibles. Primero dibujó una sombra para cada miembro de su familia,
después para su gato, también para el árbol que estaba delante de su casa, sin
olvidar aquella sombra alargada del pasillo que tanto le asustaba por las
noches: Así…pintó y pintó sombras…y más sombras.
Aquella mañana el sol miró entre las nubes hoy cubrían parcialmente el
cielo y vió las sombras de Manolito, quedándose muy extrañado.
- ¿Y esas sombras?, ¡Que ridículo!, no sirven de nada, nunca funcionarán…”
y aprovechando que pasaba un grupo de nubes, echó una cabezadita.
Las sombras de Manolito ayudaron sin duda pero en verdad no eran como las
del sol: no cambiaban con el pasar de las horas, eran siempre igual a las
nueve, a las doce; de noche y de día, y además ni siquiera refrescaban, las
únicas sombras que parecían algo más reales eran las que producían las luces de
las bombillas por la noche, pero aun así.
Una nube de algodón que se paseaba por el cielo le recordó:
-“Eiii,venga… tu sabes que las
sombras de las lámparas no son como las tuyas, nunca lo han sido ni nunca lo
serán”.
El sol sabía que desde el principio de los tiempos su sombra era muy
importante: refrescaba, daba sosiego y ayudaba a que la gente se diese cuenta
de que el tiempo pasa, de que las horas se suceden, de que el día transcurre.
Aquella noche el sol se fue a la cama pero no lograba conciliar el sueño y
tuvo pesadillas en las que sombras monstruosas devoraban el cielo…
Al despertar al día siguiente, el sol siguió reflexionando y…
Se dio cuenta de que su sombra era
parte de él: su otro yo, tan compañera de la brillante y cálida luz que radiaba
como de sí mismo, así que aquella mañana
de julio, arregló bien todos sus rayos
junto a todas sus sombras y para deleite de todos, volvió de nuevo al cielo: subió y subió hasta
lo más alto y volvió a brillar con sus luces y sus sombras.
Marta Albricias
L’OMBRA ASSASSINA
Aquest mes de juliol, havia vingut el meu amic
Ahmed de Marraquesh a passar uns dies a Barcelona. Ja se sap, Sagrada Família,
Pedrera, Parc Güell...
Era potser el dia més calorós de l’any.
Estàvem passejant pel centre del Parke Güell, a la columnata que hi hà sota la
plaça dels típics bancs de trencadís, quan el meu amic va fer un bot enrere.
Tenia la cara desencaixada per la por. Li vaig preguntà què passava i tot
assenyalant la paret del fons, em diu amb el seu francès barrejat amb l’àrab: -
El diable! He vist l’ombra de Satán! Por Allah!
Anàvem cap a la paret, quan una dona va sortir
cridant assenyalant al terra. Efectivament hi havia el cadàver d’un home,
estirat de boca-terrosa. Vaig treure la meva antiga placa de policia, la qual
m’anava molt bé en aquests casos, per que ningú no s’apropés a l’escena del
crim, fins que arribés la policia de veritat, per no destruir cap prova.
El forense va dir que l’home avia estat
escanyat amb alguna mena de cordill metàl·lic.
A tot això, recordo que el meu amic resta allà
dret i li demano perdó per haver-li involucrat en aquell desagradable incident,
justament durant la seva estància a Barcelona.
I atònit, sento com em diu que estava encantat
de poder veure’m en directe com resolia aquest cas.
Veiem que en Ahmed estava disposat a col·laborar, li demano m’expliqui fil per rangle, tot el
que va veure ó li va semblar veure.
De les explicacions de Ahmed, dedueixo que va
veure una ombra “satànica”, es a dir quelcom qui té banyes al cap, una llarga
barba, un nas punxegut, d’una considerable estatura i uns peus com les peülles
de les cabres.
-Anem-hi Ahmed!- (se’m feia estrany no dir
anem-hi Artal, que estava de vacances a no sé quin lloc de Grècia).
Vam recórrer tot el parc, i quan ja desesperàvem,
el meu amic que anava mirant al terra, de sobte em diu cridant: - Laertes,
l’ombra!-
Miro cap a on em diu i efectivament al terra
hi hà una ombra llarga amb banyes al
cap, barba i potes amb peülles. Aixeco la vista del terra i ...... L’HOME DEL
GLOBUS!!!!
Qui portava un barret de bufó al cap que
semblaven les banyes del dimoni. Tenia un nas punxegut, i duia unes xanques
llargues, que el feien tan alt i que
semblaven peülles. I el més important, al coll duia una grossa cadena de plata,
en la que la policia científica va trobar restes d’ADN de la víctima.
L’home no va trigar a confessar, que el mort
era l’amant de la seva dona, i que els hi havia sorprès junts un dia i els hi
va seguir fins a un hotel on van entrar.
L’home es va assegurar de que pujaven a fer
allò del que estava convençut, però, com a bon jueu, volia estar segur. I els va escoltar com es reien i burlaven
d’ell mentre la seva dona li feia el salt. Així que va esperar a l’home i el va
seguir. Va veure que travessava el parc per anar a treballar com a cambrer del
bar que hi ha a sobre la plaça. Així que no li va ser difícil, esperar-lo un
dia i amb la cadena de plata massissa que duia al coll, el va estrangular,
aprofitant la seva alçada que li donaven les xanques que portava pel seu treball.
Ahmed estava xarrupant el té que li havia
preparat i em diu tot mirant la portada de “La Vanguardia”.
-Amic meu- li dic – la major part dels crims
es cometen per amor-
Maria Dolores Ruiz Jurado.