martes, 17 de marzo de 2009

EL GUANTE, EL GUANT

COM UN GUANT

Fa temps que em trobo buida, les activitats que faig normalment no m’omplen, la relació amb el meu marit tampoc funciona, ja fa temps que no tenim res a dir-nos, ens mirem com si fóssim dos estranys que no tenen cap interès l’un per l’altre. Només de vegades parlem de qüestions de feina, tenim una botiga de gèneres de punt on amb la crisi no es ven ni un parell de mitjons. L’altre tema que de vegades toquem és el dels fills, però ara ja no ens donen gaires maldecaps, fa temps que s’han independitzat i només els veiem de tard en tard.

A la feina, a casa, cada dia repetint les mateixes coses,veient les mateixes cares, els mateixos carrers, la mateixa ciutat...

Fins avui. M’he llevat, el meu marit ja havia marxat cap a la botiga, he esmorzat com cada dia, he agafat una bossa de viatge amb una mica de roba i el bitllet que vaig reservar ahir per internet, he baixat al carrer i he agafat un taxi cap a l’aeroport. Quan era dalt de l’avió, just en el moment d’enlairar-se, en aquell lapse de temps que trobo tan excitant, amb aquella sensació tan agradable a la boca de l’estómac, he pensat: “realment, aquest canvi en la meva vida m’anirà com un guant”

MAITE


EL GUANT

L’Elsa va recollir el guant del terra de l’entrada, què hi feia allà?, va pensar. Amb pas decidit va anar fins el dormitori. Els armaris i els calaixos eren oberts i nus. Fins i tot els prestatges del fons semblaven nous, de tan nets de llibres com estaven. Què ha passat?, es preguntava. Va dirigir-se a la cambra de bany, la seva part era ben buida, tan buida con aquell espai terrible que li començava a foradar el cor. Ja no caminava, corria. Obria portes i calaixos, buscava sense trobar. El va veure al damunt de la taula del menjador, tot blanc, només una paraula escrita “Elsa”, no es veia gaire gruixut, poca cosa li havia de dir, va pensar. Ni el va tocar. Encara duia a la ma el guant collit del terra. Acostant-se’l a la cara, el va olorar profundament. Se’l va apropar als llavis, tremolant. Sense vessar ni una llàgrima el va estrènyer contra el pit, era tot el que li quedava d’ell.

Ginebra


EL GUANTE

Él la vio cómo se alejaba a lo largo de la calle, y sin poderlo evitar la siguió con la mirada. Miraba cómo su cuerpo se contoneaba al ritmo de sus pasos y cómo sus caderas se movían al unísono. No pensaba en nada, tan sólo se vio mirando aquella silueta como quien, sumergido en un mar de pensamientos, de repente se descubre a sí mismo mirando a ninguna parte. Aún podía distinguirla en la lejanía, entre el vaiven de la gente, cuando de repente ¡zas!, vio que algo caía al suelo. Y sin pensarlo dos veces corrió hacia aquel lugar para recoger el susodicho objeto. Era un guante de cuero negro. Lo recogió e hizo un intento de correr tras ella para entregarle el objeto perdido, pero en ese preciso instante algo le detuvo. Era como una especie de fuerza extraña, algo que le impedía llevar a cabo su acción. Será mejor que lo guarde, pensó, y esbozando una sonrisa acarició el guante con su mano derecha, lo olió intentando exprimir al máximo todo su aroma, y con cuidado lo dobló y guardó en el bolsillo de su chaqueta. Permaneció inmóvil durante varios segundos sin saber por qué, ni siquiera estaba seguro de si procedía correctamente, pero algo en su interior le decía que aquel objeto que él guardaba como un tesoro era augurio de buena suerte. Comenzó a caminar con paso lento, deambuló sin rumbo durante más de una hora por el entresijo de callejuelas que conducían al puerto, mientras en su cabeza daba vueltas y más vueltas a una sola idea: volvería al día siguiente al mismo lugar y a la misma hora; tal vez podría verla de nuevo, tal vez podría devolverle el guante.

Maria Jose


EL GUANTE SOSPECHOSO

Tomo el guante como si fuera algo realmente asqueroso y él fuera un científico dispuesto a demostrar lo poco que le importaba. Saco la inmensa lupa de su bolsillo y se puso a examinar-lo:

-Watson- Llamo- Creo que empezamos a vislumbrar la luz en este caso. Debemos encontrar a un estudiante joven, aficionado a la química. De buena familia, pero no rico. No muy fuerte pero si atractivo para el sexo débil. Y creo que lo encontraremos en el Red college.-

-Ohhhh!! Holmes, es usted un genio. Yo solo consigo ver un vulgar guante, ¿como lo descubrió?-

-Jajaja, es algo elemental querido Watson. Fíjese en el pequeño tamaño de este guante, es evidente que pertenece a un hombre de manos pequeñas, eso implica alguien joven, pero no aficionado a los deportes, probablemente se trate de un intelectual. Y eso significa que no tiene necesidad de trabajar, por tanto que es de buena familia. Y esta suciedad, es evidente que este hombre no dispone de las atenciones de una mujer para que cuide de su higiene y lo mantenga decente, ni su presupuesto es lo suficiente para contratar a una ayuda de cámara. Pero si lo olemos de cerca, no podemos dejar de detectar ese sutil perfume femenino, es evidente que mantiene un estrecho contacto con las mujeres. ! Y ahí! ve esos pequeños agujeros, son la consecuencia de algún reactivo químico, tal vez amoniaco, de ahí detecto su afición a la química. Que solo se estudia en el Red College, que esta pintado con el mismo rojo que se pueda apreciar de esa mancha de la esquina.

De pronto Holmes noto unos golpecitos en la espalda y adopto ágilmente su famosa postura pugilística para enfrentarse a una joven armada con los trapos de limpieza.

-Cretino pedante, machista y burgués ¿me podría devolver mi guante para que acabe la limpieza de la habitación? Que ya me esperan en el Red College.

Herman FV


CINCO

Cinco! por el culo te la hinco! La mofa, siempre la mofa. Cacho marracos, desarrollos de óvulo bufón. Otra vez el mismo chiste malo que no tiene ni puta gracia. Cinco, five, cinq, funf, cinque, khamsa ... no puedo dormir y cuento ovejas que saltan obstáculos. Cinco ovejas sobre cinco vallas. Luego un avestruz y una cabra, pero no saltan, se cuelan por debajo. Hinchado de prozac, irritado y un desfile de DES: ilusionado, motivado, alentado, esperanzado, ganado, quiciado...

Odio los apéndices de ese ser. Sueño con una mano de ocho dedos mas uno tatuado, de quita y pon, para los días de playa. Deseo que su piel sea tersa y suave como la de un bebé pero con la dureza de un zafiro y que, su sangre, como el agua ruda del mar cantábrico, se embravezca al penetrarme.

Quiero que el primero y el octavo sean largos, gentiles y ágiles como los de un pianista interpretando una serenata de Schuman y retráctiles como las uñas de un gato ronroneante; que el segundo y el séptimo se asemejen a las torres de la Sagrada Familia a la luz difusa del atardecer; que el tercer y sexto dedos erigidos en tortuoso zigzag sean hipersensibles y con poder sanador, y que el cuarto y quinto firmes y severos pero justos, tengan la capacidad de señalar inexorablemente a los inocentes y a los culpables.

Pero no, el que paga manda, y al que manda lo hacen con tres más dos vulgares e insípidos dedos de nombres ridículos e hilarantes como pulgar o meñique, formados por una mierda de frágiles huesos articulados y forrados de carne pálido-sonrosada que se pudre con el tiempo.

A quien demonios se le ocurrió hacerme a imagen y semejanza de tal esperpento.

Josean


AVENTURA

Nunca le había molestado el frío, incluso le hacia sentirse vivo, resistente, aventurero. Pero sabia que en su interior siempre había necesitado de ese calor cotidiano que le reconfortaba cuando se sentía más vulnerable.

Sin duda la mezcla entre esas dos sensaciones era lo mejor. El contraste entre ambas le daba vidilla.

Sin embargo, ya casi había olvidado por completo el sentirse así.

Hacia ya algunos días que permanecía recluido en un oscuro y estrecho habitáculo, incluso minúsculo para su tamaño.

Al principio se resignó, pero luego pensó que algo debía hacer, era necesario sin duda. Así que se retorció y estiró intentando agrandar el lugar donde se encontraba, pero todos sus esfuerzos fueron en vano.

Tras dos días de fallidos intentos, quizás más, ya no sabia bien el tiempo que llevaba allí dentro, notó como la humedad iba se iba apoderando de su cuerpecito .

Humedad que no tardó en transformarse en agua y en una especie de espuma blanca y pegajosa, incomodísima que le impedía cualquier tipo de movimiento.

Estaba empapado por completo.

Para colmo y sin esperarlo todo su mundo empezó a dar vueltas; para la izquierda, para la derecha, para la derecha, para la izquierda, no cesaba. Empezaba a marearse.

Su desesperación estaba llegando a límites insospechados.

Cuando de pronto, todo paró.

Silencio, menos agua, menos vueltas, ¿normalidad?.

-Por fin, este infierno ha acabado-se dijo- ¿que más puede pasar?

En ese momento notó el contacto de un calor familiar, se quedo paralizado, pero para su sorpresa algo o alguien lo estiraba hacia fuera.

-¡A fuera, me voy de aquí, me liberan!-gritó-

-Anda, pero estabas aquí. Que despistado soy -dijo Pablo sacando un guante todo mojado y retorcido del bolsillo de su chaqueta- al fin te encuentro, llevo dos días buscándote.

Eva


LOS GUANTES DE LA ABUELA

Encontraron unos guantes en el cajón de la abuela. Los guantes eran de color rosa, un poco amarilleados por el tiempo allí encerrados y sin usar. Las niñas querían ser princesas y el rosa era un color ideal. Ya tenían los vestidos, unos chales y unos velos viejos, pero querían llevar guantes porque habían leído en un cuento que las princesas tenían las manos tan suaves porque nunca tocaban nada sin guantes. Cogieron los guantes, sin permiso claro, y se fueron a su cuarto.

La abuela volvió de su paseo y como cada tarde quiso dedicar un ratito a la memoria de aquel amor de cuando tenía quince años. Abrió el cajón imaginando ya el tacto de los guantes, recordando lo que sintió cuando Manuel le apretó las manos enfundadas en aquellos guantes de gamuza rosa, prometiéndole que siempre, siempre haría lo posible para estar con ella. Pero los guantes habían desaparecido. No le fue difícil deducir que sus nietas podían ser las culpables, así que se fue directa a la habitación de las niñas dispuesta a mostrar su enojo y a recuperar los guantes robados. Las dos criaturas estaban en lo mejor del juego, disfrazadas cual nubes de azúcar de color rosa, simulaban una merienda entre damas. Cada una de las niñas llevaba un guante, y sólo entre las dos podían servir el té, comer galletas y colocarse bien el tocado. Se las veía tan felices que la vieja señora no se atrevió a interrumpir el juego. Volvió a su habitación y entre pañuelos y abanicos antiguos encontró otro par de guantes. Aquéllos eran blancos y también habían amarilleado con el tiempo, pero pensó que aquellas princesas tan bonitas no lo notarían.

Butterfly


TRES PARADAS

Tres paradas, tan solo tres paradas más y por fin en casa. El Metro siempre se le hacia eterno, ahí metido sin saber donde mirar y con la sensación de estar un poco en otro mundo, un mundo donde el tiempo se dilataba y todo adquiría un cierto aire de irrealidad. Miró a las pocas personas con las que compartía el vagón… ¿buscando que? Nunca encontraba nada en ellas, y seguramente ellas pensaban lo mismo de él.

Volvió la mirada al frente y entonces lo vio allí, pulcramente dispuesto sobre el asiento de enfrente a la izquierda. El guante era de piel oscura marrón…no, marrón no, granate. Eso era, granate o Burdeos como también se decía. ¿Como habrá llegado ahí?

Dos paradas, tan solo dos paradas más. ¿Lo habrá olvidado alguna mujer con prisa? Por que era de mujer, de eso estaba casi seguro, por el color y el tamaño, pese al par de metros de distancia se veía claramente que era de pequeño tamaño y fino. ¿Demasiado bien puesto para haber sido un olvido? ¿Y qué si no? No podía imaginar que esa mujer lo dejara ahí sin más, era un absurdo, y las cosas absurdas lo ponían nervioso. No, definitivamente era un olvido.

Se adivinaba suave, aunque se notaba usado estaba bastante bien cuidado. Imaginó que debía tener buen olor. Quizás el perfume de la mujer había penetrado en la piel y quedado en ella, eso era lo lindo de las prendas de piel, que tomaban en cierta manera vida al ser usadas.

Una parada, una más. Ha de ser muy suave, cuanto más lo miraba más se convencía de ello. Suave y con un cierto olor a perfume femenino. Se fijó en que el diseño era cuidado pero severo, nada de florituras. Se lo imaginaba enfundado en la mano de una mujer con carácter, decidida. ¿Como sería ser acariciado por esa mano enguantada?, pensó. No se imaginaba una caricia leve, amable, entregada…algo le decía que la dueña de esa prenda no casaba con ello. Más bien, decidió, una caricia decidida, exigente, casi una toma de posesión.

Su parada. Se levantó y al cruzar la puerta pudo observar por unos segundos el guante más de cerca. Estaba allí, pulcramente dispuesto, hermoso en su abandono, y los pocos pasajeros a esa intempestiva hora no parecían haberse fijado en él. Un hombre trajeado con aire de cansancio entró en el vagón y se sentó pesadamente en su mismo asiento. Cuando las puertas se cerraron y el Metro arrancaba vio como el hombre se percataba de la presencia del guante, y una mirada de extrañeza se dibujó en su rostro.

Un hombre con suerte…pensó mientras se encaminaba lentamente hacia la salida, hacia casa.

TONI


LA INSOPORTABLE SOLEDAD DEL GUANTE DESPAREJADO

Estaban solos.Llegaban solos y acababan solos, y lo peor era que lo sabian.Tardaban muy poco tiempo en comprender su situación. A su llegada al departamento estaban desorientados, acababan de sufrir una separación que siempre les pillaba por sorpresa.Podian ser muy diferentes entre si pero todos reaccionaban de manera semejante. La misma intensidad que ponian en encontrar a su pareja perdida, les era devuelta en forma de mirada compasiva por los compañeros de la sección.

Los mas veteranos contaban que hacia bastante tiempo, habia llegado uno de piel muy blanca que al contacto con los demas se le habia ido oscureciendo y acartonando; habia sufrido mucho buscando a su par, y decian que de tanto padecer se le habia secado el alma,se quedaba en un rincon como avergonzado de su deterioro. Justo un año despues de su ingreso, entro otro sujeto que tras superar el susto inicial comenzo su busqueda y despues de haber descartado a todos los miembros del departamento se fijo en aquel que estaba apoyado en la esquina, inmovil, indolente y con la expresion perdida.Se fijo detenidamente y aunque estaba muy avejentado, a medida que se le fue acercando,se dio cuenta de que eran iguales,era su pareja, la misma tonalidad en la piel, el mismo tamaño, las mismas costuras y el pelo del forro igual de suave y en el mismo sitio, contuvo la respiración hasta ponerse enfrente de la mirada del otro que al verlo se dejo caer emocionado mientras musitaba “!Dios mio,por fin¡” Los demas sujetos de la sección se habian dado cuenta del trascendente momento y habian ido dejando un espacio respetuoso y expectante a su alrededor, la pareja de piel blanca medio repuesta de la emoción fue a abrazarse como si nunca se hubieran separado y ...al juntarse comprobaron que coincidian a la perfección, pulgar con pulgar,anular con anular, indice con indice, tanto coincidian que eran exactamente iguales,tan iguales que no podian ser simetricos, los dos eran zurdos.

Se separaron avergonzados, tras comprobar con amargura que nunca habian sido y nunca serian pareja, los compañeros que habian asistido ilusionados a aquel aparente milagro se giraron silenciosamente para no hacer mas grande el dolor de aquella decepción ni la propia de cada uno, volviendo discretamente a sus quehaceres.

Oscar


MAÑANA

Hora de salir hacia el trabajo: El abrigo, la bufanda... ¿donde están los guantes? ¡Ah, Si! en el bolsillo. El derecho y.... ¿donde está el otro? ¡A que llego tarde otra vez!

Mientras me agacho a mirar debajo del perchero empiezo a pensar en la escusa a dar en la oficina: "El metro es una porquería, otra vez se ha vuelto a estropear y..." No, eso no vale, pienso mientras me dirijo al dormitorio a buscar el guante, el idiota de Jaime viene en mi misma línea; lo del ascensor creo que puede colar : " Se ha vuelto a quedar el ascensor bloqueado entre el tercero y el cuarto y hasta que el inútil del portero no ha venido a abrir la puerta...." Si, queda bien porque nadie puede pensar que un ascensor que falla tanto tenga otro remedfio que cambiarlo, y mientras la comunidad se pone de acuerdo...

¡Donde está el asqueroso guante! A ver, un poco de calma, pensemos: Cuando lo colgué en el perchero los guantes estaban en el bolsillo del abrigo, los DOS guantes. Abrí la puerta, saludé a Charly, colgué el abrigo y el bolso y le puse su pienso.... ¡CHARLY!

¡Charly! ¡Ven, bonito, ven! Pude oir sus rápidos pasitos por el pasillo mientras me dirigía rápidamente hacia la cocina y le veía aparecer con los restos de mi guante en la boca y oía el ruidoso carillón de la vecina tocar los tres cuartos. Otra vez llegaría tarde a la oficina y encima con las manos heladas ¡Maldita sea!

Isabel

martes, 3 de marzo de 2009

EL ESPEJO, EL MIRALL

ANA

Nunca había pasado por esa calle y mira por donde lo había encontrado.

Era precioso casi mágico, miro a su alrededor para saber si alguien la observaba.

-No hay nadie-pensó.

Lo recogió con sumo cuidado y lo envolvió en un pequeño pañuelo que llevaba en el bolsillo.

Paseaba muy contenta por las calles con la mano en el bolsillo para comprobar que seguía llevando consigo su tesoro. Se acercó a una de las panaderías donde sabía que le darían algo para llevarse a la boca.

-Si esta vez me dicen que no, no importa-se dijo, hoy era su día de suerte, lo había encontrado.

Recogió de la panadería un par de croissanes y un chocolate caliente y se fue a su casa, bueno lo que ella llamaba casa desde hacia ocho años, cuando se encontró abandonada a su suerte.

Se acomodó entre sus cartones, tomó un sorbo de chocolote y le dio un mordisco a uno de los croissanes. Luego y con mucho cuidado sacó su tesoro del bolsillo lo destapó.

Se quedó pensativa, aún lo recordaba, era un espejo. A través de él vio la farola que le alumbraba por las noches, la ventana desde donde surgían bellas melodías de vez en cuando, el árbol que la cobijaba los días de más frío y por supuesto a Ronda, su amiga la gata. Pero a quien no reconoció fue a la chica de grandes ojos negros que aparecía desdibujada en el espejo.

Sorprendida se levantó, caminó unos pasos sin dejar de mirar el espejo. Tropezó con un compañero de callejón y le preguntó:

-¿Conoces a esta chica?.

Él se asomó al espejo y con una sonrisa le dijo:

-Ana, eres tu.

Ana respiro hondo, le sonrió también y con mucho cuidado volvió a envolver su tesoro y lo guardó en su bolsillo pensando para sus adentros:

-Hoy es mi día de suerte, sin duda.


Anuleva


EL ESPEJO

Era una casa grande, antigua, restaurada, pero manteniendo ese aire rústico propio de las casas de pueblo. Había llegado hasta allí con la intención de pasar unos días de descanso. Buscaba tranquilidad, poder desconectar del trasiego que se vive en el día a día en la gran ciudad. Necesitaba un poco de espacio para poder pensar, reflexionar sobre algunos aspectos de mi vida que habían perturbado mi paz interior. Habían pasado ya casi cuatro meses desde que me separara de Paul y aún seguía pensando en él, y sobre todo, cada vez que me ponía a pensar en todo el daño que nos habíamos hecho, todo mi ser se inundaba de una enorme tristeza.

Me instalé en una habitación del piso de arriba, un espacio amplio, con muebles antiguos: una cama, un armario y una cómoda de principios del siglo pasado, con un espejo en el que las manchas del cristal eran testigo del paso de los años. Era un espejo que me inspiraba misterio, tal vez fuera porque guardaba los secretos de muchas vidas, de mucha gente. Cada vez que pasaba por delante de él lo miraba de reojo, no me atrevía a mirarlo de frente, era como si me recordara mi vida. El mirarlo me incomodaba.

Había pasado una semana desde mi llegada a la casa, ya me sentía más cómoda en ella. Los objetos y los espacios empezaban a resultarme familiares. Me sentía bien, el espejo me sonreía, pero seguía pensando que no me gustaba tener un espejo en mi habitación, ojos que no ven, corazón que no siente.

Maria José


EL MIRALL DE LA LAURA

Va quedar tot esmicolat, trencat en un munt de bocins. La Laura s’ho va mirar i amb molt de compte per no tallar-se en va agafar el primer tros. No era gaire gran, tenia forma de triangle despuntat i amb prou feines s’hi veia mitja cara. “ui! Que seria que estic. Doncs llavors la posarem aquí, a la part dels estudis, que una mica més de serietat segur que em va bé”. I amb una bona dosi de cola el va enganxar damunt la base de fusta i el va encerclar amb pintura blava. Perquè els estudis li varen fer pensar en el color blau i no en el verd o el taronja ni s’ho va plantejar, ja tenia a les mans un altre tros de mirall. “Ei!! Aquí si que m’hi veig maca, Aquest és per quan em vulgui sentir bé” I el va plantar ben al mig, amb floritures de color rosa i unes estrelletes que tenia guardades.

I així va seguir, bocí a bocí: “ aquí estic somrient, al sector amistat”, “jaja, aquí faig cara de pallassa, per quan faig de monitora”, “”I quina mirada més provocadora m’ha quedat, tinc molt clar on la posaré”. Triava el tros, decidia el seu lloc, l’enganxava i el decorava amb les pintures i algun dels trastos que havia anat acumulant dins de la seva capsa dels records.

El temps li va passar volant i quan va acabar i va mirar el rellotge era molt tard. Però encara es va prendre el seu temps. Va posar la seva obra dreta damunt del llit i se la va mirar. El resultat era realment una cosa ben estranya, plena de colors, reflexes i records. La Laura no ho va dubtar “aquesta si que sóc jo!! He aconseguit el mirall perfecte”

A corre-cuita es va pintar els llavis amb el fragment de la mirada provocadora i va sortir corrents, confiant amb que l’amor que li declarava el Marc fos suficient per mantenir-lo esperant mitja hora a la cantonada.


Herman


EL MIRALL

La conec des de fa anys, des que era una adolescent i abans d'anar-se'n a l'institut es pentinava sense parar de mirar-me, jo també la mirava fixament, descobrint les seves faccions.
Des d'aquella època ens hem vist molt sovint. Sempre que em veu se m'acosta i em somriu, jo li torno el somriure. De vegades em fa ganyotes i es posa a riure, jo també ric quan ella riu. Quan estem junts ella se sent a gust, i no té cap por de compartir amb mi tots els seus secrets. Algun dia quan escolta música li agafen ganes de ballar i comença a fer moviments sensuals mirant-me, jo tampoc puc deixar de mirar el seu cos, com es balanceja a un costat i a l'altre amb total desinhibició. Ella sap que estem els dos sols, i que ningú pot trencar aquesta intimitat que es crea entre nosaltres. És molt especial per a mi i crec que ella ho sap.
Ella sap que m'agrada, sap que si passo temps sense veure-la la trobo a faltar. Ella tampoc s'imagina la vida sense mi.
Ho noto, sobretot, en la forma en que em mira...

Maite


EN LA FOSCOR

Diuen que si, a les fosques, poses una espelma al teu costat dret i una altra a l’esquerra i et quedes davant del mirall uns minuts, al cap d’una estona veuràs al diable.

Va ser fa molt temps. A l’habitació, la nit, les espelmes, el mirall i jo. La por i l’ ànsia s’alternaven. Por que passés alguna cosa esgarrifant, ànsia perquè no passés. Algú podia creure una història així? Qui sap.

Llavors ho vaig veure. Al davant meu aquells ulls, mirant-me des del mateix origen del món. Foradant el meu cap, van baixar al meu cor i, lliscant més avall, em van deixar buida, sense alè, sense sang. Em van portar pels aires plens de núvols foscos. Em van baixar al més profund de la terra mentre buscava respostes. Un mar de tinta negra, negra i vermella.

M’esgarrifava el crit que brotava dins meu, un crit sord de poder, de por i de mort.

Tots aquells que van anar abans que jo volien avisar-me, fuig, fuig, fuig... Però jo caminava, corria, volava a la velocitat del pensament, enfollida pels plors i el dolor dels qui clamaven. Tot era èxtasi, tot em pertanyia, tot era jo.

Em van trobar a l’endemà caiguda al terra, als diaris van dir que va ser un atac de cor... qui sap.

Ginebra/Esther


ELS MIRALLS DE LA LÍDIA

La Lídia es va llevar i com cada dia el primer que va fer va ser mirar-se al mirall. Era tan guapa! Tothom li deia que ho era molt de guapa. Des de ben petita, els pares, els avis, la família en general, coneguts i desconeguts sempre li havien dit. Quan anava creixent la cosa no va canviar. De maneres diferents només rebia comentaris sobre la seva bellesa: ets preciosa, quins ulls tan expressius, et vas fent gran i més guapa… Si tothom li deia, per força havia de ser guapa. La Lídia n´estava tan convençuda que sempre va pensar que quan pugués es presentaria a Miss Univers. Res de passar primer per Miss Bages o Miss Espanya. Ella aniria directa al cim de les belleses! Però aquell matí quan va sortir de casa i es va trobar a la veïna del primer segona amb el seu fill de quatre anys, el nen li va dir:

-Lletja! La Lídia no en va fer ni cas! Quan era a la porteria es va tornar a mirar al mirall. Però si estava súper bé! Camí de l´institut continuava sentint aquell lletja i per fer-lo callar es va anar mirant a tots els aparadors per recomprovar la seva bellesa. Només arribar a l´institut va anar al lavabo per tornar a veure´s reflectida al mirall i assegurar-se que continuava sent la més maca de casa, de l´escola, del barri, la qui podia arribar a ser Miss Univers. Aquell lletja, però, li havia fet mal i li va fer trontollar el seu convenciment de ser de veritat tan guapa.

Es va mirar i remirar, de perfil, de front, fent cares i carotes. Res! Definitivament ella era guapa i ningú la podria convèncer del contrari. Quan va surtir del lavabo va veure en Marc amb la seva colla d´amics. Ell sí que era guapo, i simpàtic! va pensar la Lídia. Però no semblava que en Marc tingués molt interès per la Lídia. Pensarà que sóc lletja? va ser la seva pregunta just abans d´asseure´s i començar la classe de mates.

Butterfly.