viernes, 28 de diciembre de 2012

NO TE FIES DE LOS REGALOS DE LOS GRIEGOS



HIJA DEL OLIMPO

Olivia, tú eres el regalo de los griegos, decía siempre mi abuelo. Claro, yo pensaba que era la hija de Ulises y que finalmente conocería a mi padre cuando mi madre dejara de estar siempre sentada en la Singer tejiendo.

Así fui creciendo, divisando el mar desde mi ventana. Esperando que algún día las púas del tridente, prestado a mi padre por Poseidón, romperían con fuerza la cresta de las olas. Entonces, el gigante de mi padre caminaría por la playa y al llegar a mi balcón abriría mi ventana y me mecería en sus fuertes brazos. Los dos emprenderíamos un viaje náutico hasta las islas Jónicas y allí buscaría un sitio donde sentarme en el Olimpo.

A los dieciocho años una noche dejé de soñar. Apaga la luz, le dije a mi madre. Por favor, deja de tejer y vayamos a dar una vuelta por la playa.

Bajo la luz de la luna, por fin, me explicó que en su viaje de fin de curso escolar a Grecia conoció a Stavros. Piel aceitunada, pelo azabache ensortijado, labios gruesos y bíceps para abrazar. La testosterona de Stavros no fue sólo una ilusión griega. Su masculinidad ahondó en el vientre de mi madre que llegó de vuelta a Ribadeo con un regalo de Grecia. Un regalo muy bien envuelto en cinta umbilical.


Susana


NO TE FÍES DE LOS REGALOS DE LOS GRIEGOS
Llevaba más de seis meses confiando en que algún día la suerte llegaría a sus manos: deseando que aquel manjar que alegraba sus desayunos y meriendas, le diese a cambio lo que más deseaba, lo que anhelaba como nadie. Cuando finalmente consiguió reunir el ansiado código, un sudor frío le recorrió la espalda, estremeciéndole… ¡Lo había conseguido!, el ansiado regalo promocional era suyo gracias al siete, al tres y al cinco que aquella mañana de marzo se postraron ante sus ojos, incrédulos y atónitos, al destapar la tapa y mirar en su
interior.
Temblando de emoción, marcó el número de teléfono que tanto tiempo llevaba deseando componer y una voz le respondió:
 -Yogures Griegos  S.L., dígame…
-Buenos días, tengo la combinación ganadora que según las bases me convierte ganadora de una casita, en el monte o en la playa, destino a escoger en un radio de hasta 300 kilómetros a la redonda desde aquí; disculpe mis nervios pero es que como usted comprenderá ahora mismo estoy pletórica.
- Así es, señora…le felicito…podrá pasar por nuestras oficinas, sitas en la Avenida Partenón, nº 100,  en cuanto reciba la carta certificada que le convertirá oficialmente en ganadora de este magnífico regalo.
- Muchísimas gracias, no tengo palabras suficientes para agradecerles tan maravilloso regalo.
- Ah…está bien señora, solo añadir que deberá leer detenidamente la carta y así obtener más detalles sobre el regalo que acaba de ganar; como por ejemplo que…pasados quince días ya podrá  Ud. dirigirse a nuestro banco para firmar la hipoteca que le convertirá en propietaria de esa maravillosa casita, en la playa o en el monte, la opción es suya.
- ¿Hipoteca?....ha dicho usted… ¿Hipoteca?

Marta  Albricias


EL REGALO

Me presente en su casa a las 11:00, sabía que a esa hora estaría trabajando y me ahorraría tenerlo que ver. No tenía muchas cosas que recoger, a penas llevábamos dos meses, pero algunas, como el collar que me rompió, eran importantes para mí.

El collar estaba encima de la mesa al lado de un paquete envuelto en un papel rosa con corazones y una nota pegada con celo. Tenía clarísimo que nada de lo que me pudiera decir iba a hacerme cambiar de opinión, tengo que reconocer que fue la curiosidad la que me hizo tomar la nota:

Hola amor mío. Siento mucho, muchísimo, lo que ocurrió el otro día. Eres alguien muy especial para mí, y no quiero que te pase nada. Cuando vi que para salir con tus amigas te ponías la mini roja y el suéter ajustado, pensé en cómo se te iban a comer con los ojos todos los hombres y me puse a cíen. Tú ya sabes lo sexy que eres. Y a mí me encanta que lo seas, cuando estás en casa y cuando salimos juntos. Tus amigas no necesitan que te vistas así.

He arreglado el collar. No quería hacerte daño. Fue instintivo lo de cogerte cuando vi lo enfada que te ibas, me dio miedo que te pasara algo, yo nunca te haría daño. Sé que me vas a perdonar. Lo que tenemos tu y yo es muy especial, especial de verdad. Te quiero y espero que pronto podamos disfrutar de este “regalo”.
Javi
Solo por morbo malsano me decidí a abrir con cuidado el paquete para ver que era. Un conjunto de ropa interior con pelusillas digno del más cutre sex shop. ¿Qué demonios vi en este tío?? Porque lo que no vi me está estallando en la cara.
Lo volví a plegar y lo deje de nuevo en la mesa al ladito de una notita de agradecimiento escrita con mi mejor letra de niña buena:
Tu puta madre se va a poner el conjuntito para que le des por culo.
Solo me sabe mal pensar que tal vez la próxima chica a la que engatuse no sea tan contundente como yo.

Herman


EL PUTO CABALLO DE TROYA
Esta clarísimo, no hay que fiarse de los regalos de los griegos. Y esto viene desde la historia del caballo de Troya. Si no, que se lo pregunten a los troyanos, que estaban tan ricamente en su fortificación, con su vida cotidiana, que si vamos a rezar al templo de Zeus, que, si no, mejor quedamos en el templo de Poseidón, que pim, pam, pum. Y de repente, aparece delante de los morros de la ciudad amurallada, un caballo de madera la hostia de grande, como un centro del ikea más o menos. Delante iba un griego bajito, vestido con la faldita y el gorrito con borla, igual que visten  los de la guardia de palacio en la actualidad. Y les dijo : nada…que es un regalo de mi rey Agamenón, que había pensado que por éstas fechas es lo que toca. (Aquí los historiadores se pierden, pues aún no se había inventado la navidad. Es un dato curioso, pero verídico ; quiza se referían a la prenavidad).
Total, que el gentío lo recibio no sin cierta polémica Para unos era una horterada como una casa, para los postmodernos troyanos ere una clara muestra de arte postconceptual, y al rey se le oyo comentar por lo bajini : ¿y donde coño, pongo yo esto ?
Así, que de momento se quedo instalado en el Agora y pasado el revuelo inicial todo el mundo se fue a la piltra, que al día siguiente era laborable.
¿Y  entonces que pasó ? Pues que no tendrían mala leche los griegos, que dentro del caballo estaba lleno de tropas con intenciones como mínimo digamos que dudosas. Y apoyandose en la nocturnidad y la alevosía, de allí salieron para sembrar el terror y el caos. Y conquistaron la ciudad, hasta entonces inexpugnable.
Por eso, no os fieís de Mc Caffie, Norton, etc., porque cuando os hagan un  regalo en forma de descuento, en este caso debeís aceptarlo, pues de lo contrario os enviarán un troyano que os hara polvo el ordenador.
No me deís las gracias, basta con conocer un poco de historia.

Alfonso Guillem


EL REGALO DE BODAS

Así que la tía asquerosa se va a casar con el Tirillas. Pobre Tirillas, éste no sabe lo arpía que puede llegar a ser mi antigua encargada. La verdad es que siempre me tuvo manía la tía jodida, desde el primer día que nos cogimos ojeriza. La Encarna dice que fue porque en una fiesta de empresa me pilló cabalgando sobre el Rogelio en el cuarto de la limpieza, y a ella el Rogelio le ponía. Eso lo sabíamos todas.

Vale que lo del Rogelio no ayudó – ¡Ay! El Rogelio, qué polvo tenía-, pero la tía guarra, que tenía un unicejo que parecía el bigote de un guardia civil, no me tragaba de siempre, y de siempre que me había puteado. Me daba la mopa más gastada; me hacía limpiar los aseos de los tíos, que hay que ver lo poco que atinan al mear; me llenaba el carrito con botellas a las que solo les quedaba un culillo, para que todos los días tuviera que ir a por lejía, abrillantador y lo demás; y me abroncaba continuamente por cualquier chorrada. Claro que yo no me quedaba callada, le soltaba cuatro frescas, y me quedaba tan pancha.

Ahora que su auténtico golpe maestro de la hijoputez me lo endiño sin que me diera cuenta. Un día me llamaron de la oficina y me dieron el finiquito. También me dijeron no sé qué de la crisis y la reestructuración de personal. Total, que me pusieron de patitas en la calle. Me había tocado la china, así que ajo y agua, a joderse y aguantarse.

Pero no, yo no era otra víctima de la crisis, sino de la hija de puta de la Gertru. Cuando la Encarna me dijo que la muy cabrona se casaba con él Tirillas me caí del guindo. Pobre Tirillas, hacía dos años que se había quedado sin mujer, y ahora se iba a quedar sin su empresa, buena era la Gertru. Y como quien no quiere la cosa, fijo que había intrigado para que me echaran. La verdad es que si a pesar del unicejo tenía al Jefe comiendo de su mano, lo de echarme debió ser pan comido para ella.

La Encarna también me dijo que pensaban hacerle un regalo entre todas. Entonces se me ocurrió el plan. Me ofrecí para comprar el regalo, total ahora tenía tiempo. No es que yo quiera colaborar en el regalo de esa furcia, le dije, -no había que levantar sospechas- y añadí, pero por hacerles un favor a las chicas, lo que sea.

Hubo suerte. Decidieron regalarle una fuente de esas que echa chocolate. La Gertrú se pirraba por el chocolate. Cuando lo tuve en casa, abrí al aparato, vi que la carcasa dejaba espacio de sobras para meterle pólvora y metralla, y así lo hice. Siempre he sido una manitas. Tampoco me resulto difícil conectar un detonador que se activaría al darle al botón de encender.

Tres semanas después leí la noticia en la sección de sucesos, que ahora llaman “cosas de la vida”. Hallado cadáver irreconocible por la explosión de una bomba, decía el titular en letras gordas. Debajo en letras grandes, pero más finas, decía, “Por el modus operandi no se descarta que pueda tratarse de un atentado terrorista o de una vendetta mafiosa. También se especula con que la fallecida sea Gertrudis Díaz. La explosión se produjo en su domicilio”.

Felipe Deucalión


NO TE FIES DE LOS REGALOS DE LOS GRIEGOS
-Ding dong
-Buenos días señora, mire vengo de timofono, y le voy a regalar un teléfono móvil, con acceso a internet gratis durante 15 días. ¿Qué le parece?.
-Pues que muchas gracias pero no, gracias no lo quiero,
-Pero Señora que es un regalo sin ningún compromiso, al cabo de 15 días pasaremos y  nos dice qué le ha parecido. Es completamente gratis.
-No gracias, ya le he dicho que no lo quiero.
-Pero señora, no entiendo, porque no lo quiere, si ya le digo que es gratis, no entiendo porque no lo quiere,
-Mire señor, usted ya es mayorcito para comprender que gratis no hay nada en este mundo, y que si yo le acepto este regalo, dentro de dos semanas, vendrá Vd. exigiéndome, y con mucha razón, que yo se lo compre, y me dirá ¿ah pues entonces porqué lo acepto? Es lo que se llama vulgarmente reciprocidad, Vd. me da algo gratis y yo luego le tengo que hacer a vd. Un favor.
-Así que perdone pero ya un gran sabio que escribió la Eneida, se acuerda vd. Del cabayo de troya? Sí señora, le dijo el dependiente, pues como le decía, joven, ya dijo Virgilio por boca de Laocoonte “ Timeo Danaos et dona ferentes” o lo que es lo mismo,  cuidado con los griegos que traen regalos. En este caso cuidado con los vendedores que te dan regalosl. Buenas tardes señor mío. 
-El comercial se queda pensativo. Ostras, en el cursillo de ventas no me enseñaron que respuesta le doy yo a esa gran verdad.

Lola Ruiz Jurado (Jordana)


TRITÓ    
Yo soy de esas que pierden los regalos importantes, como una cámara de fotos, un anillo bonito o una buena merienda. Hoy voy a perderme la tarde en La Llotja, escribiendo este relato. Esto no es osado, solo parece inevitable, como comer bollos caseros o ausentarse de las reuniones antes de que terminen. Un final feliz?: Irme antes de que me calienten la cabeza, como ese griego que me encontré ayer en el superpercado buscando ingredientes para un havla y con quien entablé rápidamente una conversación sobre las escalas tonales. Los tonos a la griega eran muchos, eso ya lo sabía yo, con una nomenclatura extensa: Jónico, Dorio, Frigio, Lidio…hasta llegar al Locrio.- Ahora traduce todo esto en catalàn, es que estoy aprendiendo-, me dijo el griego poniendo boquita de pichón, o eso me pareció a mí vislumbrar debajo de unos bigotes sobresalientes en sus laterales. Le respondí airosamente que ya hacía algún tiempo que había descubierto que la lateralidad no se me daba demasiado bien y que cuando hablaba en catalán había observado que solía apoyarme sobre la mano izquierda mientras que cuando utilizaba el castrellano parecía hacerlo sobre la derecha, independientemente de lo que estuviera haciendo con mis pies en aquel momento. Entonces ese hombre me dio un pisotazo en el pié, no recuerdo cual, y yo le asesté un bofetón, bueno, dos bofetones, uno en cada mejilla, se supone que con ambas manos pues todavía no practico el revés. -Ten cuidado, me dijo: Podría contestarte en turco. Sus palabras me produjeron un lijero pavor; no sé por qué yo relaciono lo de la furia turca con hacer rodar cabezas. Vaig agafar el meu cap amb ambdues mans per evitar la possible embestida; el meu peu esquerre va colpejar la panxa micènica que va rebotar amb un gloc, gloc, gloc irradiant una fantàstica llum groga. Això és el que sento quan em foto un troç de havla a la boca; sento que aquells grecs ja no existeixen, els que ens varen prendre la túnica sedosa i es van instal-lar en el pluvium. Faci sol. El primer intèrval,(Fa-si) de fet va ser prohibit durant segles per l´esglèsia i jo no sé si els grecs en tenen la culpa, però m´oloro que alguna cosa hi tenen a veure; i sinò, per què ens costa tant d´entendre el misteri de la Trinitat?

Cecília Mas