LA MALA VENTURA
Revisaba los puestos del
mercadillo a la búsqueda de un chándal, que me permitiera ir los
fines de semana informal pero arreglado, y de ropa interior, que me
había dicho la Merche que me hacía falta ¡Ay!, la Merche, la de
dolores de cabeza que me causaba. Hacía años que no me dejaba ni
abrazarla siquiera, decía que no le apetecía. Y lo más jodido es
que cada día se la vía más hermosota, más exuberante. Vamos, que
las tetas se le salían de los sostenes. Y, en cambio, yo cada vez
estaba como más pansido, como chupado. Los amigos me decían que me
lo hiciera mirar, que no era normal tener la cara que yo traía ¡Ay,
si ellos supieran!, porque lo normal en estos casos es sospechar que
te la está pegando, que por eso va ella tan esplendorosa por la vida
y yo tan arrastrado.
Hacia
el final del mercadillo encontré a una gitana que vendía bragas. Le
pregunté si tenía calzoncillos. Me respondió, “no, pero si
quieres te la digo, resalao”, y cogiéndome la mano me miró la
palma. Se le puso cara de susto y dejó caer mi mano. Qué pasa, me
voy a morir pronto, le pregunte. No, la salud la tienes mu bien, me
dijo. Entonces es mi mujer, le dije yo. A ver, tu pregunta y yo te
diré, me contestó. Vale, ¿mi mujer se acuesta con otro hombre? No,
me respondió, tu mujer no se acuesta con ningún hombre ¿Seguro?,
le insistí. Seguro, tu mujer no te pone los cuernos con ningún
hombre, remachó ella. Aliviado con esa respuesta, no quise hacer más
averiguaciones sobre mi señora y me fui del mercadillo.
Cuando
unos meses después pillé a la Merche encamada con su amiga Rosario,
me acordé de la gitana. La muy cabrona me había dicho la verdad,
con palabras engañosas, pero me la había dicho.
Felipe Deucalión
ALMA GITANA
Alma gitana
alma gitana
que persigue los colores del viento
bailando a la luz de la luna,
contando las estrellas.
alma gitana
alma gitana
paseando por caminos
dejando atrás paisajes
el horizonte es tu bandera.
tantas veces temida
y tantas otras
incomprendida:
alma ancestral,
tejes tus propias
normas para saber
si todavía puedes
si todavía eres
alma gitana
no dejes
nunca
de compartir
un trocito de cada tierra.
Marta Albricias