EL BOMBERO TORERO O POR QUÉ NOS AGRADA CONTEMPLAR LAS DESGRACIAS AJENAS
Hay espectáculos que nos dicen más de cómo es una
sociedad que un sesudo tratado de sociología, tal es el caso del Bombero
Torero. Quizá solo lo recuerden los mayores, pero en el pasado siglo era
frecuente que en plazas de toros, permanentes o improvisadas, actuara el
Bombero Torero, quien encabezaba a una decena de enanitos que vestidos de
toreros se enfrentaban a una vaquilla que los volteaba y a la que ellos
trataban de torear.
El Bombero Torero, que era un tipo
normal, iba vestido de bombero, naturalmente, y llevaba una manquera que usaba
para imponer orden entre los traviesos enanitos, o controlar a la vaquilla si ésta
se enfurecía en demasía. La finalidad de dicha representación era reírse de los
enanitos, que rodaban por el suelo, y de las perrerías que le hacían a la
vaquilla.
No vayan a pensar ustedes que el
show del Bombero Torero era algo único en aquella época. La verdad es que tenía
una dura competencia en el ramo del toreo cómico o charlotadas, que eran como
también se denominaba esta modalidad taurina. Los principales rivales del
Bombero Torero eran el Toronto, el Gran Kiki, don Canuto, el Gran Tato y el
Chino Torero. Y casi todos ellos se valían de enanos para mayor comicidad de su
función.
El Bombero Torero y sus colegas son
un buen antídoto contra la nostalgia sensiblera. Y por otra parte, nos ayudan a
entender por qué esos videos, en los que se ve como apalean a alguien, se
convierten en virales en la modernísima red.
Felipe Deucalión