HIJA DEL
OLIMPO
Olivia, tú
eres el regalo de los griegos, decía siempre mi abuelo. Claro, yo pensaba que
era la hija de Ulises y que finalmente conocería a mi padre cuando mi madre
dejara de estar siempre sentada en la Singer tejiendo.
Así fui
creciendo, divisando el mar desde mi ventana. Esperando que algún día las púas
del tridente, prestado a mi padre por Poseidón, romperían
con fuerza la cresta de las olas. Entonces, el gigante de mi padre caminaría
por la playa y al llegar a mi balcón abriría mi ventana y me mecería en sus
fuertes brazos. Los dos emprenderíamos un viaje náutico hasta las islas Jónicas
y allí buscaría un sitio donde sentarme en el Olimpo.
A los
dieciocho años una noche dejé de soñar. Apaga la luz, le dije a mi madre. Por
favor, deja de tejer y vayamos a dar una vuelta por la playa.
Bajo la luz
de la luna, por fin, me explicó que en su viaje de fin de curso escolar a
Grecia conoció a Stavros. Piel aceitunada, pelo azabache ensortijado, labios
gruesos y bíceps para abrazar. La testosterona de Stavros no fue sólo una
ilusión griega. Su masculinidad ahondó en el vientre de mi madre que llegó de
vuelta a Ribadeo con un regalo de Grecia. Un regalo muy bien envuelto en cinta
umbilical.
Susana
NO TE FÍES DE LOS REGALOS DE LOS GRIEGOS
Llevaba más de seis meses confiando en que algún día la suerte llegaría a sus manos: deseando que aquel manjar que alegraba sus desayunos y meriendas, le diese a cambio lo que más deseaba, lo
que anhelaba como nadie. Cuando finalmente consiguió reunir el ansiado código,
un sudor frío le recorrió la espalda, estremeciéndole… ¡Lo había conseguido!, el ansiado regalo promocional era suyo gracias al
siete, al tres y al cinco que aquella mañana de marzo se postraron ante sus ojos, incrédulos y atónitos, al destapar la tapa y mirar en su
interior.
Temblando de emoción, marcó el número de teléfono que tanto tiempo llevaba deseando componer y una voz le respondió:
-Yogures Griegos S.L.,
dígame…
-Buenos días, tengo la combinación ganadora que según las bases me convierte ganadora de una casita, en el monte o en la playa,
destino a escoger en un radio de hasta 300 kilómetros a la redonda desde
aquí; disculpe mis nervios pero es que como usted comprenderá ahora
mismo estoy pletórica.
- Así es, señora…le felicito…podrá pasar por nuestras oficinas,
sitas en la Avenida Partenón, nº 100,
en cuanto reciba la carta certificada que le convertirá oficialmente en ganadora de este magnífico
regalo.
- Muchísimas gracias, no tengo palabras suficientes para
agradecerles tan maravilloso regalo.
- Ah…está bien señora, solo añadir que deberá leer detenidamente
la carta y así obtener más detalles sobre el regalo que acaba de
ganar; como por ejemplo que…pasados quince días ya podrá Ud. dirigirse a nuestro banco para firmar la hipoteca que le convertirá en
propietaria de esa maravillosa casita, en la playa o en el monte, la opción es suya.
- ¿Hipoteca?....ha dicho usted… ¿Hipoteca?
Marta Albricias
EL REGALO
Me presente en su casa a las 11:00, sabía que a
esa hora estaría trabajando y me ahorraría tenerlo que ver. No tenía muchas
cosas que recoger, a penas llevábamos dos meses, pero algunas, como el collar
que me rompió, eran importantes para mí.
El collar estaba encima de la mesa al lado de un
paquete envuelto en un papel rosa con corazones y una nota pegada con celo. Tenía
clarísimo que nada de lo que me pudiera decir iba a hacerme cambiar de opinión,
tengo que reconocer que fue la curiosidad la que me hizo tomar la nota:
Hola amor mío. Siento mucho, muchísimo, lo que ocurrió
el otro día. Eres alguien muy especial para mí, y no quiero que te pase nada. Cuando
vi que para salir con tus amigas te ponías la mini roja y el suéter ajustado,
pensé en cómo se te iban a comer con los ojos todos los hombres y me puse a cíen.
Tú ya sabes lo sexy que eres. Y a mí me encanta que lo seas, cuando estás en
casa y cuando salimos juntos. Tus amigas no necesitan que te vistas así.
He arreglado el collar. No quería hacerte daño.
Fue instintivo lo de cogerte cuando vi lo enfada que te ibas, me dio miedo que
te pasara algo, yo nunca te haría daño. Sé que me vas a perdonar. Lo que
tenemos tu y yo es muy especial, especial de verdad. Te quiero y espero que
pronto podamos disfrutar de este “regalo”.
Javi
Solo por morbo malsano me decidí a abrir con
cuidado el paquete para ver que era. Un conjunto de ropa interior con pelusillas
digno del más cutre sex shop. ¿Qué demonios vi en este tío?? Porque lo que no
vi me está estallando en la cara.
Lo volví a plegar y lo deje de nuevo en la mesa al
ladito de una notita de agradecimiento escrita con mi mejor letra de niña
buena:
Tu puta madre se va a poner el conjuntito para que
le des por culo.
Solo me sabe mal pensar que tal vez la próxima
chica a la que engatuse no sea tan contundente como yo.
EL PUTO CABALLO DE TROYA
Esta clarísimo, no hay que fiarse de los regalos de los
griegos. Y esto viene desde la historia del caballo de Troya. Si no, que se lo
pregunten a los troyanos, que estaban tan ricamente en su fortificación, con su
vida cotidiana, que si vamos a rezar al templo de Zeus, que, si no, mejor
quedamos en el templo de Poseidón, que pim, pam, pum. Y de repente, aparece
delante de los morros de la ciudad amurallada, un caballo de madera la hostia
de grande, como un centro del ikea más o menos. Delante iba un griego bajito,
vestido con la faldita y el gorrito con borla, igual que visten los de la guardia de palacio en la
actualidad. Y les dijo : nada…que es un regalo de mi rey Agamenón, que
había pensado que por éstas fechas es lo que toca. (Aquí los historiadores se
pierden, pues aún no se había inventado la navidad. Es un dato curioso, pero
verídico ; quiza se referían a la prenavidad).
Total, que el gentío lo recibio no sin cierta polémica Para
unos era una horterada como una casa, para los postmodernos troyanos ere una
clara muestra de arte postconceptual, y al rey se le oyo comentar por lo
bajini : ¿y donde coño, pongo yo esto ?
Así, que de momento se quedo instalado en el Agora y
pasado el revuelo inicial todo el mundo se fue a la piltra, que al día
siguiente era laborable.
¿Y entonces que
pasó ? Pues que no tendrían mala leche los griegos, que dentro del caballo
estaba lleno de tropas con intenciones como mínimo digamos que dudosas. Y
apoyandose en la nocturnidad y la alevosía, de allí salieron para sembrar el
terror y el caos. Y conquistaron la ciudad, hasta entonces inexpugnable.
Por eso, no os fieís de Mc Caffie, Norton, etc., porque
cuando os hagan un regalo en forma de
descuento, en este caso debeís aceptarlo, pues de lo contrario os enviarán un
troyano que os hara polvo el ordenador.
No me deís las gracias, basta con conocer un poco de
historia.
Alfonso Guillem
EL REGALO DE BODAS
Así que la tía asquerosa se va a casar con el Tirillas.
Pobre Tirillas, éste no sabe lo arpía que puede llegar a ser mi antigua
encargada. La verdad es que siempre me tuvo manía la tía jodida, desde el
primer día que nos cogimos ojeriza. La Encarna dice que fue porque en una
fiesta de empresa me pilló cabalgando sobre el Rogelio en el cuarto de la
limpieza, y a ella el Rogelio le ponía. Eso lo sabíamos todas.
Vale que lo del Rogelio no ayudó – ¡Ay! El Rogelio, qué
polvo tenía-, pero la tía guarra, que tenía un unicejo que parecía el bigote de
un guardia civil, no me tragaba de siempre, y de siempre que me había puteado.
Me daba la mopa más gastada; me hacía limpiar los aseos de los tíos, que hay
que ver lo poco que atinan al mear; me llenaba el carrito con botellas a las
que solo les quedaba un culillo, para que todos los días tuviera que ir a por
lejía, abrillantador y lo demás; y me abroncaba continuamente por cualquier
chorrada. Claro que yo no me quedaba callada, le soltaba cuatro frescas, y me
quedaba tan pancha.
Ahora que su auténtico golpe maestro de la hijoputez me lo
endiño sin que me diera cuenta. Un día me llamaron de la oficina y me dieron el
finiquito. También me dijeron no sé qué de la crisis y la reestructuración de
personal. Total, que me pusieron de patitas en la calle. Me había tocado la
china, así que ajo y agua, a joderse y aguantarse.
Pero no, yo no era otra víctima de la crisis, sino de la
hija de puta de la Gertru. Cuando la Encarna me dijo que la muy cabrona se
casaba con él Tirillas me caí del guindo. Pobre Tirillas, hacía dos años que se
había quedado sin mujer, y ahora se iba a quedar sin su empresa, buena era la
Gertru. Y como quien no quiere la cosa, fijo que había intrigado para que me
echaran. La verdad es que si a pesar del unicejo tenía al Jefe comiendo de su
mano, lo de echarme debió ser pan comido para ella.
La Encarna también me dijo que pensaban hacerle un regalo
entre todas. Entonces se me ocurrió el plan. Me ofrecí para comprar el regalo,
total ahora tenía tiempo. No es que yo quiera colaborar en el regalo de esa
furcia, le dije, -no había que levantar sospechas- y añadí, pero por hacerles
un favor a las chicas, lo que sea.
Hubo suerte. Decidieron regalarle una fuente de esas que
echa chocolate. La Gertrú se pirraba por el chocolate. Cuando lo tuve en casa,
abrí al aparato, vi que la carcasa dejaba espacio de sobras para meterle
pólvora y metralla, y así lo hice. Siempre he sido una manitas. Tampoco me
resulto difícil conectar un detonador que se activaría al darle al botón de
encender.
Tres semanas después leí la noticia en la sección de
sucesos, que ahora llaman “cosas de la vida”. Hallado cadáver irreconocible por
la explosión de una bomba, decía el titular en letras gordas. Debajo en letras
grandes, pero más finas, decía, “Por el modus operandi no se descarta que pueda
tratarse de un atentado terrorista o de una vendetta mafiosa. También se
especula con que la fallecida sea Gertrudis Díaz. La explosión se produjo en su
domicilio”.
Felipe Deucalión
NO TE FIES DE LOS REGALOS DE LOS GRIEGOS
-Ding dong
-Buenos días señora, mire vengo de timofono, y le voy a
regalar un teléfono móvil, con acceso a internet gratis durante 15 días. ¿Qué
le parece?.
-Pues que muchas gracias pero no, gracias no lo quiero,
-Pero Señora que es un regalo sin ningún compromiso, al cabo
de 15 días pasaremos y nos dice qué le
ha parecido. Es completamente gratis.
-No gracias, ya le he dicho que no lo quiero.
-Pero señora, no entiendo, porque no lo quiere, si ya le digo
que es gratis, no entiendo porque no lo quiere,
-Mire señor, usted ya es mayorcito para comprender que gratis
no hay nada en este mundo, y que si yo le acepto este regalo, dentro de dos
semanas, vendrá Vd. exigiéndome, y con mucha razón, que yo se lo compre, y me
dirá ¿ah pues entonces porqué lo acepto? Es lo que se llama vulgarmente
reciprocidad, Vd. me da algo gratis y yo luego le tengo que hacer a vd. Un
favor.
-Así que perdone pero ya un gran sabio que escribió la
Eneida, se acuerda vd. Del cabayo de troya? Sí señora, le dijo el dependiente,
pues como le decía, joven, ya dijo Virgilio por boca de Laocoonte “ Timeo
Danaos et dona ferentes” o lo que es lo mismo, cuidado con los griegos que traen regalos. En
este caso cuidado con los vendedores que te dan regalosl. Buenas tardes señor
mío.
-El comercial se queda pensativo. Ostras, en el cursillo de
ventas no me enseñaron que respuesta le doy yo a esa gran verdad.
Lola Ruiz Jurado (Jordana)
Yo soy de esas que pierden los regalos importantes, como una
cámara de fotos, un anillo bonito o una buena merienda. Hoy voy a perderme la
tarde en La Llotja, escribiendo este relato. Esto no es osado, solo parece
inevitable, como comer bollos caseros o ausentarse de las reuniones antes de
que terminen. Un final feliz?: Irme antes de que me calienten la cabeza, como
ese griego que me encontré ayer en el superpercado buscando ingredientes para
un havla y con quien entablé rápidamente una conversación sobre las escalas
tonales. Los tonos a la griega eran
muchos, eso ya lo sabía yo, con una nomenclatura extensa: Jónico, Dorio,
Frigio, Lidio…hasta llegar al Locrio.- Ahora traduce todo esto en catalàn, es
que estoy aprendiendo-, me dijo el griego poniendo boquita de pichón, o eso me
pareció a mí vislumbrar debajo de unos bigotes sobresalientes en sus laterales.
Le respondí airosamente que ya hacía algún tiempo que había descubierto que la
lateralidad no se me daba demasiado bien y que cuando hablaba en catalán había
observado que solía apoyarme sobre la mano izquierda mientras que cuando utilizaba
el castrellano parecía hacerlo sobre la derecha, independientemente de lo que
estuviera haciendo con mis pies en aquel momento. Entonces ese hombre me dio un
pisotazo en el pié, no recuerdo cual, y yo le asesté un bofetón, bueno, dos
bofetones, uno en cada mejilla, se supone que con ambas manos pues todavía no
practico el revés. -Ten cuidado, me dijo: Podría contestarte en turco. Sus
palabras me produjeron un lijero pavor; no sé por qué yo relaciono lo de la
furia turca con hacer rodar cabezas. Vaig agafar el meu cap amb ambdues mans
per evitar la possible embestida; el meu peu esquerre va colpejar la panxa
micènica que va rebotar amb un gloc, gloc, gloc irradiant una fantàstica llum
groga. Això és el que sento quan em foto un troç de havla a la boca; sento que
aquells grecs ja no existeixen, els que ens varen prendre la túnica sedosa i es
van instal-lar en el pluvium. Faci sol. El primer intèrval,(Fa-si) de fet va
ser prohibit durant segles per l´esglèsia i jo no sé si els grecs en tenen la
culpa, però m´oloro que alguna cosa hi tenen a veure; i sinò, per què ens costa
tant d´entendre el misteri de la Trinitat?
Cecília Mas