WANDERLEBEN
Acompaño mi tarjeta de presentación: simple,
escueta y breve. Soy gestor aunque todo el mundo insiste en llamarme pastor.
Desde la incorporación de los países mediterráneos a la Unión Europea, me
dedico a localizar a esas pequeñas ovejas financieras, esos pequeños bancos y
cajas locales para permitirles trashumar hacia pastos financieros más verdes
donde les espera el gran lobo financiero europeo escondido a la sombra de los
Pirineos para engullirlos en sus grandes fauces y clavarles sus afilados
colmillos en las partidas de sus balances y estados de cuentas.
Susana
EL BUEN
PASTOR.
En aquel
tiempo Ur-Nammu, se encontraba sólo en el desierto y mientras miraba su rebaño pensó: qué fácil es
este trabajo. Llevo a los borreguitos
donde quiero, ellos me proveen de lana para abrigarme y de carne para
alimentarme. Tan sólo tengo que alimentarlos y cuidar de ellos y así confían en
mí. Tanto confían que me siguen sin ellos saberlo hasta el matadero......
Estando en
estos pensamientos en lo alto de aquel monte, desvió la mirada de su rebaño y
vió a sus pies su aldea, desde allí arriba les pareció que eran como un rebaño,
iban de un lado para otro, afanádose en sus quehaceres cotidianos, sólo les
faltaba el pastor.
Al día
siguiente Ur-Nammu, bajó de la montaña con dos tablas grabadas en piedra, que dijo
le habían sido etregadas por el dios Shamash, el dios de la Justicia, y cuyo
encabezado empezaba así:
Yo soy el
buen pastor que cuida del rebaño, amigo de la justicia, defensor de las viudas
y de los huérfanos……
1. Hay dos clases de hombres, los libres y los
esclavos, y una justicia para todos.........
Lola Ruiz
CAÑADA REAL
A simple
vista lo que se ve es un montón de ovejas, un buen montón de ovejas. Pero los
detalles son imperdibles. Juan, el pastor está apoyado en una pared liándose un
cigarrillo, por eso las ovejas están medio paradas. No es un descanso, es mala
leche, aunque más mala leche la que autorizo hacer el polígono en medio de la
cañada. Así que el pastor piensa, el mundo no se va aparar porque un viejo
pastor quiera conservar su derecho de paso, así que mejor que se pare todo el
mundo que hoy voy a pasar yo. Julián, el urbano del pueblo está disfrutando
como un crio, pone una cara muy seria y le indica con gestos al pastor que se
tiene que mover, mientras para a los coches y les dice que dejen de tocar el
claxon que asustan a las ovejas. Como es la autoridad nadie le cuestiona su
capacidad para gestionar el tráfico. En realidad se ha apostado con Pedro el
tendero a que conseguía un atasco pero que el del año pasado, y lleva todo el
rato intentando liarlo tanto como se puede, de momento sus indicaciones ya han
conseguido que un coche se encalle en la cuneta. Por un día que pasa algo en el
pueblo hay que sacarle todo el jugo. Pedro no tiene que mostrarse serio, así
que se está partiendo la caja a la puerta del Bar, se han jugado una semana de
cerveza gratis, pero con el cachondeo que se está armando le va a invitar
durante un mes. El sobrino del pastor aprovecha para tirarle la caña a una
joven que se asusta de las ovejas. Le invita a tocarlas y ella sonríe
remilgada. En mitad de todo el rebaño hay un coche atascado, uno de los
detalles de Julián porque esta finamente seleccionado. Es uno de los
supervisores de la fábrica, con su cochazo de lujo recién comprado y ahora
rayado por todos lados. Parece que no haya visto una oveja en su vida por la
cara de susto que pone. Hay varios móviles que les están apuntando y ya algunas
de las fotos corren por internet. Luego hay más coches encallados y al final de
todo un hombre ha salido del coche mientras sigue apretando el volante para
lanzar bocinazos, por las palabrotas que le lanza al pastor nadie diría que
solo hace un minuto que ha llegado. Lo más curioso es que tiene mucha prisa
porque va a recoger a su hijo, le ha prometido que esta tarde le llevara a
Brieva a ver la fiesta de la trashumancia. Evidentemente nadie se pondrá a contar
las ovejas, pero sería una buena idea, uno de los coches que se ha dado la
vuelta al encontrar el follón, no se va de vació.
Desde el
balcón de la casa mayor el alcalde está diciendo algo sobre el valor cultural
de las tradiciones y su amigo, el propietario del polígono, le propone que el
año que viene pidan alguna subvención para montar cualquier acto y sacar unos
cuartos.
Herman
AMOR EN TRASHUMANCIA (AMOR EN DOS ACTOS)
ACTO I
Suena el teléfono y al otro lado de la línea
se oye una voz que dice…
- Cariño,
tenemos que hablar.
- ¿Qué
quieres decir?
- Ha surgido
algo...
- ¿Qué?, ¿Qué pasa? Dime amor mío… ya me tienes en ascuas…
Y tras
un silencio…
-Cariño, ¿Estás
ahí?
-Sí, sí… estoy
aquí.
- Por favor
dime, te escucho…
- Me voy...
- ¿Qué?...
¿Qué…qué… ha pasado?, ¿Ha pasado algo?, ¿Qué estás hablando? No quiero que te
vayas: te amo y sé que tú también me amas. Desde que estamos juntos mi lana es
más suave y tengo ganas de balar todo el día…
- No me lo
pongas más difícil de lo que es, mi amor,…yo también te quiero…pero...digo que
me voy, y es que me voy a ir muy lejos: otras cañadas me esperan. Este año mis
padres han decidido enviarme a trashumar por tierras lejanas; a mí regreso, cambiaremos de establo y de pastor. Debo acatar su
voluntad.
- ¿Otras
cañadas?, ¿Otro establo?, ¿Su voluntad? Oh Dios
mío… ¿Qué está pasando?...no es justo ¿Por qué? Por qué? esta iba a ser
nuestra primera trashumancia juntos; desafiando intolerancias…defendiendo
nuestro amor sobre todas las cosas.
- Lo sé María Merina, no es justo y es terrible…
pero ya no aguanto más la presión de todos los que me rodean objetando día y
noche sobre nuestro amor…ya no puedo más…
- Toma las
riendas de tu vida, mi querido Carlos
Montesino y si realmente me amas como yo te amo a ti….reflexionemos y
obremos en consecuencia: ¿Vamos a…conformarnos, a resignarnos y a seguir
viviendo con el peso de la discordia entre Montesinos
y Merinos?… ¡Discordia de la que nosotros ni nuestro amor es partícipe, y
aún menos responsable!
No te vayas
solo: si aquí no podemos ser felices…huyamos juntos...tú, yo, y nuestro
amor trashumante, en busca de nuevos pastos.
ACTO II
Ha pasado ya un tiempo desde aquella
conversación telefónica. María Merina y Carlos Montesino siguen juntos...en
algún lugar…
-Buenos días
cariño: ¡Hoy por fin ha dejado de llover y ha salido el sol; Hace una tarde
preciosa; ¡Aprovechémosla !
-Así es mi
querida María Merina, aquí los pastos
son tan frondosos…tan verdes…y tan
frescos…qué montañas, qué lagos y qué prados…además, podemos por fin vivir
nuestro amor en libertad, aquí y ahora, porque
no hay nada, ni nadie, que nos separe… y pastando por estos lares…podemos contribuir al
mercado de una de las mejores lanas del mundo que se transforma en buenas
prendas de abrigo; incluso en las faldas que hoy en día, y desde tiempos
ancestrales, visten por aquí los hombres como una de sus mejores galas.
-¡Oh! mi
amado Carlos Montesino: ojalá algún
día nuestras familias lleguen a comprender que se equivocaron al permitir que
su intolerancia intentara separarnos, espero
que reflexionen también, y que algún día todos los Merinos y los Montesinos se abracen, se respeten y así, podamos hasta trashumar juntos, ya que es
mucho más lo que nos une que lo que nos separa.
- Merina mía, eres un amor... ( se besan apasionadamente mientras el sol
comienza a descender dando lugar a una espectacular puesta de sol )
- Por cierto
Montesino, ¿Cómo llevas el examen de inglés del próximo martes?
- Oh well…
Marta
Albricias
LA HERENCIA DEL RUFINO
El Rufino era muy cabezota, sus hijos hacía años que le decían: véndase
el ganado, padre, y véngase a la ciudad. Qué se le había perdido a él, entre
tanto bloque como había en donde vivían sus hijos. Y además que al Rufino le
gustaba vivir al ritmo del ganado. Todos los días lo mismo, o casi, que él solo
las fechas muy, pero que muy señaladas, echaba forraje a las bestias y no salía
al campo. Él era así, muy cabezota.
También acompasaba su existir al vaivén de la
trashumancia. Aliviaba los calores en lo alto de la sierra y atemperaba los
fríos en su casa del pueblo, que era de muros gruesos, chimenea y cocina de
carbón. No le pesaban a Rufino las duras jornadas de camino. Él era así, cuando
se le metía algo en la mollera no paraba. Había que andar, pues se andaba. Y
dormía al raso si era menester, y se cabreaba cuando algún señorito, que había
alambrado su propiedad, vedaba el paso a su ganado. La de broncas que había
tenido el Rufino. Pero él era así, cuando se le metía algo en la mollera no
paraba. Había que cortar las alambradas, pues se cortaban.
Y, sin embargo, desde que la Justa se fue, todo iba a
peor, o eso pensaba el Rufino. La
Justa hizo caso de sus hijos y se fue a la ciudad. Quería
disfrutar de sus nietos, aunque fuera en un parque a la sombra de los bloques.
Allá ella, dijo el Rufino. Pero lo dijo sin maldad, solo por cabezonería. Él
era así.
En lo de coger un zagal, sí que tuvo que ceder. A ver,
qué remedio, si todos se habían ido. El zagal era de Senegal, se llamaba Mamadou.
Al principio el Rufino le hacía la puñeta: le rellenaba el jergón con ortigas, le
pasaba la sal cuando le pedía el azúcar, le metía una colmena en la mochila, y
cosas por el estilo. Ahora, casi diez años después, le estaba cogiendo cariño.
A ver, qué remedio.
La primavera, que había sido muy lluviosa, tocaba a
su fin, había que dejar el pueblo. Verás como a las vacas más hechas les va a
agarrar el resfriado ese que llaman neumonía, le decía el Rufino a Mamadou., y
éste se reía. De un tiempo para acá el Rufino lo veía todo negro. Tal vez era
por la opresión en el pecho que cada invierno era mayor, o quizá era porque
desde que la Justa
se fue todo iba a peor. Por eso se reía Mamadou, que le tenía calado. No te
rías, no, le recriminó Rufino, que cada vez que llueve tanto hay plaga del
resfriado ese que llaman neumonía. Vale, concedió Mamadou, pero como lluvia
haber limpiado hierbas de pesticidas, entonces ganado no enfermar de los
intestinos. Que te lo has creído, tú, eso. Estos desgraciados esparcen más polvos
en dos días que el viento solano cuando arrecia. Luego se calló, y, una vez
más, reparó en que desde que la
Justa se fue, todo iba a peor.
Este viaje, camino de la sierra, el resuello le
obligó a pararse en lo más áspero de las cuestas, y una vez allí le opresión
del pecho no desapareció. Mira que si tenía el resfriado ese que llaman
neumonía. Recordó que desde que la
Justa se fue, todo iba a peor, y en cuanto pudo, aprovechó un
viaje del Land Rover de la leche y fue a hacer testamento. El ganado se lo dejaba
a Mamadou. Buena se iba a poner la familia, pero el Rufino no lo hacía por
maldad. A su familia le dejaba la casa del pueblo, que era de muros gruesos,
chimenea y cocina de carbón. Pero, quería que algo de él perdurara. Él era así,
cabezón.
FELIPE DEUCALIÓN