viernes, 11 de diciembre de 2015

VERMUT





MORRO FI
M’agrada la copa. El seu color, com es mou, la línea que deixa al vidre. El sabor a poc a poc a la meva boca. Si és de nit prefereixo prendre’l sol i degustar-lo a poc a poc. Últimament s’ha posat de moda i investigo les noves marques. Mai penso en beure’l directament de la barrica de la bodega. Sols vull degustar-lo quan és de botella de vidre i el prefereixo en copa de baló. De totes maneres, els primers records que tinc és de l’italià, de gust diferent menys espès, més delirant i begut de peu. Precisament, el record d’un Campari rosat en unes galeries a Milà que em va provocar acabar-me bevent vermut català per oblidar el perquè per beure’m el de Milà vaig acabar tinguent una filla que ara quan s’hormona per adolescent, a vegades, tinc ganes d’oblidar.



Susana




VERMUT “EL ABAD”
El Abad había sido taxativo, “queda prohibido todo intento de elaborar un licor estomacal” había proclamado en la sala capitular. El hermano herbolario intentó incluir de nuevo el asunto en el orden del día. Aducía para ello el agravio comparativo:“en Montserrat bien que tienen su propio licor, ¿por qué habían de ser ellos menos?” Pero el reverentísimo Abad no cedió a su petición.


Al día siguiente, después de maitines, el hermano herbolario se encontró en el claustro con el cocinero.


-¿Verdad que al acabar los trabajos de la mañana estaría bien picar alguna cosilla mientras esperamos la comida? –Le planteó el cocinero directamente


-Pues sí, ciertamente. Pero esta cuestión ya la hemos comentado otras veces.


-Ya, pero es que a mí se me ha ocurrido que iría muy bien un vino aromatizado y con cuerpo para acompañar a lo que se vaya picando.


-¡Qué buena idea! Seguro que eso no se les ha ocurrido a los de Montserrat –dijo el hermano herbolario.


- Y tampoco al señor Abad –añadió el cocinero.



Felipe Deucalión





VERMUT AL SOL DE OTOÑO
Ocurrió hace casi un mes, pero parece que fue ayer.
Estábamos sentados uno frente al otro; tan solo una mesa nos separaba pero en realidad, algo invisible – no tangible- nos desconectaba cada vez más.

Tomó un sorbo de zumo de naranja y ya no bebió más, tan solo me dijo que no me amaba; me ofreció su zumo de naranja con sabor a beso, a adiós y a final.

Tres semanas y media han pasado ya. Durante todo este tiempo no he podido dejar de beber zumo de naranja en un intento de prolongar aquel final, con tal de sentirle todavía a mi lado. Algunos días me pongo su camiseta, la misma que dejó tirada en el suelo del dormitorio y en la que todavía puedo apreciar su olor. Contra más triste me siento, más zumo de naranja bebo. Mis amigos dicen estar muy preocupados y yo les digo que no se preocupen; que con todo y con eso...menos mal que nunca fue el Chinchón Seco de 74% su bebida favorita.

Mis amigos siguen muy preocupados y me han invitado a hacer el vermut en su terraza, al sol de otoño.

Llevaré unas olivas.



Marta Albricias






VERMUT ESPECIAL
Por la manera de caminar de ella, uno pensaría que tiene prisa, que va con retraso a un encuentro con alguien. Su mirada, sin embargo, no da muestras de que necesite ni busque a nadie. Mira los escaparates, aunque más bien mira el reflejo que los cristales le devuelven de su rostro, de sus cabellos y su vestido ondeando al viento, de su libertad. Tararea una canción …..


Por la postura de él, sentado al sol en la terraza de un café de un barrio de clase media, con un periódico doblado sobre la mesa, uno diría que no espera a nadie excepto al camarero que le va a servir el vermut, como cualquier otro domingo. Respira con profunda satisfacción al pensar en su afortunada, aunque aburrida vida, y se dispone a abrir el diario. Pero en mitad de esa actividad, alza la cara y dirige su vista a la muchacha que se acerca. La mira. Ella le mira a él. Sus miradas se encuentran. El tiempo se detiene. Ella ya no parece ir con prisa a ningún lado.


En ese momento un camarero le hace un gesto Y ella, sin pensar más, como hipnotizada, su expresión como la de quien de pronto se halla en otro universo, se sienta en la mesa de al lado. Hay un cruce de miradas y de palabras entre las tres personas. Intercambian sonrisas. El camarero se ha sentado entre ellos, entre ambas mesas. Un aire de simpatía salta entre los tres, a ritmo triangular.


Algo está sucediendo en la terraza del café, un domingo al mediodía. Algo privilegiado, quizás nada convencional. Puede que sea el amor, o más bien, el enamoramiento, entre dos o entre tres personas, aisladas momentáneamente del mundo que les rodea, mientras toman el vermut.



Mariajes





ASESINATO A LA HORA DEL VERMOUT
La familia Neri, estaba tomando el vermouth, como cada domingo por la mañana, en la terraza del Belvedere. Naturalmente, a nadie se le ocurría no asistir, ya que Francesco Neri, el patriarca de la familia, era un lobby de las finanzas. Alrededor de él, estaban sus tres hijos; Sofía, la mayor, Nina, la segunda y Franco el menor de los tres. El patriarca levantó su copa de vermouth blanco, para realizar el brindis habitual por la familia. Después de beber un sorbo, cogió la aceituna por el palillo que la ensartaba y la hizo girar un buen rato dentro de la copa, hasta que se la comió. En ese mismo instante, empezó a toser y cayó al suelo entre estertores. Cuando la hija mayor se acercó, el padre yacía muerto.


Laertes estaba de viaje, por lo que me encargué yo del caso junto al inspector Martí. Todo indicaba a un atragantamiento con la oliva, pero al comentárselo por teléfono a Laertes, que se hallaba retenido en el aeropuerto de los rodeos por un fuerte temporal, me dijo que analizáramos la aceituna. La aceituna ya había sido analizada y no se encontró nada extraño en ella, le dije a Laertes. -Entonces Artal, deberás buscar el palillo- me indicó mi amigo. Hallamos el palillo en la basura, el cual había sido impregnado con una sustancia grasienta, que resultó ser batracotoxina, un veneno poco común de un batracio de las selvas amazónicas que causa la muerte por contacto, en cuanto la toxina llega al sistema nervioso central.


La persona que además de tener motivos así como ser la única que había visitado recientemente Sudamérica, resultó ser Sofía, la hija mayor de los Neri, que a pesar de haberse pasado toda la vida trabajando para su padre, veía con humillación cómo nunca la ascendía a directiva, por el mero hecho de ser mujer. Pero lo peor de todo fue cuando papá le había dicho que le daría la dirección de su empresa a su hermano pequeño Franco, aquel tonto presumido que se la dilapidaría en sexo, drogas y vete a saber qué cosas más. Su oportunidad llegó con aquel viaje al que había sido invitada por la ONG a la que pertenecía para una investigación en la amazonia. Allí fue donde conoció la existencia de aquella rana mortífera. Así que con la excusa de analizar su veneno para buscar un antídoto, se trajo varios ejemplares, de los que extrajo aquel veneno asesino con el que preparó una crema mortal, la cual untó en el palillo de la aceituna, que puso en la copa de su padre.


Después de informar a Laertes, el cual por fin podía subir a su avión, el inspector y yo nos dirigimos al Mauri a hacer nuestro vermout, donde las aceitunas eran de fiar.




Lola Ruiz