viernes, 30 de septiembre de 2016

A BUEN HAMBRE NO HAY PAN DURO





A BUEN HAMBRE NO HAY PAN DURO
Al volver de la excursión, sentí un hambre atroz; había sido una marcha a pie por el campo, en la incipiente primavera y pudimos disfrutar de las maravillas naturales que a veces se nos escapan de la atención, puestos nuestros pensamientos en la vulgaridad de la vida rutinaria. Por todas partes brotaba con fuerza la vida que surgía espontáneamente de la tierra y cubría el suelo con un manto de flores y hierbas de todas clases, haciendo que nuestra vista gozara de los  colores y formas naturales que ningún pincel sería capaz de reproducir. Todo ello junto con el viento repleto de aromas y perfumes que a veces nuestro olfato no consigue distinguir muy bien, lo que nos hace envidiar a los animales, ya que éstos nos aventajan en el instinto de supervivencia. En fin, la madre naturaleza ofrecía a sus visitantes un espectáculo lleno de realidades que impregnaban el ambiente y nuestros espíritus de alegría, luz y calor que ya añorábamos tras un letargo invernal que se había prolongado más de lo habitual.
       
 Se le ocurrió a mi amiga apuntarnos a esta excursión porque estábamos algo cansadas de la monotonía de la vida ciudadana ,y llevábamos varios meses sin salir a respirar el aire puro del campo y hacer ejercicio físico y mental y coger un poco de energía solar. Es difícil explicar con palabras el sentimiento de placer, de paz, fuerza y gozo vivido en el paseo campestre. Se nos abrió el apetito tras la larga caminata de dieciséis kilómetros, en la que también subimos algún pequeño cerro y cogimos hierbas aromáticas, té, poleo, orégano, milenrama, y algún pequeño fruto silvestre o semisilvestre que aún salía en alguna finca abandonada. Además brotaron de nuestras cabezas multitud de ideas y pensamientos que fuimos compartiendo y desarrollando con los compañeros a lo largo del camino, y no parábamos de hablar y contar historias que parecían sacadas del baúl de nuestros recuerdos , y que fueron muy gratificantes y además sirvieron para conocernos más entre nosotros y establecer vínculos amistosos que no esperábamos.
      
 Mi corazón se llenó de alegría cuando ya de regreso en la ciudad, uno de los participantes nos invitó a varias personas a comer a su casa. Al buscar en la nevera vio que solo tenia unas cervezas, unas pocas cebollas y una docena de huevos, y dijo: yo soy mal cocinero pero estoy seguro que vamos a comer muy a gusto. 
       
Y así, mientras comentábamos las incidencias de la excursión, tomando las cervezas con un poco de sal y limón, preparó una saludable sopa de cebolla y nos tomamos la sopa con abundante pan integral que siempre dijo tener de reserva; después nos comimos un par de huevos fritos cada uno, que nos supieron a gloria. Y es que:

         A buen hambre no hay panduro
         y un buen par de huevos fritos
         un alimento seguro.


Mariajes

viernes, 16 de septiembre de 2016

EL JABALÍ



OBELIX EN COLLSEROLA
Astérix y Obélix habían llegado a nuestra ciudad en calidad de turistas. Aquella mañana, después de un copioso desayuno continental en el bufet libre del hotel, se encaminaron a la Pedrera, esa curiosa construcción en piedra que no es un menhir.

Sin embargo, Obélix, que notaba cierto vacío en la panza, le dijo a Astérix que el pasaba de ver monumentos de piedra que no fueran menhires y que se iba a Collserola, donde le habían dicho que abundaban los jabalís.

Al llegar a las estribaciones del Tibidabo, Obélix divisó a una familia de jabalís que hurgaban en unas basuras. Al instante, Obélix se lanzó al cuello del jabalí de mayor tamaño y lo asfixió.

Cuando bajaba por la avenida Tibidabo, deleitándose por anticipado con el manjar que llevaba sobre el hombro, una patrulla de la urbana lo detuvo, le quitó el jabalí y encima le multó. Ante lo cual, Obélix no pudo menos que musitar, “estos romanos están locos”.


Felipe Deucalión







PEQUEÑOS JABATOS
“Pere, despierta, que ya canta el gallo “ le había dicho su hermana, Rita, sacudiéndole el hombro. “Tenemos que ir al monte, antes de que se despierten papá y mamá. Es nuestra oportunidad, ya que anoche se quedaron hasta muy tarde viendo una película. Así que hoy tardarán en levantarse.”

Pere se hizo un poco el remolón pero pronto se vistió y salieron los dos. Estaban de vacaciones en la granja del abuelo, que sí solía madrugar, pero nadie esperaba que los niños se levantaran antes de las nueve de la mañana. Para entonces ya se habrían adentrado por campos y cerros donde no se les permitía ir solos.

No era la primera vez que efectuaban una expedición secreta, siempre vigilando la hora –estarían de vuelta antes de que sus padres se despertaran, darían un rodeo y entrarían por la ventana de detrás para no ser vistos por el abuelo, que estaría ordeñando a las vacas. Pere, que era el mayor y ya sabía escribir, llevaba una libreta y lápiz para anotar puntos de referencia de la ruta que realizaban y así poder regresar sin problemas.


No era la primera vez, pero ésta iba a ser memorable. Tras caminar unos cincuenta minutos llegaron a un tupido matorral de donde salían unos mujidos extraños. Se acercaron sigilosamente para no ser vistos ni asustar a nadie,… y allí estaban: una jabalina que acababa de parir cuatro crías rayaditas. Dos de ellas mamaban sin problemas. Pero las otras dos cabeceaban pero eran demasiado pequeñas y no alcanzaban las tetitas de la madre. Pasaron así un buen rato, y nada, que no podían mamar. “Pero… ¿por qué no se agacha la mamá?” preguntaba Rita. A lo que el Pere respondió “No puede, no puede doblar las patas. la Naturaleza es injusta. Esos pequeños jabatos morirán porque no pueden mamar y no podrán seguir a sus padres y hermanos.”

Estuvieron observándolos un buen rato y, efectivamente, la madre marchó seguida por los bebés. Pero los dos pequeños se quedaron por el camino, ya que al no poder mamar no tenían fuerzas. Entonces Rita dijo, con lágrimas en los ojos: “No puede ser, debemos hacer algo”. “Tienes razón” –dijo Pere, “Pero… ¿qué podemos hacer?”

Rita sugirió que volvieran rápidamente a la granja del abuelo y explicaran todo a sus padres. A Pere no le hacía gracia descubrir su expedición secreta. Pero Rita lo convenció de que era más importante ayudar a esos pobres jabatos que mantener su secreto. Ya pensarían en otro secreto diferente más adelante.

Y así lo hicieron. Emprendieron el camino de vuelta. Pero al llegar a casa no encontraron a sus padres. “Han salido a buscaros, estaban muy preocupados por vuestra desaparición” dijo el abuelo. “Yo sabía que regresaríais sin problemas, pues sé que sois unos niños precavidos, que miráis bien por dónde andáis… Pero ellos no se quedaban tranquilos y salieron en vuestra búsqueda. “.

Regresaron los padres desesperados , dispuestos a llamar a las autoridades para que les ayudaran a buscarlos, y allí estaban Pere y Rita, temerosos de la reprimenda que iban a recibir. Pero fue tal la alegría de verlos sanos y salvos almorzando con el abuelo, que los llenaron de abrazos y besos antes de escuchar las peripecias que los niños explicaron ansiosamente.

Entre todos decidieron que lo mejor que podían hacer era traerlos con la furgoneta hasta la granja donde los alimentarían con biberones hasta que crecieran lo suficiente como para ser capaces de alimentarse de alimentarse de trufas, bellotas, setas y demás alimentos que pudieran encontrar en el bosque. Y así lo hicieron. Cada día Pere y Rita preparaban biberones y los alimentaban. Y así un día y otro día . Hasta que un día, cuando las vacaciones estaban terminando la Rita los descubrió olfateando la tierra y comiéndose unas lombrices, y luego unas setas.

Al cabo de unos días decidieron que ya era hora de que vivieran en libertad, pues ya podían alimentarse por sí mismos. Los llevaron con la furgoneta grande al lugar de donde los trajeron, gracias al plano que el Pere había hecho y que seguía guardando en la caja de papeles importantes.


Y allí los dejaron, detrás de los matorrales. Estuvieron observándoles hasta ver que efectivamente se encontraban cómodos y que encontraban y comían bellotas, trufas, … y otras cosas que no alcanzaron a ver qué eran.


“Hora de regresar” –dijo papá.


“¿Me dejas conducir un ratito la furgoneta, papá?” –preguntó el Pere.


“ Vale. Pero sentado encima de mí . Tú manejarás el volante y yo el acelerador y el freno, pues todavía no te llegan los pies , mi pequeño jabato”


Mariajes




PORC SENGLAR

Correu, correu! No us pareu i no us separeu ni un centímetre de mi !

Els petits fan el que els diu la seva mare. Es una famella molt experimentada, que sap com evitar els depredadors. Els tres s’endinsen a la zona més inexpugnable del bosc, on saben que a l’home li costa arribar. Una vegada ben camuflats entre les branques dels arbres i els matolls , ella els diu que si están ben quiets, poden passar desapercebuts fàcilment. Al cap d’una estona ja no senten les veus humanes i el bosc ha quedat en silenci. Només alguns ocells canten sense cap preocupació aparent. El sol es va amagant darrere l’horitzó i les ombres es fan més llargues i misterioses. A l’altre costat del cel, roman la lluna, pàlida i misteriosa com sempre.

La mare i els dos cadells estàn actius per la nit. Mengen glans i acostumen a desplaçar-se lluny quan es fosc.

_ Oh petits, deixeu-me dormir una mica més! - diu ella -

-Ja és de dia i comença a ploure, volem anar a revolcar-nos pel fang! Segur que avui ens ho passarem be i també hi deixarem la nostra olor – diuen els seus fills a cor-


Feliços i contents disfruten com a bojos amb el llot i els seus cosos ratllats queden coberts com si fossin escultures de xocolata. De sobte se sent la veu de la mare:


- Quedeu-vos quiets. Ens segueix un mascle. Jo ja el conec de l'any passat, peró no sou fills seus. Quan arribi l'època de zel ho tornarà a intentar, peró ja ho veurem. Ara encara sou petits, no ens farà res.

La família va passar una primavera amb menjar abundant, però a l'acabar l'estiu, l'aliment va començar a minvar. Un dia com qualsevol altre, la famella va sentir veus de persones. Després d'observar-les amb deteniment, va arribar a la conclusió que no eren perilloses. Estaven assegudes a les taules de fusta de l'àrea de pícnic i reien i menjaven coses amb una olor exquisida. Ella es va anar acostant amb precaució i algunes persones la van veure:


- Oh, un porc senglar!

- Que gran, peró deu ser una famella, te una cara preciosa amb aquests ulls petits i foscos!

- Dóna-li una mica de pa!

- Sembla que no te por, ara m'hi apropo.


Seguidament van sortir les cries i es situaren darrera la mare. Els crits d'espectació dels començals gairebé espantaven els petits.


Quan més eufórics estaven tots ells, va acostar-se un home amb un pal i va començar a perseguir els animals. Els senglars, van corre cap al bosc i una noia es va aixecar de les taules de fusta i va increpar al nou vingut:

-No els facis mal, sents? No els facis res!

-I tu qui ets? Jo faig el que vull!

Algunes persones també es van aixecar i van agafar l'home que es retorçava i els insultava ferotjament.

Els senglars van desaparèixer ràpidament i l'home molt contrariat va marxar.

Un cop en lloc segur la mare va dir als seus cadells:


- No us heu de refiar mai dels humans. Es veritat que tenen menjar fàcil d'aconsseguir i alguns d'ells van amb bones intencions, peró mai us acosteu massa confiats i així podreu viure més anys. Les persones no respecten la natura i encara han d'aprendre bastantes coses sobre el mon on vivim. Nosaltres som animals salvatges i cada cop més, el nostre habitat es barreja amb el seu mon, per aixó hi ha problemes. Potser un dia podrem conviure junts, però de moment haureu de seguir amagats.


Laia