viernes, 24 de noviembre de 2017

DAME PAN Y DIME TONTO




DAME PAN Y DIME TONTO
-Ay Juan, mira que eres negado con la cocina. Ni para pelar patatas me sirves, vaya tajos que les metes. Anda salte de aquí y déjame cocinar tranquila.
Déjame descansar y dime inútil...
-Pero Marina, de verdad que ya debería saber cómo va este programa, que no es tan difícil, en la casilla derecha tienen que poner el nif del cliente, que se lo he dicho mil veces.
Págame a final de mes y critica mi trabajo...
-¡¡¡Has sido seleccionado para nuestro nuevo reality “la casa de los pringados”!!!
Hazme famoso y ríete de mi...
-¿Así que lo encontró en el desalojo de una casa, y como las figuritas dicen ladrón, le dan mal rollo y quiere tirarlas? Bueno yo le puedo dar algo por ellas
Cómprame una falsificación y considérame un inculto...
-Nunca llegaras a nada si sigues así, con esas compañías que vas.... A ver si empiezas a madurar.
Déjame vivir en casa y llámame NINI...
-Su partido ha demostrado una y otra vez que le está robando el dinero a los ciudadanos de este pais.
Dame el poder y llámame corrupto...
-Vaya mierda de relato.
Lee mis historias y dime que escribo mal...


Herman


viernes, 10 de noviembre de 2017

LA FIGURA



LA FIGURA
Un universo formado por puntos, muchos puntos. Una sucesión de puntos que se unen para formar una línea. Una línea que se combina con otra, y con otra, o simplemente se va moldeando hasta configurar un dibujo. Un dibujo que, a su vez, poco a poco va tomando forma  y adquiriendo movimiento. Este movimiento hace que las líneas se alarguen, que se estilicen de forma sutil hasta convertirse en ritmos acompasados que bailan al son de una música. Notas que se combinan para formar una melodía, que te acarician el alma y te erizan la piel dejando que todo fluya. Ritmo y música se unen para formar un solo elemento:  la figura.

María José


MÁS ALLÁ DE LA PIEL
Una suave y delicada arruga se pasea por su mejilla llegando hasta su cabello cada vez más plateado. Las líneas que en su frente se han ido haciendo cada vez más profundas, albergan historias de una vida plena que se esparce por toda su figura. Sus manos huesudas y frágiles, envueltas en una piel cada vez más trasparente, siguen trasmitiéndome fuerza y calidez.

Hace ya muchos años que nos miramos, que nos aprendemos; perdiéndonos y encontrándonos, descubriéndonos un poco más cada día; mientras, sigo viendo algo hermoso como siempre: más allá de la piel que envuelve su figura.

Marta Albricias



EL PRIMO EN MÓSTOLES 
El primo en Móstoles es una alegoría a los posibles no probables
porque...a ver ¿Quién tiene un primo en Móstoles?
Yo no, ¿Y tú?
Supongo que es posible que alguien tenga un primo en Móstoles
pero...¿Qué posibilidad hay?
¿1 entre 100?
Es semejante a calzar un 38 y enamorarte de unos zapatos del 36
¿Es posible mermar 2 números de pie?
Supongo que es posible, pero...¿Es probable?
Toda esta analogía surge del hecho de oír conjugar los verbos en condicional,
"Me gustaría este trabajo si fuera o fuese de esta forma o de la otra, preferiría al jefe si me dijera esto o aquello, me encantaría este artículo si comentara o comentase este aspecto o el otro"....y blablablabla, ya...pero entonces ya no sería este presente que nos ocupa; sería aquel...., el del supuesto primo en Móstoles.

Miriam Valer



viernes, 20 de octubre de 2017

EN MI RELLANO





EL OCTAVO SEGUNDA
Subiendo los escalones de la escalera de su casa una noche después de trabajar hasta tarde, se tambaleó de cansancio mientras las bolsas de llenas de frutas y verduras, que acababa de comprar en la tienda del barrio, oscilaban colgadas de su brazo. Llegó al rellano de aquel octavo piso, desde el que se apreciaban unas vistas impresionantes, cuando de repente se dió cuenta que la puerta de su piso había desaparecido, que solo había un piso: el octavo primera. Frotó sus ojos para ver mejor. Pensó que el cansancio le estaría jugando una mala pasada. 

Las bolsas repletas de frutas y verduras seguían columpiándose pesadas en su brazo cansado y un sudor frío le invadió. Cerró los ojos para intentar no marearse y se mantuvo unos segundos con los ojos así para darse cuenta de que con los ojos cerrados, sí podía ver la puerta de su piso y que además esta estaba abierta y que de su casa salía un delicioso aroma de comida recién hecha, de que se oían risas y buena música, mientras una luz tenue invitaba al más plácido de los descansos. No entendía nada: -Será este mi rellano ? Dónde estoy?  En verdad estoy en mi rellano?  siguió dudando...

Abrió los ojos, pudo ver la puerta de su piso y seguía sin entender nada lo que sí supo es que el tiempo asignado a sus ojos había expirado: visitaría al oculista más famoso del país para que le implantara un nuevo par procedente de la mejor fábrica del país, y mejor todavía con garantía de kilómetro cero y a ser posible de color cian.


Marta Albricias



EN MI RELLANO
La primera vez que los oímos discutir me mire con mi mujer y nos pusimos a reír. No nos reíamos de ellos, claro, sino de lo finas que eran las paredes i de todas las veces que nos debían escuchar discutir a nosotros. Muchas más de las que nos gustaría aceptar.

El que més em fa patir és que ens sentin els veïns. Quan arriba a casa i veig com mira al voltant ja començo a pensar en el que dec haver fet malament i com ho puc solucionar abans de que comenci a cridar. Sempre m’ha agradat que tot estigui al seu gust, treballa molt i arriba cansat a casa. Quan varem començar a viure junts encara em resultava senzill, però ara cada vegada és més difícil. Darrerament té molts problemes a la feina.

Fue mi mujer quien me hizo dar cuenta de que solo le oíamos gritar a él. Yo imagine que era porque los hombres tenemos la voz más grave y traspasa más las paredes. Como tampoco oímos nada de lo que decían, y tampoco era cosa nuestra, le dije a mi mujer que lo dejara estar.

Jo només callo i escolto tot el que diu, intento esbrinar tant ràpid com puc quin és el problema per intentar-lo solucionar. Potser he deixat alguna cosa bruta, o el sopar no li agrada, o potser li ve de gust una cervesa i no he pensat en oferir-li. L’any passat encara m’ho deixava solucionar i tornava a ser agradable com el vaig conèixer, però ara sembla que tot li és igual. Tant li fa que netegi tot de nou, que llenci el sopar o que li vagi a comprar la seva cervesa especial, sempre troba alguna cosa més per cridar-me. Ja no sé que fer.

Él parece una persona muy normal, agradable incluso. Siempre nos saluda cuando nos cruzamos, y a veces nos hemos parado a charlar de alguna tontería, del tiempo o del fútbol. Ella es mucho más rara, apenas le oímos murmurar un “benosias” i enseguida aparta la mirada y se va a lo suyo.

L’altre dia vaig voler-li fer una sorpresa i vaig fer un peix al forn amb una recepta que vaig veure a la televisió, però la sorpresa me la va donar ell. Mentre cridava que quina tonteria m’havia donat per cuinar aquesta porqueria va estirar les estovalles i va llençar tot el sopar, la vaixella i el vi pel terra. Quin terrabastall, i no parava de cridar, i jo no sabia que fer. I com més em deia que no plores més plorava jo. Al final ell va marxar i jo vaig poder-ho recollir tot entre les meves llàgrimes.

Hace poco oímos un ruido muy fuerte, como de platos rompiéndose. Mi mujer me insistió en que no era normal y que teníamos que averiguar qué pasaba. Le pregunte a él y me conto que se les había caído una estantería de IKEA. Nos reímos un rato porque a nosotros también nos había pasado.

M’agradaria poder-ho parlar amb algú, però sé el que em diran, que m’està maltractant i que l’he de denunciar. És molt fàcil dir-ho des de fora, no és la seva vida. Jo no vull denunciar-lo, no vull perdre’l, només vull que les coses siguin com abans...

El otro día vi que llevaba un ojo medio oscuro. Por un momento me pareció que era un morado, pero no lo creo. Siempre va con los ojos llorosos así que lo más probable es que se le haya corrido la pintura. Creo que sufre depresión o alguna cosa así. Últimamente oímos menos gritos, debe estar mejor.

Tinc por, tinc por. No se que li passa, però ara em mira d’una manera que em fa por. L’altre dia se li va tornar a escapar la ma, estava begut i no ho volia fer, però a mi em va fer mal igual i els veïns comencen a mirar-me malament. Potser aniré a casa de ma mare uns dies.


Dicen que él fue a buscar-la a casa de su madre y que le dio tal paliza que la dejo medio invalida. Cuesta creer que esto haya ocurrido en mi rellano.


Herman

jueves, 22 de junio de 2017

viernes, 9 de junio de 2017

LA QUINTA PLANTA



LA QUINTA PLANTA
Desde la quinta planta puede verse la tierra jugando con el cielo; pueblos y ciudades de la mano.
Presentes en cada esquina, el sol sobre la pradera, las nubes sobre las montañas, música y armonía; no hay miedo, ni  herida, ni temor ni guerra; no hay hambre ni enfermedad.  

En la quinta planta se viven las alegrías cerca y las angustias lejos, pero solo en la quinta planta de mi casa de tres plantas puedo ver que todo es así.

Marta Albricias


EL HOMBRE DEL SOMBRERO
Al principio no le quise dar importancia a los rumores que circulaban por el hospital. Era evidente que enfermeras y auxiliares cuando se las destinaba a la quinta planta, cambiaban su puesto con alguna novata o si no podían, simulaban cualquier enfermedad, hasta el extremo que, con frecuencia, había que recurrir a suplentes o estudiantes en prácticas para atender esta unidad clínica.

Yo sospechaba que estas resistencias se debían a que esa era la planta en la que se concentraban los enfermos terminales y trabajar en cuidados paliativos es emocionalmente muy duro. Solo Alicia, una veterana auxiliar, permanecía inmune a las historias, que situaban en el servicio de medicina paliativa a un señor de tez pálida, vestido de negro y con sombrero, que cuando los enfermos estaban solos entraba en su habitación, les saludaba quitándose el sombrero y salía sin decir nada.

Al parecer, la visita del hombre del sombrero sorprendía a los enfermos pero no les alarmaba. Probablemente por ello, esta historia no se había extendido más allá de los familiares de los pacientes, quienes atribuían la extraña visita a alguna alucinación producto del cóctel de calmantes con el que se les atiborraba, o, simplemente, a que alguien se había equivocado de habitación.

Sin embargo, como oncólogo, me llegó a preocupar la reacción del personal sanitario, que redundaba en una merma de la calidad de los cuidados prestados a estos pacientes. Por eso pedí el traslado a la quinta planta. Lo primero que hice al llegar a la unidad de paliativos fue hablar con Alicia. Para mi sorpresa, ella también creía en la historia del señor vestido de negro que visita a los enfermos terminales y les saluda con el sombrero. Le pregunté, entonces, por qué no intentaba rehuir esta planta como hacían todas sus compañeras. Me contó que desde que su hijo había muerto no le encontraba sabor a la vida, para ella encontrarse con el señor del sombrero sería una bendición.

Esta mañana, Alicia me ha dicho que el de la quinientos veinticuatro explicaba que la noche anterior había entrado en su habitación el consabido señor de negro. He ido a hablar con él y me ha confirmado lo contado por Alicia. En respuesta a mis preguntas, ha reconocido que jamás había oído hablar del señor del sombrero, que le había parecido un agradable caballero, y que en absoluto se había sentido amenazado o asustado por su presencia. Por lo demás, el paciente estaba consumido por el curso de su enfermedad, pero en sus cabales, sus respuestas eran atinadas, no me ha dado la impresión de que desvariase. Claro que pudo haber sufrido alguna ilusión perceptiva. A media tarde se lo han llevado al depósito.

Hace un rato, me he cruzado en el pasillo de la quinta planta con un señor de cara pálida y vestido de negro. Yo iba mirando unos papeles, no le he visto hasta que lo he tenido a mi lado, entonces se ha quitado el sombreo a modo de saludo. Me he quedado petrificado, él ha seguido andando. Los enfermos ya habían cenado, se cena muy pronto en los hospitales, empezaba a anochecer y no había nadie más en el aséptico pasillo.

La verdad es que me he dejado llevar por la fuerza sugestiva de esta maldita leyenda. No debería haber abandonado precipitadamente el hospital. Bueno, conducir me relaja, ahora lo veo todo claro, que burro he sido, mira que dejarme llevar por un temor tan irracional. ¿Qué son estas luces? Pero, ¡qué hacen todos estos coches en contra dirección por mi carril! …

Felipe Deucalión




viernes, 19 de mayo de 2017

LA PRÓXIMA ESTACIÓN


LA PRÓXIMA ESTACIÓN
La próxima estación es un lugar seguro, donde a veces llueve, pero siempre sale el sol.
Donde todo se ve de muchos colores, aún en los días grises.
Donde  las montañas y los ríos son el paisaje de un cuadro.
Donde la belleza se impone a la razón y a la sinrazón.
Es el lugar de los amantes, de los ilusionados, de los soñadores, de los rezagados y de los que quieren vivir deprisa.
Es donde formas parte del lugar a las pocas horas de llegar.
Es el lugar donde los niños juegan a soldados y princesas, donde sus sueños son sacados de un cuento.
Es el lugar donde a todo el mundo le gustaría ir y quedarse allí para siempre.


María José  




viernes, 5 de mayo de 2017

DESIDIA




DESIDIA
Me gustó tanto estar estirada en la hamaca, viajando en tu yate, mientras el sol tostaba mi piel. Y es que no hay como la indolencia en pleno estío. Eso sí, una indolencia con comodidades, que de veraneos de botijo viendo rudos muchachos en camiseta imperio estaba más que harta.

Los tíos no tenéis malicia, sois tan previsibles. Dos caídas de ojitos y un roce, digamos que al azar, y tu ego te obnubiló. Te creíste que estaba coladita por tus huesos y ni se te ocurrió pensar en alguna explicación alternativa. Se te veía tan autosuficiente cuando, después de hacer el amor, me decías “oh nena, dale al paipay que me voy a asfixiar”.

No fue difícil convencerte para que pusieras el yate a mi nombre. Estabas tan seguro de tu arrollador poder de seducción. Y por otra parte, el argumento de que te ahorrarías impuestos fue definitivo. No entiendo por qué os cuesta tanto pagar impuestos a los ricos. Lo jodido es tener poco y encima tener que pagar impuestos, pero vosotros que nadáis en dinero. Solo puede ser por pura tacañería. En fin, ahora me saco una pasta alquilando el yate y durante quince días del verano las gotillas que levanta en su raudo navegar me refrescan a mí.

Este minirrelato está inspirado en la canción “Desidia” de Objetivo Birmania


Felipe Deucalión






DESIDIA
Postrado en el sofá mirando al techo, observando cada imperfección de la pared como si de su piel se tratase; contando los cuadros, repasando el quicio de cada puerta con los ojos entreabiertos, lo justo para poder diferenciar entre los reflejos de los haces de la luz que se proyectaba en el suelo del salón, que se colaban por las ventanas abiertas de par en par…..aquella tarde de agosto al lado del mar; ver sin mirar… pensar sin hacer…bañado en malestar…empapado en desidia….

De vez en cuando se preguntaba cuando dejaría de sentirse así, no acertaba saber cuándo ni cómo; lo que sí sabía es que empezaba a añorar sus estados más diligentes, supo que tarde o temprano pasaría y se durmió.

Y soñó que paseaba por la calle, abrazando a un nuevo día como si este fuese el último de su vida; no andando sino flotando: cada paso un acorde, cada giro una refrescante pausa, cada mirada una flor; cada frase una canción!
Despertó y volvió a sentir que echaba de menos su sofá.

Marta Albricias

viernes, 21 de abril de 2017

IMAGEN



                                                         Artista: Lita Cabellut







A LA ESPERA DE LA SABIDURÍA
La chica gira levemente la cabeza, la inclina y cierra los ojos. No quiere recordar la melancolía que emanaba de su hermana pequeña esta mañana. Tampoco quiere apreciar la eficiencia con la que la señora ordenaba los comprobantes de la compra con tarjeta de crédito. Ni quiere ahondar en los llamativos colores que envuelven las arrugas del caballero embelesado con un jovencito.

No, no quiere observar nada de lo ocurrido a su alrededor durante esta mañana. Ni siquiera se fija en la casaca vintage que por motivos exclusivamente cromáticos le ha hecho ponerse la pintora. No. no mira nada, se reconcentra en sí misma.

Y así, abandonada a su suerte, aguarda la revelación de los dioses. Espera esa súbita iluminación que la hará partícipe de la melancolía de los adolescentes, de la eficiencia de un hogar administrado como una empresa y del deseo imposible de los ancianos.


Felipe Deucalión

viernes, 7 de abril de 2017

LOS GITANOS


LA MALA VENTURA
Revisaba los puestos del mercadillo a la búsqueda de un chándal, que me permitiera ir los fines de semana informal pero arreglado, y de ropa interior, que me había dicho la Merche que me hacía falta ¡Ay!, la Merche, la de dolores de cabeza que me causaba. Hacía años que no me dejaba ni abrazarla siquiera, decía que no le apetecía. Y lo más jodido es que cada día se la vía más hermosota, más exuberante. Vamos, que las tetas se le salían de los sostenes. Y, en cambio, yo cada vez estaba como más pansido, como chupado. Los amigos me decían que me lo hiciera mirar, que no era normal tener la cara que yo traía ¡Ay, si ellos supieran!, porque lo normal en estos casos es sospechar que te la está pegando, que por eso va ella tan esplendorosa por la vida y yo tan arrastrado.

Hacia el final del mercadillo encontré a una gitana que vendía bragas. Le pregunté si tenía calzoncillos. Me respondió, “no, pero si quieres te la digo, resalao”, y cogiéndome la mano me miró la palma. Se le puso cara de susto y dejó caer mi mano. Qué pasa, me voy a morir pronto, le pregunte. No, la salud la tienes mu bien, me dijo. Entonces es mi mujer, le dije yo. A ver, tu pregunta y yo te diré, me contestó. Vale, ¿mi mujer se acuesta con otro hombre? No, me respondió, tu mujer no se acuesta con ningún hombre ¿Seguro?, le insistí. Seguro, tu mujer no te pone los cuernos con ningún hombre, remachó ella. Aliviado con esa respuesta, no quise hacer más averiguaciones sobre mi señora y me fui del mercadillo.

Cuando unos meses después pillé a la Merche encamada con su amiga Rosario, me acordé de la gitana. La muy cabrona me había dicho la verdad, con palabras engañosas, pero me la había dicho.


Felipe Deucalión





ALMA GITANA
Alma gitana
alma gitana
que persigue los colores del viento
bailando a la luz de la luna,
contando las estrellas.

alma gitana
alma gitana
paseando por caminos
dejando atrás paisajes
el horizonte es tu bandera.

tantas veces temida
y tantas otras
incomprendida:
alma ancestral,
tejes tus propias
normas para saber
si todavía puedes
si todavía eres

alma gitana
no dejes
nunca
de compartir
un trocito de cada tierra.


Marta Albricias





viernes, 24 de marzo de 2017

LOS OJOS DE LA CIUDAD





LOS OJOS DE LA CIUDAD
En las ventanas, en los balcones y terrazas; desde lo más alto y lo más bajo. Ojos con sus miopías y con sus dioptrías; miradas limpias y miradas sucias. Miradas de colores: de lejos y de cerca, ojos que hablan mil y un idioma, que pueden contar mil y una historia; miradas hechas de años y otras que aprenden a mirar. Miradas relajadas o tensas, ojos que hablan, ojos que callan; miradas que cobijan mientras otras desahucian, ojos que sienten, y que se sienten. Miradas valientes de ojos apocados y miradas apocadas de ojos valientes.
Ojos de fiesta y ojos de trabajo. Ojos que cuando se cierran para volverse a abrir descansan y sueñan, y ojos de los que su mirada nos acompaña, aun así tras haberse cerrado para siempre.

Ojos de noche, ojos de día; ojos que no duermen y no tan solo en la Gran Manzana.


Marta Albricias





A OJOS DE KING KONG
El rey Kong trepó por el rascacielos sin esfuerzo alguno. En la mano derecha llevaba a su amada y en la muñeca de la misma mano lucía una argolla, un resto inocuo del vano intento de retenerlo de los humanos. Al llegar a la cumbre, contempló unos instantes a su amada, solo su mano, en la que la pobre se debatía, la retenía del vertiginoso vacío. La deposito con suavidad en el reborde del pináculo y se encaramó al mismo.

Desde lo alto, lanzó su feroz grito de desafío, y por si había dudas, se golpeó el pecho. Unos mosquitos gigantes revoloteaban a su alrededor. A sus pies se extendía el bosque de cemento, aquel sombrío laberinto que no formaba parte de su reino. Allí no había sitio para él y mucho menos una madriguera solitaria que poder compartir con su amada ¡Mierda! Aquellos mosquitos picaban a distancia. Kong se lío a dar manotazos y casi alcanza uno.

Insistió en los manotazos y derribó a uno de aquellos dípteros gigantes que cayó girando sobre sí mismo. De nuevo observó a aquellas hormiguitas bípedas que se afanaban entre acantilados de hormigón ¿Qué misterio se escondía en aquellos surcos rectilíneos que se entrecruzaban de continuo? ¿Qué placer encontraban en amontonarse en proporciones gigantescas? ¿Podía allí caber el amor? El suyo desde luego… Kong vio interrumpidas sus reflexiones. Está vez, los mosquitos le habían dado en el pecho, con sus gruesos dedos se palpó las heridas y olió su propia sangre. Dirigió una última mirada a su amada, justo antes de que nuevas ráfagas le arrojaran rascacielos abajo.


Felipe Deucalión







ELS ULLS DE LA CIUTAT
Abans que l'avió toqués terra, ja era sabut que J. Robson venia a la capital per a entrevistar-se amb Hamed Al Halil, el president del país per cercar la forma d'afeblir els terroristes que cada cop s'estenien a més barris de la ciutat i anaven ampliant el seu domini. Amb poc temps podien contactar fàcilment amb les altres cèdules operatives per tot l'estat. La ciutat tenia ulls, però uns ulls perversos que no dormien mai.
Podien veure tots els racons i no se'ls permetia plorar per ningú.

Robson va ser recollit a l'aeroport per un agent del govern, de paisà, amb un cotxe corrent i d'aparença inofensiva. Però tot i així, el vehicle fou vigilat. Ja a la duana, un agent va advertir al seu contacte, de l'entrada de Robson al país. Un taxi amb dos homes del grup terrorista els va anar seguint. Tenia ordres de liquidar l'estranger abans que pogués arribar a la seu del govern.

El cotxe on viatjava Robson va donar unes quantes voltes per carrers secundaris per evitar que els poguessin seguir. Però encara que el taxi que els venia al darrera, va girar per un carreró per no ser descobert, el va rellevar una motocicleta amb un home i una dona que es situà al costat del vehicle d'en Robson.

La ciutat no tancava mai els seus cent ulls. Estaven alerta dia i nit. El xofer i Robson es van plantar a l'avinguda principal, a cinc quilòmetres de l'edifici governamental. Anaven a una velocitat lenta respectant els senyals. De sobte, un home completament tapat i encaputxat, va sortir d'enlloc i es situà davant del cotxe. Robson que no només sabia negociar, sinó que estava ensinistrat en l'exèrcit, va cridar: -Salti!- I en una dècima de segon, el xofer es va llençar a terra a un costat del vehicle i Robson a l'altre. Amb una habilitat fora del corrent, l'home va llençar una granada de mà dins l'automòbil i desaparegué. L'explosió va ser forta però ells dos van sortir il·lesos, només amb alguna rascada.

Immediatament es va acordonar la zona, però no van trobar el terrorista. Malgrat l'incident, Robson es va poder reunir amb el president, encara que li semblà un home dur i poc raonable.
Passats dos anys, el país ja estava totalment en mans dels extremistes i el seu cap d'estat havia oblidat completament els pactes i les promeses que havia fet a en Robson perquè el seu govern l'ajudés. Es més, els superiors de l'agent tenien un negoci pròsper de venta d'armes amb Hamed.
J. Robson feia temps que havia deixat la diplomàcia i els serveis secrets, i desenganyat de tot s'havia retirat amb la família a un lloc remot que mai va desvetllar, perquè sabia massa coses i ja no creía  en cap causa. La vida era molt curta per malgastar-la així que es va dedicar a viure-la, i encara que ho van intentar, ningú el va trobar. Era un dels millors agents que havien tingut.

Laia                                                                        


viernes, 3 de marzo de 2017

LLUVIA NOSTÁLGICA




AUSENCIA
Seguía cautivado por la voz de su mujer, especialmente en noches así: noches lluviosas de gotas repicando en los cristales; noches de gotas blancas y negras musicando la más bella de las melodías y que solo sus oídos podían escuchar: la misma que tantas veces habían compartido. Había aprendido a vivir con ello, así eran las cosas.

Hoy se retiró pronto hacia el altillo subiendo los peldaños uno a uno, despacio, cansado y de nuevo los ojos en blanco de su amada se le aparecían por todas partes; en cada una de las fotos enmarcadas que vestían el apartamento, mientras que la lluvia seguía acentuando cada vez más su nostalgia. Pudo sentir su mano acariciándole: aquella lluvia le devolvía el sentir de lo que más había querido y una vez más se había apoderado de él. 

Entró en la habitación y al retirar el edredón una nebulosa blanca le cubrió la espalda, y gritó:
-Oh no !, el jodido ectoplasma otra vez !.


Marta Albricias




¿POR QUÉ SE EMBORRACHÓ NOÉ?
Llevaba lloviendo todo el día, Noé se enjugó el rostro. Aquella lluvia le ponía nostálgico, miró al cielo con rabia y entró en su tienda. No lo podía evitar, en días como éstos se acordaba de cómo era el mundo antes. En un rincón de la tienda, vio el ánfora que contenía el primer vino obtenido desde que abandonaron el arca, allá en los montes de Ararat.

No estaba mal aquel vino y Noé echó otro trago, y otro más, y entonces rememoró el bullicio de la gente en un día de mercado, la alegría que inundaba sus corazones al ver tantas mercancías de todo tipo, el griterío de los vendedores que prometían cosas únicas y fabulosas, aunque solo fuera por su precio. No es que ahora estuviera mal, tenía la compañía de su familia, su mujer, sus tres hijos y las mujeres de estos, pero eran la única familia en toda la faz de la tierra. Echaba de menos las ciudades, sus palacios con sus imponentes muros y sus fieros guardias, sus magníficos templos en los que ejercían su oficio las prostitutas sagradas. Así fue como se estrenó Noé, y guardaba un bello recuerdo de aquella muchacha de su edad, pero mucho más avezada que él en las embestidas del amor. Vale, sí, también había casuchas de adobe, prostitutas callejeras y ladronzuelos. Y además en sus corazones anidaba el mal y le habían dado la espalda al Señor. Sí, pero eran mi gente, evocó Noé, y le dio nuevos tragos al ánfora.

Los vapores etílicos se le subieron a la cabeza, lloró con amargura por los ausentes, sus amigos de la infancia, sobre todo. Luego se desnudó y danzó. Al principio, al ritmo de las gotas que golpeaban la tienda. Pero poco a poco, incrementó la cadencia de su baile hasta desembocar en el frenesí de una muchedumbre arrastrada por las aguas.

Felipe Deucalión








LLUVIA NOSTÁLGICA
Ana estaba asomada a la ventana, contemplando las gotas de lluvia, esa lluvia que le hacía recordar tiempos pasados.
Tenía 50 años, estaba casada, no es que le fuera del todo mal en su matrimonio. Rodolfo la quería y ella se dejaba querer, pero muchas veces se preguntaba que hubiera sido de su vida si hubiese tomado otras decisiones en el pasado.

La habían detectado un principio de Alzheimer, por eso intentaba continuamente ejercitar su memoría, antes que le pasara como a los habitantes de Macondo en Cien años de soledad, antes de que perdiera el habla y la cabeza.

Ella ansiaba recordar, así que decidió coger su cámara de fotos y como en los viejos tiempos salió a pasear por la playa, aprovechando que ya no llovía.

Empezó a caminar por la orilla, a fotografiar olas que aún estallaban furibundas contra las rocas. Recordó que a uno de sus amores lo había conocido así, vestida y paseando por la playa, pero esa relación pasional y tempestuosa no tenía futuro.

También se acordó de Iván, estaba ciegamente enamorada de él, incluso se quedó embarazada de él, pero era joven, tenía 25 años y decidió abortar. ¿Hubiese sido más felíz con ese hijo? Seguramente, porque cuando conoció a Rodolfo ella tenía 40 años y a los dos le vino la menopausia precoz, así que la posibilidad de ser madre ya quedaba descartada. Bueno se sobreentiende que la posibilidad de tener un hijo biológico y ninguno de los dos cónyugues se planteó la posibilidad de adoptar, era muy complicado y más a su edad.

Decidió volver a casa y leer y pensar, antes que sus pensamientos y recuerdos huyeran de su mente.


Inma




LLUVIA NOSTÀLGICA
Ella estaba tras los cristales, con la mirada perdida, ensimismada en sus pensamientos de tiempos pasados. La  lluvia caía inexorablemente cubriendo el bosque de una fina cortina blanca que desdibujaba el día, haciéndolo más irreal. Había poca luz y el cielo grisáceo contribuía a una atmósfera lúgubre y misteriosa. A través de la ventana podía oír el constante repicar de las gotas de agua al estrellarse contra el suelo y los árboles. La gran casa familiar aislada en este paraje maravilloso, ahora triste, había sido el hogar de una mujer que ella no llegó a conocer lo suficiente. Se llamaba Clara y contaba su vida en el diario que estaba leyendo esa tarde acurrucada al lado del gran ventanal. Clara fue una joven de gran belleza y buena posición social. En esta casa ahora casi vacía, se habían celebrado banquetes y fiestas y acudían a ellos todos los jóvenes casaderos y de buena familia, de la comarca. Todavía parece que se oyen en el gran salón, el roce de las sedas de los vestidos de gala, y el rumor de los invitados y sus risas, como los ecos de una época ya lejana.

En  ese tiempo conoció Clara a su prometido. Bajo la rutilante luz de las lámparas de cristales transparentes, sus miradas se perseguían como hipnotizadas. Las dos familias quedaron encantadas con la proposición de matrimonio del joven que era el principal heredero de la fortuna familiar.
Pero los acontecimientos siguieron un rumbo distinto. Se fijó la fecha de la boda inmediatamente a la vuelta del novio que tuvo que ausentarse a la ciudad a cerrar unos negocios que no podía aplazar.
En el enorme caserón todo bullía de actividad y preparativos para la inminente boda. La tarde de su regreso, Clara estaba frente a esa misma ventana. Un fino aguacero empapaba la tierra.
La terrible noticia llegó de improviso. El coche de caballos en el que viajaba su prometido había volcado y perecieron los dos ocupantes. Clara se quedó inmóvil viendo caer la lluvia y no se movió ni comió en varios días. Meses más tarde se casó con un próspero industrial y aquí finaliza su diario.

Ella cerró sus páginas y recordó a su abuela Clara, una mujer de ojos grises como un cielo nublado, a la que nunca le gustaron las tardes de lluvia, ahora ya sabía por qué.

Laia




viernes, 10 de febrero de 2017

LA SOLUCIÓN




THE SOLUTION
Acababa de salir del curro y estaba agobiadísimo. Me esperaba una solitaria velada sin más compañía que la tele y mis angustias. A la entrada del metro, un subsahariano me dio un papelito que publicitaba a un maestro curandero y vidente, dotado de don hereditario y enorme experiencia. Para demostrarlo añadía entre paréntesis, 10 años en Europa. Era toda una garantía.

Una de sus múltiples especialidades consistía en las relaciones de pareja, lo que incluía: unir amores imposibles, impotencia sexual y recuperar pareja sin causarle daño. Me hizo gracia eso de sin causarle daño, porque yo no estaba muy seguro de si quería recuperar a mi expareja o no, pero de lo que estaba seguro, era de que quería causarle daño. Lo de la impotencia sexual me podía venir bien, pero al carecer de pareja, no era urgente.

Otras especialidades del gran vidente africano hacían referencia al mundo profesional: atracción de clientes, negocios, poder encontrar trabajo y exámenes. Seguro que eran ramas prometedoras en su ámbito laboral, solo que a mí no me hacían falta por el momento.

Por último había una serie de especialidades varías, tales como, mal de ojo, salud, depresión, alcohol y drogas, justicia, problemas familiares, deportes y enemigos. Alguna de estas categorías no me quedaban muy claras. A qué se refería el maestro curandero con deportes. Lo de la justicia, aunque no era muy específico, sabía que lo mejor era no tener tratos con los tribunales, así que podía interpretarlo. Al igual que lo de los enemigos, y en este campo sí que me podía ser útil el gran mago subsahariano. Quería que le arruinara la vida al cretino que se encamaba con mi ex.

El folleto informativo, para finalizar, ponía: trabajo todos los días de 8h a 22h, trabajo a distancia, desplazamiento posible. Seriedad, resultados rápidos y garantizados en 3 días. Y eso fue lo que acabó de decidirme. Se iba a enterar el gilipollas ese que se lo hacía con mi ex.

Felipe Deucalión




viernes, 27 de enero de 2017

BOMBEROS






EL BOMBERO TORERO O POR QUÉ NOS AGRADA CONTEMPLAR LAS DESGRACIAS AJENAS
Hay espectáculos que nos dicen más de cómo es una sociedad que un sesudo tratado de sociología, tal es el caso del Bombero Torero. Quizá solo lo recuerden los mayores, pero en el pasado siglo era frecuente que en plazas de toros, permanentes o improvisadas, actuara el Bombero Torero, quien encabezaba a una decena de enanitos que vestidos de toreros se enfrentaban a una vaquilla que los volteaba y a la que ellos trataban de torear.

El Bombero Torero, que era un tipo normal, iba vestido de bombero, naturalmente, y llevaba una manquera que usaba para imponer orden entre los traviesos enanitos, o controlar a la vaquilla si ésta se enfurecía en demasía. La finalidad de dicha representación era reírse de los enanitos, que rodaban por el suelo, y de las perrerías que le hacían a la vaquilla.

No vayan a pensar ustedes que el show del Bombero Torero era algo único en aquella época. La verdad es que tenía una dura competencia en el ramo del toreo cómico o charlotadas, que eran como también se denominaba esta modalidad taurina. Los principales rivales del Bombero Torero eran el Toronto, el Gran Kiki, don Canuto, el Gran Tato y el Chino Torero. Y casi todos ellos se valían de enanos para mayor comicidad de su función.

El Bombero Torero y sus colegas son un buen antídoto contra la nostalgia sensiblera. Y por otra parte, nos ayudan a entender por qué esos videos, en los que se ve como apalean a alguien, se convierten en virales en la modernísima red.

Felipe Deucalión






viernes, 13 de enero de 2017

EL NIÑO




REFLEXIONES
- Papá; para qué necesita Superman un coche si él puede volar !?
 Preguntó el niño a su padre mientras deambulaban por los pasillos de la tienda repleta de juguetes.
- Pues, porque quizá un día no pueda ya hacerlo y así...
- Pero este coche no vuela, Papá!
- Bueno quizá pueda enfilarse por la cañerías de los edificios, como si fuese un tren...
- Pero, si no vuela y si las calles estuviesen llenas de tráfico hasta llegar a los edificios? tampoco  entones podría trepar por ellos, ni rescatar a nadie, ni defender lo defendible...
- Ah!, quizá habría un carril para él: el carril Superman, especial para coches que pudiesen escalar edificios...
- Pero, es que más que un coche, parece una moto, un uniplaza...no puede llevar a nadie con él, que pasaría si se encontrase con Superwoman ? no le podría invitar a dar una vuelta !?
- Seguro que Superwoman tiene otro parecido y así podrán volar juntos...
- Pero papá, a Superwoman tampoco le haría falta un vehículo como este, ella también puede volar por sí misma...
- Mira !,  le dijo el padre al niño mientras señalaba otro juguete en la última estantería,
- El coche de Spiderman !!!
- Pero papá! Spiderman no vuela.


Marta Albricias



EL NIÑO DE ROQUETAS
Emiliano siempre tuvo la cara aniñada, de pequeño no llamaba la atención, pero conforme fue creciendo todo el mundo se fijaba en su cara, por eso fue conocido como el Niño de Roquetas. Tuvo diversas ocupaciones: ayudante de trilero, donante de sangre, vendedor de estupefacientes, repartidor de pizzas y segurata de garitos.

Donde más carrera hizo el Niño de Roquetas fue como segurata de garitos, estuvo en diversos locales, algunos de ellos de alto standing situados en la Costa Brava. En uno de estos garitos de postín tropezó con el Indio Melquíades y comenzó a hacerle pequeños recados. Con el tiempo el Niño dejo el curró de segurata y trabajó exclusivamente para el Indio.

El de Roquetas se ganaba bien la vida, el Indio era espléndido con sus subordinados. El problema era que se complacía en humillarlos, al pobre Emiliano le llamaba el Niñato de Pelagatos y eso a Emiliano le escocía, porque él sentía aprecio por Roquetas.

La situación se volvió insostenible cuando el Indio le exigió que le llamara Don Melquíades, y si se le olvidaba le daba un puntapié en la rabadilla. Una noche, que el Niño de Roquetas iba hasta arriba de Orujo de hierbas, no dio a su jefe el consabido tratamiento y éste le propinó la inevitable patada, mientras le llamaba maldito Niñato de Pelagatos. Entonces a Emiliano se le nubló la vista, lo vio todo rojo, y un ansia malsana le poseyó, se sacó la recortada y le reventó el pecho a Don Melquíades.


Felipe Deucalión



EL NEN

Amb una mica més d'un metre d'alçada, s'està de genolls a la cadira, perquè assegut no arriba  a les coses de sobre la taula i tampoc li toquen els peus a terra. Els seus ulls molt grans i foscos ho veuen tot. No es pot perdre detall. Què fan els grans? Ell no els entén gaire. La tieta que està situada al seu costat, li posa el tovalló de roba ben penjat del coll perquè no es taqui la camisa que porta amb una petita corbata a imitació dels adults.

Mentre alguns d'ells fan una cara seriosa i solemne, una mosca es posa sobre la sopera. Ningú la veu, només ell, que s'abalança damunt la taula per espantar-la. Sense voler, fa caure el got de vi del seu pare que està situat davant d'ell. El dens silenci es trenca amb una sèrie d'aaaiiis... i l'avi que seu a l'altre costat del pare, diu que no el renyin que és molt petit. L'home  un caràcter molt agre i irascible. Sort que en aquesta ocasió hi ha altres membres de la família i el progenitor no es gira contra el nen com és habitual.

Sembla que l'incident ha reanimat la conversa i a la taula hi ha una mica de gatzara que fa que els comensals es relaxin. Només el pare roman seriós i recte com un pal. La mare, submisa, s'aixeca i recull els plats de la sopa. Porta els segons i torna a seure al seu lloc. L'àvia que està situada a l'esquerra del pare, ajuda a tallar el pollastre i el va servint als plats.

Avui és diumenge i celebren l'aniversari del nen, però al seu pare no li fa gens de gràcia. Mai no l'ha estimat ni ha estat afectuós amb ell. Només ha tingut ulls per la nena, que ja  nou anys i pel fill gran que ha fet els setze. L'home es va il·lusionar amb el naixement de la filla i des de llavors ja planejava un futur i un bon casament. Pel fill ja tenia pensada la carrera fins hi tot abans de la seva existència: enginyer agrònom, com ell. El petit en canvi li semblà poca cosa. Va arribar en un moment que el matrimoni ja estava acabat. Va ser com una càrrega afegida a la família, que ja considerava completa.

Han passat cinquanta anys i tot allò ha quedat enrere. El nen, avui un home ben situat i estimat per la seva dona i els seus dos fills, està a l'hospital al costat del llit del seu pare. El vell ha patit un infart i ha tingut sort de no marxar a l'altre barri. Li diu al seu fill petit, amb una veu fluixa, que el perdoni, que ara no pot tornar-li tot l'afecte que no li va saber donar quan era un infant, es va equivocar. El fill amb llàgrimes als ulls, li fa un petó al front i respon que sempre el va estimar, i que no li guarda cap rancor. En aquell moment s'obre la porta de l'habitació i un jove gairebé desconegut, camina cap al llit i diu: Hola avi posat bo!

Laia