miércoles, 6 de octubre de 2010

La desaparición

TIRA LA PEDRA I AMAGA LA MÁ

Era molt espabilada: quan preveia que hi podia haver problemes desapareixia d’escena amb una facilitat que ens deixava a tots sorpresos. El més enutjós era que moltes vegades els problemes els generava ella. Iniciava qualsevol discussió i en el moment àlgid, quan ja tots ens hi havíem embrancat , ella sortia com si el tema no l’afectés.
Fins que un dia la jugada no li va sortir rodona com sempre, no va calcular bé el moment de la desaparició i es va trobar ben atrapada enmig de recriminacions i algunes indirectes. L’endemà va excusar-se i no venir a dinar amb nosaltres. Des d’aleshores ja no ens va voler acompanyar més.
Montse Butterfly

EL DOLOR

El dolor era como una ausencia que estuviese presente, era como un agujero, como un vacío, pero estaba lleno, lleno de dolor. Cuando pensaba en él lo podía localizar en mi cuerpo, a veces estaba en mis piernas impidiéndome andar, a veces en la cabeza intentando que me estallaran las sienes, a veces en el estomago en forma de unas nauseas que me hacían odiar la comida y a veces, las más de las veces, en el pecho. Un agujero que me absorbía todo el aire, una tonelada que se aposentaba encima de mi para que no pudiera respirar, una camisa de fuerza que me retenía para que no pudiera escapar.
La primera vez no me di cuenta de que había empezado a hacerse pequeño, lo descubrí demasiado tarde cuando lo sentí renacer con toda su fuerza, incapaz de renunciar ni a un centímetro de su ocupación sobre mi. Y aun me costo detectarlo en la siguiente ocasión, pero al final lo conseguí y aprendí a fijar esos instantes en que el dolor cansado de luchar contra mi se relajaba y dejaba que pudiese respirar. Entonces yo abría los ojos y corría a aprovechar esa paz, esa tranquilidad y ese momento para poder ser yo mismo.
El dolor volvía, sí, volvía con toda su fuerza, pero ya no podía llegar ahogarme. El agujero se iba convirtiendo en un escape, la tonelada en unos quilos, y la camisa de fuerza se iba aflojando.
Y no se como ocurrió, creo que estaba yo preocupado por otras cosas, o incluso puede que simplemente estuviera ocupado. El caso es que un día el escape se cerro, el peso sobre mi pecho cayo al levantarme, y cuando al llegar el verano me arremangue la camisa ya no me volvió a inmovilizar nunca más.
Desapareció.
Herman

DESAPARECIDO

Llevaba años a mi lado, día y noche, apenas algún día en 14 años estuve sin él, no recuerdo tiempos vacíos en estos años, siempre aquí, nunca me imaginaba sin él, ninguno de mis proyectos existían sin él. En mis tristezas y alegrías……en mi futuro. ¿Pero que paso en los últimos meses? ¿Cómo suceden las cosas sin que una apenas note nada? Él estaba aquí, a mi lado, en mi casa y en mi cama y yo no lo vi. No vi como se alejaba, no note sus mentiras y engaños, me pillo enganchada a su amor, ensimismada en mi propia felicidad y, digo mi propia felicidad porque la de él no debía de estar aquí, junto a mi. Cuando lo descubrí, mis ojos al mirarlo estaban vacíos, no lo reconocían, mi mirada quedo ausente, sin creer lo que miraban…. ¿Era él? No, él había desaparecido, hacia tiempo, sin yo enterarme, apenas en un abrir y cerrar de ojos. ¿Dónde estaba aquel con el que yo reía, con el que yo lloraba e incluso manteníamos intensas disputas?
Apenas han pasado unos años y ya no existe. Desapareció de mi alma apenas deje de tener su presencia. ¿Existió? Sí, su existencia fue real, pero lo poco que quedo de él fue perdiendo fuerza en mí y como un soplo suave y calido a veces me viene a la memoria y vuelve a desaparecer…….
No lo busque, porque si lo hubiera buscado nunca lo hubiera encontrado. Él ya no existía. Se había transformado, desintegrado, simplemente había desaparecido.
Estell

FALTO DE ALGO

Un buen día sucedió. Sin venir a cuento, sin avisar, sin pedir permiso, un guasón misterio me la jugó mientras sudaba en una pesadilla, tratando de escapar de los pitones de un morlaco, pedaleando en una bicicleta estática. Desperté empapado en sudor frío y con la mano derecha en el pecho. Como no recuerdo haber hecho ningún trato ni haber vendido el alma a nadie, no me lo explico. Sin embargo, el hueco estaba ahí, huérfano e incrustado, contestando a los toques de mis dedos con ecos lejanos de tambores.
Los hechos que me hicieron tomar conciencia de la desaparición vinieron paulatinamente. La frialdad ante la emisión de unas escenas de niños con hambruna; una caminata indiferente entre mendigos callejeros; la impasibilidad ante el espectáculo de una paliza propinada a un trozo de carne por un grupo de rapados; la complicidad ante las sonrisas falseadas de unos políticos; los bostezos ante unas imágenes de los amasijos producidos por un accidente de tren; el tedio ante la visión de los desperdicios y porquería acumulada en un piso por un aún más deshecho anciano con síndrome de Diógenes ...
Desde entonces soy un marginado; los puros faltos de algo no me admiten respondiéndome apáticos que no sé lo que me digo, y los provistos de latidos me miran con desprecio horrorizados, como si fuera un enemigo del otro bando.
Josean

MI VESTÍBULO

El vestíbulo de entrada al sueño que tiene mi vigilia es una estancia minimalista, silenciosa y sombría, carente de un gran ventanal que enmarque las nubes y juegue con los vientos. Quizás por eso al regresar, mis sueños se quedan acurrucados en él y no me acompañan al abrir los ojos. Como en toda regla hay excepciones, en alguna ocasión a lo largo de mi vida, no se han quedado dormidos al levantarme, y me han relatado sus aventuras.
La última vez que ocurrió, como coíncidia con mi escritura de un cuento, me dispuse ilusionado a apropiarme de las peripecias que habían vivido mis fantasías que, entusiastas e infantiles durante esa noche, me habían regalado unos recuerdos fascinantes y bellos, de vuelos y acrobacias imposibles sobre gentes que sonreían tumbados en los espejismos de unos prados de amatistas. Sus andanzas habían sido tan vívidas y seductoras que, como habían conseguido que las viviera, el relato dónde las reflejé fue el más melodioso y armónico que había escrito jamás.
No puedo decir cómo desapareció el manuscrito, porque no lo sé. Sólo sé que ocurrió. Tras revolver toda la casa, como un ladrón en una vivienda, únicamente naufragaron en mi memoria, unos retazos insuficientes para hilvanar un párrafo. He divagado desde entonces, pero a día de hoy, dudo de si todo fue un sueño.
Josean

UN LEVE SÍNDROME
Podría haber sido la mañana siguiente a una fiesta en su casa hasta altas horas de la madrugada, o el paso de unos cacos inexpertos durante un día de ausencia, o la huella de una explosión de desahogo; pero el caso es que no fue su aniversario, ni estaba de viaje, ni se encontraba al borde de un ataque de nervios. El desolador panorama lo había originado la dramática desaparición de un objeto que le obligaría al monstruoso acto de levantarse del sofá a realizar una acción antinatura: apretar un botón de un aparato de plasma de 40 pulgadas. Una pesadilla.
Cuando la policía preguntó a los espantados vecinos sobre el origen de los alaridos y lastimeros sollozos provenientes del interior de su casa, éstos se limitaron a decir que era un tipo algo retraído pero correcto y amable, y que siempre ayudaba solícito a los ancianos cargados con bolsas de la compra, triste y usualmente conteniendo patatas, bollería de grasas saturadas, verduras económicas, alguna fruta del tiempo, y briks de vino barato de mesa.
A él, tras forzar la puerta, lo encontraron paralizado sentado en el suelo con la vista perdida, apretando compulsivamente en el aire con el pulgar el botón de un mando imaginario, y recitando inconexamente una letanía: la uno, tv tres, la cuatro, telecinco, la sexta, antena tres, canal plus ...
Josean

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