domingo, 27 de julio de 2014

IMAGEN






EN BUSCA DE LA NAVE PERDIDA
Pero  dónde habré dejado el dichoso platillo? Esto de tener el sistema de invisibilidad, da un por saco que no veas... Es que ahora ni lo veo ni lo encuentro! Tendré que esperar a la noche a ver si lo veo. Gracias a Dios que el dispositivo solo funciona de día, por la noche se ve una bola negra.

Me cachis en la mar! Todo por bajar a comprar una papelina de churros. Jobar! Parezco el Gurb... Y lo peor es tenerme que poner este camuflaje de humano. Joroba! Que rabia tener que esconder mis antenitas y mis patitas tan bonitas. Y este cuerpo alargadillo, aflautado que Dios me ha dado!

Bueno, menos mal que por la noche, como dicen aquí, todos los gatos son Pardos y podre quitarme este adefesio de disfraz. 

Cuidado que son feos los humanos!


Lola  



DESDE MI NUEVO PISO
Compré el piso hace 6 meses. Cada noche el mismo recital, los gritos se suceden con alternancia bien marcada, ahora uno, ahora el otro. Ambos personajes principales tienen bien aprendido su papel y los improperios y los insultos no faltan en ningún pase. 

El final siempre es el mismo, golpes de él, llantos y aullidos desesperados de ella, llamada de teléfono a la Urbana, minutos de espera, llegada del coche patrulla y...silencio. Nueva función al día siguiente y vuelta a empezar.
Ayer noche, algo fue distinto. La rabia y la impotencia flotaban en su ventana mientras la violencia creaba un personaje aún más siniestro y temible.

“En lo que va de año, el balance del gobierno... A.M.F., vecina de....su pareja sentimental...”

Me quedo sin aire mientras lo leo. Creo que la pasada noche, cayó el telón.


Ginebra


IMAGEN (ES)
Fotos envueltas en papel de periódico, abandonadas en el quicio de la puerta entreabierta, dejadas allí como olvidadas desde hacía décadas.

Cogió las fotos y fue mirándolas una a una reparando en aquella en la que un cielo gris, pesado, como de mármol, evocaba el silencio y la solemnidad de un campo santo;  antenas parabólicas sin señal que seguían tan aferradas a una pared de ladrillo como al cable que les dio la vida años después que a los postes de tendido eléctrico; los mismos que un día sacrificaron su condición de hermosos árboles en pro del progreso y que  continuaban allí: sin iluminar, sin transmitir. Pudo entrever recuerdos, componer  vidas a través de los ojos de un extraño, recuerdos sin hogar.

Colocó las instantáneas en una maleta y se apresuró hacia la puerta.
-¿A dónde vas con las fotos ?  le preguntó el último superviviente.
-Voy  a darles un nuevo hogar, contestó el reportero.


Marta Albricias



¡CABRONES ¡ CASI ME MATAN
El lugar: una sala renacentista de paredes de piedra desnuda, el público florentinos del XVI con sus coloridos ropajes, el tribunal una panda de clérigos enfermos mentales obsesionados por salvaguardar sus privilegios y sus ideas medievales sobre las que se sustentaba su poder omnímodo.

Me acusaron de blasfemo, de hereje, pedían mi cabeza a menos de que mi retratación fuera pública y me desdijera de mis afirmaciones. Yo, que tras estudiar medicina, filosofía y matemáticas, fascinado por el cosmos y sus leyes, inventé el telescopio para acercarme al Universo. Yo  que aporté demostraciones, pruebas irrefutables, incontestables, concluyentes, no las aceptaron, enfrentaron mi descubridora razón a su fe embrutecedora y ciega.

Me iba la vida en ello, lo supe cuando a Bruno lo quemaron, y públicamente negué mis propias palabras y acepté las suyas, y ante Belarmino negué para vivir, la vida me ofrecía demasiado como para perderla, abjuré ante el tribunal de majaderos y me dejaron vivir, cuenta la leyenda, con piedad infinita y para restañar mi herida dignidad, que una vez obtenida la sentencia absolutoria dije, soto voce, “ Y sin embargo se mueve” .


Carmen Gómez





SUBIDO AL POSTE DE LA LUZ
Mierda de empalmes, lo menos tengo para dos horas de faena. Y a todas estas, la niña se ha echado un novio todo tatuado, que no tiene oficio ni beneficio, y lo tenemos en casa a pan y cuchillo día sí y día también. Hay que joderse. Antes si que daba gusto currar, fingías una avería en la línea deshaciendo un empalme de la caja de registros, y al bar toda la mañana. Menudos almuerzos nos pegábamos con el Rafa, de padre y muy señor mío. Y hasta el culo de carajillos que nos poníamos.

No, si la culpa es de la Angelines, como cocina tan bien la condenada, no hay manera de sacarse al cabestro tatuado de casa. Éste mucho antisistema y mucha boquilla, pero cuando hay estofado de rabo de toro no falla nunca el cabronazo. Bueno, vamos al tajo, que no voy a acabar ni a las tres, y la empresa ya no paga horas extras.

La puta empresa, con sus controles y el rollo de la productividad nos tiene jodidos. Menos mal que el Rafa ya se jubiló, porque él no hubiera aguantado este puteo. Cómo ha cambiado todo, yo entré en casa de la Angelines pa pedirle a mi suegro de mantener relaciones formales con su hija. Y aluego iba a comer un domingo sí y otro no, y me ponían macarrones y un sanjacobo con papas fritas. Yo no sé dónde aprendió la Angelines a cocinar, porque guisar, guisa de cojones. En cambio, es reactiva a hacer uso del matrimonio, nunca le va bien a la puñetera. Y como la empresa no paga horas extras, ya ni de putas puede ir uno. Voy a tener que volver a hacerme manoletinas.


Felipe Deucalion




CAEN CUATRO GOTAS
Caen cuatro gotas. A penas pueden justificar la forma de caminar de Silvia que avanza rápida y sin mirar a nadie, con la cabeza gacha. Nadie suele fijarse en ella. Si alguien lo hiciera se daría cuenta de que esa es siempre su manera de andar, haga sol o llueva a cantaros. En el trabajo luce su mejor sonrisa para los clientes, y cualquiera diría que la guarda en la taquilla antes de salir a la calle. De hecho alguna de sus compañeras de planta lo ha llegado a decir mientras desayunaban juntas y Silvia se tomaba un café sola en la barra.

Llega a casa y enciende la tele, no le gusta el silencio, prefiere las voces que llenan la casa. Eso sí, nada de tertulias  sobre famosillos o teleseries mejicanas, prefiere los sonidos de la vida real. Una buena película con sus diálogos bien estudiados. Hace diez años se instalo la parabólica para poder coger canales de cine. Ahora disfruta de la televisión por cable de todas las películas clásicas que quiere.

Mientras pone comida a su gato, de fondo Lauren Bacall le pregunta a Humphrey Bogart si sabe silbar.  Piensa en ese amor cuando enciende el ordenador para conectarse a internet. Sigue sonando la película de fondo cuando abre una página de contactos y empieza a chatear. Julio 72 tiene sus mismos gustos, hablan de películas, se ríen en emoticonos, llevan ya más de un mes conversando. Él le ha pedido ya un par de veces de conectar la cámara y poder verse, incluso empieza a hablar de la posibilidad de encontrarse realmente un día para hacer un café. Solo para charlar y conocerse, sin comprometerse a más.

Le gusta Julio, siente que realmente se podría enamorar de este hombre tierno y culto. Le sabrá mal cuando en una semana o dos el deje de insistir en que se vean y poco después deje de estar disponible para seguir conversando.

El gato se pasea por delante de la pantalla del ordenador pisando con todo su indiferencia felina el teclado. Julio y Silvia se ponen una cara sonriente, las teclas al azar son una broma habitual entre ellos. La foto del gato sigue siendo el avatar de Silvia, y no piensa cambiarlo.

Se sienta a cenar justo cuando otra película empieza, “con la muerte a los talones”, se pone cómoda en el sofá. Disfruta especialmente viendo esos viejos films que ya se sabe de memoria. Si gato se acomoda encima de las piernas y ronronea con la seguridad de que nadie va a sustituirlo de ese lugar.


Herman 



ANTENAS
Las antenas parabólicas estaban colocadas en todos los edificios de la ciudad. Redondas, grandes i pequeñas, adornaban todos los pisos. Yo tenía siete años y me preguntaba para que servían. Había millares y se instalaban más, cada día que transcurría del final del siglo XXI.
Pregunté a mi padre porqué teníamos una en el balcón, y me dijo que era para ver todos los canales de televisión del mundo, vía satélite. Al tal satélite yo no lo conocía, pero en el 2099, eran una verdadera maravilla, según me explicó entusiasmado.

Más a mí siempre me había llamado la atención mi vecino Ricardo. Era un joven introvertido que se pasaba el día en casa, haciendo no se qué. Su balcón estaba al lado del nuestro y su antena era una monstruosidad. ¡Que grande!

Un día lo vi apoyado en la barandilla y le pregunté impulsivamente:
- ¿Qué haces?
- Ah, hola Enrique, estoy arreglando unas cosillas de la antena.
- ¿Por qué, si a ti no te gusta la televisión?
- Con ella puedo captar señales del espacio, concretamente de la luna.
- ¿La luna? Es mi amiga. Siempre que la veo me pongo contento. Pienso que me conoce y me sonrie. ¿Tu hablas con ella?
- No Enrique, pero ella me envía mensajes. En la tierra producimos mucho “ruído” y en la luna rebotan las señales que yo le mando, es toda una experiencia.
- ¡Caray!

Después de la conversación con mi vecino ya nada volvió a ser igual.
Pasaron quince años y la antena que tenía colocada en mi piso, era muy sofisticada. Llevaba mucho tiempo manteniendo comunicación con la luna y mi amor por ella había crecido conmigo. Tan profunda era la pasión que sentía, que me disponía en unos pocos meses, a trasladarme a la nueva colonia espacial Escorpio IV, situada en nuestro satélite.

Me pareció muy buena idea, vivir dando vueltas a la tierra. Con una buena antena i desde la distancia, podría seguir captando señales del espacio y quizás algun día una respuesta.


Laia










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