viernes, 6 de noviembre de 2015

ACAMPADA





SI, PERO POCAS VECES, POR FAVOR
Se ha de experimentar para poder decir que has crecido incluso humanamente. La paciencia de aprender como los más experimentados saben montar un montón de tela doblada. La dificultad de volver a doblar esa tela y sin saber cómo enfundarla. El compañerismo de dormir con los pies en la boca del otro. La sensación de humedad del suelo donde duermes. La ingratitud de a lo mejor limpiarte con una hoja mientras defecas y no estas tranquila por si te ve alguien. El dolor de espalda cuando te despiertas al día siguiente. Todo ello se ha de probar para que cuando eres mayor solo tengas ganas de estar en cómodos hoteles de varias estrellas mientras nostálgicamente en la frialdad recuerdas el calor humano de tus amigos dentro la tienda.


Susana




UN DESEO
Llevaba semanas pensando en la posibilidad de volver a acampar como durante aquellos años; volver a sentir eso de que, en esencia, acampar es un acto de fe y a veces de supervivencia. Volver a reafirmarse contra las fuerzas de la naturaleza en un nuevo lugar, entre nuevas circunstancias -en ocasiones difíciles y hostiles- siendo capaz de establecer unas garantías de seguridad que le ofreciesen un sustituto temporal para el hogar. Vivir abierto a los estímulos de un entorno natural era lo que más deseaba: levantar la carpa, preparar un fuego de leña donde cocinar sobre llama viva y reunirse para contar historias al anochecer; tocar la guitarra y cantar; dormirse mirando las estrellas.



Marta Albricias



AIXÒ ES CAMPI QUI PUGUI!
Habíamos pasado un infierno Chafik y yo, pero al final habíamos llegado a la frontera. ¡Europa, el paraíso terrenal!, donde caía el maná del cielo cada día. Y era verdad, los amables voluntarios de la Cruz Roja y otras ONGs, nos daban de comer cada día.
No nos dejaban pasar la frontera.  Algunos decían que del otro lado del país estaban construyendo un muro, para que los que veníamos del otro mundo no pudiésemos pasar.
A Chafik y a mí, nos daba un poco igual, pues estábamos felices porque nuestro hijo nacería en suelo Europeo. Ya no me quedaba mucho. Al menos a él no podrían echarlo del país.
Una noche, vimos cómo los guardias de este país, que nos había acogido, se retiraban del paso fronterizo. En ese mismo momento alguien gritó “Campi qui pugui!” … Y todos pasamos corriendo la frontera de Cataluña y entramos en España.


Loli Ruiz.






EL SOFÁ COMO DESTINO
La Angelines me lleva por la calle de la amargura. Quiere muebles nuevos. Bueno, en realidad quiere un piso nuevo, pero como no puede ser, pues a cambiar los muebles que se ha dicho. Vale que yo estuve de acuerdo en cambiar el tresillo. Quería un sofá más cómodo, el que tenemos me destroza la espalda, que son muchas las noches que acabo en el sofá y ya no tengo edad para dormir de cualquier manera.

Ves, en cambio a la niña le da igual dormir en suelo. Ahora quiere irse de acampada, ¡manda cojones! Ah, y a la Angelines le parece bien, porque como van con chicos,así no estarán indefensas allá en el monte. Pero que inocente que es la pobre, se conoce que ella no fue de acampada de joven¡Bueno era su padre! Y eso que yo era un muchacho formal, no como los chicos de ahora, llenos de tatuajes y pendientes.

Nada, que no puede ser, que las cuentas a mí no me salen, que por más plazos que nos den en la tienda no podemos comprar el tresillo nuevo. Como se va a poner la Angelines¡Ay, Dios!Voy a tener que dejar que mi niña vaya de acampada. Y me parece, que ni aun así, me voy a librar del sofá.


Felipe Deucalión






ACAMPADA
Aquella tarde, tras el largo día de camino por montañas y riachuelos de agua cristalina, llegaron a un trozo de terreno lo suficientemente llano y extenso para poder acampar. El sol se había escondido tras las montañas y la noche caería pronto sobre ellos.

Montaron con rapidez las tiendas de campaña. El lugar no podría ser más atractivo, respaldado por monte, lleno de flores silvestres, y divisándose desde allí el mar Mediterráneo.


Hicieron una fogata, comieron. Después cantaron, jugaron, y se contaron historias. Y sus palabras, sus sorpresas y sus risas, flotaban en el calor de las llamas y en el brillo de luz de la luna.


Al amanecer les despertó el canto de los pájaros. Respiraron con ellos, y con los árboles y las flores el silencio, el frescor del aire limpio


Poco sospechaban entonces, y lo supieron más tarde, cuando ya se acercaban al otoño de sus vidas, que aquel día y en aquel lugar, y con aquellos compañeros, habían podido atrapar a la felicidad.



Maríajes






ACAMPADA
Els cavalls han baixat dels prats més alts. Amb l’arribada del mal temps, el circ cobert d’herba d’una punta a l’altra I esquitxat de pedres, algunes d’elles bastant grosses, es prepara per rebre l’hivern. Encerclat per altes muntanyes nevades, el riu la travessa formant una gran cascada al final alta i esvelta.


Ell pujava fins allà cada dia amb el jeep, perquè es la seva feina portar un control de la fauna i vegetació de la zona.


Un d’aquests dies, quan ja es feia fosc i havíem quedat al bar del poble per prendre alguna cosa, em va explicar una historia estranya. Deia que va veure com es preparaven per acampar un grup de persones que li constava que tenien un permís, encara que en aquesta època ningú hi fa estada perquè ja comença a fer bastant fred, i el lloc és elevat.


El grup va instal.lar cinc tendes de colors vius i ell em deia que es retiraven quan es feia fosc. Els cavalls que el meu amic coneix molt be, estaven una mica neguitosos. Feia l’efecte que s’espantaven més del compte. M’explicà que moltes vegades ell havia aconseguit acostar-s’hi i ells li ho havien permès. Ara no era possible. Es per això que estava una mica estranyat. Els campistes quan el veien li feien un enigmàtic somriure.


L’altra dia deia que el lloc de baixar cap avall amb el cotxe, l’amagà i es quedà darrera unes roques. Ja es feia fosc i els visitants es van aplegar en cercle al voltant d’un objecte lluminós que cada cop resplendia amb més força. Estaven parlant amb altres persones però ell no veia ningú. Donaven petons i abraçades al buit. El cel va passar d’un color porpra al blau fosc i al meu amic li va semblar que els campistes ja s’acomiadaven dels invisibles companys.


Al dia següent ell i jo havíem quedat per prendre una cervesa com sempre. No es va presentar. El vaig trucar repetides vegades i res. Tampoc va respondre els dies successius. Vaig anar al seu pis. Ningú sabia res d’ell, no l’havien vist més. La policia també va ser alertada. Les coses del seu apartament estaven intactes i el seu llit sense desfer.


Passaren unes setmanes i vaig pujar fins el circ. No hi havia res on acamparen els forasters, només un objecte pesant i fosc, com una pedra. A sota d’ella, però, es podien llegar unes lletres gravades que deien “Adéu amic meu. He marxat a un lloc molt millor que no et pots ni imaginar. L’únic que no hi ha son cerveses, però ja no em fan falta. Arreveure!”



Laia



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