CHATEANDO VOY, CHATEANDO VENGO
He conocido a una chica por internet. Se llama Mercedes y nuestro
intercambio de e-mails ha seguido una progresión geométrica. Ya nos
hemos contado nuestras vidas, quizá no con detalle, aunque sí en
sus aspectos fundamentales. Ha llegado el momento de pedirle una
cita, de pasar a la acción. Pero no acierto con el tono adecuado
para pedírselo, o me sale demasiado formal, y entonces creo que haré
el ridículo, o me sale tan desenfadado que temo pasarme de la raya y
caer en el descaro.
En
esas estaba, intentado redactar por enésima vez el condenado e-mail,
cuando apareció mi colega Paco
¿Qué pasa tío? –me preguntó.
Nada, tío, que no sé cómo chatear con una churri.
Eso se arregla muy fácil. Tú vente conmigo.
Seguí a mi colega hasta la tasca de la esquina.
Ponga dos chatos, buen hombre, que mi amigo necesita chatear –dijo Paco nada más entrar.
Que no, tío, que yo me refería a …
Pssit–me cortó mi colega, y luego añadió-. Tú a callar y a beber
¿Qué pasa tío? –me preguntó.
Nada, tío, que no sé cómo chatear con una churri.
Eso se arregla muy fácil. Tú vente conmigo.
Seguí a mi colega hasta la tasca de la esquina.
Ponga dos chatos, buen hombre, que mi amigo necesita chatear –dijo Paco nada más entrar.
Que no, tío, que yo me refería a …
Pssit–me cortó mi colega, y luego añadió-. Tú a callar y a beber
La
verdad es que Paco tenía razón y al quinto vino que nos tomamos lo
vi claro. Dejé a mi colega en la tasca, para que pagara los chatos
consumidos, me fui a mi casa, me senté ante el ordenador y escribí:
“Mercedes, guapi, tengo muchas ganas de conocerte.
“Mercedes, guapi, tengo muchas ganas de conocerte.
¿Qué
te parece si nos vemos mañana a las doce delante del Zurich? Si no
te va bien, dime tú el día, la hora y el sitio.”
Felipe Deucalion
No hay comentarios:
Publicar un comentario