viernes, 6 de abril de 2018

LA ORILLA


LA ORILLA
Estoy sentado mirando al mar, alejado de las molestias del sol y los granos de arena, avizorando la gama cromática de azul que se pierde en el horizonte y respirando al ritmo sedante de las olas.

El bisbiseo de la espuma, cuando estas se deshacen, me relaja, anulando por unos minutos el letargo emocional en el que me hallo.

 ¿Qué hago a pie de costa? Mi piel es sensible al aliento solar y he de aliarme con la sombra, el mismo y único huésped que seguirá habitando en casa.

Solo de nuevo, despojado de felicidad tras su marcha, el oleaje y el cambio de la orientación del viento me endosan la salinidad en el olfato. Este aroma fuerte, provoca que la paz de la tregua muera y vuelva a ser siervo de mi desdicha. Las ondas de su pelo, la marea... Clara analogía que me perturba, amarga miel, saliva embreada la que genero al pensar en unos besos, que como cartas sin sello, ya no me llegarán.

‎Suspiro con la flojera de un moribundo. Miro la calmosa belleza de la playa y por asociación de ideas, su retrato se refleja en ella. Entiendo ahora, por qué estoy contemplando el mar. Ahí está nuestra relación: tan hermosa y efímera como las olas que finen en la orilla.

Xavi Domínguez



LA ORILLA
Una ola de varios metros creció desde la orilla colisionando contra estribor, haciendo que el barco se tambaleara a un lado …tal y como su capitán ebrio. Tropezó con la cabina y se lanzó hacia la estrecha cama, cuando sintió  una mano temblorosa que le palpaba entre susurros febriles que finalmente llegaron a sus oídos.
...el caos se apoderó de la embarcación y de toda su tripulación como nunca jamás…

En la oscuridad de la tormenta la extraña figura de mano temblorosa, apareció de repente en la proa iluminando la cubierta, para sin pensarlo saltar al agua para volver a sumergirse y cabalgar velozmente sobre las olas que seguían zarandeándolo todo. El agua helada se cerró sobre su cabeza, las corrientes tiraban de su voluminosa falda y al pasar por un arrecife de color violeta, empezó a desgarrarse la ropa con las manos, mientras sus dedos fríos desaparecieron: dedos delgados y relucientes que se cubrieron de escamas envueltas alrededor de sus brazos.

Desde las oscuras profundidades llegaron para encontrarse con ella. Otros dedos  escamosos arañaban su ropa. Las capas de su falda cedieron, y se liberó de la ropa humana con el golpe final de su cola. Miró entonces de frente a aquellas dos criaturas de larguísima melena que sonreían mostrando sus bocas llenas de colmillos y pateando sus colas le daban la bienvenida de vuelta a casa arrastrándola de nuevo hasta lo más profundo.

Varias brazas por encima, las olas se calmaron y un viento purificador rompió las nubes de tormenta en jirones. Mientras, siguió nadando en las frías profundidades con sus hermanas, peinándose su larga melena y susurrando una bella canción.

Marta Albricias




No hay comentarios:

Publicar un comentario