Los rayos del sol se filtraban oblicuos por la ventana de la cocina, la cafetera llevaba rugiendo unos minutos, Federico la retiró de la vitro y aspiró el aroma que desprendía. La ducha le había entonado el cuerpo y relajado la mente. La difusa luminosidad y el olor del café le transportaron a regiones etéreas, casi celestiales; solo faltaban los efluvios de las tostadas recién hechas.
Acababa de servirse la leche y estaba a punto de coger el pan, cuando Rosalía irrumpió en la cocina. No se dijeron ni buenos días ni cruzaron una mirada ni tan siquiera dejaron escapar un gruñido a modo de salutación. Habían dormido espalda contra espalda -”en el sofá va a dormir tu señor padre”, había bramado él-.
En el espeso silenció Federico tuvo la impresión que resonaban los gritos de la noche anterior. Ella ponía orden en la cocina con movimientos enérgicos y precisos, él la observó de reojillo, era de alto riesgo interferir en los desplazamientos tajantes, inexorables, de Rosalía. Federico lo tuvo claro: dejemos las tostadas, y mejor me bebo el café con leche.
Felipe Deucalión
CAFÉ CON LECHE
Había llegado el momento de decir “adiós”, y al finalizar el concierto los aplausos y vivas llenaron por completo toda la sala, prolongándose más tiempo de lo habitual. Jorge y Rudy sabían que aquel adiós representaba el final de una etapa en su carrera, final que les conduciría a una nueva formación musical, con otro estilo, otro ritmo y un nuevo nombre. A partir de ahora pasarían a llamarse Café con Leche, nombre que pensaban definía muy bien su sello particular, y que se debía al color de la piel de ambos, una clara evidencia de sus raíces más ancentrales: Jorge era descendiente de gallegos y Rony de africanos. Diez años de carrera musical les había proporcionado la experiencia suficiente para lanzarse a probar con otros estilos, y ahora apostarían por una música más popular y bailable, a ritmo de salsa, rumba y cha cha cha, dejando atrás los pequeños locales de la Habana Vieja para actuar en salas más reconocidas y glamurosas. Café con Leche seguiría siendo fiel a los músicos cubanos que tanta influencia tenían en su música, y a su filosofía de siempre: “la música se toca con el corazón y se siente con el alma”.
Asia-M. José
EN LA CAFETERÍA
A la chica de camisa verde,
el café con leche sin azúcar nunca le ha gustado, necesita añadirle un
azucarillo o dos, depende del día.
Esta mañana se siente raramente despierta. Su mente despejada y su
piel hidratada le anuncian que el día también posiblemente será despierto y
movido.
Tiene muchas cosas que hacer, sobretodo organizar su trabajo, enviar
mails, limpiar la casa, ordenarla… Su mente despejada le hace saber lo atrasada
que está en todas estas tareas. La chica de camisa verde, se siente tan a gusto
sentada aquí, en la cafetería de la esquina, removiendo la cuchara y pensando,
sólo pensando, que hoy podría empezar a ordenar su vida. Da un sorbo al café con leche y nota que
empieza a estar templado. Juan debería haber llamado ya, se dice para ella. Le
parece raro que no le diga nada. Le gusta tanto su timidez, su media sonrisa y
su no saber muy bien qué hacer cuando se encuentran a media noche en casa de
uno o de otro. Mientras repasa mentalmente lo que más le gusta de él, la chica de
camisa verde relame el azúcar que ha quedado en el fondo de la taza, mira a la
mujer que está detrás del mostrador y pide otro café con leche. Más tarde, ya
decidirá lo que hará.
Sara
EL MANTRA DE LAS MAÑANAS
El mantra de las mañanas, que se repite con una regularidad
cósmica a partir del momento en que me acerco a la barra del Nelson, es siempre
el mismo. Ca-fé con le-che. En este bar es buenísimo, un café italiano que
saben prensar y destilar gota a gota, mi único vicio legal.
Hoy Edu no está, y el camarero, detrás de la barra me mira
con los ojos muy abiertos, ahí, de pie, plantado. Seguro que he vuelto a
joderla, y cómo es nuevo, todavía no se aclara. Por si acaso, le repito muy
despacio ca-fé con le-che. Y ahora parece que me he explicado mejor porque lo
veo darme la espalda y trajinar por detrás de la barra.
Cada mañana, fecundo, con glotonería insaciable, letra tras
letra, un cheque en blanco hacia el mundo de los vivos. Vuelve sonriente, y me
acerca un gran vaso de zumo de tomate, ostras, no salgo de mi asombro. Esto no
es lo que le he pedido, mi refugio espiritual de los malos sueños, el botón de
activación del mundo. Y se lo repito con toda la paciencia de que soy capaz a
estas horas de la mañana. Presto atención y escucho un mantra que sale de mis
labios, cale con feche, checa con fele,
fale con ceche. Joder! Si está muy claro.
Mahalta
AMOR AL PRIMER CAFÉ CON LECHE
Se conocieron en la cafetería donde servían el mejor café
con leche del lugar. Ella tenía los ojos de color moka y él tirando a
torrefacto intenso. Cruzaron las primeras miradas y el sabor amargo del café
mezclado con el punto de la leche, el dulce toque del azúcar de caña y un
irresistible aroma...hizo todo lo demás.
Su primer viaje juntos fue a Etiopía, cuna del arbusto
silvestre Cafeto Arábica, natural de los abruptos montes de Kaffa al este de la
antigua Abisinia. Allí aprendieron mil y una historias sobre los orígenes de su
bebida favorita de la mano de ancianos y venerables campesinos que les daban la
bienvenida a su paso por caminos y pueblos. Supieron de como un dia, allá por
el año 450, un pastor llamado Kaldi se dio cuenta, mientras andaba cuidando a
su rebaño de cabras, de que cada vez que comían de las bayas rojas de dicho
arbusto, recobraban cierta vitalidad y energía. Fue entonces cuando decidió
probar los frutos él mismo y cual fue su sorpresa al comprobar que
experimentaba una sensación de euforia y ánimo similar a la de sus animales.
Su amor por el café y los viajes les llevó más allá; también
hasta Colombia, donde se prometieron amor eterno entre cafetales. En Italia no
pudieron resistirse a los encantos de un buen espresso. Y en Brasil tuvieron
ocasión de apreciar los tuestes más exóticos del planeta.
Años después, siguen tomándose juntos su café con leche sin
dejar de mirarse a los ojos y sin importarles que ahora tenga que ser
descafeinado con leche descremada y sacarina.
Lo suyo fue amor al primer café con leche.
Mart@
CAFÈ AMB MALA LLET
Bon dia amor meu. Feliç Sant Jordi, a que no
t’esperaves que et portes una rosa al llit. T’he preparat l’esmorzar, despertat
ja dona. M’agrada esmorzar amb tu al llit, fa tant de temps que no ho fem, una
cosa més a la llista de coses que no fem junts. Però ja veus que jo sí que
penso en tu i en cuidar-te.
Estàs preciosa
amb aquesta carona de mig adormida i sense maquillatge, mostrant el teu
autèntic rostre. No entenc perquè t’has de passar cada mati una hora davant del
mirall, si en realitat no arregles gaire cosa. Si sentissis els comentaris que
la meva mare fa de tu em sembla que no et tornaries a pintar els ulls.
El cafè te l’he posat amb sacarina, ja se que
no la suportes, però es que darrerament estàs agafant una mica de pes,
darrerament vull dir aquest darrers anys, és clar. I com que estic cansat de
comprar-te llet descremada per que desprès aboquis la sucrera dins la tassa
crec que és moment d’un canvi.
I una mica de pernil dolç amb una torradeta
preparada amb molt d’amor. Que desprès et passaràs el dia asseguda a la cadira
i no necessites gires calories més. Ja se que és el pernil dolç light que
compres per mi, però jo el vull compartir amb tu, que els dos el trobem igual
d’insípid.
I me’n vaig corrents a la feina. Ens podem
trobar quan tu pleguis a les rambles i passegem una mica. A mi em pots regalar
el llibre del Punset, m’agrada la mirada positiva d’aquest home.
Au, no posis aquesta cara de desagraïda, amb
tot el que he fet per tu aquest matí. Que no em mereixo un somriure o que em
donis les gracies?
Herman
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