SUSTO (EN) BLANCO
Me dijeron que haberlos, los había: que los sustos
blancos eran cada vez más frecuentes, me advirtieron sobre ellos, incluso
me dieron algunas pautas sobre cómo reaccionar en caso de emergencia por susto
blanco pero… nada. Durante años esperé día y noche a que hiciese acto de
presencia en mi vida; me lo imaginaba cruzándose por un pasillo oscuro,
asomándose a mi ventana al anochecer, colgando boca abajo del techo de mi
alcoba o columpiándose en la lámpara. Llegué a pensar que quizá algún día...con
un poco de suerte...me lo encontraría de sopetón al doblar una esquina, al
abrir un cajón o la nevera. Lo idealicé...y pasaba horas soñando sobre cómo
sería tenerle a mi lado. Durante largos meses mis lecturas se ciñeron a los
temas más terroríficos que se pudiesen publicar y cuando iba al cine… no me
perdía ningún thriller: pensaba que de este modo -tarde o temprano- su
presencia estaría asegurada pero ni aun así, he logrado saber todavía lo que es
un susto blanco.
Marta Albricias
EL, TAN
DULCE…
Los domingos
me gustan especialmente. El despertador,
silenciado, parece tener solo una función estética cuando un rayito de sol que se filtra entre
las largas cortinas lo alumbra. Respiro hondo y percibo su olor. El, tan dulce,
presiona con golpecitos suaves mis hombros, mi columna, el principio de mi
cadera…
Ahora es el
olor a café el que me embriaga… él, dulce y juguetón, se monta sobre mí y comienza
a besarme de forma insistente, mojando mi mejilla…
Y recuerdo
el día en que lo conocí. Yo entraba en el ascensor y Juan salía de él. De
pronto, una bola blanca y suave se lanzó
hacia mí, besándome a lengüetazos.
- - ¿Qué te
parece el cachorrito que ha tenido la mascota de mi madre? , preguntó Juan
riéndose.
- -
¡Vaya susto!, respondí.
-
-Ja ,ja, ja ,…mira, lo voy a bautizar con ese
nombre.
Ahora, Juan entra en la habitación con dos tazas de
café y churros, los deja sobre la mesita de noche y comienza a jugar con Susto
y conmigo. Desde aquel día disfrutamos de
una magnífica amistad tripartita que espero dure toda la vida.
Marrosa
EL MEJOR
REGALO DE NAVIDAD
Era la Navidad del año 1900.Los carruajes corrían con desespero de un
lado a otro. Miré al otro lado de la calle embarrada por la nieve que se
derretía. Sam, me saludaba con la mano desde el
otro lado, enseñándome un precioso árbol de Navidad mientras gritaba
algo. Al cruzar pude oír
por fin sus palabras, que me decían que lo había reservado para mí, ya que era, el que había
llegado en mejores condiciones. Realmente era un abeto magnífico,
no estaba seguro de si cabría en el salón, pero no me importó. Decidí
que lo mejor era volver con la furgoneta.
De camino hacia casa con estos pensamientos, me pareció ver a lo lejos una luz
blanquecina. A medida que me acercaba,
la luz tomó el aspecto de una joven de níveos
cabellos, que brillaba como cubierta de purpurina plateada. Me fui acercando lentamente a ella, sin estar
seguro de lo que veía. En aquel momento la joven se giró, y con la velocidad
del rayo ya estaba cogiéndome de la mano, antes de que yo pudiese darme
cuenta. En ese momento me invadió una
sensación tan profunda de felicidad que creí morir. Cuando volví en mí, fui corriendo hacia mi
casa. Más que correr, volaba y eso me extrañó, porque cuando ocurrió lo que le acabo de explicar, yo
tenía 50 años, y como ve, actualmente esa es la edad que aparento. Han pasado 100 años desde que aquel
precioso ángel de nieve, me diese un blanco susto, al convertirme
con su tacto en un niño de apenas 5 años.
Jordana - Lola
QUE VIDA ESTA
¡No puedo más! ¡Estoy AGOTADO! ¡No tengo ganas
de nada! ¡No me quedan pilas! ¡Buuufffffff! Mario Blanco farfullaba para sus
adentros, mientras caminaba arrastrando los pies sin apartar la vista de las
punteras de sus zapatos, ahora la izquierda, ahora la derecha, izquierda,
derecha, izquierda, derecha ...
El bombardeo mediático había sido premeditadamente
intenso durante la jornada, y la incordiante llovizna subliminal, como un
calabobos norteño, le había ido colmando el alma de crisis, ajuste, injusticia,
violencia, dinero, mentira, corrupción, miseria, hasta acabar convirtiéndola en
un zumo de odio y depresión a partes iguales. ¡Buuuffffffff!, cuanto más
vueltas le daba, más pesada era la losa y más sombrío el futuro. Andaba sin
ver; no había transeúntes, ni vehículos, ni tiendas, ni chinos, ni excrementos
de perros, sólo el mundo lúgubre que delataba su mirada perdida, habitado por
hurgadores de basura y carritos con chatarra, en un apocalíptico escenario de
calles mugrientas y edificios degradados.
Sumisa cabeza agachada, puntera izquierda,
derecha, izquierda y ... las farolas no entienden de crisis, ni de miseria, ni
de corrupción. El cabezazo fue seco, de esos que duele solo verlos. Trastabilló
poniéndose las manos sobre la frente como si tuviera fiebre, pero no era alta
temperatura, sino un punto de encuentro de señales eléctricas de
neurotransmisores del sistema nervioso comunicando ¡¡¡ doloooorrrrr!!!!, con
los latidos del corazón en un chichón en eclosión. Sintió que alguien le ponía
una mano en el antebrazo, y escuchó aturdido, -“está bien?, se ha llevado un
buen susto, eh!”. Mario Blanco, apartó las manos, y al abrir los ojos se vió acompañado
de un hombre de mirada entre piadosa y divertida, junto a la puerta de una frutería de chinos, y
dos pasos más allá, unas cagarrutas de perro. Gracias a Dios.
Josean
GALLIFANTES
“Era de
noche. Tuve un susto. El susto fue blanco. No quiero hablar más de ello…..”
¡Joder! Lo
que tenía en blanco era mi mente. Llevaba toda la tarde en el ordenador y no
fluían las palabras. Le tenía que entregar a Paco la Columna mañana a las ocho.
Con lo fácil que era escribir en verano sobre las terrazas y la playa. También
en invierno sobre la espiritualidad del aislamiento en los hogares para
combatir el frío.
Pero de
“Halloween” ¿Qué historia de miedo iba a escribir? ¡Joder, Paco, no se te podía
haber ocurrido otra cosa! Yo era de comedias y debates y en mi vida había ido
al Festival de Sitges.
-¡Papi!
¡Hola! Mira, qué he hecho hoy en el cole. ¡Estoy tan contento!
-¡Alex! ¡Pasa
a la ducha y haz los deberes!- casi grité. Son las ocho y tienes que ir a
dormir temprano.
-Pero, papi,
no me haces caso. Estoy muy contento. ¿Sabes que este fin de semana es
Halloween?
Iba a
gritar, pero las pecas de su nariz me templaron el carácter.
-Pues claro,
que lo sé, Alex. Paco, mi jefe, me ha encargado que escriba una historia
terrorífica en la columna. Llevo toda la tarde enfrente del ordenador y no me
sale. Además, estoy de mal humor porque no he venido a buscarte al colegio para
entregar la historia a Paco mañana a las ocho y no he conseguido nada.
- No te
preocupes papi. Yo creo que te voy a poder ayudar…. Tú siempre me ayudas y hoy me toca a mí.
- Un beso,
Alex. Te quiero. Dime porqué estas tan contento.
-Estoy muy
contento del diez sobre diez que le han puesto a mi redacción de “Halloween” y
quiero leértela.
“Halloween.
Susto terrorífico. Susto blanco de los choferes calaveras que conducen
limusinas para acompañar a los vampiros de dientes ensangrentados a morder a
las mujeres de collares crucificados ……………………….”
Alex se
durmió a las nueve y media abrazado a su Gallifante y yo me dormí a las diez
sintiéndome feliz y orgulloso de plagiar a mi hijo que me ayudo a llenar mi
mente en blanco con su imaginación prodigiosa.
Susana
SUSTO BLANCO
Hoy es su cumpleaños. Todavía no tengo ningún regalo y sólo
me queda una hora. Menos el trayecto a su casa, veinte minutos. Piensa, piensa.
Siente, siente…
Listo! Cojo el mobil, la chaqueta y me voy.
- Ding dong!
- Feliz cumpleaños!
- Hola cariño. Pasa, tomate algo
Cada cumpleaños lo mismo. Sus amigotes, las novias de los
amigos y yo. Unas copas, musica, chicos con chicos, chicas con chicas. Pareciese
que no hubíeramos superado los 16, a nuestros 40. A mitad de la fiesta mi
regalo estaba al caer.
- Ding dong!
- Sr. Lopez?
- Sí yo mismo
- Le traemos este paquete
- Vaya! Es un pastel enorme, veamos si pasa por la puerta…
Una vez instalado en el comedor se apagan las luces y se
escucha la música de nueve semanas y media. La mirada de todos aterriza sobre
el pastel gigante justo en el momento que se rompe la cupula y sale una
despampanante yo. Las primeras risas que se oyen son del Sr. Lopez, seguidas de
los incondicionales y de las leales.
La fiesta se anima, la camiseta empieza a desgarrarse y la cremallera
de la falda a deslizarse. Gritos, silvidos y auyidos despiertan al verdadero
Sr. Lopez.
- Vale cariño, ya está, ya está. Venga bajate de ahí
- Dejalá hombre, que lo está haciendo fenomenal
La falda sobre su cara no ayuda.
- Que te bajes, ahora. Ya está. Se acabó
Los sujetadores caen sobre la oreja de su mejor amigo.
- Joder! No te lo repito más. Bajate ya. Se acabó la fiesta!
Y el acto final. Las braguitas que se deslizan, y atada a
ellas una tibia tela se desenrolla y se desenrolla mostrando a su fin un virtuoso
miembro viril.
La reverencia final descubre la cara de mi socio infiltrado tras
la espectacular mascara de mi otro yo. Risas y aplausos.
Los proximos cumpleaños no se como serán. El Sr. Lopez me
dio portazo esa misma noche alegando que le puse en evidencia delante de sus
amigos, y que el susto de ver a su novia como a un transexual le dejó en
blanco y ya no me conoce más.
gemma
NOCHE EN BLANCO
Odio quedarme dormido mientras tengo un trabajo en
mente.
El otro día me fui a la cama después de tirar a la
basura el último boceto para la nueva firma. Harto de no encontrar el logo
especial que expresara a la vez juventud, pasión y seguridad. Me costó dormir mientras
seguía descartando mentalmente todo un montón de ideas que no eran más que
plagios retocados. Y cuando finalmente el sueño me había vencido llego la idea
genial. No era cuestión de la forma, era una cuestión de color. Y además tenía
claro cuál iba a ser ese color único que expresaría todo lo que el cliente
quería y aún mucho más, libertad, confianza, intimidad. Me levante corriendo y
volví a la mesa de trabajo. Por un momento temí que no iba a encontrar entre
mis lápices ese color ideal. Aún me puedo ver revolviendo todas mis cajas de
colores, incluso las que hacía tiempo no usaba, en busca de esa maravilla de la
expresión. Y estaba! En el estuche de colores de mi hijo, brillante, acogedor,
incitante, tierno. Lo tome con cuidado y empecé un nuevo boceto. Fantástico,
aquel color convertía el nombre de la empresa en un cartel luminoso que
brillaba en la noche. Más, quería más. Toda la noche la pasé diseñando bocetos,
combinaciones con ese lápiz mágico al que ni siquiera había que sacar punta y
que respondía a mi pensamiento oscureciéndose y iluminándose cuando necesitaba
generar volumen. Nunca había tenido una noche tan productiva.
Me levante por la mañana con una sonrisa en los
labios, satisfecho como pocas veces. Por suerte aún era temprano para llamar al
cliente y darle la buena noticia. De momento podía escanear los bocetos para
podérselos mandar.
Ahí estaba mi bloc de trabajo con la página
abierta, blanca e inocente sonriéndome. Tarde aún algunos segundos en
comprenderlo y necesite darme un buen tortazo para borrarme la estúpida sonrisa
de mi cara. En blanco, ni un solo dibujo, ni un solo borrador, ni una sola
raya...
El lápiz de mi hijo!! Tal vez fuera un sueño premonitorio!!
Podía
haberme ahorrado el trabajo de mirarlo. Los diez lapicitos gastados,
despuntados y mordisqueados de su estuche no me inspiraban más que echarle una
buena bronca por descudidado a mi hijo.
Pero tenía el color!! Me había pasado la noche
trabajando con él!!
Maldito
color, ni siquiera podía recordar si era de la gama de los verdes, de los rojos
o de los azules. Mierda de color, mierda de color, mierda de color.....
Realmente odio quedarme dormido con una idea en
mente.
P.D.: Al final al cliente le presente un boceto de
color marrón, un poco tirando a mierda, a él le dije que era color tierra y lo
mostraba bien plantado en el suelo y a la vez dispuesto a florecer. No creo que
me vuelva a llamar, me alegrare de olvidar este episodio.
Herman
SUSTO BLANCO
A trasmano del humano ir y venir, las gentes de Susto Blanco
vivían ensimismadas en sus quehaceres. Susto Blanco no estaba demasiado lejos
del lago Seco, que tanta vidilla daba a otros pueblos de alrededor con la
extracción de sal. Pero no se sabe por qué oscura razón ellos siempre habían
quedado excluidos de esta provechosa industria. Las resecas colinas que eran
dominio del pueblito –a nadie se le había ocurrido jamás disputárselas- no
daban para mucho, rebaños de cabras que solían ser de propiedad familiar y
alguna huerta en la parte trasera de las casas que tenían la suerte de tener
pozo. Los que tenían aljibe se dedicaban al pastoreo, a hacer quesos y a curtir
pieles.
Encalaban sus casas una vez al año y la prisa les era ajena.
El señor Alcalde hacía las veces de juez de paz, sus sentencias se
fundamentaban en los más variados refranes y en la socarronería popular. Otra
peculiaridad del señor Alcalde era que recurría al portugués cuando quería
seducir a alguna mozuela, creía que al ser más meloso aumentaban sus
posibilidades de enamorarlas. Les decía,:“Oh minha menina”, “Que a beleza e
voce”, y otras galanterías semejantes. No se vaya a pensar que el señor Alcalde
era mal visto por tales aficiones. En Susto Blanco se practicaba de siempre un
exquisito respeto a la personalidad de cada cual.
Fuera porque la
proverbial tolerancia lo favorecía, o vaya usted a saber porqué, el caso es que
en el pueblo abundaban los vecinos con algún que otro rasgo singular. El
Paulino, sin ir más lejos, era un pastor que con el humo de un cigarrillo hacía
las más variadas figuras, claro que allí en el monte había tenido tiempo de
sobras para practicar. Naturalmente, el Paulino había empezado haciendo aros
con el humo que exhalaba, ahora de su boca salían dragones y paisajes de la
comarca.
No obstante la admiración que causaba, el Paulino había
perfeccionado su arte más que nada por entretenerse. Lo que a él le motivaba de
verdad era proclamar a quien quisiera escucharlo que en una vida anterior había
sido un legionario romano. Concretamente de la décima legión, séptima cohorte,
segunda centuria, y que como tal había tomado parte en la conquista de las
Galias. Un día, el señor Cura le habló del conocido libro de Julio Cesar, y el
Paulino no paró hasta que el sacerdote le consiguió un ejemplar y, a pesar de
que las letras no eran lo suyo, se lo leyó. La narración de su antiguo general
tenía poco que ver con las sensaciones que el recordaba: la garganta seca y el
corazón que parecía que se te iba a salir justo antes de la batalla, el sueño,
la humedad y el frío de las guardias interminables, el éxtasis al violar a una
virgen, la camaradería, el aliento del enemigo en el que hundía su espada,…, y
así se lo dijo al señor Cura que lo tachó de ignorante.
Felipe Deucalión
SUSTO BLANCO
El invierno pasado conocí a Heiny. Estaba pasando unos dias en los
Alpes y me encontraba preparando unos artículos para la revista con la que
trabajo.
La temperatura era baja y el cielo estaba muy gris, empezaban a caer
los primeros copos. Ya declinaba el día y todavía era muy pronto. Se apoderó de
mi un hondo sentimiento de tristeza.
Para no regresar al hotel entré en una taberna vieja que dejaba
ver una luz cálida a través de los cristales. Me senté en una mesa y allí
estaba el. Era un superviviente. Solo en una esquina, surcaban su cara
profundas arrugas y cicatrices. Un
detalle me llamó la atención: llevaba un enorme gorro rojo de lana. Me acerqué
un momento para pedirle fuego ya que tenía su pipa en la boca.
No se como empezó todo, pero Heiny me dijo que el había estado
allí. Señalaba con el dedo la gran montaña que ya apenas se veía en el exterior
por la escasez de luz. Mi curiosidad hizo que le preguntara por su estancia en
el elevado pico y el con una amarga sonrisa me contestó.
Yo fui el guarda del refugio de la maligna montaña durante 20
años. Subí hasta allí cuando era todavía muy joven y ya me quedé. Lo convertí
en mi hogar. Siempre admiré la belleza impasible de la imponente cumbre, pero
no sin recelo, y pensé que coronaría su cima. Yo podría dominarla.
Los años pasaron y conseguí mi objetivo ya que era un experto
escalador. Una tarde como hacía a menudo, salí de la cabaña y me puse el gorro
porqué el frío era intenso.
Subí por las escarpadas laderas bastante arriba y oí un ruido
atronador. Vi que no se trataba de ninguna tormenta. Las piernas empezaron a
flaquearme temiéndome lo peor y corrí como pude montaña abajo.
Detrás de mi se levantó una gran avalancha. Me resistí lo que pude
pero fui tragado violentamente por la nieve. Sentí dolor en todo el cuerpo y
creí que moriría en pocos segundos. Pero no fue así. Quedé atrapado en una
cavidad y pensé que habría sido del refugio.
Dos días más tarde se abrió la nieve y entró la luz. Me sacaron
los equipos de rescate. Estuve largo tiempo en el hospital y me dieron la
noticia de que el alud había barrido la cabaña, fue una suerte que yo no
estuviera allí.
A mi me encontraron gracias al gorro rojo que perdí mientras
corría. Esto me salvó la vida. Pero desde entonces mi pierna derecha quedó
inútil.
Mi odio hacia la gran montaña se hizo inmenso y juré que no me
acercaría a ella jamás. No pude volver a escalar i quise marcharme del país
para no ver nunca más estos picos pero no tuve fuerzas.
El hombre no pudo contener una lágrima y se despidió de mi
cortésmente.
Cuando dejé los Alpes y volví a casa, pensé que la historia de
Heiny debía ser contada y por eso escribí este relato.
Laia
LA DIMENSION DEL FOLIO
Enrique con veinticinco años, casado con Ana desde hace uno, prepara su tesis doctoral sobre física y
matemática cuántica, da un beso a su esposa y se encierra en su despacho pues
no quiere que le desconcentren.
Sentado delante de su escritorio toma su bolígrafo bic azul de punta gruesa, y
comienza a garabatear su esquema, Ana está pasando el aspirador el cual provoca un ruido que le
molesta sobremanera, opta por cerrar
también la puerta del distribuidor de la
zona de día con la de noche.
Ahora sí, inmerso en su tesis
despliega su teoría, según la cual hay dimensiones que no solo están
relacionadas con el espacio-tiempo sino también por colores, según sus cálculos
la posibilidad de que exista una de color blanco es altamente probable ya que
la suma de todos los colores da como consecuencia el tono blanco, enfrascado
deja a su mente viajar por ella, al cabo de una hora deja de escuchar el
aspirador, ya no oye el runrún del ordenador, ni el roce de su mano con el
bolígrafo y el folio, completamente dentro de su teoría comienza a desplazarse
por ella, no se percata que el color verde pistacho del despacho va cambiando a
blanco, del suelo desaparece el parquet y asoma un agujero blanco, en el calendario de sobremesa los días ya no son de
tinta negra, la silla, la mesa, y resto de objetos han perdido su color , la
tinta del bolígrafo pierde el azul tornándose blanca, asustado, mira y ya no ve
la puerta de haya, no distingue donde está, un blanco radiante lo invade todo,
incluido el exterior, sentado inmóvil
comienza a gritar llamando a su mujer , pero esta no le oye.
Aterrorizado mira por el rabillo del ojo, automáticamente ve
aparecer otro color, se desencaja, ha
ido al verde, ve todas las primaveras , pasadas, presente y futuras delante de
su vista al mismo tiempo, con los ojos desorbitados mira en sentido contrario y
pasa al azul, el cielo y el mar se dan la mano no distingue donde empieza uno y
acaba el otro, aparecen con los navíos oxidados por el agua, los que navegan en
ese momento y los que lo harán próximamente,
la basura espacial baila revuelta con ellos una danza dantesca, todo se cruza en el mismo momento, con una
micra de inclinación se desplaza por todo el abanico de colores, a punto del
desmayo Enrique queda paralizado, así descubre que el movimiento también queda
inmovilizado cuando el permanece
absolutamente quieto, acaba de descubrir
que la ecuación que demuestra su teoría, espacio-tiempo-color, es real, asustado en medio del blanco intenta
averiguar donde se haya la puerta del despacho para salir, no la encuentra,
desesperado da gritos de socorro, no haya respuesta y comienza a llorar.
Han pasado tres horas, su marido no contesta y Ana decide abrir las
puertas pues no lo ha visto salir,
encuentra el folio mojado con un inmenso borrón de tinta azul, extrañada lo
coge entre sus manos y….!! UUUffftttt, y se la trago ¡¡
SUSTO BLANCO
Te oia trajinar, niña mia, al fondo de la casa, al final del
breve pasillo, estabas en mi habitación depilándote, llegaba hasta mi el sonido
eléctrico de la epilady y súbitamente cesó.Yo estaba al otro lado del breve
pasillo, aburrida, mirando el alienante programa del televisor.Un negro
pensamiento me pasó por la mente, asustarte, te oia recoger los cachibaches y
deduje que saldrias en breve de mi habitación ensimismada en tus pensamientos.
Y rauda y veloz corrí a esconderme en un rincón del cuarto de baño que
colindaba con mi habitación y se encontraba al final del breve pasillo.No
tardaste ni un minuto en salir, y resguardada en la oscuridad me dispuse a
asustarte pensando que te dirigias hacia el comedor, pero no era así, no, error
garrafal de cálculo, te dirigias directa y decidida hacia el cuarto de baño,
donde yo te esperaba perversamente resguardada entre
sombras.UHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!! escupí con todas mis fuerzas justo a un
palmo de tu cara bella de niña buena, transformándose ésta al instante en una
expresión de sorpresa que inmediatamente se volvió en absoluto terror y pavor
que inesperadamente me asustó a mi misma también.Saliste corriendo a
resguardarte a la habitación de donde habias salido, rota en estrepitoso
llanto.Y yo corrí tras de ti inmediatamente arrepentida.Mi niña blanca, qué
bien me salió el susto, tan bién que aunque yo pretendia que fuera blanco se
oscureció hasta tornarse negro, negrísimo.
Lo siento, lo siento, perdóname mi amor esta estúpida broma,
suplicaba, llorando yo también, intentando sin conseguirlo, sofocar tu llanto y
tu espanto, tu susto blanco.
Kiseki
Ei gracias a vuestros minicuentos ya me he podido hacer una idea, más o menos, de lo que es un "Susto Blanco" :D
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