sábado, 16 de febrero de 2013

EN EL ANDAMIO



PUEBLO NÓMADA

Después de la hecatombe el primer pueblo volvió a ser nómada. Su ideario se basaba en lo constructivo y rehabilitador. Se vivía verticalmente: lo horizontal era siempre perpendicular a sus gentes. Donde fuese que estuvieran  todo era provisional, eventual, transitorio y temporal como la vida misma. Torres, paredes y puentes se beneficiaron de su presencia: hábitat de acero, aluminio, madera o bambú que con sus arneses, botas y cascos, rescataron de entre los escombros a la Ley de Gravitación Universal.
Allí, en El Andamio, todo volvió a empezar.

Marta Albricias

CURRO EN EL ANDAMIO

Levanto rascacielos
borracho de requiebros.
Tengo alma de cemento,
sentimientos de hierro
y cago yeso,
y cago yeso

Curro en el andamio.
Me cago en todo, hermano.

Poeta del chocho,
maestro del tocho.
Almuerzo con calimocho
en la planta veintiocho.
¿Lo oyes chocho?
La veintiocho.

Curro en el andamio.
Me cago en todo, hermano.

Plomada, carretilla,
sudores y fatigas.
Echar horas y construir villas
que jamás serán mías,
qué maravilla,
qué maravilla.

Curro en el andamio.
Me cago en todo, hermano.

Letra y música: Nemesio Peláez, (“El Neme”; guitarrista de los Buldozer).
Nota: “Curro en el andamio” fue el tema más popular de los Buldozer. Desgraciadamente no llegó a gravarse (al parecer Amiano, líder del grupo, se opuso porque el tema se apartaba de su habitual línea satánica)) y no podemos saber cómo se conjugaban las guitarras asesinas de la banda de heavy con la letra aquí reproducida.

Felipe Deucalión


PROBLEMAS LABORALES

Al  salir del orfanato, su vida laboral había sido una cadena de fracasos, 
si bien eran ocupaciones tan distintas como vaciador de alcantarillas,
limpiador  en un  túnel de lavabo o incinerador en un crematorio ,todos tenían algo en común, le producían claustrofobia y tenia que cesar en todos ellos.

Ahora se encaminaba a un nuevo empleo, en el que esperaba permanecer por más tiempo, la empresa era de andamiajes. Se sentía alegre y confiado,
al  fin un trabajo al aire libre.

Había terminado la primera jornada muy satisfecho, así en los días
sucesivos, seguía  las instrucciones del capataz con esmero, uniendo  las diferentes estructuras y  mostrando una espectacular destreza.

Todo iba bien, solo una pequeña molestia en la espalda, como unos pinchazos a los que no dio más importancia, los atribuyo al intenso esfuerzo físico.

 El andamiaje progresaba con celeridad y no  prestó mucha atención al dolor, que también iba en aumento.

Aquel día al  instalar la última plataforma del andamio, el dolor era insoportable y instintivamente se quito la parte superior de su uniforme de trabajo.

 En su espalda, de repente aparecieron dos grandes alas que se desplegaron con elegancia y el dolor desapareció.
 Entonces Ángel, emprendió el vuelo.

Rosa

EN EL ANDAMIO

Te engañe todo empezó tan naturalmente sin pensarlo y así hasta que me
di cuenta que ya estaba ligado a esa otra mujer “ Leontine” sin
quererlo y amándote al mismo tiempo.
-  ¿Tu me comprendes?
- !No!; dime; ¿Como puedo comprenderte?-
-!Vaya locura! ; Y responde infiel, si le enviaste aquella foto que te
tome en Mallorca en nuestras ultimas vacaciones, aquella que estas
con el huevo en el boca... ¿Como es que Leontine, no se dio cuenta de
que tu eras casado?
En esa foto tu estas luciendo tus manos y con ellas ! tu aro de
matrimonio!-
 ¿Como?  me respondió el infiel.
Si infiel responde, ¿Como?
Su única respuesta fue un !Uhmmmm!
Es que en esa foto estas con la mano en la boca y se
ve claramente nuestro aro matrimonial!
 Aaah sí; respondió el infiel,  es que..borre el aro esposa, perdoname!
¿Como que borraste el aro?-
Es fácil mujer, hay un programa de foto show en la computadora que
borra y modifica cosas, situaciones, perdoname !
-¡Que lastima!- en ese momento me embargo un sentimiento horrendo
estaba sentada en el Andamio de la desesperación frente aun abismo, y quería saltar!
Pensé interiormente, que asco. Como se puede perder todo ante tal
confesión. Es como si de repente me diera cuenta de que había dado
toda mi confianza a alguien que no merecía nada.
No llore, me dije: Que poco has ganado con esto amor, por que todavía te amo.
Cuando un vaso se rompe puedes volver a pegarlo, pero jamas quedara
igual, podrás tomar agua de el, pero jamas sera igual.
Luego siguieron nuestras rutinas.
Yo continuaba despechada ante tal confesión, con una pena muy
grande comencé mi venganza, mientras el trataba de hacer merito
aliviando su infidelidad.Me he quedado colgada en el andamio
aun no puedo bajar.

Amelia

CHIRIBITAS, CHISPAS Y CENTELLAS 

No se que hago aquí. No se si estoy despierto, dormido o hipnotizado. Me froto los ojos, pero solo origino un leve picor y chiribitas centelleando al reabrir los párpados. Los entorno pensando que he de intentar percibir algo que ignoro, pero solo consigo una semiinconsciencia de mi mismo con los ojos entornados. No deambulan cuerpos por las calles ahí abajo, ni se menean las copas de los árboles. No hay brisa, ni llueve, ni hace sol o resol. El clima es neutro, ni gélido ni cálido, y no se escucha nada, ni el silencio. Es más como un vacío, como lo que se respondería si te preguntasen como imaginas el limbo; como el nanosegundo en el que despiertas de una anestesia. Extiendo el brazo delante mío, y señalo hacia un presunto horizonte, esperando una reacción a la acción, pero tampoco. La extremidad se queda ahí fuera suspendida, emancipada, indicando lo mismo que vislumbraba entornando los ojos, nada. Me esfuerzo en vano por tener apetito, necesidad de mear, notar calor corporal o el vello erizado, sentir una invasión de tristeza, un ataque de pánico, una explosión de alegría. Aprieto las mandíbulas, rechino los dientes, agudizo el oído. Intento excitarme, me rasco y me atuso el cabello, y le doy una puntapié a un imaginario guijarro. Acomodo la lengua bajo el paladar buscándome en un recuerdo saboreando un vino. Esbozo letras en mi cerebro para que engendren palabras, pero se derriten y la tinta chorrea, y luego gotea, aunque las gotas se desvanecen al acobardarse del suelo, que debe ser firme porque no caigo, aunque no note mi peso, sea ingrávido. Podría estar en una terraza o en la consulta del dentista; quizás al borde de un acantilado o en un camastro; rodando sobre unos patines o sumergido en una bañera. Podría, pero no. No, porque estoy en el andamio parásito de mi edificio. Creo que es de noche, aunque la luz es neutra como todo lo demás. Me froto los ojos y chispean centellas.

Josean

EN EL ANDAMIO

!Guapa!  !Que buena estás, la madre que te parió!
Era Manolo mi compañero. Es un hombre muy lanzado y enjuto que lleva toda la vida trabajando en la construcción. Estamos a 10 metros del suelo. Sobre el andamio. Nuestra situación privilegiada me permite ver la vida desde otra prespectiva.
Nos encontramos suspendidos en el aire sin tocar el suelo con los pies. Nuestra supervivencia depende del tablón sobre el que nos apoyamos. Que trabajo más curioso este.
Observo la pared que estoy remozando y me siento completamente solo, únicamente veo la piedra que está caliente. Pero si me doy la vuelta, todo un hormiguero de gente se mueve debajo de mi. La calle és muy concurrida y las personas vienen y van. Me pregunto hacia donde se dirigen. ¿ Por qué corren? ¿Que  les impulsa a moverse en el nuevo día?
El sol ya empieza a apretar. Noto su calor y me saco la camiseta. Entre tanto oigo la voz de Manolo como si no fuera real :
¿Has visto esa? Seguro que lleva ropa interior negra como a mi me gusta.
Mientras me desplazo al extremo del tablon, veo la ventana del edificio de enfrente, que està bastante cerca. Es una oficina y la chica rubia está sentada delante del ordenador.Cojo un pequeño trozo de cemento, y le doy a los cristales para llamar su atención.
Lentamente, gira su cara hacia mi. Sus ojos claros coinciden con los mios unos minutos. Siento electricidad por todo el cuerpo. Como un “shock”. Creo que a ella le està pasando lo mismo.
Se levanta de su silla y se pega al cristal. Nos miramos extasiados y desaparece el tiempo y el espacio.
No se cuando, mis brazos se mueven y con mi mano le hago una seña indicándole que baje. Parece que los dos nos vamos a encontrar en el suelo.
Me deslizo por el andamio y toco la acera. Noto como si volviera a la corriente humana, como si saliera de mi nido de águila.
Ella sale por la puerta y viene hacia mi. Nos miramos y a los pocos segundos nos abrazamos. Siento como si nos conociéramos de antes. Que sensación tan extraña, como si nuestras mentes estuvieran conectadas.
Oye chico, sube , no te !ies, !desde arriba se ve todo mejor!
Es Manolo que me llama, pero yo no le hago caso, ya estoy atrapado dulcemente, y nuestro beso no tiene fin.

Laia
                                  
EN EL ANDAMIO

PROLOGO
Para el pez que nace en la pecera, la pecera es su mundo.
CAPITULO UNICO
El Hombre sin Nombre nació en un andamio. Su madre lo parió en un solar en el que se iba a iniciar una obra y allí lo dejó.
Nadie sabe como, pero el caso es que sobrevivió y a los diez años empezó a poner los primeros ladrillos.
Y allí sigue. 57 años después. En su mundo.
No sabe lo que está construyendo y no le importa lo más mínimo. No sabe lo que es un lunes o lo que son las vacaciones. Su vocabulario se limita a un par de letras de canciones que aprendió cuando estaba trabajando en los pisos inferiores.
Aproximadamente tarda un mes en completar una vuelta de la construcción que tiene la forma de un cilindro perfecto. Como una gigantesca chimenea.
Cuando acaba la vuelta, se acuesta y al día siguiente le está esperando un nuevo piso de andamio, con un contenedor de ladrillos, cemento y un módulo.
El módulo tiene el ancho del andamio y en su interior hay un lavabo completo, una cocina con una despensa y comida para todo el mes, y un diminuto dormitorio.
El Hombre sin Nombre trepa al nuevo piso llevando consigo la mecedora y por las tardes, cuando ha terminado su trabajo, se sienta a ver el atardecer desde su privilegiada posición a casi seiscientos pisos de altura. Son muchos los días en los que se queda dormido en la mecedora hipnotizado por las cambiantes formas de las nubes.
Como aquella noche en la que finalizó una nueva vuelta.
Al día siguiente, nada más abrir los ojos supo que algo no iba bien. Por primera vez en su vida no había un nuevo piso. Ni ladrillos. Ni cemento. Ni módulo.
Su mundo se vino abajo y sus básicos esquemas de supervivencia, acumulados durante años haciendo exactamente lo mismo, se hicieron añicos en un instante.
El día se le hizo eterno y la noche lo llenó todo. Se sentó en su mecedora, hambriento y con lágrimas en los ojos. Sin saber qué hacer. Empezó a darle vueltas a la idea de lanzarse al vacío.
Mecido por el acongojo y la incertidumbre se quedó dormido en la mecedora.
Amaneció. Cuando los primeros rayos de sol tocaron su piel, abrió los ojos y…ALLI ESTABA!! Un nuevo piso. Un contenedor de ladrillos. Cemento. Y un módulo!!!
Empezó a canturrear su canción y con una sonrisa de oreja a oreja cogió su mecedora y se encaramó al piso superior. Su vida había vuelto a cobrar sentido y se sentía feliz.
EPILOGO
El lector puede pensar que esa vida anodina y monótona no puede hacer feliz a nadie, y sin embargo, pido al lector que se ponga en mi lugar.
Soy huérfana. Mi madre me parió en unas oficinas grises y frías y allí me abandonó. Nadie sabe cómo, pero el caso es que sobreviví y a los diez años pulsé por primera vez el botón rojo.
Y así llevo 56 años. Pendiente de que el Hombre sin Nombre acabe un piso para pulsar el botón y hacer que un mecanismo oculto coloque en el andamio un nuevo piso, con un contenedor de ladrillos, cemento y un módulo.
Soy la Mujer sin Nombre y ayer, por primera vez en mi vida me quedé dormida cuando tenía que haber pulsado el botón…

Biker

EN EL ANDAMIO

La poca luz que tengo en  casa la he perdido desde que han comenzado las obras de la fachada.  Todo el tinglado que han montado delante, con redes de protección y plásticos incluidos,  me deprime aún más y hace que tenga constantemente un nudo en la garganta que no desaparece ni bebiendo litros de agua. Y lo peor  es  este andamio que  atraviese la ventana del comedor  y me quita intimidad. Cualquiera de esos obreros puede verme  mientras como, por eso bajo la persiana. .. ¡Uff!, “General”,  ha empezado a frotar mi pierna derecha… como buen gato,  es zalamero y espera que le ofrezca algún buen bocado. Pues ahora no puede  ser: ¡que me dejes, que tengo que ir a la visita del cardiólogo!, que me dejes abrir la puerta de la casa,  que llego tarde ¡caray!   Ay, pobre, que patada le he pegado.  Pero… ¿a dónde vas, general?  Nooo,  a la calle otra vez no… Pues ahí estarás hasta que vuelva del médico y si pasas frío te aguantas.
Desde que estoy  en  paro mi corazón se mueve como  si estuviese  en una montaña rusa: salta, golpea, corre, se para…el médico de cabecera  me ha dicho que tengo angustia  pero me ha mandado al especialista para  “descartar” alguna patología, para tranquilizarme. Incluso la fobia a las alturas se ha incrementado. ¡Yo, que vivo en un entresuelo sin luz por ese motivo, ahora  tengo miedo hasta  de subir  a un taburete para buscar algo en el armario! Me gusta este cardiólogo es puntual. Mejor.  Pero,¿ qué dice? ¿Qué la prueba de esfuerzo ha salido  “positiva” y …?  : “En  la gammagrafía de corazón se observa una imagen  del  ventrículo izquierdo…parece que hay patología, pero también podría ser un falso positivo. Podemos hacer dos cosas. Un tratamiento conservador, el que le puse en la última visita y dentro de tres meses repetir el  SPECT. Otra posibilidad es hacer un cateterismo, introducirle un catéter por las arterias y hacer un  examen  de coronarias. Esto además de ser una prueba exploratoria puede ser tratamiento:  “limpiar” de impurezas - pequeños coágulos,  colesterol, etc. – sus arterias. Pero es una prueba para la que se precisa dar un contraste, hay una radiación y  el ingreso de un día en clínica, la prueba dura unos 45 minutos y usted está despierto…Yo le informo para que usted tome la decisión a seguir. Si le parece, la próxima semana lo veo otra vez y  entonces …”
Lo que me faltaba, ¡Mecachis en  la prueba! Si espero tres  meses a lo peor me da algo antes…y si me hago la prueba puede ser  falso positivo y me he irradiado para nada…Y con lo “cagao” que yo soy.  No, si de valiente no tengo nada.
Bueno, ya he llegado a casa, empapado en sudor frío. ¿Pero dónde te has metido “General”? Ah, no…ahí arriba, por Dios, no, no….Pero… ¿cómo has subido hasta ese andamio?  Y los obreros…nada,  ni uno, deben estar comiendo. Ofrecería una buena  gratificación a quien te baje… ¿Qué pasa “General”?  ¿Por qué encorvas el lomo y maúllas tan tristemente? ¿No sabes bajar? No, no me mires así…Ya voy, ya voy…ufff…mejor no miro abajo…es como subir una escalera…no miro, no miro… ¡Ya te tengo “General”!   Ahora, al llegar a casa … voy bajando poco a poco…,¡ cómo sudo! Parece que tú también…Digo, cuando lleguemos a casa, te daré un plato de leche con cereales…Y yo me tomaré un par de vasos de vino, porque me lo estoy ganando. Ah… ¡y ya sé lo que le voy a contestar al cardiólogo!

María Rosa de A.  Gils 

LA TORRE

El padre de mi abuelo estuvo en la asamblea de las alianzas, cuando para celebrar la paz y la prosperidad se decidió edificar una torre que llegara hasta el cielo en honor a los dioses que nos protegían.
Mi abuelo se escondió tras las faldas de su madre cuando empezaron a llegar albañiles de todos los confines del mundo y empezaron a cubrir el viejo templo con nuevos pisos. Y durante toda su infancia estuvo viendo como los cimientos de la torre se ampliaban y ampliaban hasta casi devorar la ciudad, disfrutando de su tarea de aprendiz, llevando y trayendo agua y comida
Cuando tuvo la edad recibió la plomada y la paleta que le daban su categoría de constructor y empezó a trepar por el andamio para llegar a la vanguardia de la construcción, que aun en aquel tiempo no había alcanzado ni los 100 niveles. El compañerismo fluía en la cima, nadie tenía problemas para encallecer sus manos tirando de las poleas para subir los materiales durante días enteros, nadie se quejaba si le tocaba preparar la argamasa y acarrearla sobre sus espaldas y nunca nadie desdeñaba el honor de colocar uno solo de aquellos ladrillos que la gente de la superficie seguía produciendo sin parar.
Mi padre nació en el andamio. Se crio entre las maderas el polvo y las cuerdas. El ya estaba trabajando cuando un mensajero llego de la base para anunciar la peste que se había desencadenado entre los pueblos aliados. La asamblea se había vuelto a reunir, continuarían construyendo la torre, ya no para honrar a los dioses, sino para combatirlos y vengar la muerte de hombres mujeres y niños inocentes.
Mi madre llego a la torre con un cargamento de alimentos, reunidos con esfuerzo por una ciudad pobre y lejana especialmente castigada por la enfermedad. Su ira por la pérdida de su familia le había llevado a lo alto de la torre. La diferencia de sus lenguas no fue un problema para su matrimonio con mi padre ni para mi nacimiento poco después.
Yo ya corría por el andamio cuando los hombres se dieron cuenta de que el horizonte se curvaba a lo lejos. Algunos sabios subieron a contemplar el fenómeno. Hubo largas discusiones, y alguien comprendió que el mundo era una como un balón, un inmenso balón del que nuestro imperio solo ocupaba una minúscula fracción. Éramos pequeños, no nos enfrentaríamos a los dioses, pero llegaríamos a ellos para aprender y hacernos grandes igual que habíamos aprendido a construir y ahí empezó nuestra grandeza.
Mi plomada y mi paleta me dieron derecho a votar en la asamblea de la cima cuando las dificultades para respirar nos hicieron enviar a la base a todos los mayores y los niños. Solo los jóvenes seguiríamos trabajando ahora ya con los pocos materiales que aun nos llegaban.
Aun seguimos cinco años apilando materiales en la torre cada vez más estrecha. A esta altura ya nada se parecía al maravilloso templo de la base, era una mezcla de soportes a la que añadíamos cualquier cosa que nos llegara. Como en el juego de bloques de los niños bajábamos a los niveles inferiores a quitar cualquier material que no viéramos indispensable para añadirlo a la cima de la torre. Al final ya no quedaba edifico, solo el andamio que subía y subía.
Y un día descubrimos que, aunque el sol brillaba, el cielo se había vuelto oscuro. Ya nada había más allá hasta las lejanas estrellas. Yo estaba en el andamio cuando los jóvenes comprendimos la verdad. No había Dios al que adorar, no había Dios al que enfrentar y no había Dios del que aprender.
En silencio estuvimos varias semanas descendiendo.
Ahora vivo a la sombra de la construcción. Ya nadie le llama la torre, medio cubierta y medio derruida, se le llama la montaña. Vivo feliz entre los míos y me rio con ganas, con muchas ganas, cada vez que un sacerdote viene a hablarme de dios.

Herman

UNA MOMIA EN EL ANDAMIO.

Estaba sentado en la terraza del Mauri, leyendo el artículo de opinión de “El País”, que Marc ,el camarero, me había traído con el café. Las cosas iban flojas, ya se sabe, la crisis nos está afectando a todos.
Me sonó el móvil.
-¿Sí? ¡Ah! ¡hola Artal!, ¿qué ocurre?.
Al otro lado del teléfono, desde el despacho, hablaba Artal :
– ¡Ven  Laertes, de prisa, creo que tenemos un caso!.-
Le dí a Marcos el único euro que me quedaba en el bolsillo, y me apresuré a llegar al despacho.
Artal, me detuvo en el vestíbulo y tomándome por el brazo me empujó hacia la puerta.
-¡Vamos, te lo explicaré por el camino!. -
Cogimos un taxi y por el camino Artal me explicó que habían llamado del Museo Egipcio, y que al parecer habían entrado a robar. Pero no querían llamar a la policía hasta no saber qué había pasado, para no salir en los medios.
Llegamos al Museo y la recepcionista nos recibió nerviosamente, gesticulando sin parar  y sin dejar de mover las manos arriba y abajo. Nos llevó al despacho del director y éste nos explicó que por la mañana habían encontrado las alarmas desconectadas, y una de las ventanas del primer piso abierta. Lo extraño del caso es que sólo faltaba del museo una de las momias. Y era extraño, porque la acababan de recibir aquella misma tarde antes de cerrar el museo, y aún no la habían desembalado para su análisis. Dijo también que confiaba en mi conocida discreción y en mi ya reputada eficacia para resolver el caso.
Artal y yo empezamos las pesquisas por la primera planta, en la sala donde habían dejado la caja sin desembalar con la supuesta momia.
¡Bueno, pues en esta sala ya hemos acabado!, aquí no hay nada que nos sirva de pista. Vamos Artal, al piso de arriba.
-Mira qué hay gente rara eh Laertes, me decía Artal, quién va a querer robar una momia, que además ni se sabe si es auténtica-
-¡Pues claro!, dije dando un sobresalto, ¡Artal, eres un genio!. ¡Vamos, sígueme!.
-¿Yo un genio, porqué? y además ¿a donde vamos?
-Vamos a averiguar todo lo que podamos sobre esa momia-.
Volvimos a la recepción  y la secretaria nos facilitó la hoja de entrega de la caja donde venía embalada la momia, que al parecer procedía de chile. Me dirigí a la ventana abierta. No había nada.
Bajé los dos tramos de escaleras y salí a la calle. Miré la fachada, ¡Nada!
Volví a entrar y le pregunté a la secretaria si había algún patio que diese al museo. La secretaria me enseñó un patio que daba al patio de manzana. En un rincón del patio había un andamiaje, pues estaban rehabilitado la fachada.  Artal me seguía extrañado sin saber qué era lo que estaba  buscando.
-'Vamos Artal, creo que ya sé donde está la momia!.
Subí corriendo al piso de arriba del museo, donde estaba la ventana abierta. Me hice con un tablón más o menos de la medida de la caja donde debía ir embalada la momia., y ¡eureka!, llegaba hasta el andamio, y quedaba trabada entre éste y la ventana. Me subí sobre la tabla y pasé  al andamio.
A primera vista no ví nada que me pudiese llamar la atención. Me senté en el andamio y saqué la pipa del bolsillo de mi chaqueta.  Al encender la pipa miré hacia abajo, y un bulto blanco me llamó la atención. Le indiqué a Artal que subiera al andamio desde el patio que yo bajaría por allí.
Al llegar al segundo peldaño de debajo, encontré la momia. Buen título para un artículo del Pais “una momia en el andamio”.
Llamamos al director del museo, y le indicamos que ya podía llamar a la policía, pues había aparecido la momia. Después de exponerle mis teorías sobre quien o quienes habían podido ser los desafortunados ladrones,  y dejar el asunto que ya no nos concernía, en manos oficiales, Artal y yo nos fuimos a la cervecería d'or a hacer un merecido vermut.
-Y ahora, dijo Artal, me explicarás qué significado tiene la momia sobre el andamio, verdad Laertes?.-
-Pues obvio, mi querido Artal, la momia no les importaba un pimiento. -le dije-
-Sí, supongo que con las prisas se debieron poner nerviosos y la abandonaron en el andamio-.
-Pero cómo Artal, aún no has compredido nada?-  Artal me miró perplejo, encogiendo los hombros.
-Artal, a esos individuos, sólo les interesaba una cosa, la caja donde estaba embalada la momia. Y sé que debían ser dos como mínimo porque para un hombre solo hubiera sido imposible sacar la momia por la ventana, y menos intentar bajarla por el andamiaje.
Y proseguí- Estoy seguro, que pronto leeremos la noticia, de lo que habían pasado dentro del andamio desde Chile, seguramente, cocaína. Deduzco que les debió resultar bastante pesada la carga y tiraron la momia andamio abajo, yendo esta caer dos peldaños más abajo, donde  la descubrí.
-Pobre momia – dijo Artal, ni que estuviese muerta hacía más de 2000 años, se merecía un trato como aquel. ¡Vaya indeseables!.

A la semana siguiente, entré en el Mauri, y me disponía a sentarme en la barra, cuando mi amigo Marc, se me acercó muy alterado con el país en la mano. ¡Mira Laertes, han detenido a los que querían robar tu momia!. ¿Mi momia?, pensé.....
Cogí el diario, y leí -“Una momia en el andamio” Se ha detenido a tres delincuentes de la mafia boliviana, que habían pasado cocaína en una caja enviada desde Chile que contenía una momia para el Museo Egipcio-.
-Sabes lo único  que no he conseguido descifrar de todo este caso Marc?, ¿Qúe pinta una momia chilena en un museo egipcio?.

Lola-Jordana

EN EL ANDAMIO

 En el andamio estuvo casi toda mi familia (Padre, tios y abuelos).
Gracias a "él" mi padre nos pudo alimentar y educar.
Y con el pudimos emigrar, hacia un destino final que fue Barcelona
y mejorar calidad de vida y situación economica.
Como hija de emigrante, que se dedico a la construcción, le doy gracias a
que todo ello fuera posible.
En los tiempos que estamos, espero que oficio del andamio no se deje
extinguir, ya que de ello dependen muchas familias como la mía.

Loli 


JOSE MANUEL GAVIOTA


El despertador sonó a las 6. Me levanté y abrí la persiana. Hacía un día de perros: lluvia, viento y frío. Como cada día tenía que subirme al andamio para restaurar un horrible edificio, que mejor estaría en el suelo.

Me puse el casco y los arneses y comencé a subir las escalerillas hacia mi zona de trabajo. Desde allí arriba se veía todo muy pequeñito, los coches, la gente, los árboles…Una gaviota paso cerca de mí en dirección hacia el puerto. Hay que ver con que elegancia vuelan esos bichos. Pensé en la novela de Juan Salvador Gaviota y rememoré, como cuando la leí en mi adolescencia,  lo mucho que molaría volar. .

Me deshice del arnés y salté al vacio. Comencé a seguirla planeando y aprovechando las corrientes como hacía ella. Sobrevolamos Barcelona y nos internamos en el mar. Nos dimos un chapuzón para coger pescado y luego fuimos tras un mercante a ver si soltaba algo de desperdicios. Después fuimos a la Plaza de la Catedral a fastidiar a las palomas y asustar a los turistas. Nos hicimos enseguida buenos amigos.

El despertador sonó a las 6. Me levanté  y abrí la persiana. Hacía un día de perros…


Alfonso Guillem


CANDELARIA,
hem tret el pessebre                                                                                    
Des que vivia a Madrid cada dos o tres anys passava per davant del quadre de Velázquez on hi ha unes dones filant. La cama, la cama, és clara allà l´enganyifa; sense mitja, quasi sense sabata no mostra la pulcritud del peu. (I a la directa), És la dona vestida de negre qui posseeix la llum, allò que no es veu o pot passar desapercebut als ulls de qui passa pel davant? Aquell per qui hauran mort les coses  batega en el reflex de la roda, cor, pal o rauxa?
No es pot estar de girar el cap i passar una ordre. La mestressa ordena en una pausa de les mans, preveu potser que la roda és imparable, daurada malgrat ella: Aquí no, aquí no, pas ici! Vermells i ocres no s´escauen, tot succeeix alhora. Àdhuc el fons blau on s´esmenten les al-legories, lluny de la forja del temps, esqueja un malentès incòmode i engendra un mirall: Escapar a Vulcano i no esmerçar la llum de l´horitzó quan el foc roig bruny al tòrax.
La noia de la brusa blanca assedega el cos de qui mira; atura el temps? La cama l´incinera i prou…

Cecília

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