sábado, 22 de junio de 2013

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CANCIÓN DE INVIERNO
Había nevaDO durante toda la noche y seguía haciendo frío, REanimé las brasas de la chimenea y  MIentras, la tetera empezó a hervir en la cocina; sus silbidos recordaban a los de un FAgot  afinándose antes de un concierto. La luz del día avanzaba decidida, ganándole terreno a las nubes y el cielo era como un criSOL donde se fundían formas y colores en armonía.
Canción de invierno: compás 4/4…al tiempo de dos cuartos en uno: de una progresión de acordes nacieron las palabras que escribí, acompañándoLA al compás de sus labas y el ritmo cáliDO de una guitarra. 

Marta Albricias

NIEVE EN EL CORAZÓN                                                               
El fuego encendido, preludio del frío que acecha, afuera , el blanco glaciar hiela cualquier atisbo de naturaleza, el silencio sepulcral envuelve completamente la atmósfera y la quietud se clava como un puñal , asesta.
Y mientras los grados van bajando, yo voy sumiéndome en un apacible y entumecido sopor causado por la actividad del día y por el letargo helado.
Atrás quedaron sin vida, las hojas que coronaron las plantas que hoy yacen frías, ¡de escarcha son sus vestidos! , de un blanco cegador su presencia.
Los años pasados, se reviven en mi mente como pesadillas inmersas en tenebrosas ciénagas , incluso medio helado disfruto y vivo más que en mi desventurado pasar por la vida.
Tristes recuerdos imposibles de borrar y soportar despierto, aunque dormido es más inhumano todavía.
Aquí en las cuatro paredes de mi vieja casa, rodeado del témpano que me acoge, estoy a salvo y si miro por la ventana, sé que estoy a cubierto , que ya pasó y que si no fuera por éstos números grabados y el triángulo invertido en mi antebrazo, podría incluso pensar que toda mi vida hubiera podido ser un mal sueño.

Mercé

ACORDES PROHIBIDOS
El compañerismo cómo dúo musical famoso durante veinte años jamás rompió nuestro lazo de unión. Tras el entierro, su mujer me entregó un paquete envuelto. Reconocí su letra “No lo abras hasta que estés solo”. Necesitaba unos días de descanso para sobrellevar su duelo. Mi refugio de montaña en Gredos me pareció perfecto para afrontar su última sorpresa. Primero colgué su guitarra encima de la chimenea, su visión llenaba por completo el marco de la estancia elegida para mi solitud frente a su recuerdo. Abrí el paquete que contenía un cuaderno con todas aquellas canciones que había compuesto y jamás había entregado a la discográfica. Era lógico, reflejaban sus deseos más ocultos, sus confesiones más íntimas, todo aquello que de haberse publicado hubiera acabado con nuestra popularidad. A medio cuaderno apareció aquella canción “La maté mientras dormía “. Descolgué la guitarra y empecé a interpretar la canción hasta cuándo pude asociarla a aquel concierto en Málaga y a aquella noche desenfrenada de juventud, a la playa desierta y a las modelos internacionales que se acercaron a empaparse de nuestra fama. Me levanté del sillón y colgué la guitarra. Desaparecí cómo lo había hecho también esa noche en aquella playa hace años dejándole sólo con ella. Paré porque para continuar cantando el caffe latte de la mesa no sería suficiente. Necesitaría un whisky doble para saber cómo guardar aquel secreto “post morte”.

Susana

EL NOSTRE ODIAT RACÓ
Recordes el petit infern que ens varem crear a la caseta del Cadi? Que en són de perilloses les fantasies.
No semblava tant dolent quan érem joves i l’única manera de poder estar sols era que els teus pares no pugessin a la torre del Montseny. Llavors agafàvem el tren i caminàvem els 6 km fins la casa. Allà tocaves la guitarra i jo pintava, o ho intentàvem, perquè cada cinc minuts deixava els pinzells, i tu arraconaves la guitarra per poder-nos arraulir mig despullats a la vora del foc. No va estar gens malament.
Com a somni ens va servir de motivació. “treballem tant com podrem que aviat tindrem el nostre propi lloc fora de Barcelona, serà el nostre lloc especial per ser nosaltres mateixos”.
Només que no va ser ben bé així. Jo ja no tenia ganes de pintar i tu feia temps que no tocaves la guitarra. Només el petit quadre de la nostre habitació ens recordava allò que un dia havíem compartit.
És curiós que amb tants llocs on hem fet l’amor, aquell petit xalet tant personal, íntim i romàntic mai ens ha acabat de veure despullats de debò.
Ens l’hauríem d’haver venut quan ens varen fer aquella oferta. Ara ja és massa tard. La teva filla m’ha dit si li deixem el cotxe per pujar-hi amb el Marcos. ¿els hi diem que pugin caminant?

Herman

CALENTAMIENTO GLOBAL
Roza lo enojoso para mí, escribir algo sobre un esquizofrénico salón con una guitarra cocinándose al fuego de una chimenea, máxime si se tiene en cuenta, que no ha sido tomada en consideración mi sesera achicharrada, lo cual, a pesar de lo que se pueda pensar, no es fruto de que en alguna etapa de mi vida, me haya enfundado algún personaje para suplantar mi personalidad, sino que es que es genuinamente así, aunque con la atenuante, de que no me he servido nunca de la excusa de haber salido de fábrica con un estrafalario cerebro, por decirlo con benevolencia, cuando he actuado como un cabrón.  
En contraposición al perogrullo filosófico trivial de, “una cosa es como uno se ve, otra como le ven los demás, y otra como se es de verdad”, la realidad en mi caso, es que soy una suma de cómo-me-veo-a-mí-mismo más cómo-me-ven-los-demás más cómo-soy-de-verdad más lo-que-sea-que-no-se-ve-ni-se-sabe más lo-que-fui-pero-ya-no-soy más lo-que-seré-pero-aun-no-soy, es decir, un perro sin flauta verde-aceituna-transgénica con costuras en la frente y cremallera en el ombligo, pero no uno cualquiera, no, sino uno engendrado por una costurera manchega, con cachos zurcidos de cadáveres de canes verde-aceitunas-transgénicas de aceituneros altivos.
Volviendo a la estampa protagonista, es obvio, y enseño mis cartas, que no voy a picar el anzuelo, y pueda ser evaluado mi nivel de cordura a través de mis palabras, con un cebo tan burdo como una imagen tan taimadamente siniestra como la de un inarmónico salón en la que un instrumento musical se recalienta colgado en una pared con un papel pintado digno de la vivienda de cualquier guiri británico beodo de la Costa Dorada. No lo van a conseguir, porque no voy a escribir nada, además de que, como dijo mi estimado Groucho, “Es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar todas las dudas”.  

Josean

EL CÁLCULO DE PARACELSO
Cada treinta y uno de diciembre don Genaro leía el capítulo en el que se vaticinaba lo que le iba a ocurrir en el año que estaba a punto de concluir. Y en cada ocasión comprobaba la exactitud del pronóstico. El, digamos, libro de su vida fue escrito por un monje del monasterio de Carracedo seguidor de las enseñanzas de Paracelso. Como don Genaro se burlara de las creencias astrológicas y alquimistas del monje, el santo varón le regaló perfectamente encuadernado el relato puntual de su existencia.
En cuanto el libro cayó en sus manos, Don Genaro leyó de un tirón toda su vida hasta llegar al presente. No se atrevió a penetrar en el futuro. Y así, al llegar el último día del año, se servía un güisqui, se sentaba en su butaca junto al fuego y dejaba que la vista se perdiera tras la ventana. Luego contemplaba un instante la guitarra que estaba colgada sobre la chimenea, echaba un trago generoso y abría el libro.
Era evidente que con el paso de los años le quedaban menos capítulos por leer. Pero era difícil deducir cuantos por el grosor de lo que le restaba por leer. El previsor monje había agregado innumerables apéndices y anexos al libro, de los que informaba a su lector en la introducción.
Aquel fin de año don Genaro estaba inquieto, el desayuno no le sentó bien, y una sombría aprensión dominaba su ánimo. No tenía ningún motivo perceptible de preocupación, no le aquejaba ningún mal y le correspondía leer el capítulo cincuenta y cinco. Al atardecer, se forzó a sí mismo, e inició el ritual. Encendió la chimenea, se sirvió un güisqui, cogió el libro y se sentó en su sillón.
Quince minutos después dejó el libro y el vaso sobre la mesita de salón art deco. Se fue al teléfono y cayó desplomado mientras marcaba el número de urgencias.

Felipe Deucalión

LA GUITARRA
Este invierno pasado fue muy especial para mi.El suceso que tuvo lugar, cambió mis ideas sobre la realidad que vemos y tocamos.
Mi amiga Mónica me invitó un fin de semana a su casa del lago. Era una finca antigua pero muy acogedora. Estuvimos tomando unas cervezas en el salón. La chimenea estaba encendida, hacía una noche helada en el exterior. Parecía que todo estaba parado fuera de la casa. Pero nosotras dentro, reíamos y disfrutábamos con la calidez y el resplandor del fuego.
Mónica me dio las buenas noches y se retiró a su habitación. Yo quise quedarme en la estancia un poco más, al calor de las brasas ya casi apagadas.
Una vez sola, me pareció oir la música de un instrumento de cuerda, era rápida y con mucho ritmo: un rock and roll.
Me di cuenta que había una guitarra vieja colgada sobre la chimenea. Hasta el momento me había pasado desapercibida. Me acerqué a la pared y la descolgué.
Yo había tocado de joven. La coloqué sobre mis piernas y pulsé sus cuerdas. Estaba interpretando la misma canción que oí, hasta entonces desconocida para mi. ¡Que bien sonaba!
El rock and roll llegó a su fin y yo después de mi arrebato empecé a notar sueño. Quedé dormida en el sofá con la guitarra en mis rodillas.
A la mañana siguiente mi amiga bajó al salón y al encontrame allí, me preguntó porqué no había subido a dormir, y le conté que la guitarra me había llamado.
Me dispuse a tocarle la canción de la noche para enseñársela, pero no lo logré. No pude recordarla. Mis dedos no funcionaron.
Un poco frustrada, colgué el instrumento en la pared, y le pregunté de quien era.
Mónica me dijo que a veces los objetos tienen el alma de quien los poseyó, y la casa del lago había pertenecido a un reputado guitarrista local.
Entonces comprendí. Me volví hacia la guitarra y le dediqué un fuerte aplauso.

Laia

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