viernes, 28 de noviembre de 2014

EL AHORA




ADIVINANZA
Vuelvo a existir consciente de cada presente sin perderme la vida mientras camino por ella. Llegué tras “el antes” y me transformaré en “el después”.

Marta Albricias


AHORA
Antes era cuándo he empezado a escribir la frase. Luego será cuándo teclee este escrito en el ordenador  y ahora se definirá justo en el mismo momento en que la tinta esté escribiendo el punto final de este párrafo
Susana


ARA
Ara. Ara veig el cel d’un blau gairebé insultant. Ceruli.
Ara, el camí es fa petit fins a desaparéixer en un punt.
Ara els arbres amb el seu verd més intens m’acompanyen a cada costat.
Ara resten enrera i apareixen uns altres de nous.
Uns ocells travessen el camí. També ara.
Veig com s’acosta una casa i ara se’n va.
El cavall camina en el centre i observo el seu llom brillant movent-se.
Ara escolto la fusta del meu carro que grinyola.
Sento que existeixo. Soc jo mateixa.
Se que Ara és l’únic que tinc: el meu tresor.
Laia


AHORA
-¡Qué día madre, qué día...!-, decía Aixa mientras se metía corriendo bajo el tejadillo de una
cafeteria. A su lado, una señora, también se había refugiado allí, de la llúvia a cántaros que
había empezado a caer de repente. Aixa, se quitó el pañuelo de la cabeza que llevaba
agarrado a modo de tienda de campaña. -¡Por Diós, qué manera de llover!- dijo.

La señora le respondió: -¡y parece que va a estar así todo el día, y justamente ahora, que iba a
recoger a mis nietos al col·legio!-

Aixa, le dió el pañuelo y le dijo - ¡Tenga!, al menos con esto podrá llegar hasta el col·legio- La
señora agradecida, cogió el pañuelo y le dijo -¡Grácias!, pero... ¿y usted..., qué va a hacer usted
ahora? Aixa le contestó: - No se preocupe usted, aquí y ahora, me voy a tomar un cafelito
tranquilamente en esta cafetería

Lola Ruíz


EL AHORA
Ella reparó en el detalle de que siempre había estado a su lado pero nunca había reparado en él. No hace mucho que se dio cuenta de su existencia y notó que cuando lo frecuentaba su vida se enriquecía, se expandía, en una palabra disfrutaba más de todos sus actos.

Así que decidió incorporarlo a su vida, de manera que cada actividad que realizaba: comer, charlar con amigos, escuchar música, ver películas, asistir a representaciones teatrales, trabajar, descansar, amar, etc. lo vivía como momentos únicos e irrepetibles, sus sentidos se convirtieron en sensores ultrasensibles capaces de percibir intensamente cualquier sensación o emoción producida aquí y ahora, como si no hubiera existido el pasado, ni existiría el futuro, sólo existe el momento actualísimo.

De esa forma intenta captar cada vivencia aprovechando y saboreando como único cada momento . Se reeduca para erradicar el hábito tan arraigado de percibir embrutecidamente de manera que cada vivencia se experimenta como superficial porque el pensamiento o bien está proyectado hacía el mañana o bien está anclado en el ayer, ignorando por completo el ahora, único momento que realmente existe y que requiere toda nuestra atención si queremos vivir en plenitud nuestra vida.

No es fácil instalarse en esa nueva forma de percepción pero hay que intentarlo porque en ello nos va la vida, elegimos que sea consciente o no.

Carmen Gómez



EL AHORA
Sonó el despertador.  Se levantó despacio.  Estiró los brazos y todo su cuerpo se desperezaba, se preparaba para vivir este día de trabajo, en el que como siempre, tendría que estar alerta para responder continuamente con la respuesta adecuada, discernir lo urgente y lo importante de lo que no lo fuera, solucionar problemas… y todo ello sin olvidarse de respirar hondo de vez en cuando para evitar sobrecargarse por estrés.

Se acercó a la ventana y vió que la ciudad ya estaba despierta en plena actividad de tráfico y peatones que iban en distintas direcciones con un ritmo frenético.  Y todavía es martes –se dijo.  Pero de pronto miró al cielo y sonrió ante el bello y sereno paisaje de sol naciente y nubes que tenía ante sus ojos.  Se quedó unos minutos disfrutando de ese cielo, de ese momento que había atrapado al tiempo con sus ojos, con su cara, con sus manos, con todo su cuerpo. Se sintió relajado..  Y más feliz aún al recibir un mensaje de contestación de una amiga a la que deseaba ver.

Marchó a la redacción del periódico donde trabajaba, y comprobó que las arenas movedizas en las que desarrollaba su trabajo, con pozos de abusos, corrupciones, desarraigos, genocidios, agresiones, desapariciones, y tantas cosas terribles que forman parte del ahora,… ya no se lo tragaban.  Porque su amor a sí mismo y a la vida era suficiente.

María Jesús (mariajes)



VIDAS EJEMPLARES: ESTEBAN O LOS PELIGROS DE UNA LARGA ESPERA
Esteban, el eremita, soportó años de ayuno y mortificaciones en su cueva. Su progreso espiritual estuvo jalonado de sufrimiento, rezos y soledad. Atemperó sus deseos carnales, en invierno, con inmersiones en la poza del cercano río y envolviéndose el bajo vientre con ramas de zarzales el resto del año. La oración y revivir con detalle la pasión de Cristo ocuparon sus días, excepto cuando pescaba o preparaba sus frugales ágapes consistentes en ensaladas de hierbas amargas, las más de las veces, y algún barbo o alguna trucha o bermejuela, si Dios lo tenía a bien.

Su rigor ascético logró, no sin esfuerzo, alzarse por encima de los deseos terrenales. Y a pesar de ello, su alma no se elevaba hasta la divinidad, permanecía atascada en su maltratada envoltura carnal. No alcanzaba las regiones celestes, ni siquiera las inferiores, ni la sombra de un ángel fue capaz de entrever. Aunque no por eso cejó en su empeño.

Para mayor tormento del eremita, en los últimos meses, las apetencias ordinarias reaparecieron. De día, el hábito de su estricta disciplina mantenía las tentaciones bajo control, pero de noche soñaba con jugosos chuletones que desprendían un delicioso aroma y, sobre todo, se recreaba con la visión de sor Catalina sin hábito ni enaguas. Ella que había sido quien le había incitado a que se hiciera ermitaño, y que para él representaba la pureza absoluta. Desesperado, se encaramó a la peña más alta y se arrojó a las revueltas aguas del río que se vislumbraban desde lo alto.

Sobrevivió a la caída de milagro, la corriente lo arrastró como un pelele, los cantos rodados le magullaron todo el cuerpo, tragó agua en abundancia y las fuerzas le abandonaron. Entonces, con la oscuridad abatiéndose sobre su conciencia, pensó que ahora o nunca, y renació, o eso creyó el pobre eremita. Alguien, o algo, lo impulsó hacia la superficie y el río lo depositó en un recodo.

Al rato abrió los ojos y la luz le cegó. Esteban, el ermitaño, lo comprendió de inmediato: el Espíritu Santo acababa de entrar en él y lo había salvado, o para ser más precisos, lo había resucitado en el nivel espiritual de la santidad. No tenía que esperar más, ya era un bienaventurado. Por fin podría gozar sin restricción alguna. El pobre eremita conjeturó que transfigurado por el Espíritu había trascendido a esta vida, a la carne y al pecado.

Esteban fue detenido mientras, enloquecido, trepaba por la fachada del convento de sor Catalina.


Felipe Deucalión

                                                              

AHORA
Aquella noche de diciembre de 1132, el frío era tan intenso que la barba de Venceslaus estaba helada. El caballo resoplaba con fuerza y dejaba sus profundas pisadas en la nieve. Tres figuras más lo acompañaban, encorvadas y ateridas por las bajas temperaturas. Por fin, iluminado con algunas antorchas, divisaron el castillo. Venceslaus lo había abandonado a la edad de dieciséis años para ser ordenado sacerdote y dedicar su vida a Dios.

La emoción que sentía al acercarse le dificultaba la respiración.
Hacía 20 años que no veía a su hermano Gotislav, el rey, y ahora era el momento. Habían tenido noticias el uno del otro, a través de algunas cartas enviadas por mensajeros que en algunos años se jugaron la vida para entregarlas, pues el castillo estuvo sitiado por los enemigos del monarca. Además en aquellos tiempos no era prudente viajar solo.

Cuando llegaron a la puerta, los guardas les permitieron entrar al recinto. Después de atravesar varias estancias,  estrechamente vigiladas, les condujeron a la sala del trono y fueron anunciados.
El corazón casi le saltó del pecho a Venceslaus cuando se abrió la puerta y vio a su hermano.

Gotislav se levantó y dijo titubeando: ¿eres tu, de verdad?
- Si soy yo, ¡el mismo que corría contigo para cazar conejos!

Venceslaus se dio cuenta enseguida que el rey presentaba un aspecto lamentable. Era joven y sin embargo su cara denotaba un sufrimiento constante. Ni su leve sonrisa logró borrar los surcos profundos que le delataban.

Venceslaus le dijo: ya eres rey, es lo que querías. ¿Eres feliz?
Gotislav respondió amargamente: no. En mi juventud estuve siempre añorando el pasado, cuando vivian nuestros padres y éramos felices. Más tarde tuve que preocuparme constantemente por el futuro: como vencer a mis enemigos y conservar mis fronteras y  las alianzas que debía aceptar para conseguir que ocurriera lo que yo quería. La vida se me escurre y yo no la siento. Tu en cambio pareces dichoso.
Venceslaus dijo: si lo soy, el más feliz del mundo. Ahora mismo estoy aquí contigo, veo las estrellas por esta ventana, y las lámparas de aceite que hacen mover las sombras. Yo vivo el ahora. No se que va a pasar después. Este es mi secreto. Una vez que lo consigues alcanzas la felicidad.

Gotislav se acercó más a su hermano y lo besó. Entonces se dio cuenta que aquel era el momento más intenso de su vida. 


Laia

                                                                                                                            










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