Esta vez sí que ha pringao el antisistema que sale con mi niña. El muy gilipollas se creía que se iba a librar del San Valentín ese, que ahora está tan de moda. Mis padres estuvieron sesenta y tres años casaos y nunca jamás lo celebraron. En cambio la Angelines no me perdona uno, pobre de mí que no le lleve cualquier detalle con forma de corazón. Y mi niña lo mismo, para desgracia de su cabestro.
El pobre intentó argumentar no sé qué del capitalismo y que no había que hacerle el juego al sistema. De poco le valieron estas artimañas está vez, mi niña lo tenía mu clarito, con el sistema haz lo que te dé la gana, pero yo quiero un regalo bonito y que me lleves a cenar a un sitio romántico, y así mismo se lo dijo. De tan pálido que se puso, hasta los tatuajes perdieron color. Luego se fue dando un portazo y mi niña se echó a llorar.
La Angelines la consolaba diciéndole que todos los hombres son así, que tienen un pronto que pa qué, pero que aluego todos vuelven con el rabo entre las piernas. Yo me serví una copita de aguardiente.
Seguro que la Angelines tiene razón y el cabestro volverá, pero sabes qué te digo, que para una alegría que tiene uno hay que celebrarla. Así que el día de san Valentín, además de la caja de bombones con forma de corazón, llevaré a la Angelines a cenar al chino, que a ella le gusta.
Felipe Deucalión
DISOCIATIVO
Lo mío iba a ser un acto de valentia y por eso me llamaron San Valentín. Tenía que ser
muy audaz y preciso para disparar mis
flechas escondido desde las azoteas y conseguir que penetraran de modo efectivo en los
corazones elegidos. Cómo había estado muchos años en el frente activista de la nube guerrillera contra los cancerberos no me iba a resultar
demasiado difícil acometer la parte logística de mi trabajo. Sin embargo, estaba absolutamente perdido en la elección psicológica de las parejas y el manual que me proporcionó Claudio me resultó melifluo y demasiado empalagoso. Por eso, como soy un poco trasto de
pensamiento desde que nací decidí emparejar de modo original y conseguí que las revistas del corazón se
escandalizaran de los arrumacos de algunas tonadilleras con bollycaos de
piel caribeña. A veces, ocasionaba algun problema
también porque ciertas familias tuvieran que accedir al notario para cubrir los posibles efectos
económicos de los matrimonios entre mujeres de
cuentas bien saneadas con dandys bien favorecidos. Pero yo siempre desde mi nube me regodeaba de mis logros insólitos porque, al menos, oía con el eco de los comentarios de las sorpresas múltiples cuándo las
parejas clónicas jugaban a detectar las
diferencias en altitud, caracter, economia o
edad en las fiestas o
reuniones sociales. Cuánto más alto era el eco, más me motivaba en disparar la flecha y esperar a la nueva flecha de perplejidad amorosa.
Susana
Le dolía la pierna y el dolor no remitía, llevaba
así unos días. Decidió ponerse una crema para aliviarlo. “Uso tópico” se leía
en el tubo. Como se aburría, pensó en la palabra tópico y se dijo para
demostrarse cuanto sabía: aplicar de forma externa. Inmediatamente le vino a la
cabeza otro tòpico, pero esta vez no eran unas instrucciones, sinó una idea muy
generalizada: “las apariencias engañan”.
Se entretenía pensando que los tópicos tenían algo
de verdad, pero no eran reales del todo.
Recordó que el año pasado se encontró por la
escalera al nuevo vecino. Le quedó un mal sabor de boca porqué tuvo la
sensación de que se trataba de un mafioso ruso. Llevaba gruesos anillos de oro
en varios dedos y era corpulento y rubio. Lucía un tatuaje en el cuello y
saludaba escuetamente con un acento raro.
Al entrar en casa se reprendió a si mismo por dejar
volar tan lejos su imaginación y por las tonterías que se le ocurrían. Conoció
a su mujer y a los dos niños y se dio cuenta de que era un hombre encantador
incapaz de hacer daño a una mosca. “Ser o no ser” pensó para pasar el rato y su
memória lo llevó meses más tarde cuando se enteró por la ocupante del ático,
que lo había arrestado la policía y que formaba parte de un clan mafioso muy
importante.
Para no cansar la dolida pierna, se estiró en el
sofá, no sin antes poner su pieza preferida en el CD, muy suave por cierto, y
en la pared frontal, vio unas letras imaginarias de color verde: “la música
amansa las fieras”. Pero cuando más relajado estaba, su gato saltó subitamente
encima de su cabeza, porqué perseguía una mariposa que había entrado por la
ventana, dándole un buen susto. “El fin justifica los medios” pensó.
Recordó al animal cuando lo trajo su mujer a casa.
Era una bolita gris con grandes ojos azules. En aquella época eran felices,
todo era nuevo y no tenían preocupaciones. Podría aceptar: “cualquier tiempo
pasado fue mejor”. Pero rápidamente se agolparon en su mente los recuerdos de
su hijo. Lo adoptaron hará unos cinco años y su vida cambió radicalmente. Era mucho mejor ahora
con él.
Se sentía bien y los ojos se le cerraban. Sólo antes
de perder de vista la habitación, vio en los estantes de su biblioteca: La vida
és sueño, y se durmió.
Laia
Mi amiga la perito judicial, Mabel Laguardia, me había llamado para comentarme un caso que
tenía entre manos.
Bien sabía yo qué era lo que quería tener ella de mí…, y no
precisamente entre las manos…..
Pero como buen latino que soy, tenía que dejar el estandarte
alto. Y qué demonios, la perito estaba para mojar pan.
Subí al piso y una vez dentro, se me tiró al cuello como una
leona.
Me levanté de la cama y me puse a fumar un cigarrillo.
–Bueno….. dime qué caso es ese?
Mabel me explicó que desde hacía varios días en el bloque de
al lado, el de la casa de los paraguas, pasaban cosas raras.
Veia entrar gente cargando ….cosas, y volvían a salir sin
nada
Le dijo que lo investigaría, pero que seguramente eran
imaginaciones suyas, ya que en ese edificio había un banco y seguramente la
vigilancia sería máxima. Pero ella
estaba nerviosa porque últimamente habían ocurrido varios robos por la zona.
Empecé a investigar, ayudado de Artal, al que envié a ver
quienes vivian en el edificio de los paraguas.
El volvió con una lista de personas, que realizaban diversos
oficios liberales. Y en concreto una que realizaba el más liberal de todos,
vamos que en el susodicho edificio había una casa de barrets de las de toda la
vida, para clientes selectos.
Empezamos a vigilar la casa, y vimos efectivamente que a
partir de las 3 de la madrugada llegaba una furgoneta, de ella bajaban una caja
que más bien parecía un armario y la introducían en el edificio metiéndola
luego en el ascensor.
Al momento salieron los dos transportistas de nuevo con la
caja, esta vez vacía pues la cargaban sin ningún problema. La metieron en la
furgoneta y se marcharon.
Yo les seguí mientras Artal se quedaba para subir al piso en
cuestión.
A la furgoneta le perdí la pista en la entrada de la ronda
del litoral, pero tenía la matrícula, así que le mandé un wasap a Artal,
diciéndole que nos veríamos por la mañana en el despacho.
Ya nos creíamos que habríamos descubierto una trata de
blancas o algo así, cuando la cosa en cuestión, a mi parecer resultó ser mucho
más naseabunda.
La casa de barrets, resultó ser un lugar de perversión a la
que asistian personas públicas y privadas, con altos cargos, y a los que se les
consideraban de una moral intachable. Se les practicaban allí toda clase de
abusos sexuales, consentidos, naturalmente por ellos, y por lo que pagaban una
considerable cantidad. La caja era el medio de transporte para que nadie
pudiese descubrir donde se dirigían. De todo esto se enteró Artal, después de
que le hiciesen rellenar un cuestionario lleno de situaciones, la mayoría de
ellas “extrañas” para descubrir sus gustos.
Así, que aquí estoy con mi querida perito judicial, el día
de san Valentín, comiéndonos los dos una caja de bombones, no os explicaré de
qué manera….
Mira por donde, yo que
pensaba que mi amiga era un poco inmoral en esto del sexo, resulta ser
un angelito comparandola con lo que ocurre una puerta más abajo.
Creo que le estoy tomando el gustillo de que se me tire al
cuello cada vez que la veo…
Loli Ruiz
EL PRÍNCIPE VALIENTE
Me había propuesto llegar puntual a la cita, cosa que no ocurría
casi nunca y que Elizabeth me había perdonado varias veces. Ella es americana y
sé de su ilusión por celebrar el 14 de febrero, yo le había preparado una noche
muy especial llena de sorpresas, la primera sería llegar antes que ella y dejar
un ramo con rosas y una tarjeta, apenas hacía un mes que salíamos pero ya tenía
la sensación de que mi vida le pertenecía.
Salí de casa con 30 minutos de antelación, me dirigí a la
floristería para comprar el ramo y continuar a pie hasta el edificio de la
Pedrera, en total no debería tardar más de 15 minutos. Me pareció un buen lugar
para quedar pues ella adoraba el modernismo.
Vicente, el florista, me montó un ramo espectacular y me facilitó
una tarjeta donde yo escribí "para mi princesa de su príncipe
valiente".
Apenas caminé unos minutos, vi como un grupo de 5 ó 6 personas
miraban hacia arriba y se lamentaban de lo que veían, había una mujer en un
balcón, había saltado la barandilla y amenazaba con lanzarse al vacío. Según
los allí presentes, un desengaño amoroso o un maltrato podrían haber llevado a
la mujer a elegir tan dramático fin, mientras unos llamaban a los bomberos y
otros a la policía, una mujer de mediana edad me pidió que hiciera algo,
- señora, yo no soy Superman ¿qué quiere que haga?
- mírese, usted es un hombre elegante y lleva flores, ya sabe lo
que tiene que hacer, suba, déselas y dígale algo bonito, ¿acaso no sabe que día
es hoy?
- claro que lo sé, estas flores ya son para alguien - respondí
la mirada de la señora no era la única que se clavaba en mi
conciencia, todos los allí presentes parecían esperar mi reacción, ¿qué podía
hacer?
- pues allá voy, ¿es el tercero, no?
entré en el portal y subí rápidamente por las escaleras, no me
pareció apropiado subir en ascensor aunque tal vez hubiera sido más rápido,
mientras subía, algunos vecinos me aplaudían y me animaban a poner fin a
aquella historia
- dígale que el color del pelo le queda muy bien, es que ha venido
esta mañana de teñirse, me decía la vecina del primero
- dígale que las flores son de parte de Manolo, su marido,
comentaba un señor del segundo
llegué a la tercera planta y me encontré con el primer problema,
la puerta estaba cerrada ¿cómo iba a entrar? no creo que llamando al timbre la
señora me abriera; por suerte, la vecina de al lado me invitó a pasar
- pase, pase, mi balcón está junto al de ella
entré en el piso de la vecina mientras trataba de pensar en algo
creíble sobre mi, las flores, el pelo teñido y el Manolo. Tomé aire y poco a
poco salí al balcón, con el cuidado de quien se levanta de una mesa, donde ha
construido un castillo de naipes. Yo, nervioso y con miedo a la altura, le dije
casi sin pensar:
- Tintes Manolo le felicita por su color y le obsequia con estas
flores ¡feliz día de San Valentín!,
ella, que parecía ausente, comenzó a sonreir mientras miraba hacia
abajo, para luego soltar una carcajada que se convirtió en un ataque de risa,
yo que me creía un poco vencedor traté de acompañarla con mi sonrisa y
aproveché para acercarme hacia ella, cuando ella me miró, dejó e reir y me
dijo:
- si me traes la flores hasta aquí entro en casa
los dos balcones estaban separados por algo menos de un metro, una
distancia que a ras de suelo no hubiera tenido problema en superar de un salto,
pero a 12 metros de altura me imponía un respeto y un miedo que me paralizaba
- ¿no sería mejor que me abrieras la puerta y te las doy? propuse
- no! si quieres que entre en casa, salta y dámelas, y nada de
tirármelas
a lo lejos ya comenzaban a oirse las sirenas de la policía, temí
que esto la pusiera nerviosa así que sin pensarlo demasiado me subí a la
barandilla agarrándome al toldo y salté sobre el otro balcón, fue tan rápido y
fácil que me sentí casi como un superhéroe
- ahora tú, me lo has prometido, le dije con suavidad
ella giró sobre si misma, dando la espalda al vacío y saltó la
barandilla para entrar en casa
- gracias y perdona, es la primera vez que alguien me regala
flores, me dijo
no tuve valor de decirle que no eran para ella, así que le dejé
las flores y esperé a que subiera alguna autoridad. Sonó el timbre y María, que
así se llamaba, dejó entrar a un guardia municipal que me dijo
- usted no se marche, le hemos de tomar declaración - entonces me
acordé de Elizabeth!, tenía que avisarla, cogí el teléfono y la llamé, ya
pasaban 10 minutos de la hora
- Hola, supongo que venías para aquí pero que ha surgido un
problema y que tardarás un rato más, ¿verdad?- dijo ella al contestar con
cierta sorna
- Mira, estoy con un policía que te puede explicar, te lo paso -
le respondí
Le pedí al policía que le explicara la situación, pero la verdad
no era un hombre con el don de la palabra y tal vez no fue una buena idea
- Hola señora, mire que aquí el caballero le ha regalado unas
flores a una señora casada que se quería tirar, y como eso es ilegal hay que
tomar declaración.
No sé que debió entender Elizabeth que colgó en cuanto volvió a
oir mi voz, la volví a llamar pero no contestaba.
Tras 20 minutos de declaración y de algún aplauso vecinal me
dirijí a la floristería con la esperanza de que estuviera abierta, por suerte
Vicente estaba cerrando cuando llegué y pude conseguir un ramo similar al
anterior.
Me dirijí a casa de Elizabeth con la esperanza de que me dejara
explicarle lo sucedido, vivía en el barrio de Gràcia, cerca de diagonal. Piqué
en su timbre y esperé, haberla llamado antes hubiera sido como un aviso de que
venía y tal vez no hubiera abierto - ¿quién llama? dijo con su peculiar acento
- le traigo un paquete de floristería Vicente - respondí mientras
me tapaba un agujero de la nariz a fin de alterar mi voz, me abrió la puerta,
subí hasta su ático y escondí la cara tras el ramo mientras esperaba que me
abriera
- ya sabía que eras tú, he reconocido tu voz - me invitó a pasar,
le intenté explicar lo sucedido, pero me puso la mano en la boca para callarme,
aceptó las flores y me perdonó.
A la mañana siguiente, le llevé el desayuno a la cama junto a la
tablet donde ella solía leer la prensa on-line.
- jaja, ¡qué bueno! escucha esto: - "Superhéroe en el
eixample" Ayer tarde se produjo un hecho singular, según cuentan los
vecinos del lugar, una mujer que había resbalado y estaba colgando de un balcón
fue salvada por un hombre que fue saltando de balcón en balcón hasta llegar a salvarla,
al parecer no hay acuerdo sobre su aspecto, algunos dicen que llevaba antifaz y
otros que capa, comentan que tras rescatar a la mujer le dió una tarjeta, al
parecer siempre que actúa deja una tarjeta de visita, se hace llamar -
interrumpí a Elizabeth para decir - ¿el príncipe valiente?
- ¿cómo lo sabes?
FIN
Rafa
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