SI
SAN VALENTÍN LEVANTARA LA CABEZA NOS IBA A TELETRANSPORTAR A TODOS A
LA BIBLIOTECA
Era
14 de febrero, San Valentín, y Elizabeth antes de cenar me entregó
un regalo. Era un libro de Murakami titulado "Hombres sin
mujeres", lo abrí y en la contra-cubierta había escrito: "con
amor y admiración para mi super-héroe particular".
Lo de super-héroe era porque ella no entendía que yo siempre llegara puntual a las citas.
Al
volver a casa coloqué el libro en el estante de la "M" de
mi biblioteca, que era un mueble de 5 metros de largo por 3 de alto,
de pared a pared y hasta el techo. Como gran aficionado a la lectura
necesitaba un espacio donde tener ordenados mis libros y de paso
poder esconder algo. Sólo había que buscar en la "E", la
"E" de Einstein y tirar hacia afuera su "teoría de la
relatividad general" hasta oirse un click, para que, en un
extremo de la biblioteca, se abriese una puerta que daba paso a una
sala secreta.
No os diré qué es lo que esconde la sala secreta, sólo os diré que es algo que hoy me ha permitido venir y ser puntual.
Rafa
LA APOSTILLA DE ANASTASIO
Durante
más de mil años innumerables sabios guardaron el secreto. Ahora,
yo, el más indigno de todos ellos, revelaré lo que nunca debía ser
expuesto al público.
Durante
más de mil años cada sabio susurró el secreto al oído de su
discípulo. Ahora, yo, lo pondré por escrito. Es el fin de una era.
Sabed,
pues, que, en el trance de la muerte, el alma dejará atrás al sol y
cubierta por un velo de tinieblas se encaminará a la bien construida
mansión de Hades.
A
la izquierda de la morada de Hades veréis un ciprés blanco junto a
una fuente. En ella las ánimas de los muertos se refrescarán, pero
vos ni os acerquéis, pasad de largo.
Los
no iniciados habrán bebido de las aguas del olvido. Su destino será
yacer en el fango y transportar agua en un cedazo.
Más
adelante hallaréis agua fresca que fluye de la laguna de la memoria.
Y a su orilla unos guardianes os preguntarán ¿por qué investigáis
las tinieblas del sombrío Hades?, ¿quién sois? Soy hijo de la
tierra y del cielo estrellado; mas mi estirpe es celeste, les
responderéis. Y luego añadiréis, de sed estoy seco y me muero.
Dadme a beber agua fresca de la divina laguna. Y una vez que hayáis
bebido, también vos avanzaréis por la vía de los iniciados hasta
alcanzar las sacras praderas de Persefone, y a la sombra de los sotos
participaréis del banquete de los héroes bienaventurados.Un último
escrúpulo me impide sacar a la luz sin más esta revelación. Por
eso, sorprendido lector, la incluyo como una de las apostillas a los
Elementos del divino Euclides que el Emperador Teodosio me ordenó
escribir. Confío en la discreción de la biblioteca de palacio.
Nota
del traductor: El Emperador Teodosio decretó el 27 de febrero del
año 380 que el cristianismo era la religión oficial del Imperio, lo
que acarreó la persecución de los paganos. Al parecer, Anastasio se
valió de un encargo del Emperador para esquivar su decreto y
transmitir a los siglos venideros lo esencial del misterio que
profesaron los órfico-pitagóricos. Lo revelado por Anastasio en su
apostilla espuria coincide con lo expuesto en las laminillas de oro
que hemos encontrado en tumbas órficas.
Felipe
Deucalion
LA BIBLIOTECA
Estaba
en el norte de Inglaterra realizando una investigación de la zona,
en la baja Edad Media, periodo que me fascina y sobre el que he dado
varias conferencias.
Una
de mis visitas obligadas era la biblioteca del pequeño pueblo. Me
dirigí hacia allí y empujé la puerta giratoria. El silencio era
absoluto y no había nadie. Me entretuve un buen rato mirando los
libros, pero no vi nada de mi interés.
Sin
que yo notara el más leve ruido, vino una mujer por uno de los
estrechos y oscuros pasillos de la vieja biblioteca. Era mayor. Tenía
el pelo blanco, pero todavía podían distinguirse algunos restos de
su color rojizo. Sus ojos azules y muy claros me atraparon y no pude
moverme. Me preguntó muy amablemente que buscaba y no supe
explicarme muy bien. Ella me dijo que su querida biblioteca en la
qual llevaba cuarenta años como bibliotecaria, guardaba un tesoro
incalculable para personas como yo. Con un gesto de la mano me invitó
a seguirla. Se adentró por el mismo pasillo por el que había venido
y yo la seguí mirando las antiguas estanterías que llegaban casi al
techo.
-
Aquí se guardan los libros más valiosos al resguardo de la luz,
me
dijo.
Enseguida
me hizo poner la escalera corredera en un punto y me ordenó subir,
con unos guantes de látex puestos. Busqué el código que me indicó
y cogí el libro con sumo cuidado. Pesaba bastante y parecía que se
iba a deshacer de un momento a otro. Lo llevé a un sitio ancho con
una mesa y luces adecuadas. La mujer me miraba emocionada. Lo ojeé y
leí la frase en latín espeluznado.
Relataba
que unos guerreros mitad hombre y mitad bestia, entraban en el pueblo
y mataban con sus espadas a todo el que encontraban. Eran monstruos
con el pelo largo y rubio y vestimenta y símbolos paganos. Según la
crónica no quedó nada de la aldea. Los invasores se instalaron allí
y utilizaron a los supervivientes como esclavos.Las generaciones
posteriores lo consideraron un castigo de Dios, y así estaba escrito
en el libro.
La
mujer me tocó levemente en el hombro y me sacó de mi
ensimismamiento. Dijo que donde ahora estaba la biblioteca, se había
edificado la antigua iglesia. Yo se que los invasores a los que
se refiere el libro, eran vikingos. Los testimonios escritos allí,
me eran de gran utilidad para conocer más detalles para mi
investigación.La bibliotecaria se puso seria y me dijo que tenía
antecedentes familiares escandinavos. Creía que su familia tenía
algo que ver con los invasores del norte que se establecieron en
Inglaterra.
Me
llevó al sótano de la biblioteca por una escalera minúscula. No
había luz, y la linterna iluminó unas piedras incrustadas en la
pared que eran los restos de la antigua iglesia. Algunas
inscripciones estaban marcadas encima con runas vikingas. Se creía
que tenían propiedades mágicas.
Mi
mente calculadora y científica no me permite estar de acuerdo con
ello, pero la sensación que notaba entre aquellos restos no tenía
explicación.
El
día que tenia prevista mi salida del pueblo, pasé por delante de la
biblioteca y me paré en la puerta. Un hombre que pasaba al ver mi
cara de asombro, me dijo que hacía tres años que estaba cerrada por
reformas.
Laia
LA
BIBLIOTECA AMBULANTE
Me
hallaba en México con Artal, pues nos habían invitado a pasar unos
días un matrimonio catalán, amigos de mi familia. Fuimos de
excursión al pueblo de Cuchicamba para hacer noche y seguir hacia
las famosas cataratas de la región. Después de alojarnos en el
hostal, salimos a dar un paseo y nos sorprendió un carromato que se
paró enfrente, en medio de la plaza. En lo alto del carro ponía
“Biblioteca”. Nos acercamos curiosos y un joven nos saludó,
diciendo que podíamos coger un libro, siempre y cuando lo
devolviésemos al día siguiente. Le dimos las gracias y le
preguntamos qué libros tenía. Ël joven llamó a su hermano que
estaba dentro del carro colocando los libros en las estanterías. El
hermano empezó a recitar el listado de libros que llevaban. Cogimos
uno al azar y nos lo llevamos prometiendo devolverlo al mediodía
siguiente. Por la mañana nos despertó un alboroto en la plaza.
Bajamos corriendo y vimos cómo la policía se llevaba detenido al
hermano de la lista de los libros. El otro hermano yacía en el suelo
detrás del carromato, con un disparo en el corazón a quemarropa.
Fuímos a la comisaría a hablar con el otro hermano, ya que nos cayó
simpático y no creíamos que fuese un fraticida. El chico nos dijo
que cuando se levantó, buscó a su hermano que no estaba en su cama
y que al salir del carro lo encontró muerto, detrás en el suelo. Le
dije que éramos detectives y que le ayudaríamos.
Artal
y yo nos pusimos a investigar y descubrimos que el disparo se había
hecho con silenciador y con un arma de las que, según nos dijo el
comisario de policía” son las que usa la mafia pululaba por allí.
Hallamos en el carromato cartas coaccionando a los hermanos a pagar
unas importantes sumas de dinero o les quemarían el carromato con
ellos dentro. No conseguimos saber mucho más pero las cartas eran
una prueba circunstancial que demostraba la inocencia del hermano.
Así que presentamos las cartas al juez, y éste ordenó soltar al
joven. El chico, nos explicó que aunque su hermano nunca le contaba
nada sobre cómo llevaba el tema económico de la biblioteca, él se
daba cuenta de que algo malo pasaba, pues le visitaban unos tipos
“raros” a su parecer, y luego veía a su hermano triste y
preocupado. Seguramente este chico valiente les plantó cara y no se
dejó extorsionar por esos desalmados, lo que le costó la vida.
El
muchacho agradecido, se ofreció a llevarnos en su carromato a las
cataratas, lo que fue un viaje inolvidable. Una vez en Barcelona,
recibí un correo del comisario de policía diciendo, que
extrañamente habían aparecido asesinados a golpes con objetos no
identificados, los cuerpos de cuatro asesinos de la mafia, a los que
conocían bien en la comisaría, pero a los que era imposible
echarles el guante.
El
joven bibliotecarío estaba considerado un mártir, por lo que su
heroicidad había provocado que la gente de los pueblos por donde
pasaba con su biblioteca ambulante, se unieron y se levantaron contra
los capos que les tenían atemorizados e hicieron justicia popular.
Cogiendo
mi pipa, la encendí y me senté en mi sillón pensando:
“Fuenteovejuna, todos a una”, qué ironía del destino, pues ese
era el título del libro que cogí al azar en la biblioteca
ambulante.
Lola
Ruiz
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