viernes, 5 de junio de 2015

FUEGO


SOMOS TÍMIDOS
A veces lo disimulamos. Solemos observar, actuar en la trastienda, sacar conclusiones aventuradas y a veces inciertas por la estupidez de no preguntar abiertamente. Por mucho que queramos no podemos prever nuestro mayor defecto o virtud: el fuego imprevisto interno que sonroja nuestra piel. Surge en las peores circunstancias, cuando menos lo deseamos y cuando menos nos conviene. Sobre todo cuando mentimos y por honestos no podemos controlar los efectos psicológicos de la desfachatez. También cuando nuestra sensibilidad se altera. El fuego nos traiciona sonrojando nuestras mejillas, o nuestros oídos, manos o nucas e incluso a veces el ardor interno de nuestro disimulo no cumplido nos provoca salpullidos diminutos entrañables. En definitiva, quedamos pocos fogosos en el mundo actual polar de frialdad, pero hay algo cierto, que los tímidos ardientes somos sorprendentes, exclusivos, indescifrables y aventajados aunque no lo parezca.

Susana



EL HECHICERO
Cada vez es más difícil reclutar jóvenes para custodiar el fuego sagrado. La mayoría lo considera una tarea absurda. En la actualidad, dicen, todos conocemos la magia que hace brotar fuego del frotamiento de un palo con madera seca. Si se apaga, se vuelve a encender.

No han entendido nada. Se creen que dominan el fuego y no se dan cuenta de que ellos son fuego, de que cada uno de nosotros somos fuego. Por eso morimos cuando nos abandona el calor de la vida, porque se nos escapa el fuego interior que tenemos mientras estamos vivos.

El fuego que cayó del cielo nos recuerda que fue un regalo de los dioses, al igual que la vida. Además, es el vínculo que nos une a nuestros antepasados. Nos dice quiénes somos, somos la tribu del fuego sagrado.

¿Cómo va a ser inútil la tarea de mantener vivo el fuego que cayó del cielo? En realidad es la tarea más necesaria y más noble a que puede dedicarse un ser humano. Ahora, a ver si encuentro algún muchacho que quiera ser mi aprendiz.

Felipe Deucalión


ESTA ES LA HISTORIA
Esta es la historia de un fuego.
Esta es la historia de un fuego que aprendió a arder.
Esta es la historia que ardió y así, le descubrieron.
La historia de un fuego que nació salvaje y sobrevivió.

La historia de un fuego que dio luz y calor, que defendió y que protegió.

Esta es también la historia de un fuego temido.
La historia de un fuego que destruye a su paso.
Un fuego que sabe como sembrar la devastación.
La historia de un fuego que aterra.

La historia de un fuego que reina en las trincheras.

Esta es también la historia de un fuego que hornea los panes.
La historia de un fuego que logra dorar suculentos asados
El mismo fuego que proclama campeones, que une a los amantes; un fuego que un buen día le dio nombre a una danza, que reúne, que festeja.

Este, es el triunfo del fuego
Esta es la historia

Marta Albricias



LA MAÑANA SIGUIENTE
Arnau desde su habitación escucha a su padre exclamar - ¡que horror, estos jóvenes deben de pagar bien caro su salvajada-, su padre a menudo lee el periódico de la mañana y hace comentarios en voz alta de las noticias para que lo oiga su madre, mientras ésta prepara el desayuno, -mujer oye esta noticia:

“Tres jóvenes, uno de ellos menor de edad, han sido detenidos acusados de la muerte de una indigente a la que prendieron fuego tras rociarla con un disolvente en un cajero automático donde dormía, en el distrito barcelonés de Sarrià-Sant Gervasi”.


-¡no hay derecho-, continuó el padre, -para colmo sucedió en nuestro barrio, que les pasó por la cabeza , deben ser unos desadaptados, sin buena familia, sin educación, sin, sin sin….


El chico siente un hilillo frío que le recorre la espalda, le produce mucha turbación el comentario, -joder, si supieras papá. En su mente pasan escenas de, discusión, golpes, súplicas, olor a disolvente, fósforos, fuego, humo, gritos, espantosos gritos. Luego correr, mucho correr…


-¡Hijo levántate!- lo apura la madre -ven a comer, ya tienes el desayuno listo y se te está haciendo tarde para ir al colegio.


Con el de carrusel de imágenes en la mente, con un sentimiento de culpa mortificándole, se viste lentamente como si no pudiera levantar los brazos. Va al comedor se sienta en la mesa, esconde la mirada y con aspecto sombrío desayuna, el papá le pregunta si oyó su comentario, contesta afirmativamente con un movimiento nervioso de la cabeza, se levanta, recoge la mochila, le da un beso rápido a su madre y se va corriendo para el colegio, cuando ya está por cerrarse la puerta escucha el grito de la madre – ¡hijo pórtate bien y cuídate en las calles hay mucho peligro!, y el aprieta en el puño de su mano la cajetilla de los fósforos que lleva en el bolsillo del pantalón.

Jesús



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