miércoles, 17 de enero de 2018

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SENTIRSE FELIZ
Toda mi vida caminando sobre zapatos, zapatillas, botas, botines, zuecos, chancletas, deportivas, katiuskas; años después de vivir sobre  superficies sólidas en suelo firme, muchos años después, me puse unos patines por primera vez y el desequilibrio, se apoderó de mí  de un modo peculiar: mis brazos ganaron un gran protagonismo y me ayudaron a combatirlo; así,  pacífica y rítmicamente supe que lo mejor era no tener miedo a caerme y que si me caía, si en algún momento la ley de la gravedad…ganaba…eso, eso me fortalecería. Sentí también un ligero dolor de pies al ponerme los patines que se me fue en cuanto fui capaz de empezar a deslizarme por el hielo. 

Aquel fue el más frío de los inviernos que jamás había vivido y  el hermoso lago que rodeaba el parque se había helado para brindarme una nueva experiencia. El aire frío y una gran sensación de libertad, muy  especial y difícil de describir, me envolvía, algo parecido a poder volar: sentir como que puedes llegar a correr cuanto quieras.

Todos alguna vez hemos fantaseado con volar: mover a voluntad nuestro cuerpo por el aire sin necesidad de ningún artefacto es algo deseado aunque basándonos en la física y la tecnología, sabemos que volar como un pájaro o como Superman nos es imposible; patinar me acerca a esa sensación. Hace ya algunos años descubrí que ponerme esos extraños zapatos con una cuchilla fina y afilada, y lanzarme a esa superficie resbaladiza también me hace sentir feliz.


Marta Albricias

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