SENTIRSE FELIZ
Toda mi vida caminando sobre
zapatos, zapatillas, botas, botines, zuecos, chancletas, deportivas, katiuskas;
años después de vivir sobre superficies
sólidas en suelo firme, muchos años después, me puse unos patines por primera
vez y el desequilibrio, se apoderó de mí de un modo peculiar: mis brazos ganaron un
gran protagonismo y me ayudaron a combatirlo; así, pacífica y rítmicamente supe que lo mejor era
no tener miedo a caerme y que si me caía, si en algún momento la ley de la
gravedad…ganaba…eso, eso me fortalecería. Sentí también un ligero dolor de
pies al ponerme los patines que se me fue en cuanto fui capaz de empezar a deslizarme
por el hielo.
Aquel fue el más frío de los inviernos que jamás había vivido
y el hermoso lago que rodeaba el parque se
había helado para brindarme una nueva experiencia. El aire frío y una gran sensación de libertad, muy
especial y difícil de describir, me envolvía, algo parecido a poder volar:
sentir como que puedes llegar a correr cuanto quieras.
Todos alguna vez hemos fantaseado
con volar: mover a voluntad nuestro cuerpo por el aire sin necesidad de ningún
artefacto es algo deseado aunque basándonos en la física y la tecnología,
sabemos que volar como un pájaro o como Superman nos es imposible; patinar me acerca a esa
sensación. Hace ya algunos años descubrí que ponerme esos extraños zapatos con
una cuchilla fina y afilada, y lanzarme a esa superficie resbaladiza también me hace
sentir feliz.
Marta Albricias
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