martes, 17 de marzo de 2009

EL GUANTE, EL GUANT

COM UN GUANT

Fa temps que em trobo buida, les activitats que faig normalment no m’omplen, la relació amb el meu marit tampoc funciona, ja fa temps que no tenim res a dir-nos, ens mirem com si fóssim dos estranys que no tenen cap interès l’un per l’altre. Només de vegades parlem de qüestions de feina, tenim una botiga de gèneres de punt on amb la crisi no es ven ni un parell de mitjons. L’altre tema que de vegades toquem és el dels fills, però ara ja no ens donen gaires maldecaps, fa temps que s’han independitzat i només els veiem de tard en tard.

A la feina, a casa, cada dia repetint les mateixes coses,veient les mateixes cares, els mateixos carrers, la mateixa ciutat...

Fins avui. M’he llevat, el meu marit ja havia marxat cap a la botiga, he esmorzat com cada dia, he agafat una bossa de viatge amb una mica de roba i el bitllet que vaig reservar ahir per internet, he baixat al carrer i he agafat un taxi cap a l’aeroport. Quan era dalt de l’avió, just en el moment d’enlairar-se, en aquell lapse de temps que trobo tan excitant, amb aquella sensació tan agradable a la boca de l’estómac, he pensat: “realment, aquest canvi en la meva vida m’anirà com un guant”

MAITE


EL GUANT

L’Elsa va recollir el guant del terra de l’entrada, què hi feia allà?, va pensar. Amb pas decidit va anar fins el dormitori. Els armaris i els calaixos eren oberts i nus. Fins i tot els prestatges del fons semblaven nous, de tan nets de llibres com estaven. Què ha passat?, es preguntava. Va dirigir-se a la cambra de bany, la seva part era ben buida, tan buida con aquell espai terrible que li començava a foradar el cor. Ja no caminava, corria. Obria portes i calaixos, buscava sense trobar. El va veure al damunt de la taula del menjador, tot blanc, només una paraula escrita “Elsa”, no es veia gaire gruixut, poca cosa li havia de dir, va pensar. Ni el va tocar. Encara duia a la ma el guant collit del terra. Acostant-se’l a la cara, el va olorar profundament. Se’l va apropar als llavis, tremolant. Sense vessar ni una llàgrima el va estrènyer contra el pit, era tot el que li quedava d’ell.

Ginebra


EL GUANTE

Él la vio cómo se alejaba a lo largo de la calle, y sin poderlo evitar la siguió con la mirada. Miraba cómo su cuerpo se contoneaba al ritmo de sus pasos y cómo sus caderas se movían al unísono. No pensaba en nada, tan sólo se vio mirando aquella silueta como quien, sumergido en un mar de pensamientos, de repente se descubre a sí mismo mirando a ninguna parte. Aún podía distinguirla en la lejanía, entre el vaiven de la gente, cuando de repente ¡zas!, vio que algo caía al suelo. Y sin pensarlo dos veces corrió hacia aquel lugar para recoger el susodicho objeto. Era un guante de cuero negro. Lo recogió e hizo un intento de correr tras ella para entregarle el objeto perdido, pero en ese preciso instante algo le detuvo. Era como una especie de fuerza extraña, algo que le impedía llevar a cabo su acción. Será mejor que lo guarde, pensó, y esbozando una sonrisa acarició el guante con su mano derecha, lo olió intentando exprimir al máximo todo su aroma, y con cuidado lo dobló y guardó en el bolsillo de su chaqueta. Permaneció inmóvil durante varios segundos sin saber por qué, ni siquiera estaba seguro de si procedía correctamente, pero algo en su interior le decía que aquel objeto que él guardaba como un tesoro era augurio de buena suerte. Comenzó a caminar con paso lento, deambuló sin rumbo durante más de una hora por el entresijo de callejuelas que conducían al puerto, mientras en su cabeza daba vueltas y más vueltas a una sola idea: volvería al día siguiente al mismo lugar y a la misma hora; tal vez podría verla de nuevo, tal vez podría devolverle el guante.

Maria Jose


EL GUANTE SOSPECHOSO

Tomo el guante como si fuera algo realmente asqueroso y él fuera un científico dispuesto a demostrar lo poco que le importaba. Saco la inmensa lupa de su bolsillo y se puso a examinar-lo:

-Watson- Llamo- Creo que empezamos a vislumbrar la luz en este caso. Debemos encontrar a un estudiante joven, aficionado a la química. De buena familia, pero no rico. No muy fuerte pero si atractivo para el sexo débil. Y creo que lo encontraremos en el Red college.-

-Ohhhh!! Holmes, es usted un genio. Yo solo consigo ver un vulgar guante, ¿como lo descubrió?-

-Jajaja, es algo elemental querido Watson. Fíjese en el pequeño tamaño de este guante, es evidente que pertenece a un hombre de manos pequeñas, eso implica alguien joven, pero no aficionado a los deportes, probablemente se trate de un intelectual. Y eso significa que no tiene necesidad de trabajar, por tanto que es de buena familia. Y esta suciedad, es evidente que este hombre no dispone de las atenciones de una mujer para que cuide de su higiene y lo mantenga decente, ni su presupuesto es lo suficiente para contratar a una ayuda de cámara. Pero si lo olemos de cerca, no podemos dejar de detectar ese sutil perfume femenino, es evidente que mantiene un estrecho contacto con las mujeres. ! Y ahí! ve esos pequeños agujeros, son la consecuencia de algún reactivo químico, tal vez amoniaco, de ahí detecto su afición a la química. Que solo se estudia en el Red College, que esta pintado con el mismo rojo que se pueda apreciar de esa mancha de la esquina.

De pronto Holmes noto unos golpecitos en la espalda y adopto ágilmente su famosa postura pugilística para enfrentarse a una joven armada con los trapos de limpieza.

-Cretino pedante, machista y burgués ¿me podría devolver mi guante para que acabe la limpieza de la habitación? Que ya me esperan en el Red College.

Herman FV


CINCO

Cinco! por el culo te la hinco! La mofa, siempre la mofa. Cacho marracos, desarrollos de óvulo bufón. Otra vez el mismo chiste malo que no tiene ni puta gracia. Cinco, five, cinq, funf, cinque, khamsa ... no puedo dormir y cuento ovejas que saltan obstáculos. Cinco ovejas sobre cinco vallas. Luego un avestruz y una cabra, pero no saltan, se cuelan por debajo. Hinchado de prozac, irritado y un desfile de DES: ilusionado, motivado, alentado, esperanzado, ganado, quiciado...

Odio los apéndices de ese ser. Sueño con una mano de ocho dedos mas uno tatuado, de quita y pon, para los días de playa. Deseo que su piel sea tersa y suave como la de un bebé pero con la dureza de un zafiro y que, su sangre, como el agua ruda del mar cantábrico, se embravezca al penetrarme.

Quiero que el primero y el octavo sean largos, gentiles y ágiles como los de un pianista interpretando una serenata de Schuman y retráctiles como las uñas de un gato ronroneante; que el segundo y el séptimo se asemejen a las torres de la Sagrada Familia a la luz difusa del atardecer; que el tercer y sexto dedos erigidos en tortuoso zigzag sean hipersensibles y con poder sanador, y que el cuarto y quinto firmes y severos pero justos, tengan la capacidad de señalar inexorablemente a los inocentes y a los culpables.

Pero no, el que paga manda, y al que manda lo hacen con tres más dos vulgares e insípidos dedos de nombres ridículos e hilarantes como pulgar o meñique, formados por una mierda de frágiles huesos articulados y forrados de carne pálido-sonrosada que se pudre con el tiempo.

A quien demonios se le ocurrió hacerme a imagen y semejanza de tal esperpento.

Josean


AVENTURA

Nunca le había molestado el frío, incluso le hacia sentirse vivo, resistente, aventurero. Pero sabia que en su interior siempre había necesitado de ese calor cotidiano que le reconfortaba cuando se sentía más vulnerable.

Sin duda la mezcla entre esas dos sensaciones era lo mejor. El contraste entre ambas le daba vidilla.

Sin embargo, ya casi había olvidado por completo el sentirse así.

Hacia ya algunos días que permanecía recluido en un oscuro y estrecho habitáculo, incluso minúsculo para su tamaño.

Al principio se resignó, pero luego pensó que algo debía hacer, era necesario sin duda. Así que se retorció y estiró intentando agrandar el lugar donde se encontraba, pero todos sus esfuerzos fueron en vano.

Tras dos días de fallidos intentos, quizás más, ya no sabia bien el tiempo que llevaba allí dentro, notó como la humedad iba se iba apoderando de su cuerpecito .

Humedad que no tardó en transformarse en agua y en una especie de espuma blanca y pegajosa, incomodísima que le impedía cualquier tipo de movimiento.

Estaba empapado por completo.

Para colmo y sin esperarlo todo su mundo empezó a dar vueltas; para la izquierda, para la derecha, para la derecha, para la izquierda, no cesaba. Empezaba a marearse.

Su desesperación estaba llegando a límites insospechados.

Cuando de pronto, todo paró.

Silencio, menos agua, menos vueltas, ¿normalidad?.

-Por fin, este infierno ha acabado-se dijo- ¿que más puede pasar?

En ese momento notó el contacto de un calor familiar, se quedo paralizado, pero para su sorpresa algo o alguien lo estiraba hacia fuera.

-¡A fuera, me voy de aquí, me liberan!-gritó-

-Anda, pero estabas aquí. Que despistado soy -dijo Pablo sacando un guante todo mojado y retorcido del bolsillo de su chaqueta- al fin te encuentro, llevo dos días buscándote.

Eva


LOS GUANTES DE LA ABUELA

Encontraron unos guantes en el cajón de la abuela. Los guantes eran de color rosa, un poco amarilleados por el tiempo allí encerrados y sin usar. Las niñas querían ser princesas y el rosa era un color ideal. Ya tenían los vestidos, unos chales y unos velos viejos, pero querían llevar guantes porque habían leído en un cuento que las princesas tenían las manos tan suaves porque nunca tocaban nada sin guantes. Cogieron los guantes, sin permiso claro, y se fueron a su cuarto.

La abuela volvió de su paseo y como cada tarde quiso dedicar un ratito a la memoria de aquel amor de cuando tenía quince años. Abrió el cajón imaginando ya el tacto de los guantes, recordando lo que sintió cuando Manuel le apretó las manos enfundadas en aquellos guantes de gamuza rosa, prometiéndole que siempre, siempre haría lo posible para estar con ella. Pero los guantes habían desaparecido. No le fue difícil deducir que sus nietas podían ser las culpables, así que se fue directa a la habitación de las niñas dispuesta a mostrar su enojo y a recuperar los guantes robados. Las dos criaturas estaban en lo mejor del juego, disfrazadas cual nubes de azúcar de color rosa, simulaban una merienda entre damas. Cada una de las niñas llevaba un guante, y sólo entre las dos podían servir el té, comer galletas y colocarse bien el tocado. Se las veía tan felices que la vieja señora no se atrevió a interrumpir el juego. Volvió a su habitación y entre pañuelos y abanicos antiguos encontró otro par de guantes. Aquéllos eran blancos y también habían amarilleado con el tiempo, pero pensó que aquellas princesas tan bonitas no lo notarían.

Butterfly


TRES PARADAS

Tres paradas, tan solo tres paradas más y por fin en casa. El Metro siempre se le hacia eterno, ahí metido sin saber donde mirar y con la sensación de estar un poco en otro mundo, un mundo donde el tiempo se dilataba y todo adquiría un cierto aire de irrealidad. Miró a las pocas personas con las que compartía el vagón… ¿buscando que? Nunca encontraba nada en ellas, y seguramente ellas pensaban lo mismo de él.

Volvió la mirada al frente y entonces lo vio allí, pulcramente dispuesto sobre el asiento de enfrente a la izquierda. El guante era de piel oscura marrón…no, marrón no, granate. Eso era, granate o Burdeos como también se decía. ¿Como habrá llegado ahí?

Dos paradas, tan solo dos paradas más. ¿Lo habrá olvidado alguna mujer con prisa? Por que era de mujer, de eso estaba casi seguro, por el color y el tamaño, pese al par de metros de distancia se veía claramente que era de pequeño tamaño y fino. ¿Demasiado bien puesto para haber sido un olvido? ¿Y qué si no? No podía imaginar que esa mujer lo dejara ahí sin más, era un absurdo, y las cosas absurdas lo ponían nervioso. No, definitivamente era un olvido.

Se adivinaba suave, aunque se notaba usado estaba bastante bien cuidado. Imaginó que debía tener buen olor. Quizás el perfume de la mujer había penetrado en la piel y quedado en ella, eso era lo lindo de las prendas de piel, que tomaban en cierta manera vida al ser usadas.

Una parada, una más. Ha de ser muy suave, cuanto más lo miraba más se convencía de ello. Suave y con un cierto olor a perfume femenino. Se fijó en que el diseño era cuidado pero severo, nada de florituras. Se lo imaginaba enfundado en la mano de una mujer con carácter, decidida. ¿Como sería ser acariciado por esa mano enguantada?, pensó. No se imaginaba una caricia leve, amable, entregada…algo le decía que la dueña de esa prenda no casaba con ello. Más bien, decidió, una caricia decidida, exigente, casi una toma de posesión.

Su parada. Se levantó y al cruzar la puerta pudo observar por unos segundos el guante más de cerca. Estaba allí, pulcramente dispuesto, hermoso en su abandono, y los pocos pasajeros a esa intempestiva hora no parecían haberse fijado en él. Un hombre trajeado con aire de cansancio entró en el vagón y se sentó pesadamente en su mismo asiento. Cuando las puertas se cerraron y el Metro arrancaba vio como el hombre se percataba de la presencia del guante, y una mirada de extrañeza se dibujó en su rostro.

Un hombre con suerte…pensó mientras se encaminaba lentamente hacia la salida, hacia casa.

TONI


LA INSOPORTABLE SOLEDAD DEL GUANTE DESPAREJADO

Estaban solos.Llegaban solos y acababan solos, y lo peor era que lo sabian.Tardaban muy poco tiempo en comprender su situación. A su llegada al departamento estaban desorientados, acababan de sufrir una separación que siempre les pillaba por sorpresa.Podian ser muy diferentes entre si pero todos reaccionaban de manera semejante. La misma intensidad que ponian en encontrar a su pareja perdida, les era devuelta en forma de mirada compasiva por los compañeros de la sección.

Los mas veteranos contaban que hacia bastante tiempo, habia llegado uno de piel muy blanca que al contacto con los demas se le habia ido oscureciendo y acartonando; habia sufrido mucho buscando a su par, y decian que de tanto padecer se le habia secado el alma,se quedaba en un rincon como avergonzado de su deterioro. Justo un año despues de su ingreso, entro otro sujeto que tras superar el susto inicial comenzo su busqueda y despues de haber descartado a todos los miembros del departamento se fijo en aquel que estaba apoyado en la esquina, inmovil, indolente y con la expresion perdida.Se fijo detenidamente y aunque estaba muy avejentado, a medida que se le fue acercando,se dio cuenta de que eran iguales,era su pareja, la misma tonalidad en la piel, el mismo tamaño, las mismas costuras y el pelo del forro igual de suave y en el mismo sitio, contuvo la respiración hasta ponerse enfrente de la mirada del otro que al verlo se dejo caer emocionado mientras musitaba “!Dios mio,por fin¡” Los demas sujetos de la sección se habian dado cuenta del trascendente momento y habian ido dejando un espacio respetuoso y expectante a su alrededor, la pareja de piel blanca medio repuesta de la emoción fue a abrazarse como si nunca se hubieran separado y ...al juntarse comprobaron que coincidian a la perfección, pulgar con pulgar,anular con anular, indice con indice, tanto coincidian que eran exactamente iguales,tan iguales que no podian ser simetricos, los dos eran zurdos.

Se separaron avergonzados, tras comprobar con amargura que nunca habian sido y nunca serian pareja, los compañeros que habian asistido ilusionados a aquel aparente milagro se giraron silenciosamente para no hacer mas grande el dolor de aquella decepción ni la propia de cada uno, volviendo discretamente a sus quehaceres.

Oscar


MAÑANA

Hora de salir hacia el trabajo: El abrigo, la bufanda... ¿donde están los guantes? ¡Ah, Si! en el bolsillo. El derecho y.... ¿donde está el otro? ¡A que llego tarde otra vez!

Mientras me agacho a mirar debajo del perchero empiezo a pensar en la escusa a dar en la oficina: "El metro es una porquería, otra vez se ha vuelto a estropear y..." No, eso no vale, pienso mientras me dirijo al dormitorio a buscar el guante, el idiota de Jaime viene en mi misma línea; lo del ascensor creo que puede colar : " Se ha vuelto a quedar el ascensor bloqueado entre el tercero y el cuarto y hasta que el inútil del portero no ha venido a abrir la puerta...." Si, queda bien porque nadie puede pensar que un ascensor que falla tanto tenga otro remedfio que cambiarlo, y mientras la comunidad se pone de acuerdo...

¡Donde está el asqueroso guante! A ver, un poco de calma, pensemos: Cuando lo colgué en el perchero los guantes estaban en el bolsillo del abrigo, los DOS guantes. Abrí la puerta, saludé a Charly, colgué el abrigo y el bolso y le puse su pienso.... ¡CHARLY!

¡Charly! ¡Ven, bonito, ven! Pude oir sus rápidos pasitos por el pasillo mientras me dirigía rápidamente hacia la cocina y le veía aparecer con los restos de mi guante en la boca y oía el ruidoso carillón de la vecina tocar los tres cuartos. Otra vez llegaría tarde a la oficina y encima con las manos heladas ¡Maldita sea!

Isabel

1 comentario:

  1. Ens vestim cada dia, ens posem les nostres millors gales, quan no havia la crisis semblava que tot anava meravellosament be, els nostres guants de vanitat s'havien adherit a nosaltres com si fos la nostre pròpia pell, tot menys esser nosaltres mateixos, ens van allunyar tant, que avui ja no sabem on trobar-nos.

    Busquem desesperadament treure'ns el guant que ens van posar amb tant esmero, ens deprimim profundament, no sortim de casa, lluitem, busquem la rosa del “principito” i no la trobem.

    Volem viure com abans de haver-nos posat aquest guant i finalment no ens queda un altre remei i agafem un raspall amb pues i ens freguem ben fort, ens salta la pell a tires, finalment el guant va caiem poc a poc, però tenim que continuar raspallar-nos, perquè ens queda la mà amb trossos adherits que semblen que son nosaltres mateixos, però simplement és això un guant que no aconseguim treure de sobre de nosaltres

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